El asombro de Damasco (Cantables)



EL ASOMBRO DE DAMASCO



 Zarzuela en dos actos.

Libreto: Antonio Paso y Joaquín Abati.

Música: Pablo Luna.

Estrenada en el Teatro de Apolo de Madrid, el 20 de septiembre de 1916.

Acción, en Damasco (Turquía asiática), bajo el califato de Soleiman.


ARGUMENTO


La acción se inicia en una plaza pública en Damasco. Fahima, tiene una tienda de esencias mágicas, y esta vendiendo a un grupo de mujeres, en la tienda de medicamentos, que hay a su lado, el médico Ben-Ibhen atiende a varios enfermos y heridos.
Al marcharse todos los clientes y quedar vacía la plaza llegan dos hombres, que piden hospitalidad a Fahima, y luego una mujer lujosamente ataviada que, con el rostro oculto a la usanza musulmana, se aproxima a la tienda de la vendedora. Se descubre al llegar junto a Fahima, y ésta, con alegría, descubre en ella a su amiga Zobeida, casada con Omar, un comerciante de Mosul.
Zobeida, muy consternada, refiere a su amiga la enfermedad de su esposo y sobre todo la ruina a que han llegado debido a su mal negocio. Zobeida dice a la amiga, que su viaje a Damasco se debe a que un vendedor llamado Ben-Ibhen tiene una antigua deuda de mil dinares de oro con su marido, y hoy este dinero se necesita urgentemente para la enfermedad de Omar, y aunque no existe ningún documento para confirmarlo, espera que Ben-Ibhen reaccione como corresponde a su honradez y amistad con Omar.
Fahima lleva a Zobeida ante Ben-Ibhen, y éste recuerda la deuda y está dispuesto a pagarla; pero curioso, pide que antes le sea mostrado el rostro de la mujer que deberá llevar el dinero. Zobeida se descubre, y Ben-Ibhen queda maravillado ante su belleza.
Dice a la mujer que le entregará el dinero si consiente en acudir por la noche a su trastienda. Al desaparecer el médico, las dos mujeres, maldiciendo la suerte de Zobeida, se van a la tienda de Fahima.
Entonces aparece el cadí de Damasco, Alí-Mon, con varios soldados, y lee un decreto del Gran Visir en el que se pide, vivo o muerto, la captura del terrible corsario Ka-Fur.
Zobeida piensa que el cadí podrá hacer justicia, y sale a su encuentro, explicándole lo ocurrido; pero Alí-Mon, lo mismo que el médico, queda prendado de la belleza de ella, y sugiere, a cambio de la obtención del dinero, la misma exigencia que Ben-Ibhen.
Nuevamente desalentada, y negándose, Zobeida se retira con su amiga, y ésta le dice que el único que puede hacerle justicia es el Visir en persona.
Mientras, el cadí se ha acercado a la tienda del médico para hablar con él, y cuando va a reprocharle su conducta con la esposa de Omar, le distrae un ruido de tumultuosa gente y, ante sus propios ojos aparece, portado en un lujoso palanquín, el Gran Visir Nhuredin. La muchedumbre le rodea y aclama reverenciosa. Zobeida piensa que es aquel el mejor momento para pedir justicia, y se acerca al Visir refiriéndole su desgracia. Pero al descubrirse ante él, el Visir queda también trastornado por su belleza.
Zobeida, otra vez desazonada, se aparta de él, y entonces, uno de los hombres que pidieron la hospitalidad de Fahima, le aconseja que cite separadamente a los tres hombres, aquella misma noche, en la casa de Fahima, que se halla en las afueras de la ciudad. Así lo hace la mujer.
El acto segundo transcurre en una habitación de la casa de Fahima, donde varias esclavas se esmeran en adornar y acicalar a Zobeida. Un gran banquete aguarda a los tres citados. El primero en llegar es Ben-Ibhen. Zobeida, muy solícita, sale a su encuentro, pero nada más empezar a hablar se hace anunciar Alí-Mon.
Consternado, Ben-Ibhen finge que se halla allí para reconocer a Zobeida, que sufre una repentina dolencia. Alí-Mon lo cree así, pero no finge su mal humor. Entonces aparece el tercer citado, el Visir, que se encuentra sorprendido ante la presencia de los dos hombres.
Nada más empezar a pedir explicaciones, llega corriendo un esclavo para avisar que en las proximidades de la casa se halla el corsario Ka-Fur y sus hombres, cuyo único deseo es cenar y descansar allí. Zobeida, rápidamente, ordena a los tres hombres que se disfracen de esclavos, para no ser reconocidos y capturados por el bandido. Así lo hacen, y entra Ka-Fur, muy cubierto, con sus hombres. Se inicia el banquete que Zobeida prepara para los tres citados, y una vez finalizado, Ka-Fur demuestra que, a pesar de los disfraces ha reconocido al médico, al Cadí y al Gran Visir.
Ben-Ibhen, intentando salvarse, dice que no tiene inconveniente alguno en pasar a engrosar las huestes del corsario, puesto que, en realidad, es tan deshonrado en su profesión de médico como el propio corsario. Siguiendo su ejemplo, Alí-Mon confiesa que él tampoco hace justicia si no es a cambio de un favor, y finalmente el Visir revela que hace todo lo posible por extraer el dinero del pueblo, ya que el Califa no está enterado de nada de aquello.
Zobeida, mientras tanto, ha reconocido en Ka-Fur a uno de los hombres que le aconsejara aquella mañana, pero la sorpresa es general cuando Ka-Fur, despojándose de su siniestra indumentaria, resulta ser el Califa en persona, cuya costumbre de ir peregrinando disfrazado por el país, a fin de conocer la verdad, le ha salvado esta vez de tres hombres indeseables. El médico, el Cadí y el Gran Visir son despojados de todos sus bienes, y éstos entregados a Zobeida


