La revoltosa (Cantables)



LA REVOLTOSA



Sainete lírico en un acto.

Libreto: José López Silva y Carlos Fernández Shaw.

Música: Ruperto Chapí.

Estrenada en el Teatro Apolo de Madrid, el 25 de Noviembre de 1897.


ARGUMENTO


He aquí el ámbito principal de la obra, tal y como establecieron los autores: Patio de una casa de vecindad. Escalera que conduce al piso primero, en el que hay un corredor que da al patio. A la derecha, puerta del cuarto de Gorgonia y Cándido, en primer término, y en el segundo la del cuarto de Felipe. A la izquierda, la del Tiberio y Encarna. Al fondo están las de Soledad y Atenedoro. En corredor superior las de Mari-Pepa y el señor Candelas. En el fondo, la puerta amplia que da a la calle.
Es de día, Tiberio, Felipe y Cándido están jugando una partida de cartas mientras Atenodoro templa su guitarra en el piso de arriba ante el desagrado de los presentes, en especial de Soledad.
Acto seguido, y tras las insinuaciones de las mujeres, Atenodoro entona sus seguidillas, que tratan del revuelo que está armando en el patio de vecinos la actitud de Mari-Pepa. Entre el desprecio de las mujeres y el encandilamiento de los hombres, Mari-Pepa aparece como el motivo de enfrentamiento que va provocando entre los vecinos tensiones entre unos y otros.
Sigue la partida de cartas, mientras entre los hombres se comenta el impacto que está causando la joven. Llega el señor Candelas, el casero, que preocupado por la situación sermonea a los hombres. Una vez alejado Candelas, Felipe empieza a razonar a sus compañeros de juego sobre la actitud que éstos adoptan ante Mari-Pepa.
Sale entonces Mari-Pepa a tender ropa, provocando un gran revuelo entre los jugadores, mientras Felipe manifiesta que la joven le produce tensión y nerviosismo. Candido, Tiberio y Atenodoro, pretenden conquistarla, en tanto que ella describe con sus palabras los méritos de la mujer bella debe tener. Mari Pepa se va, los hombres quedan encandilados por la escena anterior. Cándido empieza a dar unos pases de baile para manifestar su alegría, pero llega oportunamente Gorgonia, seguida de Encarna y Soledad, las cuales recriminan a sus respectivos hombres su encubierta pasión por Mari Pepa. Se arma tal revuelo que nuevamente aparece el señor Candelas dispuesto a poner paz en el patio. Tras las oportunas explicaciones por parte de Gorgonia, y ante la pasividad de los hombres, el casero decide llamar al orden a la muchacha causante del revoloteo de los hombres del patio.
Una vez solo, Candelas manifiesta deseos de aclarar de una vez por todas la tensa situación que se está produciendo en patio de vecindad. En ese momento llega Mari-Pepa, que es recibida con dureza por el casero. La muchacha manifiesta malintencionada sorpresa ante la actitud de Candelas y deja que éste se explique mientras ella va adoptando posturas insinuantes, y que acaban por encender al casero, que a pesar de su edad y su dura postura, acaba por ceder ante los encantos de la muchacha.
Ella entonces se disculpa diciendo que la naturaleza es la causante de los devaneos de los hombres del patio, concluyendo con una descripción de los “encantos” del casero, lo que hace caer en la trampa al pobre Candelas que en medias palabras le insinúa una viva pasión.
La conversación es interrumpida por la aparición de Gorgona, el señor Candelas, para disimular, adopta de nuevo la tensa postura del principio y finaliza su intervención reconviniendo a Mari-Pepa para que cambie de actitud.
Poco después y provocada por Gorgonia, Mari-Pepa deja escapar palabras insultantes para las otras mujeres, echándoles la culpa de la inapetencia de sus respectivos maridos y de los devaneos de éstos con ella, cosa que enfurece todavía más a las vecinas. Cuando la discusión llega a su máxima tensión, aparece Felipe, poniéndose de parte de las vecinas e increpando a Mari-Pepa.
Se quedan entonces solas Gorgonia, Encarna y Soledad. Gorgonia propone a las otras tender una trampa para dar un merecido castigo a los hombres. El plan se urde a medias palabras y en un clima enfervorizado por todo lo sucedido en las escenas anteriores.
Mari-Pepa pasa casualmente por una calle y ve salir de una buñolería a Felipe acompañado de dos chulapas, la muchacha se retira para no ser descubierta mientras refunfuña lo dolida que está ante tal descubrimiento. Se quedan entonces a solas Felipe y Mari-Pepa y ésta manifiesta su sorpresa ante la actitud del joven, quien suele manifestar indiferencia por la muchacha. Felipe la da una perorata sobre su actitud voluble y sobre el revuelo que causa allá donde va, mientras ella le replica sacándole a relucir la catadura de las chulapas que le acompañaban.
El diálogo es tenso y en algunos momentos parece que va a acabar en ruptura, pero Felipe aprovecha para describir el tipo de mujer con el que sueña, fiel retrato de Mari-Pepa, aunque sin reconocerlo. Lo mismo hace la joven con el amor de sus sueños, antes de separarse, uno y otro parecen titubear pero, finalmente, acaban por despedirse sin llegar a ningún acuerdo.
En el patio de vecinos, todos los están celebrando la verbena con el canto de unas guajiras mientras se urde la trampa según la cual se supone que Mari-Pepa ha convocado por separado a los tres enamorados a las diez para tener una "entrevista" personal con ellos.
También el señor Candelas ha recibido la peculiar invitación. La agitación que domina a los hombres se mezcla con la alegría de la fiesta. Todos salen para la verbena callejera.
Los cuatro hombres inventan excusas para quedarse en el patio mientras las mujeres salen.
Felipe aprovecha entonces para manifestar la emoción del encuentro con Mari-Pepa y su extraña actitud. Sale entonces la muchacha que ha decidido no asistir a la verbena y entabla con Felipe un encendido dúo de amor.
Las mujeres vuelven sigilosamente para asistir al desenlace de la trampa. Por su parte cada uno de los cuatro galanes hacen sigilosamente su camino sin descubrir a sus oponentes, de golpe se encuentran todos encaminados hacia el mismo fin y cada uno de ellos inventa a toda prisa una excusa que justifique su presencia en el patio. Como ninguno de los cuatro está dispuesto a marcharse, la situación se vuelve tensa, hasta que cada uno por su parte inicia una retirada simulada para ver la actitud que toman los contrarios.
Mientras tanto, Felipe, encendido por los sentimientos que ha despertado en él su anterior encuentro con Mari-Pepa, se decide a actuar. Los cuatro tunantes vuelven decididos a conseguir su propósito para lo cual apagan la luz. El revuelo que se arma es todavía mayor que en la ocasión anterior puesto que ahora Felipe interviene también decidido a defender sus intereses. La escena acaba en tumulto, reparto de bofetadas y presencia de todos los vecinos que han corrido a sus puertas al oír el jaleo armado.
Tienen lugar entonces las oportunas explicaciones de las tres vecinas que suavizan los celos de Felipe y sirven de castigo moral a los frustrados amantes. Ante el requerimiento amoroso de Felipe, que ruega a Mari-Pepa que abandone el lugar, ésta, dando a entender su pétrea honradez, manifiesta que para defender su virtud no necesita alejarse.


