El salto del pasiego (Argumento)

El salto del pasiego
El salto del pasiego, Zarzuela melodramática en tres actos se estrenó en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el día 17 de Marzo de 1878. Su libretista, Luis de Eguilaz. Música de Manuel Fernández Caballero.

Acto I

Comienza la obra con un desfile de pasiegos, que traen el alijo de contrabando hasta sus cabañas del monte. Entre los pasiegos se encuentra Pablo, un buen hombre que está enamorado de la bella Margarita, de lo que todos se ríen, porque en el lugar se rumorea que está interesada por otro personaje. Llega la Duquesa, Doña Clemencia, acompañada de Don Julián. Por ellos se conoce que la muchacha ha sido seducida por Don Luis, hijastro de la Duquesa, llegando a tener un hijo de él. Doña Clemencia se inquieta por lo ocurrido, ya que la salud de Don Luis es precaria y la existencia de tales amores y de la criatura pone en peligro la herencia que, en caso de morir Don Luis sin sucesión, pasará integra a la hija de Don Julián, por lo que ambos tratan de interponerse entre aquellos amores. Margarita es citada por su amante en una ermita próxima y allí se dirige confiada con su hijo en brazos. En un aviso de la Providencia, el padre Vicente, que cuida la ermita, ha referido al pueblo pocos momentos antes el castigo ejemplar de una pasiega deshonrada, que para ocultar su falta ha arrojado a su hijo al barranco del Pasiego, un abismo próximo. Margarita siente en aquellas palabras una alusión a su oculta falta y marcha al encuentro de Don Luis, nerviosa y con malos presentimientos. Don Julián está al acecho, y al pasar Margarita por el borde de la torrentera, le arrebata al niño y lo arroja al torrente. Mientras, el doctor Chinchilla ha sido encomendado por el Rey Carlos IV para buscar una nodriza en el valle para amamantar a su primer hijo. Aparece Don Luis, extrañado de que Margarita no haya acudido al lugar donde la citó ya que deseaba conocer a su hijo. Sin embargo, la pasiega, tras la terrible emoción sufrida, ha perdido el juicio. El pueblo, por su parte, la acusa de haber asesinado al niño. Don Luis quiere salvarla de la multitud. Frente a la realidad dramática, la Duquesa es consciente de que Julián ha sido el verdadero responsable del crimen.

Acto II

Margarita, en su desvarío, dice tener en su poder una prueba de su inocencia, arrebatada durante la lucha al asesino de su hijo. Pero en su inconsciencia no logra encontrarla. Por su parte, el doctor Chinchilla reconoce en Don Luis a un enfermo misterioso, a quien se le hizo visitar cierta noche en secreto, y a quien un enmascarado, amenazándolo con un puñal, obligo a recetarle un veneno. Chinchilla refiere la historia a los presentes, pero Don Luis no se acuerda de nada, aunque Don Julián sí se siente perdido ante las palabras del médico. Su turbación pone de relieve su acto criminal ante los ojos de Clemencia, horrorizada ante tanta maldad, Julián queda solo con Margarita y quiere arrebatarle el reloj que ella le quitó durante la lucha. Clemencia ha presenciado la escena, oculta, e interviene a favor de Margarita. Don Julián le dice que el crimen de él la cubrirá a ella del deshonor, ya que aquel reloj tiene en la tapa un retrato suyo, acompañado de una dedicatoria apasionada, que pondrá ante los ojos de todos el verdadero carácter de las culpables relaciones que ambos sostienen; al mismo tiempo, su hija quedará mancillada y despojada de su herencia. Clemencia no se resigna a ser cómplice de la trama y Don Julián la encierra en el castillo, yendo en persecución de Margarita, que ha huido durante la escena anterior y se dirige a la búsqueda de Don Luis. Margarita, seguida por el pueblo, que proclama a voces su muerte, llega al abismo del salto del Pasiego. Se lanzan varios alguaciles, mandados por el juez en su captura; pero no pueden atraparla, a pesar de las promesas de Don Julián que quiere hacerse con ella a toda costa para que sea condenada y juzgada por el supuesto infanticidio. Don Luis va detrás, y al fin consigue atravesar el precipicio en un momento de gran tensión dramática, haciendo uso de un puente primitivo formado por un tronco de árbol tendido sobre el abismo.

Acto III

Al fin, Don Luis tiene en su mano la prueba de la inocencia de Margarita. Don Julián le hace creer que ha sido el pasiego Pablo el culpable de la muerte del niño. Aquel, enamorado de Margarita, y despechado al conocer sus amores con el Duque, cometió el crimen, después de haber robado el reloj a Don Julián. Pero gracias a la joya y a la inscripción y retrato que guarda, Don Luis ha descubierto las relaciones que unen a su madrastra con Don Julián y desafía a éste mientras que Margarita, aprovechando la confusión escapa de nuevo, siempre con la obsesión de volver a ver a su hijo. Pablo, el pasiego acusado del crimen, en realidad salvó al niño, a quien encontró colgado de unas ramas y a punto de perecer. Al mismo tiempo, el doctor Chinchilla ha puesto en conocimiento del juez la historia del veneno, dándole unas muestras del mismo que ha encontrado en el botiquín de Don Luis. Este viene hasta el lugar buscando a Don Julián, con el que se ha citado para batirse. Pablo, el pasiego, ha llevado al niño para ponerlo a salvo de toda tentativa criminal, y el padre Vicente se lo dice a Don Luis. Ambos marchan al encuentro de Margarita, cuya curación, según afirma Chinchilla, puede ser posible ante la impresión de ver al niño. En cuanto lo siente en sus brazos, recobra la razón y Don Julián, confundido y aterrado, es sorprendido por el juez en el momento que quiere hacer desaparecer el reloj que le acusa. Don Luis y Margarita, entre las aclamaciones de la muchedumbre, marchan a la ermita donde han de santificar su unión.

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