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Personajes:

Zobeida: Esposa de Omar, de extraordinaria belleza, acosada por todos.
 
Fahima: Perfumista y amiga de Zobeida.
 
Ben-Ibhem: Médico algo “sinvergonzón”.
 
Alí-Mon: Cadí con una vara justiciera muy peculiar.
 
Nhuredín: Gran Visir que quiso “hacer justicia” a Zobeida.


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Números musicales:

Ya el sol por el oriente su luz asoma y escena… ¡Alto! Dejad ya de gritar y atentos escuchad… Yo he descubierto un perfume: (Fahima, Ben-Ibhem, Ellas, Ellos, Voz)
Danos pronto algo… Merezco tus rencores merezco tus enojos… Bien mirado estoy quedando como un gran sinvergonzón: (Fahima, Zobeida, Ben-Ibhem)
Soy Alí-Mon, soy el Cadí, lo único bueno que entre la turba de funcionarios existe aquí… Soy el ser más inflexible: (Alí-Mon, Seis Guardias)
Viva, viva Nhuredin… Esto que pides aquí... Ven a mis brazos mujer: (Zobeida, Fahima, Nhuredin, Seis Guardias, Mujeres)
Que bailen las almeas… Baila odalisca hermosa… Baila, baila musulmana: (Fahima, Mujeres)
Por esta noche nada de velo… Sultana de los amores… Tus ojos tienen Zobeida: (Zobeida, Fahima, Zahara, Abriza, Cantadoras)
Musulmana apetitosa… A la Meca te llevo mi vida montada en camello… La joroba molesta un poquito pero hay que aguantarse: (Zobeida, Ben-Ibhem)
Allá van los preceptos que ordena el Corán: (Zobeida, Ben-Ibhem)
Final: (Cantadoras)


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ACTO PRIMERO

Decoración: La escena representa una plaza pública en la ciudad de Damasco (Siria. Turquía asiática,) Decoración a todo foro. En primer término izquierda, la tienda de Ben-Ibhem: la tienda oriental, con puerta practicable, de drogas, medicamentos, pomadas, ungüentos, etc. En primer término derecha la tienda de Fahima; ídem de perfumes, esencias, etc. El resto de la decoración a gusto del pintor. Son las primeras horas, de la mañana.

ESCENA PRIMERA

Fahima, subida en un taburete a la puerta de su tienda, rodeada de Abriza, Mirta y Coro de Señoras, todas vestidas a la oriental. Ben-Ibhem, subido en otro taburete, a la puerta de la suya, rodeado de Hombres, de la ciudad. Entre estos, hay alguno manco, otro cojo, otro la cabeza vendada. etc.

Ya el sol por el oriente su luz asoma y escena… ¡Alto! Dejad ya de gritar y atentos escuchad… Yo he descubierto un perfume: (Fahima, Ben-Ibhem, Ellas, Ellos, Voz)

(A telón corrido, se oye una voz lejana.)

VOZ
Ya el sol, por el Oriente
su luz asoma.
De fuego coronado,
ya luce el día.
No te olvides, creyente,
de que es Mahoma,
quien las primeras luces
del alba envía.
No te olvides, creyente,
de que es Mahoma,
quien las primeras luces
del alba envía.
¡Ah!

(Se alza el telón.)

ELLAS
(A Fahima.)
Atiéndeme.
Despáchame,
que antes que nadie
yo llegué.

ELLOS
(A Ben-Ibhem.)
Danos pronto algo
y no te hagas rogar.
Tú, que eres un sabio
alivia nuestro mal.
Anda, pronto; venga
Anda, pronto; venga
que no podemos esperar.

BEN-IBHEM
¡Alto!
Dejad ya de gritar
y atentos escuchad
lo que mis drogas mágicas
pueden curar.
(Baja del taburete.)