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Personajes:

Mari Pepa: Joven planchadora y nueva en un patio de vecindad en donde causa el revuelo de todos los demás vecinos y la rabia y envidia del “mujerío”. Enamorada de Felipe.
 
Felipe: Joven vecino que sufre de celos ante la actitud de Mari Pepa pero que los disimula paseándose con otras mujeres.

Soledad: Cantaora y novia de Atenodoro.
 
Gorgonia: Mujer avinagrada de Cándido.

Encarna: Esposa de Tiberio.

Cándido: Marido y víctima de Gorgonia.

Chupitos: Chico de los recados. 

Señor Candelas: Encargado por la propiedad de la casa de vecinos, de falsa formalidad.

Tiberio: Acosador de Mari Pepa.

Atenodoro: Otro acosador.


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Números musicales:

Al pie de tu ventana vengo a cantarte: (Mari-Pepa, Soledad, Gorgorina, Encarna, Vecina, Felipe, Tiberio, Cándido, Atenedoro, Chupitos)
¡Qué! ¡Olé! ¡Requeteolé!: (Mari-Pepa, Tiberio, Cándido, Atenedoro)
Eso le pasa a las hembras: (Soledad, Gorgona, Encarna, Candelas, Cándido, Chupitos, Tiberio, Atenedoro)
No hay nadie, ¡adentro!: (Mari-Pepa, Gorgona, Soledad, Encarna, Felipe, Candelas, Cándido, Tiberio y Atenedoro, Chupitos)


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1 – PRELUDIO

La duración del famoso preludio, magistral expresión del genio de Chapí, que en el teatro se ejecuta antes de levantar el telón, ha sido aprovechada en la versión fílmica para presentar con ingenio y felicísimo ritmo de imagen, a los personajes del inmortal sainete, que se hallan casi todos en el patio al iniciarse la acción propiamente dicha: El sastre de portal, señor Cándido; su mujer, la temible Gorgonia; Soledad, la agraciada novia de Atenedoro; Encarna, joven esposa de Tiberio, otro de los hechizados por la revoltosa protagonista, la vecinita del piso alto. Está también Felipe (que es el enamorado más formal de la por el momento invisible Mari-Pepa, la “sirena” que trae revuelto al cotarro); Chupitos, un adolescente, aprendiz de sastre, que trabaja – como es propio- con el señor Cándido; una tropa adicional de vecinos y – desde luego- buena porción de niños.
En una mesa juegan al tute Cándido, Felipe y Tiberio. Atenedoro, que en mangas de camisa aparece sentado al pie la escalera, se ocupa en templar las cuerdas de una guitarra. Encarna y Soledad, en el corredor alto, cuelgan unos faroles a la veneciana, anticipo de la inminente verbena. En cuanto a Gorgonia, en una silla baja próxima a la puerta de acceso a su habitación, peina a su niño, cuya cabeza está –a lo que parece –harto desaseada.


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Al pie de tu ventana vengo a cantarte: (Mari-Pepa, Soledad, Gorgorina, Encarna, Vecina, Felipe, Tiberio, Cándido, Atenedoro, Chupitos)

TIBERIO
(A Soledad y Encarna)
¡Vamos, arza!

SOLEDAD
¿Tenéis mucha prisa?

GORGONIA
(Dándole un pescozón al chico)
¡Toma cerdo!

FELIPE
(A Tiberio)
Tú juegas.

NIÑO
(Llorando.)
¡Mamá!

CANDIDO
(A Gorgonia)
Deja al chico, mujer, que esas cosas las coge cualquiera.

(A Tiberio)

¿Verdad?

TIBERIO
(Bruscamente.)
No sé ná.

FELIPE
¡Es verdá!

CANDIDO
(Haciendo una baza.)
¡Veinte en oros!

TIBERIO
¡Gachó, te repites más que una morcilla!

FELIPE
¡Miá que eres pesao!

NIÑO
¡Ay, ay!

GORGONIA
¡Calla!

CANDIDO
(A Chupitos, que a salido del cuarto de Gorgonia y Cándido)
¡Chupitos!

CHUPITOS
¿Qué?

