La eterna canción (Argumento)



La eterna canción

La eterna canción, Sainete en dos actos se estrenó en el Teatro Principal Palacio de Barcelona, el día 27 de Enero de 1945. Su libretista, Luis Fernández de Sevilla. Música de Pablo Sorozábal.

Acto I

La acción comienza en el apretado ambiente de las azoteas populares madrileñas de los años 40. Don Aníbal, compositor y pianista, su hija Tina, aprendiz de violinista, y Laura, sobrina de Don Aníbal, ensayan una nueva composición en la terraza del humilde ático al que se acaban de mudar, lo que da lugar a una disputa con Doña Pilar, una vecina poco aficionada a la música. Don Aníbal se va poco conforme con las equivocaciones de la distraída Tina y el triste humor con el que canta Laura. A solas con Tina, Laura confiesa la causa de su amargura que no es otra que haber vuelto a ver a Jacinto, el novio que la había dejado cuando quedó huérfana. Tina, ante la desazón de Laura confiesa que querría tener novio y en la terraza de al lado aparece Montilla, otro joven músico, pretendiéndola. Se presenta entonces el viejo casero Don Tomás con el propósito de llamar la atención a sus ruidosos inquilinos, pero queda prendado por la gracia de Tina. En la terraza contigua, cuando las chicas se deshacen del casero, vuelve a aparecer Montilla, acompañado ahora por Manolo, un joven muy tímido que se ha enamorado de Laura. Tras hablar un poco con Manolo, Laura se queda sola y ve en la terraza del fondo a Jacinto que vuelve a cortejarla a pesar de su resistencia. Al marcharse Jacinto, aparece otro vecino: Marcelo, un limpiabotas que conoce a todo el mundo y avisa a Laura de que Jacinto es un embustero, pero Laura no le quiere escuchar. Montila, que se ha colado en la terraza de Don Aníbal, y se ennovia con Laura y Manolo que pasa también a la misma terraza donde se declara a Laura, cortés y delicadamente pero sin ningún éxito. Don Tomás vuelve con unos regalos para las chicas, se encuentra allí a los dos galanes e, inesperadamente, aparece Don Aníbal. Para evitar problemas, Montilla y Manolo se hacen pasar por hijos de Don Tomás, que accede gracias a las zalamerías de Tina y, aprovechando la nutrida concurrencia, Don Aníbal organiza la interpretación de la nueva canción en la que tiene depositadas todas sus esperanzas. Ante el nuevo concierto, los vecinos se desesperan y, en medio de una gran bronca, concluye el primer acto.


Acto II

En un café tristón y poco animado donde toca el piano Don Aníbal, cantan, con otras jóvenes, Laura y Tina, ante cierta indiferencia de los parroquianos entre quienes están Montilla, Manolo y Don Tomás, todavía en persecución de Tina. Jacinto, que se ha enterado que Laura canta en ese café, aparece acompañado de algunos amigos y, a medida que Laura interpreta "La eterna canción" (la nueva composición de Don Aníbal), se va enervando hasta provocar un escándalo que da con todos en la comisaría. Allí, van testificando ante el Comisario Martínez y, después de un nuevo conato de refriega, Laura, que sigue enamorada, disculpa a Jacinto. Cuando todo parecía aclarado, Marcelo, el limpiabotas, pide la palabra y dice que Jacinto fue amante de la hija de un compañero suyo a la que abandonó con dos hijos. Laura se desencanta definitivamente y le desprecia. De vuelta en el ático, al amanecer, Montilla y Tina se las arreglan para que Laura y Manolo, ambos deprimidos, se vuelvan a acercar y, tras conseguirlo, los cuatro confiesan a Don Aníbal sus amores y entonan una vez más "La eterna canción".

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