TODOS
Dejemos de gritar,
y vamos a escuchar
lo que sus drogas mágicas
pueden curar.

BEN-IBHEM
¡Callad, callad!
Y atentos escuchad.
(Anunciando.)
No hay dolor que se resista
a mis célebres unturas.
¡Para mí, no hay hemorragias!
¡Para mí no hay calenturas!
A mis sabios elixires
y a mi mágica pomada,
nada existe que se iguale.
Nada! ¡Nada¡¡Nada! ¡Nada!
Los que sufrís,
los que vivís
minado todo
vuestro organismo,
ya lo sabéis:
es que queréis,
o últimamente,
que os da lo mismo.

ELLOS
Yo quiero pomada.
Yo quiero el ungüento.

BEN-IBHEM
Pedid, que a serviros
voy al momento.

(Despachando a unos y a otros y entrando en su tienda de vez en cuando, para sacar algún especifico que entrega al comprador.)

ELLOS
¡Por Alah!
¡Pronto! ¡Acaba ya!
¡Por Alah!
¡Pronto! ¡Acaba ya!
¡Por Alah!
¡Pronto! ¡Acaba ya!
Dame al punto ese elixir
que me vuelva la alegría,
que estoy sufriendo
desde hace días.
Dame pronto ese elixir
que se calme mi dolor.
¡No tardes, por favor!
¡No tardes, por favor!

FAHIMA
Yo vendo los perfumes
mejores de Damasco;
yo soy la proveedora
de esencias, del Cadí;
yo tengo escamonea,
la mirra del Arabia,
incienso y cinamomo,
el cedro y el benjuí.

(Baja del taburete.)

ELLAS
(Rodeándola.)
Quiero una esencia que traiga al hombre
por el que lloro noches y días.
Quiero una esencia que me devuelva
con mis amores, mis alegrías.

FAHIMA
Esa esencia cuesta cara
y escasea.

ELLAS
La queremos y pagamos
lo que sea.

FAHIMA
Es una esencia maravillosa,
es una esencia voluptuosa.
Yo he descubierto un perfume
que despierta los sentidos,
y estimula los deseos
adormidos,
los deseos adormidos.
Yo he descubierto una esencia
que el que la aspira, te besa
y te deja el sabor de una promesa
el sabor de una promesa.

FAHIMA y ELLAS
Es una esencia maravillosa
que a los amantes hace celosos;
es un perfume que al aspirarlo
brota en suspiros voluptuosos.
Cuantas llevaron ese perfume,
en los amores siempre triunfaron
y a sus amantes rendidos miran
las que esa esencia de aquí llevaron.
¡Mágica esencia
que Alah nos hizo
y en ella puso
todo su hechizo!
¡Que es como un sueño!
¡Como la brisa!
¡Como la esencia
que Alah nos hizo!
¡Mágica esencia
que Alah nos hizo
y en ella puso
todo su hechizo!
¡Que es como un sueño!
¡Como la brisa!
¡Como el encanto de una sonrisa!
¡Que es como un sueño!
¡Como la brisa!
¡Como el encanto de una sonrisa!


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ESCENA IV

Danos pronto algo… Merezco tus rencores merezco tus enojos… Bien mirado estoy quedando como un gran sinvergonzón: (Fahima, Zobeida, Ben-Ibhem)

FAHIMA
(Pasando al lado de Ben-Ibhem.)
Ten presente la desgracia
que le aflige al pobre Omar:
más que el pago de una deuda,
es un rasgo de piedad.

ZOBEIDA
No te muestres inclemente
ni me niegues tu favor.
Ben-Ibhem, yo te suplico
que no enciendas mi rencor.

BEN-IBHEM
Merezco tus rencores,
merezco tus enojos,
merezco que Mahoma
me tome a mi entre ojos;
merezco que tu esposo
me corte la cabeza,
merezco que tu esposo
me corte la cabeza,
pero la culpa es sólo,
pero la culpa es sólo
de tu sin par belleza.

FAHIMA
Sé indulgente, Ben Ibhem,
De Zobeida ten piedad.

ZOBEIDA
Siempre es noble hacer el bien;
hazlo tú, por caridad;

BEN-IBHEM
Mira, si tiene
poder tu cara,
que aun siendo un hombre
ya cincuentón,
siento mi sangre
correr ansiosa
y oigo que late
mi corazón.

(Llevándose las manos al sitio indicado.)

Pom-pom-pom-pom.
fíjate en su excitación,
Pom-pom-pom-pom.
fíjate en su excitación.
más que el soplo de una víscera
es el soplo de un ciclón.

ZOBEIDA y FAHIMA
Pom-pom-pom-pom
pom- pom-pom-pom-pom.

(Cantando a dúo)

ZOBEIDA
Aunque insista en su deseo
no caeré en la tentación

FAHIMA
No pensé que este hombre hiciese
tan cruel proposición.

