Buenas noches, señor don Simón (Argumento)

Buenas noches, señor don Simón
Buenas noches, señor don Simón, Zarzuela en un acto se estrenó en el Teatro del Circo de Madrid, el día 16 de Abril de 1852. Libreto arreglado al teatro español por Luis de Olona. Música de Cristóbal Oudrid.

Acto I

En Cádiz, en casa del boticario Don Procopio, viven una mujer, Doña Inés, y una linda pupila llamada Isabel, prometida del joven Teodoro, hijo de Don Simón, un mercader de Tarragona. A Teodoro no le conocen ni la novia ni sus tutores. Pero al mismo tiempo la joven está enamorada de un galán a quien vio estando ella en un colegio en Barcelona. Este mancebo se introduce en la casa metido en un gran cesto que se supone que contiene un regalo que a la criada de la casa, Juana, hace su novio, un pastelero, y que es llevado a la casa  por dos mozos del muelle, gallegos. Sale del cesto el joven en el momento en que está Doña Inés sola, y por las palabras equívocas de aquel cree ser ella la amada; y alarmada su virtud solo piensa en que el galán salga como entró; es decir metido en el cesto. Mientras va a buscar a los mozos que lo lleven, el joven sale y se esconde, llenando el cesto con los libros del boticario. Vuelven la criada y el doctor, que a ruegos de ella trata de ayudarle a ocultar el cesto; pero no tiene tiempo, porque el ama, que es el terror de la familia, se acerca y sólo pueden llevarlo al balcón y ponerlo sobre la barandilla, con tan poco acierto que el cesto se cae al mar, adonde daba el balcón. Entra Doña Inés, que se sorprende de no ver el cesto con el joven dentro, como suponía, y comenta su extrañeza a su marido. Al oír que dentro del cesto había un hombre, tanto el boticario como Juana se llenan de espanto, porque creen que lo han arrojado al mar. Para aumentar su miedo, llega Isabel y dice a la criada que por una carta sabe que su amante debe estar en casa metido en un cesto. Hablando de su involuntario crimen les sorprende la presencia del joven, al cual suponen de la policía. Al final habla, y Don Procipio, el boticario, se entera de que es Teodorito, el hijo de su amigo el mercader de Tarragona, y le ofrece la casa, no sin presentarle antes un refresco que Juana sale a buscar, pero por error le trae en lugar de Jerez, una botella en la que el boticario había preparado una pócima que, por exceso de narcótico, creía que era un veneno que estaba preparando, y que se había olvidado de neutralizar. Teodoro bebe por dos veces, protestando por no haber tomado nunca Jerez de tan mal sabor; el boticario examina la botella y aterrado reconoce lo que él supone veneno. El joven se queja de ardor en el pecho y cae desmayado. Le creen muerto y oyendo llamar a la puerta dan por hecho que es la justicia, y buscando dónde ocultar a la víctima, le esconden en el hueco de un sofá-cama que había en la habitación; Juana huye por otra puerta, y Don Procopio abre la que da entrada a su esposa, quien le anuncia la llegada de Don Simón, el cual se presenta alegre y abraza al boticario que, medio loco de miedo, apenas le contesta. El diálogo entre todos desde este momento se hace sumamente gracioso. Ni cena ni habitación habían preparado al huésped, que se resigna a pasar la noche en el sofá bajo el cual estaba su hijo. Comienza la chistosa escena musical de las despedidas: cada cual con su bujía en la mano da las buenas noches a Don Simón con el estribillo que sirve de título a la zarzuela. Don Simón se duerme; entran Juana y el doctor para sacar el cadáver de Teodorito, pero éste se despierta del sueño que el narcótico le había causado y grita. Su padre, armado de pistolas, grita también y dispara. Al estrépito acuden Doña Inés e Isabel con luces; se reconocen todos y acaba alegremente la obra. 

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