CANDIDO
(Dándole dinero.)
Toma, y tráete un paquete de a quince picao.

CHUPITOS
¡Escapao!

(Vase a la calle.)

VECINO
(Entrando.)
¡Hola!

ENCARNA y SOLEDAD
¡Buenos!

CANDIDO
(Tirando con rabia una carta.)
¡Arrastro!

TIBERIO
¡Las tripas!

VECINA
(Bajando la escalera y mirando a un lado y a otro.)
¡Vaya un lujo!

TIBERIO
(A Encarna y Soledad)
Pero hombre, ¿qué hacéis?
¿Acabáis?

SOLEDAD
(Mirando al corredor y señalando a Atenedoro con picardía.)
Pa cuando ese concluya
la guasa del temple.

CANDIDO
¡Pa rato tenéis!

GORGONIA
Pa las seis!

ENCARNA
(A Gorgonia)
Diga usted, ¿y esa diosa de arriba?

GORGONIA
No la he visto asomar por aquí.

SOLEDAD
¡Vaya un peine!

CANDIDO
¡Me encarta!

ENCARNA
¡Que púa!

TIBERIO
¡La sota de espadas!

FELIPE
¡Yo monto!

CANDIDO
(Recogiendo la baza)
¡Pa mí!

ATENEDORO
(Incorporándose y con gran satisfacción)
¡La cogí!

(Cantando)

Al pie de tu ventana
vengo a cantarte;
no arrugues el hocico
que ayer fue martes.
Al pie de tu ventana
vengo a cantarte;
no arrugues el hocico
que ayer fue martes.

CANDIDO
¡Olé los hombres
sacando consecuencias!

CANDIDO y ATENEDORO
¡Ole con ole!

VECINAS
Sigue, Atenedoro.
Chico, canta más.
Vengan otras coplas.

JUGADORES
¿Sus queréis callar?

VECINAS
No nos da la gana.

(A Atenedoro)

¡Canta más!

ATENEDORO
¡Allá va!

(Se oyen golpes en la puerta del cuarto de Mari-Pepa. Todos se vuelven, y se asoma diciendo)

MARI-PEPA
Vecino, ¿le sería a usted igual tocarse las narices?
¡Porque tengo la cabeza algo delicada!

GORGONIA
(Con sorna.)
¡Bas-tan-te!

(Risa general.)

VECINAS
¡Ay, que la molestan
a su majestad!

(A Atenedoro)

¡Endíñale unas coplas
de las intencionás!

ATENEDORO
¡Allá va!
Hizo Dios el infierno
Con mil demonios,
pa algunas fanfarriosas
que yo conozco.
Hizo Dios el infierno
Con mil demonios,
pa algunas fanfarriosas
que yo conozco.

VECINAS
¡Duro con ella!
¡Y no te achiques! ¡Duro
y a la cabeza!

MARI-PEPA
(Dentro.)
Por eso se conoce
Que hay tantos congrios
Que quisieran morirse
pa ser demonios.

(Entra Chupitos con el tabaco, que entrega a Cándido)

GORGONIA
(A Atenedoro)
¡Anda con ella,
Que paece que la escuecen
Las indirectas!

FELIPE
(Dirigiéndose a las mujeres.)
Tién algunas mujeres
lengua tan pícara,
que debieran picárselas
pa albondiguillas.

VECINAS
¡Bravo, Felipe!
¡Olé por los que saben
lo que se dicen!

CANDIDO
A ver si va a perderse
La Mari-Pepa,
y yo soy el gacholis
que se la encuentra.

GORGONIA
¿Quieres callarte?...

VECINAS
Que se vayan los hombres
o que se callen.

VECINOS
No es verdad que ninguna
Mujer se pierda.
Quien se pierde es el tonto
que se la encuentra.
Pero hay mujeres
que pa darnos la lata
nunca se pierden.

VECINAS
Si no hubiera mujeres
tan infundiosas,
luego no pagarían
unas por otras.
¿Habrá tunantes?...
¡Que se vayan los hombres
o que se callen!

VECINOS
¡Esta es la verdad
y lo digo yo!

VECINAS
¡Eso no es verdad;
¡Digo yo que no!

VECINOS
¡Esta es la verdad
y lo digo yo!

VECINAS
¡Eso no es verdad;
¡Digo yo que no!

VECINOS
¡Esta es la verdad

VECINAS
¡Digo yo que no!

VECINOS
¡Esta es la verdad

VECINAS
¡Digo yo que no!

(Gran algazara)

El señor Candelas hace en este punto su aparición, pretendiendo poner coto al excesivo bullicio, a la vez que permite algunas indirectas a propósito de “ciertos hombres serios que convierten el patio en un establecimiento de bebidas,” y un poco más adelante,”de las personas de peso que abandonan su trabajo para embrutecerse en el juego”, desembocando al cabo en alusiones igualmente directas a la situación creada en aquella casa por la conducta de “algunos hombres casaos... y alguno que está pa serlo” que se olvidan de lo legítimo para ir detrás de lo ajeno.
Tiberio parece dispuesto a reaccionar ante el imprevisto sermón, pero le contienen. Y tan pronto se marcha el encargado, los jugadores reanudan su partida de tute, interrumpida momentos después por una nueva aparición. Esta vez se trata de Mari-Pepa, quien desde lo alto del corredor les saluda con un sugestivo “¡Buenos días, vecinitos...!”Aquello se convierte en un revuelo de piropos, hasta el punto de enardecer a Felipe, quien, no pudiendo soportar el espectáculo, se marcha diciendo entre dientes y con muy poca sinceridad: “¡Esta mujer me revuelve toda la hiel aquí dentro!”