BEN-IBHEM
¿Conque te niegas?

ZOBEIDA
¿Y qué he de hacer?

BEN-IBHEM
Si es por capricho....

ZOBEIDA
Es por deber.

FAHIMA
Ni ahora ni nunca
consentirá.

BEN-IBHEM
Pues del apuro
te saque Alah.

(Inicia el mutis hacia su casa.)

FAHIMA
¡Y se marcha!

ZOBEIDA
Yo no puedo
aceptar su condición.

BEN-IBHEM
(¡Bien mirado, estoy quedando
como un gran sinvergonzón.
Pero, en fin, si ella cediese...;
de pensado, hasta el turbante
se me inclina hacia adelante,
sin poderle contener!)

FAHIMA y ZOBEIDA
No es posible, no es creíble
que se niegue así a pagar
una deuda tan sagrada
que a mí/tu esposo ha de salvar,.
y la infamia que pretende
a cualquier mujer ofende.
Este sabio es un completo
criminal.

BEN-IBHEM
Bella Zobeida,
que Alah te guarde.

ZOBEIDA
¡Es un bandido!

FAHIMA
¡Es un cobarde!

ZOBEIDA
Su acción indigna
diré en Mosul.

BEN-IBHEM
Me están poniendo
de oro y azul.

FAHIMA y ZOBEIDA
(Como una maldición.)
¡Que Alah te confunda!
¡Que Alah te maldiga!
¡Que cambie tu suerte
de un modo fatal!
¡Que lluevan desgracias
a todos los tuyos!
¡Que llame a tus puerta
el genio del mal!

(Invocando.)

¡Alah!
¡Divino Alah!
Castiga al cobarde
y a todos los suyos.
¡Que llame a sus puertas
el genio del mal.
¡Que llame a sus puertas
el genio del mal,
el genio del mal.

BEN-IBHEM
Ya lo sabes: si me citas
del apuro has de salir;
pero cítame, si quieres
el dinero recibir.

FAHIMA y ZOBEIDA
(Indignadas.)
¡Jamás ese deseo
cumplido se verá,
y teme la cólera de Alah!

BEN-IBHEM
¡De Alah!
FAHIMA y ZOBEIDA
¡De Alah!

BEN-IBHEM
¡De Alah!

FAHIMA y ZOBEIDA
¡De Alah!

FAHIMA, ZOBEIDA y BEN-IBHEM
La cólera de Alah
Alah, Alah, Alah

(Vase Ben-Ibhem a su tienda.)


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ESCENA VI

Alí-Mon, Cadí de Damasco, seguido de Seis Guardias. Salen al compás de la música, quedando los guardias en el centro de la escena y adelantando Alí-Mon hacia la batería. Lleva en la mano una vara, símbolo de su autoridad (Durante todo el número, y en particular en los ritornellos, el Coro no dejará de hacer evoluciones, a gusto de los señores directores, debiendo quedar al final del mismo dos al fondo y dos en cada lateral. Los movimientos, casi bufos.)

Soy Alí-Mon, soy el Cadí, lo único bueno que entre la turba de funcionarios existe aquí… Soy el ser más inflexible: (Alí-Mon, Seis Guardias)

ALI-MON
Soy Alí-Mon;
soy el Cadí;
lo único bueno
que entre la turba de funcionarios
existe aquí.

SEIS GUARDIAS
Es Alí-Mon;
es el Cadí;
lo único bueno
que entre la turba de funcionarios
existe aquí.

ALI-MON
Soy el ser más inflexible
que ha nacido en el Oriente,
y aunque parezca imposible,
soy el mas inteligente.
Esta vara justiciera
el poder conmigo ejerce.
Ni por dádivas ni ofrendas,
ni por nada se me tuerce.
Siempre estoy exento
de toda malicia,
y en todos los casos
suelo hacer justicia.
Por eso, las gentes
que suelo encontrar
murmuran muy quedo,
al verme pasar:
“Aví va, ahí va, ahí va.
Ahí va Alí-Mon;
ahí va el Cadí;
lo único bueno
que entre la turba de funcionarios
existe aquí.
Para aclarar
una cuestión
en dos minutos
escasamente, que se la encarguen
al Alí-Mon”.

SEIS GUARDIAS
Ahí va Alí-Mon;
ahí va el Cadí;
lo único bueno
que entre la turba de funcionarios
existe aquí.
Para aclarar
una cuestión
en dos minutos
escasamente, que se la encarguen
al Alí-Mon.

ALI-MON
Tengo un ojo vigilante
que persigue el desacierto,
y como es lógico, vivo
con el ojo siempre abierto.
De usureros y ladrones,
voy siguiendo siempre el rumbo
y al que siente yo la mano,
más que sentarle, le tumbo.
Siempre estoy exento
de toda malicia,
etc., etc.


