El sargento Federico (Argumento)

El sargento Federico
El sargento Federico, Zarzuela en cuatro actos se estrenó en el Teatro del Circo de Madrid, el día 22 de Diciembre de 1855. Su libretista, Luis de Olona. Música de Francisco Asenjo Barbieri y Joaquín Gaztambide.

Acto I

Los vecinos de una pequeña villa de Alemania están felices porque se celebra el bautizo del hijo de los molineros. Llega la molinera, Teresa, que ha ido a buscar al padrino con la noticia de que no puede venir por encontrarse enfermo y todos se quedan consternados. entretanto se acercan al grupo una dama y un caballero que son nada menos que la Princesa María, que se aloja en un palacio cercano, y el Barón de Kopen-Niken encargado de custodiarla y llevarla a la corte cuando el Rey la reclame para casarla con su hijo Federico. Ella se ha empeñado en salir a dar una vuelta por los alrededores del palacio y se encuentra delante del molino. Aparecen también en escena el Conde Gustavo, enamorado de la Princesa y el sargento Federico, hijo del Rey e íntimo amigo de Gustavo. Al enterarse de que tienen padrinos los molineros, la Princesa y el Príncipe-Sargento se ofrecen a serlo. El sargento se enamora de María cuando la ve. El Conde Gustavo que está aparte recibe una misiva real ordenándole que parta esa misma noche con su compañía para reunirse al amanecer con la división que sale de Berlín para la frontera de Silesia y se lamenta de su mala suerte pues pensaba reunirse con su amada esa misma noche. Cuando regresan de la iglesia para celebrar el bautizo con gran alborozo aparece en escena el Rey vestido de militar y les recrimina por estar divirtiéndose en lugar de trabajando, advierte que está su hijo entre los asistentes y se lo hace saber a todo el mundo que se sorprende. La Princesa se oculta y oye la conversación entre el padre y el hijo, éste le comunica a su hijo que quiere casarle con una Princesa austriaca y éste que ya se ha enamorado de la Princesa María protesta enérgicamente. La Princesa consternada con la noticia pues no había sido informada de por qué se encontraba allí envía a su amado Gustavo una misiva por medio del molinero. Al regresar al campamento militar el Príncipe y su amigo Gustavo se encuentran, y éste pone al Príncipe en antecedentes de que está enamorado y necesita ver a su amada. Federico le anima a desertar e ir a visitar a su amada esa misma noche. Deciden pedirle al molinero les lleve en barca a entrevistarse con ella.

Acto II

Un grupo de guardabosques, entre los que se encuentra el jefe de ellos, Fritz, que se toma muy a pecho la custodia de la Princesa, y ha oído pisadas. La Princesa, acompañada de Juana, la mujer del molinero también llega a la finca. Aparece el barón consternado porque no encuentra a la Princesa, finalmente lo hace y le comunica que el mismo Rey está de camino a la finca y le ha mandado adelantarse para anunciarle su llegada, pero la Princesa ha dado cita a su amado Gustavo y no puede faltar. Se entrevistan los dos amantes y Gustavo le cuenta a la Princesa que el Príncipe no se opone a su relación pero que está muy preocupado porque se ha visto obligado a desertar para poder reunirse con ella, ambos reiteran sus declaraciones de amor eterno, y mientras tanto Federico espera al amigo a pocos metros de allí. Por unas palabras del molinero descubre que la amada de su amigo es su misma prometida pero no le importa y anima a Gustavo a seguir adelante con su amor, con lo que él quedará liberado de su compromiso (todavía no sabe que la Princesa y María, la dama de la que se ha prendado, son la misma persona). Estando en estas disquisiciones aparece Fritz con sus hombres, y el molinero, asustado, les confiesa que Gustavo es un desertor por lo que le apresan inmediatamente.   

