El Niño Judío (Libreto)



EL NIÑO JUDIO




Zarzuela en dos actos divididos en cuatro cuadros.

Texto original y en prosa de Enrique García Alvarez y Antonio Paso.

Música de Pablo Luna.

Estrenada en el Teatro Apolo de Madrid el día 5 de Febrero de 1918.


REPARTO (Estreno)

Concha - Rosario Leonís.

Jubea – Srta. Moreu.

Rebeca – Carmen Ramos.

Mirsa – Srta. Girona.

Esclava 1ª – Srta. Domingo.

Esclava 2ª – Srta. Meseguer.

Esclava 3ª – Srta. Gutiérrez.

Esclava 4ª – Srta. Asensio.

Esclava 5ª – Srta. Stern.

Esclava 6ª – Srta. Obón.

Una Danzarina – Srta. Amparo Guillot.

Jenaro – Ramón Peña.

Samuel – Francisco Gallego.

Manacor – Francisco Meana.

Barchilón – Matías Ferret.

Jamar Jalea – Sr. Rufart.

Samid – Sr. García Valero.

Kazil – Sr. Román.

Severo – Sr. Guillot.

Ataliar – Sr. Morales.

Paco – Sr. Ibarrola.

Holcar – Sr. Beltrán.

Manasés – Sr. Paisano.

Mercader / Mangor – Sr. Besga.

Un Guardia – Sr. López.

Mercaderes, judíos, judías, sacerdotisas, músicos, pueblo y coro general.

La acción del primer cuadro, en Madrid; la del segundo, en Alepo (Jerusalén) y la de los tercero y cuarto (segundo acto), en la India.

Derecha e Izquierda, las del actor.


ACTO PRIMERO


CUADRO PRIMERO

Un puesto de libros viejos en el paseo del Prado, junto a las verjas del Botánico. Compónese de un departamento cubierto de madera con un interior con estantería y libros. Encima de la puerta que da entrada al departamento se leerá: biblioteca de Jenaro. Colocado en otro sitio a gusto del pintor, otro letrero en el que se leerá: Alto,  entren, busquen, repasen. A un lado y otro lado figurarán pedazos de otros puestos que se prolongan por las laterales. El foro la perspectiva del Botánico. Son las once de la mañana. Estamos en septiembre. Este cuadro debe componerse todo lo más en las dos primeras cajas, para tener colocado parte del segundo.


ESCENA PRIMERA

Samuelito y Severo.

Samuel, chico de unos quince o diez y seis años, encargado del puesto, está sentado en una silla, leyendo con entusiasmo un libro. Severo, de unos cuarenta y cinco años, no muy bien vestido, de gesto duro, examina los libros que hay en la tabla de afuera

SAMUEL
(Leyendo entusiasmado)
«La tarde es de agosto:
las uvas doradas; que dan luego el mosto,
en grandes racimos ofrecen las cepas;
y en la lejanía,
lector cariñoso, para que lo sepas.
se ven aún más cepas, aún más todavía.
(Dejando de leer) Bueno, este Gustavo Villaclara es un descriptivo que escalofría. Le fluye la rima con una vertiginez de side-car. Yo lo tengo conceptuao como el don Gracilazo de la Vega del novecientos diecinueve.

(Sigue leyendo)

«El sol echa fuego
y abrasa inclemente la era y la trilla
y tuesta las mieses implacable y ciego.
Un tosco labriego,
en tanto que riega su huerta sencilla,
canta alegremente el himno de Riego,
y un peón caminero suda en su casilla.
¡Infeliz peón, dulce y bonachón
víctima segura de una insolación,
por un jornal breve, mísero y fugaz,
anda de cabeza con el capataz,
que le ordena cosas sin ton y sin son
y hace dar mil vueltas al pobre peón.»

(Cesa de leer y entusiasmado dice:) ¡Bucólico, Sencillamente bucólico.

SEVERO
(Con voz imperiosa) A ver, ¿qué vale esta «Filosofía», de Diderot?

SAMUEL
¿Esa Filosofía? Dos cincuenta.

SEVERO
(Tirando el libro al suelo) La filosofía es cara.