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ESCENA IX

Coro general. El Gran Visir, seguido de su cortejo. Después Fahima y Zobehida.
Más tarde Ben-Ibhem, Alí-Mon, Derviches, Almeas (una primera bailarina y ocho de acompañamiento.
(Al atacar la orquesta sale el Coro de Señoras, el de Caballeros y comparsas de ambos sexos todos vestidos como es lógico a la oriental, con trajes caprichosos y vistosos.
Simulan ser el pueblo que aclama al Gran Visir. Se dirigen hacia el fondo izquierda por donde aparecen los seis Guardias de Alí-Mon abriendo calle, los cuales quedan al fondo en fila; después seis Soldados de la Guardia del Gran Visir que al llegar al centro se dividen en dos mitades, colocándose la mitad a cada lado, formando con los anteriores un cuadro frente al público. Detrás el palanquín lujoso que conducen cuatro esclavos negros (a ser posible, auténticos, como en Madrid) y en el que viene sentado el Gran Visir. A su lado otro esclavo con un gran quitasol de tela resguardándole de los rayos solares. Una sección de Soldados armados con cimitarras cierran la comitiva quedando el fondo de modo que el pueblo queda entre dos filas de Soldados y el palanquín en el centro rodeado de la primer fila de Soldados.)

Viva, viva Nhuredin… Esto que pides aquí... Ven a mis brazos mujer… Que bailen las almeas: (Zobeida, Nhuredin, Seis Guardias, Mujeres)

SEIS GUARDIAS y MUJERES
¡Viva, viva Nhuredín!
¡Viva, viva Nhuredín!
¡Nuestro amado Gran Visir,
nuestro amado Gran Visir!
¡Viva, viva!
¡Viva, viva!
nuestro amado Gran Visir,
¡Viva, viva!
¡Honor a su prudencia
y a su sabiduría!
¡Damasco a su presencia
desborda de alegría!
¡Honor al justiciero!
¡Al sabio poderoso!
¡Al ínclito guerrero!
¡Al hombre generoso!
¡Honor al justiciero!
¡Al hombre generoso!
¡Honor, honor!
¡Viva, viva Nhuredín!
¡Nuestro amado Gran Visir,
nuestro amado Gran Visir,
nuestro amado Gran Visir!
¡Viva, viva!
¡Viva, viva!
nuestro amado Gran Visir,
¡Viva, viva!

NHUREDIN
(Desde el palanquín que sostienen en alto los Esclavos.)
Vuestro entusiasmo hiere
mi natural modestia.
y aunque ni honor merezco
ni nada merecí,
acepto el homenaje
en nombre del Califa
al que ahora represento
indignamente aquí.

(Los Esclavos dejan el palanquín en tierra y Nhuredín, baja de él.)

¡Esclavos, rodeadme!

(Los seis Guardias avanzan y forman semicírculo a su alrededor.)

¡Mujeres, veneradme!

(Todas las de escena, así como los hombres que no forman su séquito, se prosternan ante él.)

¡Que nadie mi mirada
se atreva a resistir!
Ninguno alce la frente,
y el que la eleve cuente
que sufrirá en seguida
las iras del Visir.

(Salen de su tienda Fahima y Zobeida, esta última con el rostro cubierto y un pergamino en la mano opone alguna resistencia a las instancias de Fahima, que la va acercando suavemente hacia el Gran Visir, a cuyo lado llega en el momento de decir:)

ZOBEIDA
¡Señor!
¡Señor!
Te suplico que recojas
esta queja que te entrego.

(Alargándole el pergamino. Los Esclavos retiran el palanquín dejándola al fondo izquierda.)

TODOS
(Estupefactos.)
Acercarse hasta hasta el Visir
¡Oh, qué audacia!

SEIS GUARDIAS
(Sujetándola entre dos.)
¡Presa quedas!
¡Presa quedas!

ZOBEIDA
Perdóname Señor,
Yo te lo ruego.

NHUREDIN
Ordeno que al instante
soltéis a esa mujer.

(Obedecen. A Zobeida.)

Alárgame tu queja
y si algo puedo hacer
en nombre del Califa
te juro por Alah,
que si justicia pides,
justicia se te hará.

(Zobeida entrega el pergamino, que Nhuredin finge leer. Nhuredin, indignado.)

¡Por Mahoma, que si es cierto
lo que estoy leyendo aquí,
al médico haré que ahorquen
y que empalen al Cadí.

ZOBEIDA
¡Por el Korán te juro
que digo la verdad!

NHUREDIN
¡Es que a creer no acierto
tamaña atrocidad!
El pago que te piden
es demasiado cruel;
en buena hora llegaste
a darme este papel.
¡Poder de Alah!
Te haré justicia,
tranquila está.
Te haré justicia,
tranquila está.
Te haré justicia,
tranquila está.