Acto III

Palacio Real de Berlín. El Rey acompañado de la Princesa y del Barón es vitoreado por sus oficiales, damas y caballeros. A continuación el Rey, mientras la Princesa entra en los aposentos de la Reina, le pide al Barón que le lea la crónica del gobernador de Berlín, entre ellas se encuentra el caso del Conde Guzmán de Leinsberg, denunciado por un campesino como desertor mientras que otro militar, con grado de sargento, lo estaba esperando y en su huida dejó sus galones. El Rey se indigna y manda al Barón que le pida al gobernador que reúna el consejo de guerra. Entra Federico en el salón pero el Rey no se extraña porque lo han mandado llamar para que reúna con la Princesa. Federico entre lisonjas a su padre aprovecha para exponerle que no desea casarse con la Princesa con lo que el Rey se encoleriza. Al salir el Príncipe se encuentra con la Princesa pero ésta se apresura a decirle que es dama de honor de aquella y que trae de su parte el ruego de que desaparezca de la corte por quince días en tanto ella se pone en contacto con su familia en Austria para tratar de desbaratar la boda puesto que está enamorada de otro hombre. Federico aprovecha para declararle su amor a la dama, que se muestra cauta pero no se atreve a rechazarle del todo; sale el Barón y se produce un malentendido porque al verlos juntos se sorprende sabiendo que no desean casarse el uno con el otro; el Príncipe de dice que corra a decirle a su padre que esa es la dama con la que desea casarse. El Barón se llena de júbilo y corre a decírselo. Entretanto Federico se entera de que el mensaje que ha mandado a Viena la Princesa lo ha sido por medio del Conde Gustavo y le confiesa a ésta que el Conde está preso y el mensaje nunca llegará. Ella se preocupa por la vida del Conde y el Príncipe la tranquiliza y promete que le salvará. Federico y el Rey se vuelven a ver, éste contento creyendo que su hijo a cambiado de opinión con respecto al matrimonio con la Princesa, pero Federico le hace saber que no es así y el Barón que está consternado queda como un mentiroso. Entra un general para informar que está reunido el consejo de guerra; Federico intercede por su amigo pero al ver que su padre no accede, se declara en rebeldía y pide ser llevado preso él también y confiesa que estaba con el Conde Gustavo la noche anterior. La Princesa está escuchando oculta y se siente desfallecer. Federico es conducido a prisión.

Acto IV

Ciudadela de Berlín, donde están presos el Conde, Federico y otros oficiales. A pesar de ello, están cenando y riendo alegremente, entra el Barón y le piden que se una a ellos. Federico aprovecha para decirle al barón que si le van a matar tiene un último deseo, el de ver a su padre antes de morir. Al rato aparece Juan, el molinero que ha sido llamado para prestar declaración, está arrepentido de su acción y quiere rectificar pero ya es tarde, él les comunica que la Princesa va a aparecer también acompañada de su mujer, Teresa. Se oye la voz del Rey y Federico pide a todos que se retiren y le dejen sólo con su padre. El Rey trae la sentencia y viene acompañado de un general; al leerla ve que su hijo ha sido declarado libre por haber coincidido la llamada del Rey con su deserción; aparece Federico y se lo comunica pero éste insiste en que quiere correr la misma suerte que su amigo condenado a muerte. El Rey dispone que Gustavo sea conducido por un piquete de soldados que no conozcan al Conde ni tengan ninguna ligazón con él al lugar de su ejecución. Federico decide ir él en su lugar para lo que es ayudado por el Barón. Llegan la Princesa y Teresa a la prisión, la primera viene disfrazada de aldeana, allí se encuentra con el Barón y con el Conde. Federico ya ha sido trasladado. El Barón le presta su casaca al Conde para que no sea reconocido y la Princesa trae una bolsa de oro para sobornar a los carceleros y poder huir. Entretanto el Rey manda llamar a su hijo y el molinero cuya declaración ha leído y le ha hecho sospechar algo. Finalmente todos se encuentran en la prisión, incluso el mismo Federico que confiesa que al ver que lo iban a fusilar había dado su nombre y le habían dejado libre. Se descubre en ese momento que la Princesa a la que ama el Conde es la destinada por el Rey para casarse con su hijo, y lo que más grave Federico descubre que su amada y la Princesa son la misma persona pero decide perdonarles y les da su bendición y consigue además enternecer a su padre que no puede por menos que reconocer que su hijo posee un gran corazón.

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