(Sigue husmeando)

SAMUEL
(Cogiendo el libro y arreglando las hojas) ¡Caray, qué modales! Bien es verdad que el librito se las trae, (colocando las hojas) 209-306, está correlativo. No le faltan más que ciento cinco hojas; por lo demás, salido de la imprenta.

SEVERO
Y este «Tratado del toreo», ¿qué vale?

SAMUEL
Cincuenta céntimos.

SEVERO
(Tirándolo igualmente) El tratado es carísimo.

SAMUEL
¿Que es carísimo?

SEVERO
Si, señor; ese libro está tirado.

SAMUEL
Ya lo veo.
SEVERO
Luego dicen que aquí se encuentran gangas; ¡maldita sea! (Sigue buscando)

SAMUEL
(Cogiendo el libro) Mire usted que decir que este «Tratado del toreo» es caro en cincuenta céntimos y marca en librería... (Busca el precio) marca en librería, ¡ah, sí, aquí está! Precio, cero setenta y cinco.

SEVERO
Y esta «Vida de Napoleón», ¿qué cuesta?

SAMUEL
Si no lo toma usted a mal, una peseta.

SEVERO
(Dejando el libro) «La vida» es cara.

SAMUEL
No lo sabe usted muy bien.

SEVERO
¿Y este novelucho?

SAMUEL
(Leyendo) «Cuarenta años o una vida de mártir» Como es de folletín, le pondré cuarenta céntimos.

SEVERO
¡Cuarenta céntimos!

SAMUEL
Fíjese usted que le sale a céntimo por año.

SEVERO
(Indignado) Mire usted, feriófilo, yo vengo a este tenderete a comprar en serio, y como se me chirigotee, le meto en la cabeza este tomo de «Medicina legal».

SAMUEL
¡Caballero! :

SEVERO
Lo dicho: las cuchufletas para el Congreso: yo soy más serio que una pagoda, y no digo por un chiste, por un guiño de ojos intencionado, le parto la cabeza a una esfinge.

SAMUEL
No lo dudo; pero conste que yo...

SEVERO
No estorba la advertencia. ¡Pues menudo día estoy llevando desde las seis de la mañana, para aguantar calambures! ¡Vamos, hombre; soy capaz de pegarme con el grupo de Isabel la Católica!

SAMUEL
(Aparte) ¡Mi madre, qué tío pa el frente italiano!

SEVERO
Ahí van los cuarenta céntimos: aquí dejo el novelucho, que voy a llegarme al Ministerio de Instrucción pública a ver si me han despachado un expediente que me están resolviendo hace cinco años.

SAMUEL
Como usted guste.

SEVERO
A la vuelta lo recogeré, porque como son tres tomos, debe pesar lo suyo y de paso echaré una última ojeada, a ver si hay algo que me convenga.

SAMUEL
La entrada en el establecimiento es libre, caballero.

SEVERO
Voy de un humor, que me partía el cráneo contra una farola. Adiós.

SAMUEL
Servidor.

(Mutis izquierda don Severo)


ESCENA II

Samuel, Concha por la derecha. Madrileña de veintidós a veinticuatro años. Mantón de crespón y muy bien peinada.

SAMUEL
Pues señor; llevamos una mañanita que salvo los cero cuarenta de ese señor, todo lo demás han sido pus parleres.

CONCHA
(Saliendo) ¿Y mi padre? ¿No ha venío entavía mi padre?

SAMUEL
¿Concha? ¿Pero no vienes tú de casa?

CONCHA
Salí a las diez y media, a ver si a la Engracia le daba la gana o no de acabarme el vestido, porque me parece que ya lleva un ratito toreándome. Después he ido cá de la Justina a que me arregle un corsé. Por cierto que no estaba y lo siento, porque mujer que conozca mi cuerpo como esa, no la hay: con dos ballenas y un pedazo de yute, me deja que ni modela.

SAMUEL
La verdad es que cada día te levantas más mórbida, y estás adquiriendo un redondeo...

CONCHA
¿Vas a empezar ya?

SAMUEL
Concha, acuérdate que te lo he jurao tu cariño me va a conducir a la Morgue, porque yo me doy un tiro, no te quepa duda. Si tu padre sigue hostil a que nos queramos y me echa del puesto, yo me voy; pero me voy a la Morgue. Sin tu amor, la vida para mí es un peso corrido.