ZOBEIDA
Visir, esas palabras
me vuelven a la vida.
Desde hoy soy una humilde
esclava agradecida.
Señor,
alárgame indulgente
tus manos justicieras
para besarlas.

NHUREDIN
(Tendiendo su mano.)
Toma
y besa lo que quieras.

(Zobeida descubre su rostro para poder besar las manos del Visir; éste al verla, no puede reprimir un movimiento de asombro, que repercute en todos los presentes.)

¡Oh, qué asombro peregrino
de donaire y gentileza!
¡Oh, qué rostro más divino
y qué espléndida belleza¡
No pisó mi harén esclava,
que llegar pueda hasta ella
y la luna aún siendo luna
a su lado es menos bella.

(En general. Hablado.)

Retiraos todos; ahora os llamaré.

(Después de las zalemas de rigor desaparecen por diferentes lados; Fahima y Zobeida se dirigen hacia su tienda.)

(¡Así evito por lo pronto
de esta gente la malicia!)

(Al ver que va a hacer mutis Zobeida.)

Queda tú.

(Fahima hace mutis.)

ZOBEIDA
¿Qué es lo que quieres?

NHUREDIN
Que te voy a hacer justicia.
Esto que pides aquí

(Por el pergamino.)

y que esperas de mí,
alcanzar vas al punto.
Pues mi poder se humilló,
y quien manda eres tú
y el esclavo soy yo.
Nada te puedo negar,
que mirarte y cegar
cosa fue de un instante.
Haz lo que quieras de mí,
que eres, más que mujer,
una mágica hurí.

ZOBEIDA
Basta, señor, por piedad;
no encendáis mi rubor.
Sed clemente y pensad
en mi honor.

NHUREDIN
Ven a mis brazos, mujer;
ven a mí sin temor,
que mi dueña has de ser
y por ti enloquecer
voy, sultana, de amor.

ZOBEIDA
(Queriendo marcharse.)
No es posible, no es creíble.
¡Por Alah!

NHUREDIN
No te alejes, no me dejes.
Ven acá.

ZOBEIDA
Por mi vida yo lo juro;
no será.

NHUREDIN
No te alejes, no me dejes.
Ven acá.
¿Qué quieres porque amantes
me miren esos ojos?

(Apasionado)

¿Qué pides, di, sultana,
a cambio de tu amor?
Exige, sin que pongas
barrera a tus antojos,
que aquí soy el esclavo
y tú eres el señor.

ZOBEIDA
Imposible; soy casada,
y jamás accederé.
Ni por nadie, ni por nada,
a mi esposo faltaré.

NHUREDIN
¿De modo que te niegas?

ZOBEIDA
Me niego, Gran Visir.
Mejor que tal vergüenza,
mil veces es morir.

NHUREDIM
Pues bien, ya que resistes
a mi pasión, cruel,
que Alah te haga justicia;
yo nada puedo hacer.

(Se separa colérico y altivo del lado de Zobeida y lentamente se dirige hacia el palanquín, en el cual se sienta; Zobeida, llorosa, implora piedad, coincidiendo con el principio de su canto, el caer arrodillada a los pies del Visir. Escena a cargo de los artistas, dentro de la situación.)

ZOBEIDA
¡Señor!... ¡Señor!... ¡Tened piedad! ¡Por
Alah, os lo ruego!

(Al ver la indiferencia del Visir.)

¡Oh, qué destino cruel!
La justicia que busco
no la espero ya de él.
Todos quieren faltar
sin reparo, a mi honor,
y si me han de escuchar
he de darles mi amor.
¡Piedad! ¡Piedad, señor!

(Queda implorando y el Visir en actitud altiva.)


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Que bailen las almeas… Baila odalisca hermosa… Baila, baila musulmana: (Fahima, Mujeres)

TODOS
Que bailen las almeas
sus danzas caprichosas,
que en todas partes llaman
sus bailes la atención.
Que bailen las almeas
esbeltas y graciosas,
y que al bailar, Fahima,
les cante una canción.
Que dancen, que dancen;
esta es la ocasión.
Que dancen, que dancen;
para que despierten
nuestra admiración.

FAHIMA
Baila, odalisca hermosa,
la de los ojos negros,
la de la tez de rosa.

(Baila.)

(Comienzan los ocho bailarinas, y a su tiempo la primera, cuyo baile debe ser una cosa parecida en lo posible a las danzas de la Tórtola Valencia. Esta bailarina llevará pulseras en brazos y pies con pequeños cascabeles dorados que sonarán llevando el ritmo del baile. Combinación a gusto del señor Director de escena.)

FAHIMA
Baila,
baila,
musulmana,
y que tus pies al bailar
trencen calados de encaje
como la espuma del mar.