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¡Qué! ¡Olé! ¡Requeteolé!: (Mari-Pepa, Tiberio, Cándido, Atenedoro)

MARI-PEPA
(Coqueteando.)
¿Eh?
¿Eh?

TIBERIO, CANDIDO y ATENEDORO
(Cada uno a los otros)
¿Eh?

CANDIDO
(A Mari-Pepa)
¡Olé!

TIBERIO y CANDIDO
¡Olé!

TIBERIO, CANDIDO y ATENEDORO
¡Requeteolé!

TIBERIO
(A Mari-Pepa)
¡Vaya un trapío!

MARI-PEPA
¡Pero, hijo mío!

ATENEDORO
¡Vaya una boca!

CANDIDO
¡Vaya un quinqué!

TIBERIO
¡Qué posturita!

ATENEDORO
¡Qué cinturita!

CANDIDO
¡Vaya unas formas
que tiene usté!

MARI-PEPA
¡Jesús, Dios santo!
¡No es para tanto!

TIBERIO
¡Zalamerilla!

CANDIDO
¡No mienta usté!

MARI-PEPA
¡Eh!...
¡Con las manitas
pocas bromitas!

TIBERIO
(A Cándido)
¡Tú, que la metes!

CANDIDO
(A Mari-Pepa)
¡Dispense usté!

(A Atenedoro, que está junto a Mari-Pepa)

¡Ahueca!

TIBERIO
(A Cándido, el mismo juego)
¡Quita!

CANDIDO
(Retirándose.)
¡No hay que empujar!

(Tiberio llega después de haberse acercado cautelosamente a la puerta de su cuarto, y los otros dos hacen un juego análogo al ser apartados.)

MARI-PEPA
¡Vamos, señores!
¡Formalidad!
La mujer
debe tener
too lo que me falta a mí...

CANDIDO
¿Sí?

MARI-PEPA
¡Sí!
Palmito pa camelar,
boquita pa convencer
y ojitos pa trastornar...

(Mirándoles con mucha coquetería.)
¡Así!
¡Así!

CANDIDO
¡Mire usté aquí!

TIBERIO
¡Aquí!

ATENEDORO
¡Aquí!

CANDIDO
¡La pobrecilla
no tié na de eso!

TIBERIO
¡Chapucerilla!

CANDIDO
¡Dulce embeleso!

MARI-PEPA
¡Vaya, señores,
no exagerar!

CANDIDO
¿Quié usté que rode?

TIBERIO
¿Quié usté que baile?

ATENEDORO
(Acercándose mucho a ella)
¿Quié usté que toque?

MARI-PEPA
(Picarescamente.)
¡No quiero na!
¡Na!

TIBERIO, CANDIDO y ATENEDORO
(Sacudiendo la mano con malicia.)
¡Na!

CANDIDO
(A Atenedoro, repitiendo el juego de antes.)
¡Alivia!

TIBERIO
(A Cándido, ídem., íd.)
¡Largo!

CANDIDO
¡Que haiga equidad!

(Todo el mismo juego de la otra vez.)

MARI-PEPA
¡Vamos, señores,
no regañar!
La mujer
debe tener...

TIBERIO, CANDIDO y ATENEDORO
¿Nos lo va usté a repetir?

MARI-PEPA
¡Sí!

CANDIDO
¿Sí?

MARI-PEPA
Pupila pa distinguir;
y corazón pa querer,
y buen gusto pa elegir...

TIBERIO
¿A mí?

ATENEDORO
¡A ti!

CANDIDO
¡Mire usté aquí!

TIBERIO
¡Aquí!

ATENEDORO
¡Aquí!

CANDIDO
¡La pobrecilla
no tié na de eso!

ATENEDORO
¡Chapucerilla!

CANDIDO
¡Dulce embeleso!

MARI-PEPA
¡Vaya, señores,
no regañar!

ATENEDORO
¡Por ti no duermo!

CANDIDO
¡Por ti no como!

TIBERIO
Por ti no...

ATENEDORO
(Tapándole la boca.)
¡Calla!

CANDIDO
¡Qué atrocidad!

MARI-PEPA
¡Ay!

TIBERIO, CANDIDO y ATENEDORO
¡Ay!

MARI-PEPA, TIBERIO, CANDIDO y ATENEDORO
¡Ay!

Mari-Pepa, a quien de verdad mucho le cargan aquellos pelmazos, sale a entregar su trabajo, dejando a sus fervorosos “admiradores” igualmente ilusionados y a merced de la furia de sus respectivas mujeres, y de la novia, en el caso del filarmónico Atenedoro. Al reclamo del nuevo escándalo que suscita, vuelve a descender el señor Candelas, a quien la enfurecida Gorgonia reclama la imposición de definitivo orden en la revuelta casa. Las parejas se retiran en belicosa atmósfera y al quedar solo el encargado, el retorno de Mari-Pepa le derrite como nieve puesta al sol, tan pronto como se lo propone la listísima Mari-Pepa. Esto, con doblada indignación de Gorgonia, que alcanza a escuchar al final del dialogo y se escandaliza justamente ante la imprevisible voltereta de aquel celoso guardián del orden y la moral. La disputa entre ambos está por llegar a mayores cuando Felipe se asoma con toda oportunidad para terciar en la conversación. Enfadado todavía por los desplantes de la garbosa planchadora parece dar razón a las ofendidas cónyuges y se muestra indiferente –acaso demasiado para ser sincero-cuando Mari-Pepa intenta iniciar con él una explicación. Al marcharse ambos jóvenes, Gorgonia pondrá en marcha un maquiavélico plan con el que espera dar la gran lección a los sinvergüenzas. Un breve lapso separa la acción descrita de la escena que sigue, ya en plena celebración de la verbena. Cándido es uno de los concurrentes, quien seguido por Gorgonia, amenazante siempre, se desplaza por el gentío con una sarta de buñuelos en una mano y un churro, que se está comiendo, en la otra. Entablan una graciosa discusión, cómico anticipo de la apasionada disputa de los jóvenes enamorados que sobrevendrá enseguida, al encontrarse inopinadamente Felipe y Mari-Pepa. es entonces cuando ambos entablan el famoso dialogo:
“Si yo me hubiese encontrao esa mujer que me falta... ¿sabes tú cómo sería?”
Ya es noche cerrada. El patio luce, encendidos los faroles venecianos que penden a la altura del corredor, como así también la lámpara de aceite adosada a un poste próximo a la escalera.


