San Franco de Sena (Argumento)

San Franco de Sena
San Franco de Sena, Drama lírico en tres actos se estrenó en el Teatro Apolo de Madrid, el día 27 de Octubre de 1883. Su libretista, José Estremera. Música de Emilio Arrieta.

La escena se sitúa en Sena, en el siglo XIII.

Acto I

La celebración de una procesión en honor de la Virgen del Carmen se ve interrumpida por el combate de espadas entre Franco y Aurelio y sus parciales; Lucrecia y Lesbia presencian la caballeresca pelea, huyendo posteriormente de la escena. Franco permite huir a sus rivales, quedando frente a frente con su padre, Mansto, que le recrimina su vida disipada, amenazándole con su maldición. El joven se burla de sus amenazas y pidiéndole no le maldiga, espera la llegada de Dato, que ha seguido a las jóvenes para conocer su domicilio; el criado regresa, afirmando que sus pesquisas no han dado fruto, retirándose amo y criado. Lucrecia confiesa a Lesbia la impresión que ha causado en ella el joven Franco, lamentándose de que su hermano Federico la quiera casar con el maduro Fabricio; la joven jura que no aceptará y huirá con Aurelio, que la adora. Lucrecia trasmite su negativa a ese enlace a su propio hermano, quien le ordena someterse a dicha decisión. Aurelio se dispone a dedicar una serenata a Lucrecia, pero en tal situación aparece Franco, que tras matar en duelo a Aurelio, ocupa su lugar, recoge las joyas que Lesbia ha arrojado por el balcón para la huida y sale huyendo con su criado, en compañía de Lucrecia, quien le cree Aurelio. La reanudación de la procesión del Carmen con la que comenzaba el acto, lo conduce a su fin.

Acto II

Orgía y fiesta de los estudiantes, que vitorean a Franco como jefe y camarada de correrías. Brindis de Franco y terror de él mismo, al hallarse ante una cruz que le recuerda una de sus víctimas; se escuchan cánticos de las vírgenes del Señor que llaman al libertino a la penitencia, mientras que los ecos de la fiesta pretenden arrastrarle de nuevo hacia la vida disipada. dato se asombra de ver desmayado a su señor, y le relata que la justicia persigue a su padre para dar con el paradero del disoluto. Al saberlo, Franco se dirige al hogar paterno, mientras los esbirros maltratan a Mansto; a su llegada rompe su propio proceso, acomete a los que le buscaban y cogiendo en brazos a su padre, le pone a salvo. Amo y criado llegan con Mansto al castillo donde Franco tiene raptada a Lucrecia, a quien le pide cuide de su anciano y enfermo padre. Llega al castillo Federico que viene a pedir consejo a Franco sobre el castigo que ha de dar a quien tiene raptada a su hermana Lucrecia, desconociendo que habla con el raptor. Puestos, por fin, frente a frente los dos hermanos, Federico comprende la ofensa y se dispone a matar a Franco, pero éste ordena a sus camaradas que lo saquen de allí. El joven Franco organiza ahora una partida de juego, en la que pierde todo el dinero que posee, las joyas, el traje y, finalmente, los ojos que el blasfemo ha apostado en un último alarde, renegando de Dios que se los dio para tan triste destino. Todos huyen de él al verle ciego, entrando el arrepentimiento en su alma ante la visión de la Virgen del Carmen, prometiendo Franco a partir de ese instante, enmendar su vida y lavar con la penitencia sus pecados.

Acto III

Al lugar de retiro de San Franco, eremita solitario, acuden las aldeanas con sus dones. Aparece dato, vestido con harapos, mendigando el sustento para él y su amo; las aldeanas le rodean y en un hermoso coro le suplican pida a Dios les conceda un buen marido. dato les hace ver que él no es el santo, pero que intercederá ante Franco para conseguir sus "imposibles" deseos. Aparece Franco en hábito de tosco sayal y cadenas en sus pies, dando gracias al cielo por haberle abierto los ojos del alma. Mansto, vestido de peregrino, llega a aquellos lugares pues anda buscando a su hijo perdido;  se halla con Franco a quien no reconoce pero el relato de sus desventuras vitales les lleva al reconocimiento mutuo. Franco, tras confesarle que ha conseguido el perdón del cielo, le invita a quedarse en su cueva donde, alejados del mundo, podrán vivir en penitencia hasta el fin de sus días. Federico, hermano de Lucrecia, llega también en busca de Franco, para satisfacer su venganza; tras solicitar a Dato le muestre el retiro de su amo, éste aparece de entre los arbustos, arrodillándose a sus pies, solicitando su perdón. Federico, lleno de cólera, le insulta y le abofetea para despertar su ira, pero, no consiguiéndolo, le persigue para matarle, pero el cielo lo oculta detrás de un peñasco. Huyendo de unos bandidos, aparece Lucrecia en la cueva de Franco, queriendo refugiarse allí: llega Franco y, tras reconocerse ambos, el penitente le pide que se retire a un monasterio para llorar sus extravíos, así lo promete ella, sellando tan piadosas intenciones la Virgen del Carmen, que desciende entre nubes, bendiciendo a los arrepentidos amantes.

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