TODOS
Baila,
baila,
musulmana,
y que tus pies al bailar
trencen calados de encaje
como la espuma del mar,
como la espuma del mar.

FAHIMA
Baila,
musulmana,
y que tus pies al bailar
trencen calados de encaje
como la espuma del mar.

TODOS
Sigue los compases
juguetona y viva,
marca con cuidado
tu danza lasciva;
dobla la cintura,
quiebra las caderas,
y evoca el recuerdo
de las bayaderas.
¡Baila ya!
¡Baila ya!

(Fin del baile.)


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ACTO SEGUNDO

ESCENA PRIMERA

Por esta noche nada de velo… Sultana de los amores… Tus ojos tienen Zobeida:
 (Zobeida, Fahima, Zahara, Abriza, Cantadoras)

ZAHARA
Por esta noche
nada de velo;
que caiga en ondas
su negro pelo.

ABRIZA
Estos collares
en la cabeza
son la diadema
de tu belleza.

FAHIMA
Y vamos ahora
con el tocado,
que es el asunto
mas delicado.

(Zobeida se pone de pie en el centro y Zahara y Abriza van cogiendo del velador lo necesario para obedecer a Fahima, adornando a Zobeida.)

Los labios rojos,
como cerezas;
la tez de un tono
de blanco y rosa,
que aunque eres bella,
que aunque eres bella,
hoy es preciso
que les parezcas
aún más hermosa.
Los brazos blancos
como la nieve;
como la nieve
también el pecho,
y ahora unas sombras
en las pestañas,
y ya el tocado
dimos por hecho.

FAHIMA, ZAHARA y ABRIZA
(Contemplándola con admiración.)
¡Qué hermosura mas completa!
¡Otra igual jamás yo vi!
Ni una virgen del Profeta
compararse puede a ti.

ZOBEIDA
Dejad las alabanzas,
que hieren mi pudor;
que cuanto mas hermosa
peor para mi honor,
peor para mi honor.

(Al oír la melodía que se supone suena dentro.)

(Moselín saluda y se retira. Zobeida se tiende en el diván, Fahima se coloca, de pie, tras ella; Zahara, que con Abriza ha retirado los útiles de tocador, sale y se coloca a la izquierda de Fahima, y Abriza se tiende en el suelo sobre unos cojines, delante del diván. Entran las Cantadoras de Palmira por la derecha. tañendo sus instrumentos, y se colocan en dos filas, cada una de un color, frente a Zobeida. Para mayor efecto, desde este momento la escena quedará iluminada todo lo posible.)

CANTADORAS
Sultana de los amores,
reina de la donosura,
maga de la gentileza
que asombras con tu hermosura;
suspira por tus encantos
y por ti sufre dolores
el Visir, y nos ordena
que cantemos sus amores.

(Evolucionan para formar semicírculo alrededor de Zobeida, quedando una combinación de color con los trajes.)

Tus ojos tienen, Zobeida,
un encanto misterioso,
que nacen, temblando en ellos,
deseos voluptuosos.
Tus labios tienen el rojo
de las rosas abrileñas;
rizado y negro es tu pelo
y tus manos marfileñas.
Pareces, Zobeida,
más que mujer, hurí;
por eso los hombres
de amor mueren por ti.
Mil veces dichoso
tu encanto singular,
que va triunfando del dolor,
y que a los hombres aprisiona
en las redes del amor.
¡Que Alah poderoso,
que tu hermosura ve,
te colme de gracias
y su favor te dé,
y acoge clemente
la queja del Visir,
que enloquecido por tu amor,
si le desprecias va a morir!

(Mientras cantan, evolución y cambio de combinación de color.)

Déjale que bese
tu cara de rosa;
deja que sus labios
te digan amor;
que ciñan sus brazos
tu cuerpo de diosa,
y él te dará en pago
riquezas y honor.
Déjale que llegue
rendido de hinojos,
cerca del encanto
que en ti resplandece;
déjate que muera
mirando tus ojos,
que solo por verlos
la muerte apetece.

(Evolución, para quedar como a la salida.)

Acoge clemente
la queja del Visir,
que enloquecido por tu amor,
si le desprecias va a morir!


____________



ESCENA V

Musulmana apetitosa… A la Meca te llevo mi vida montada en camello… La joroba molesta un poquito pero hay que aguantarse: (Zobeida, Ben-Ibhem)

BEN-IBHEM
¡Mosuleña
apetitosa!
¡Soberana de Turquía!
¡Si comerte me dejaras,
con qué gusto te comía!
¡Musulmana caprichosa,
a quien ciegamente adoro,
si me dejas devorarte
ya verás si te devoro.

ZOBEIDA
¿Tanto te gusto?
¿Tanto me quieres?

BEN-IBHEM
¡Como que asustas...
de guapa que eres!

ZOBEIDA
¡No te creía
con ese fuego!