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Eso le pasa a las hembras: (Soledad, Gorgona, Encarna, Candelas, Cándido, Chupitos, Tiberio, Atenedoro)

(Ataca la orquesta, y al terminar el preludio se oye la voz de Soledad que canta acompañada del Coro de Vecinos)

SOLEDAD
(Dentro.)
Eso le pasa a las hembras
como algunas que sé yo.
¡Ay!
¡Ay!
Se quedan sin ningún hombre
después de quererlos toos.

VECINAS y VECINOS
(Dentro.)
¡Ay!
¡Ay!
Se quedan sin ningún hombre
después de quererlos toos.

(Se oyen las palmas que tocan los que han cantado y se hace la mutación.)

Aparecen, además de Soledad –en función de cantaora-, Gorgonia, Encarna, Chupitos, el señor Candelas, Cándido, Tiberio y Atenedoro, sin contar el animado corro de vecinos.
Con ayuda del travieso Chupitos, Gorgonia pone en marcha su atrevido plan. A cada uno de los infatuados galanes, el niño les va comunicando un pretendido mensaje de Mari-Pepa (según todas las apariencias, la respuesta al colectivo asedio de poco antes, conforme a cuyo contenido aguardará en su cuarto a cada uno de ellos, ignorándolo, desde luego, los restantes interesados, a las 10 en punto de la noche.

VECINAS y VECINOS
¡Olé los niños
con esbeltez!

CANDELAS y GORGONIA
¡Aquí hay más sangre
que en toos ustés!

VECINAS y VECINOS
¡Olé y olé!

GORGONIA
(Al Señor Candelas)
¡Viva tu cutis!

CANDELAS
(A Gorgonia)
¡Viva tu cuerpo!

SOLEDAD
(Al Señor Candelas)
¡Olé, gracioso!

CANDIDO
(A Gorgonia)
¡Y olé la Otero!

GORGONIA
¡Andar, inútiles!

VECINAS y VECINOS
¡Ja, ja, ja!
Vengan más vasos
de limoná.

GORGONIA
(Con misterio a Chupitos, llevándolo a primer término.)
Oye, Chupitos,
¿les has hablao?

CHUPITOS
(Por Tiberio y Atenedoro)
¡Y éste y el otro
se la han tragao!

CANDELAS
(Abriéndose paso alegremente por entre las mujeres del grupo.)
¡Echarse a un lao!

GORGONIA
(A Chupitos)
¿Y les has dicho?...

CHUPITOS
Que Mari-Pepa,
en cuanto suenen
las diez, lo espera.

(Sepárase de Gorgonia y se dirige a Cándido, con quien habla en voz baja y con aire de misterio, procurando que los demás no lo adviertan, hasta que uno y otro dicen las frases que después se marcan.)

ATENEDORO
¡Viva la juerga!

TIBERIO
¡Si soy un tío
con más quinqué!

CANDIDO
(A Chupitos, con mucha alegría.)
Pero, ¿qué dices?

CHUPITOS
Eso, a las diez.

CANDIDO
(¡Ay, qué mujer!)

CHUPITOS
Pero que suba
con precaución.

CANDIDO
(¡Ay, que tenemos
que hablar los dos!)

CHUPITOS
¡Cuidado, por Dios!

(Se separa de Cándido y se llega al Señor Candelas, que está en el centro de la escena, y con quien repite la maniobra.)

ATENEDORO
(Mirando el reloj.)
(¡Las nueve y media!)

TIBERIO
(Ensimismado.)
(¡Conque a las diez.)

GORGONIA
(A Encarna, por el Señor Candelas)
Pero, ¿tú has visto?

ENCARNA
(A Gorgonia, ídem.)
Pero, ¿tú ves?

CANDIDO
(¡La traspasé!)

VECINAS
¡Venga mollate,
chico!

CHUPITOS
(Que sigue hablando con el Señor Candelas, volviéndose un momento.)
¡Ya voy!

CANDELAS
(A Chupitos)
Pero, ¿qué dices?

GORGONIA
(Que no quita ojo del Señor Candelas)
(¡Se la tragó!)

CANDELAS
(Muy alegre.)
¡Mecachis! ¡Yo!

SOLEDAD
(Saliendo del corro.)
¡Ay, qué sosera!
Pero, ¿qué es esto?

VECINAS y VECINOS
¡Vengan más coplas!

CANDELAS
¡Siga el jaleo!

VECINAS y VECINOS
(A Soledad)
¡Cántalas tú!

SOLEDAD
Pues allá va.
Pero mucho silencio, señores,
tenéis que guardar,
que las cosas que canta la niña
son muy delicás.

VECINAS y VECINOS
Que las cosas que canta la niña
son muy delicás.

SOLEDAD
Cuando clava mi moreno
sus ojazos en los míos,
too mi cuerpo, se me enciende
y me se pierde el sentío.
Cuando clava mi moreno
sus ojazos en los míos,
too mi cuerpo, se me enciende
y me se pierde el sentío.
Y después qué ha sucedio...

LOS DEMAS
¿Qué?

SOLEDAD
¡Me da frío!
Porque saben los que quieren,
las cosas que puén hacer,
¡Ay!
¡Ay!
los ojazos de un moreno
clavaos en una mujer.

LOS DEMAS
¡Ay!
¡Ay!
Los ojazos de un moreno
clavaos en una mujer.

(Baila Soledad al compás de las palmas que los demás tocan.)

SOLEDAD
Cuando un hombre soso y feo,
y además tonto perdío,
camela con fatiguitas
a una mujer de sentío,
casi siempre ha sucedío...

LOS DEMAS
¿Qué?

SOLEDAD
(Suspirando.)
¡Angel mío!
Que ella le tira el anzuelo,
y él lo muerde como un pez...
¡Ay!
¡Ay!
y así de ven en el mundo
las desgracias que se ven.

LOS DEMAS
¡Ay!
¡Ay!
Y así se ven en el mundo
las desgracias que se ven.

(Baila Soledad como antes.)


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FELIPE
¿Por qué de mis ojos
los tuyos retiras?
¿Por qué?

MARI-PEPA
¿Por qué me desprecias?
¿Por qué no me miras?
¿Por qué?

FELIPE
¿Yo?
¡No!

MARI-PEPA
¡Tú!

FELIPE
¡No!
¿Por qué de ese modo
te fijas en mí?

MARI-PEPA
¿Qué quieres decirme
mirándome así?
¿Por qué sin motivos
te pones tan triste?

FELIPE
¿Por qué de mi lado
tan pronto te fuiste?
¿Por qué?

MARI-PEPA
¿Yo?
¡No!

FELIPE
¡Tú!

MARI-PEPA
¡No!

FELIPE
¿Por qué de ese modo
te fijas en mí?

MARI-PEPA
¿Qué quieres decirme
mirando así?

(Se abrazan casi inconscientemente, mirándose con expresión intensa.)

FELIPE
¡Así!

MARI-PEPA
¡Así!

FELIPE
¿Me quieres?

MARI-PEPA
¿Me quieres?

MARI-PEPA y FELIPE
¿Me quieres?

FELIPE
¡Sí!

MARI-PEPA
¡Sí!
¡Ay, Felipe de mi alma
¡Si contigo solamente
yo soñaba!

FELIPE
¡Mari-Pepa de mi vida!
¡Si tan solo en ti pensaba
noche y día!
¡Mírame así!

MARI-PEPA
¡Mírame así!

MARI-PEPA y FELIPE
¡Pa que vea tu alma leyendo en tus ojos  
y sepa serrana/serrano qué piensas en mí!...

(Separándose.)

FELIPE
La de los claveles dobles,
la del manojo de rosas,
la de la falda de céfiro
y el pañuelo de crespón;
la que iría a la verbena
cogidita de mi brazo...
¡eres tú!... ¡Porque te quiero,
chula de mi corazón!...

MARI-PEPA
El hombre de mis fatigas,
pa mí siempre en cuerpo y alma,
pa mí sola, sin que nadie
me dispute su pasión;
con quien iría del brazo
tan feliz a la verbena...
eres tú ¡porque te quiero,
chulo de mi corazón!

(Abrazándose de nuevo)

FELIPE
¡Ay chiquilla! ¡Por Dios!
¡Por Dios!

MARI-PEPA
¡Zalamero!
¡Chiquillo!

FELIPE
¡Chiquilla!

MARI-PEPA
¡No me hables así!

FELIPE
¡Te quiero!

MARI-PEPA
¡Te quiero!

MARI-PEPA y FELIPE
¿Me quieres tú a mí?
¿No te voy a querer, prenda mía?
De mí, ¿qué sería
sin ti?...

(Separándose de nuevo para contemplarse.)

FELIPE
¡Nena mía!

MARI-PEPA
¡Felipillo!

FELIPE
¡Mi morena!

MARI-PEPA
¡Mi querer!

(Uniéndose en otro abrazo)

FELIPE
¡Ay¡ ¡Tú eres ésa!

MARI-PEPA
¡Ay! ¡Tú eres ése!

MARI-PEPA y FELIPE
¡Ay!¡Pues si tú no lo fueras, mi vida!,
¿quién lo había de ser?

FELIPE
¡Ay¡ ¡Tú eres ésa!

MARI-PEPA
¡Ay! ¡Tú eres ése!

MARI-PEPA y FELIPE
¡Ay!¡Pues si tú no lo fueras, mi vida!,
¿quién lo había de ser?

MARI-PEPA
Chiquillo

FELIPE
Chiquilla

MARI-PEPA
No me hables así

MARI-PEPA y FELIPE
¿Te quiero, te quiero!
¿Me quieres tú a mí?
¡De mí, qué sería
sin ti,
sin ti,
sin ti!
¡De mí, qué sería
sin ti!

Aunque parezca increíble, ambos concluyen regañando otra vez a propósito del juramento que Felipe reclama y al que ella resiste, simplemente porque no le atribuye idéntica importancia. eso basta para que los respectivos ánimos se caldeen una vez más. “¡Maldito sea el día en que puse mis ojos en ti para quererte! “, dice ella enardecida. y él contesta con fingida sorna: “¡Que me olvides pronto...!” “¿Qué te olvide yo...? Tú vas a acordarte de la Mari-Pepa...” “Y tú de Felipe”. Y esto dicho, se encierran furiosos en sus respectivas habitaciones.
Las 10 están a punto de sonar; buena hora para que las mujeres retornen sigilosamente de la verbena para ocupar estratégicas posiciones en la oscuridad del patio, dispuestas como están a no perder detalle del espectáculo que va a proporcionarles la culminación de su intriga. A poco, asomarán también, cada uno por su lado, los pretendidos galanes, ansiosos todos ellos de oscuridad.