BEN-IBHEM
Esto no es nada;
ya verás luego.

(Se ponen en pie y avanzan.)

Yo soy un turco
que se despega de la Turquía
y no tolero
que haya a mi lado mas que alegría.
Yo canto y bailo
como no bailan las bayaderas,
y hasta entontezco
con el columpio de mis caderas.

(Baila.)

ZOBEIDA
Tú eres un turco
muy trapisonda por lo que veo,
y no me jures
porque eres turco y no te creo.

BEN-IBHEM
Yo canto y bailo
como no bailan las bayaderas,
y hasta entontezco
con el columpio de mis caderas.

(Cesa el baile)

ZOBEIDA
Por Alah, que no creía
en tan raras perfecciones,
ni jamás sospechar pude,
Ben-Ibhem, tus condiciones.

BEN-IBHEM
Como que soy en Turquía.
campeón de los danzones.
Y si quieres convencerte
pon un poco de atención
en la danza de la Meca

ZOBEIDA
De la Meca

BEN-IBHEM
De la Meca,
de mi invención.

(Saca dos pañuelos de seda y baila a estilo de las bayaderas)

(*)
La joró...
la joró...
La joroba molesta un poquito
pero hay que aguantarse,
porque di...,
porque di...,
porque dicen que da buena suerte
y hay que jorobarse.
Al principio se siente un mareo
bastante alarmante,
producido por el balanceo
que lleva el rumiante,
y como luego y al cabo de un rato
de trote seguido,
ya se siente otra cosa distinta:
se siente avenido.

(Bailan de nuevo.)

ZOBEIDA, BEN-IBHEM
Vamos, que voy contigo,
e iré muy hueca.
Anda, que vamos
de Ceca en Meca.
Vente, yo iré contigo,
que en regresando de la excursión,
yo seré santa
y tú santón.

(*) (otra versión)

BEN-IBHEM
A la Me...
a la Me...
A la Meca te llevo. si quieres,
y gustas en ello.
A la Me...
a la Me...
A la Meca te llevo, mi vida,
montada en camello.
La jornada es muy larga, muy larga,
pero eso no importa,
porque yendo a tu lado se me hace
muy corta, muy corta.
y como eres la Hurí del Profeta,
que el sueño me roba,
montarás en los cuartos traseros
y yo en la joroba.

(Entrega un pañuelo a Zobeida y los dos bailan.)

ZOBEIDA y BEN-IBHEM
Anda, vente conmigo
que irás muy hueca.
Anda, que vamos
de Ceca en Meca.
Anda, vente conmigo
que en regresando de la excursión
tú serás santa
y yo santón.

(Continúan bailando hasta el final del número. El baile de Ben-Ibhem todo lo más cómico posible imitando, en lo posible, algunas figuras de la bailarina del primer acto)


____________



ESCENA XI

Allá van los preceptos que ordena el Corán: (Zobeida, Ben-Ibhem)

Zobeida y Ka-Fur. Después, por la derecha Ben-Ibhem.

ZOBEIDA y BEN-IBHEM
Allá van.
los preceptos que ordena el Korán,
y que son
un prodigio de buena intención.
Allá van,
alla van,
porque debe saberlos
un buen musulmán.

ZOBEIDA
No desees la mujer de tu amigo
y contén tu pasión si desborda.

BEN-IBHEM
A no ser que el amigo resulte
de los que hacen la vista algo gorda.

ZOBEIDA
No se ofende el Corán porque tengas
diez mujeres o veinte y aun treinta.

BEN-IBHEM
Ni muchísimo menos se ofende
porque tengas también las cuarenta.
Cumpliendo estos preceptos
que Alah imponer nos quiso,
irás cuando te mueras
derecho al Paraíso;
y allí tendrás placeres
que allí muy bien se está,
y allí tendrás mujeres
y allí... ¡Jamalajá!

ZOBEIDA
Si un insulto te dice cualquiera
no devuelvas jamás el insulto.

BEN-IBHEM
Lo mejor es que cojas un palo
y en seguida te vayas al bulto.

ZOBEIDA
Si un mendigo a tu puerta llegase
y del hambre sufriera la garra

BEN-IBHEM
Cómprale todo el pan que te pida
pero no se lo compres de barra.

ZOBEIDA y BEN-IBHEM
Cumpliendo estos preceptos,
que Alah imponer nos quiso
Cumpliendo estos preceptos,
irás cuando te mueras
derecho al Paraíso;
y allí tendrás placeres
que allí muy bien se está,
y allí tendrás mujeres
y allí... ¡Jamalajá!


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ESCENA FINAL

Final: (Cantadoras)

CANTADORAS
Acoge clemente
la queja del Visir,
que enloquecido por su amor,
si le desprecias va a morir.

(Telón rápido.)




FIN


Información obtenida en la Página Web http://lazarzuela.webcindario.com/

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