___________



No hay nadie, ¡adentro!: (Mari-Pepa, Gorgona, Soledad, Encarna, Felipe, Candelas, Cándido, Tiberio y Atenedoro, Chupitos)

(Aparece Chupitos sacando la cabeza cautelosamente entre las dos hojas de la puerta de la calle.)

CHUPITOS
No hay nadie. Adentro.

(Entra mirando hacia fuera.)

Pasen.

GORGONIA
(Entrando y dirigiéndose hacia afuera también.)
Venid.
Silencio.

(Entran cautelosamente Soledad y Encarna)

SOLEDAD
Chito.

GORGONIA
¡Chis!

CHUPITOS
¡Chis!

SOLEDAD
¡Chis!

ENCARNA
¡Chis!

(Cierran la puerta de la calle.)

GORGONIA
Como vengan por el queso
bien nos vamos a reír.

SOLEDAD
(Abriendo la puerta de su cuarto, después de mirar a un lado y a otro.)
¡Adelante, compañeras!

GORGONIA
¡Chis!

CHUPITOS
¡Chis!

ENCARNA
¡Chis!

SOLEDAD
¡Chis!

(Entran las tres mujeres y Chupitos sigilosamente en el cuarto de Soledad y cierran la puerta.)
Entran el Señor Candelas, Cándido, Tiberio y Atenedoro

(Van saliendo según se marca.)

CANDELAS
(Por la puerta de su cuarto.)
Nadie. Van a dar las diez,
y aunque tos deben estar
de verbena, mejor es
que haiga mucha obscuridad.

(Sigue por el corredor apagando los faroles, mientras continúa la orquesta sola, y después empieza a bajar la escalera.)

Está visto. Me prefiere.
¡Con qué astucia me citó!
Al pensar en que me quiere,
¡ay, qué brincos!,¡ay, qué brincos!; ¡ay, qué brincos
me está dando el corazón!

(Dirigiéndose hacia la lámpara o farol de abajo para apagarlo también.)

TIBERIO
(Asomando la cabeza por la puerta de su cuarto.)
¡Estoy loco de alegría!
¡Ya por mí se decidió!

CANDIDO
(Apareciendo como Tiberio)
Al pensar que va a ser mía,
¡ay, qué golpes tan menudos y tan ricos
me está dando el corazón!

TIBERIO
(Saliendo.)
¡Animo, pues!

CANDIDO
(Idem.)
¡Vamos allá!

CANDELAS
(Sintiendo ruido y volviéndose al tiempo en que iba a apagarse el farol.)
¡Porra! ¡Quién es!

ATENEDORO
(Que aparece rápidamente abriendo y cerrando la puerta de la calle y se encuentra con los otros.)
¡Maldita siá!

EL SEÑOR CANDELAS, CANDIDO, TIBERIO y ATENEDORO
(Contrariados, del encuentro y cada uno para sí.)
¿Je, je!
¡Sí, sí!

(Cándido, al verse sorprendido, ha encendido un fósforo y se ha inclinado hacia el suelo como buscando algo con mucho empeño.)

TIBERIO
(Al Señor Candelas)
¿Qué hace usted aquí?

ATENEDORO
(A Cándido)
¿Qué busca usté?

CANDELAS, TIBERIO y ATENEDORO
(¡Ya la metí!)

CANDIDO
(¡Me espampané!)

CANDELAS
¡Como estoy tan escamado
he venido a vigilar
porque oí ciertos ruidos
que me dieron que pensar!

TIBERIO
Esta angustia del estómago
ya me tié fuera de sí.

ATENEDORO
Anda y vente a la verbena.
¡Si he venido yo por ti!

CANDIDO
¡Pues me van a dar la noche!

CANDELAS
(A Cándido)
Pero, ¿qué busca usté así?

CANDIDO
Una aguja del catorce
que he perdido por aquí.

CANDELAS, TIBERIO y ATENEDORO
(A Cándido)
¿Sí?

CANDIDO
¡Sí!

CANDELAS, TIBERIO y ATENEDORO
(A Cándido)
¿Sí?

CANDIDO
¡Sí!

(Distraído con la conversación, deja consumir al fósforo.)

¡Pu-ña-les! ¡Que me tuesto!
                       
CANDELAS, TIBERIO y ATENEDORO
¿Sí?

CANDIDO
(Sacudiendo la mano.)
¡Sí!

CANDELAS, TIBERIO y ATENEDORO
¿Sí?

CANDIDO
(Sacudiendo la mano.)
¡Sí!

EL SEÑOR CANDELAS, CANDIDO, TIBERIO y ATENEDORO
(Cada uno para sí.)
Pero estos pelmas, ¿cuándo
se acabarán de ir?

TIBERIO
(¡Yo voy a estallar!)

CANDELAS
(¡Yo no sé que hacer!)

ATENEDORO
(¡Las diez van a dar!)

CANDIDO
(¡Pues han dado las diez!)

(Creyendo que alguno se va.)

Pues abur...

CANDELAS
(Creyendo que Cándido se despide.)
¡Ya!

TIBERIO y ATENEDORO
(Idem.)
¡Ya!

CANDIDO
(Comprendiendo su equivocación.)
Pensé que... (¡La erré!)

EL SEÑOR CANDELAS, CANDIDO, TIBERIO y ATENEDORO
(Cada uno para sí.)
(¡Na! que no se van!)

(Volviéndose cada uno al que tenga más inmediato.)

¿Qué decía usted?
¡Je, je!

CANDELAS
(Yo me voy, a ver si así...)

CANDIDO
(Si me fuera, y después...)

TIBERIO
(A Atenedoro)
¡Pues alivia! Vamos ya.

(Yendo hacia la puerta de la calle.)

(Y en seguida...)

ATENEDORO
(Haciendo mutis detrás de Tiberio)
(Vas a ver.)

(Deja cerrada la puerta.)

CANDIDO y CANDELAS
(¡Ya quedamos solos!)

CANDELAS
(Reflexiona un momento.)
(Porque entonces...)

CANDIDO
(Dándose una palmada en la frente.)
(Ajajá.)

CANDIDO y CANDELAS
¡Vaya, quede usted con Dios!

CANDELAS
(¡Ya se marcha!)

CANDIDO
(¡Ya se va!)

CANDIDO
(Procurando cada uno que el otro se marche antes para quedarse dueño del campo.)
¡Vaya usted con Dios!

 CANDELAS
¡Vaya usted con Dios!

CANDELAS
(Repitiendo el juego.)
¡Adiós!

CANDIDO
(Repitiendo el juego.)
¡Adiós!

CANDIDO y CANDELAS
¡Adiós!
¡Adiós!

(El Señor Candelas ha ido subiendo la escalera al irse convenciendo de la inutilidad de su ardid, y a tiempo que Cándido entra en su cuarto, penetra en su habitación.)

CANDIDO y CANDELAS
(Haciendo mutis.)
(¡Me jorobó!)

FELIPE
(Saliendo de su cuarto.)
¡Esto no es vida! ¡Si he de quererla!
¡Si al fin y al cabo me ha de querer!
¡Voy a buscarla y a que acabemos
ya de una vez!
porque me muero con las fatigas,
con la amargura que siento aquí.
(Llevándose la mano al corazón.)
¡Porque no puedo ya, Mari-Pepa, vivir sin ti!

(Sube hacia el cuarto de Mari-Pepa lentamente.)

TIBERIO
(Aparece por la puerta de la calle, que abre y cierra rápidamente.)
Lo mejor será quedarnos
en completa obscuridad.

(Se dirige hacia el farol y lo apaga.)

FELIPE
(Ya en el corredor, sorprendido.)
¡Eh! ¿Qué es esto? ¿Quién apaga?
¡No se ve ni gota ya!

CANDIDO
(Apareciendo.)
¡No hay nadie! ¡Voy, pues!
¡Silencio por fin!

TIBERIO
¡Ya se la diñé!

ATENEDORO
(Que entra de la calle, escurriéndose entre las dos hojas de la puerta.)
¡Cómo se la di!

(Empiezan a dirigirse los tres al cuarto de Mari-Pepa, extendiendo las manos hacia delante, y andando de puntillas, deteniéndose a veces y siempre con mucha precaución, el señor Candelas ha salido de su cuarto y también se dirige a tientas por el corredor hacia el cuarto de Mari-Pepa. Los otros suben la escalera, guardando las distancias entre sí.)

FELIPE
(Prestando atención a los ruidos que llegan hasta él.)
Me parece que oigo pasos
de puntillas por ahí.
Y entreabrieron una puerta
con sigilo por allá.

(Por la del cuarto del Señor Candelas)

¿Quién será?
¿Será alguno de esos?...
¿Será que acaso intenten?...
¡Pues atención, Felipe!

(El Señor Candelas llega a la puerta del cuarto de Mari-Pepa y da en aquélla dos golpes con los nudillos.)

¿Qué es esto?

CANDELAS
(En voz baja.)
¡Mari-Pepa!

FELIPE
(Siguiendo la dirección de la voz y arrojándose con ira sobre el Señor Candelas)
¡Toma, canalla!

CANDELAS
¡Ay!

VECINAS
¡Qué correr!
¡Qué gritar!
¡Por aquí!...
¡Por allá!
¡Qué correr!
¡Qué gritar!
¡Qué correr!
¡Qué gritar!
¡Por aquí!...
¡Por allá!

(Forcejea, logra desasirse al llegar a la escalera y baja por ésta desolado y perseguido por Felipe. Cándido, Tiberio y Atenedoro, sorprendidos y asustados por las voces, precipitándose también escalera abajo.)

(Sale gente por los lados del corredor; por abajo, como viniendo por la parte del patio que no se ve y por la puerta de la calle. Algunas mujeres traen palmatorias con velas encendidas, otras velones y alguna un quinqué. Gran bullicio.

El Señor Candelas, Tiberio, Cándido, Atenedoro, y Felipe revueltos entre los grupos de la gente. Mari-Pepa, a las voces, sale también de su cuarto y baja detrás de Felipe. Gorgonia, Encarna,
Soledad y Chupitos salen con aire de triunfo del cuarto de Soledad)
La ulterior indignación de Felipe, quien una vez más cree culpable a Mari-Pepa, no tiene limites. Pero Gorgonia, en lógico arranque de nobleza, aclara que la joven nada tuvo que ver en todo aquello. Que fue sólo una trampa ideada por ellas para “escarmentar a ciertos babosos...” “¿No sus da vergüenza, gorrinos?”, pregunta Candelas a los otros tres“donjuanes”, intentando salvar la ropa erigiéndose una vez más en censor de buenas costumbres, en desesperado esfuerzo por salvar “el principio de autoridad”.
Pero Gorgonia se muestra implacable con aquel hipócrita de siete suelas: “¡Usted se calla, vejestorio!” Los enamorados caen el uno en brazos del otro. Felipe se promete que mañana mismo estará ella cambiando de casa, a otra cuya atmósfera no sea tan malsana. Pero Mari-Pepa lo tranquiliza: “No tengas cuidao, Felipe, que la mujer que es honrada, lo que es, si quiere guardarse, en todas partes se guarda”.
Y ahora sí, terminado el sainete, se marchan todos, felices a la verbena.





FIN


Información obtenida en la Página Web http://lazarzuela.webcindario.com/

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