CONCHA
Si ya sabes que mi padre lo único que afea es tu procedencia.

SAMUEL
Pero, ¿qué tengo yo de judío, si de dos meses me trajeron aquí?

CONCHA
Cansá estoy de decírselo. «Padre, que Samuel podrá haber nacido onde haya nació; pero aquí pe ha criao y es más madrileño que la posa de la soga. Pero que si quieres: luego, como tu padre es como es, que apenas se interesa por ti. Al contrario, guardando como tó el barrio sabe que guarda dinero, te tiene ganando una cochina peseta.

SAMUEL
Pero el día que se muera tó será mío y ese día si tu padre quisiera tó irá pa ti.

CONCHA
¿De veras, Samuelillo?

SAMUEL
Tú lo has de ver; digo, si me sigues queriendo como hasta ahora.

CONCHA
Como hasta ahora no; ca día más, ¿pero dónde estará metió ese hombre?

SAMUEL
Sí que me extraña que no esté aquí ya el señor Jenaro.

CONCHA
Oye, ¿se habrá agravao tu padre y estará con él?

SAMUEL
Quizá, porque anoche la pasó con un ahogo, que más de una vez estuve tentado de avisaros ahora, que yo digo que si se hubiese puesto peor, me hubieran mandao recado…

CONCHA
También es verdad... Calla, me parece que viene por... sí, él es.

SAMUEL
El mismo.


ESCENA III

Dichos y Jenaro, por la derecha. Sale preocupado y desde que sale no hace más que fijarse en Samuelito.

JENARO
¡Hola!

CONCHA
¡Hola, padre!

SAMUEL
Buenas, señor Jenaro.

JENARO
(Acercándose a Samuel, le coge la cabeza con las dos manos y se le queda mirando fijamente) Sí, ¡claro! Ahora me explico ciertos rasgos, porque esa nariz es judía; pero es otra clase de judía y ese pelo... claro, la madre.

CONCHA
¿Pero qué hace usted, padre?

JENARO
(Soltando a Samuel) Nada; bueno, este mundo es un puro guiñapo. Oye, Samuelito.

SAMUEL
¿Qué manda usted?

JENARO
¿Tienes que hacer algo?

SAMUEL
Nada.

JENARO
Entonces, coge el primer coche que te encuentres, móntate en la trasera y llégate a tu casa si quieres recoger el último suspiro de tu... (Dudando) de tu... bueno, de tu padre.

SAMUEL
¿Qué me dice usted, señor Jenaro?

JENARO
Lo que oyes; pero no te apenes mucho... es decir, sí.., mejor dicho, no... bueno, ya lo sabrás todo; ahora vete por ese suspiro, no vayas a llegar tarde.

SAMUEL
 (Corriendo) Con su permiso. (Mutis derecha sollozando cómicamente)


ESCENA IV

Dichos, menos Samuel.

CONCHA
¡Qué cosas le dice usted al chico, padre!

JENARO
¿Qué Cosas le di... (Mirando a todos lados y con misterio) Oye, Concha: ¿Qué dirías tú si antes de dos meses fueses condueña de una fortuna que oscilase entre quince o veinte millones de pesetas?

CONCHA
¡Padre!

JENARO
¿Y qué dirías tú si yo autorizase la boda de Samuel contigo?

CONCHA
(Más alto) ¡Padre!

JENARO
No alces la voz que pueden apercibirse los industriales fronterizos.

CONCHA
¿Es que eso que me dice usted?...

JENARO
¿Te choca, verdad? Pues aproxima unos cuantos tomos del «Etimológico», descansa sobre ellos y escucha. (Jenaro se sienta en la silla. Concha en unos tomos que sacará del interior) Ya sabes que el padre de Samuelito, el señor David Benchimol, dueño de las Antiquités antiquísimas que lindan con nuestra librería de la calle de los Estudios, está desde anteayer si se las lía o las deja a la intemperie.

CONCHA
¡Pobre hombre! Parece una momia faraónica.

JENARO
Esta mañana, a poco de irte tú, me envió un recado, diciéndome que se sentía morir y quería revelarme un secreto.

CONCHA
¡Qué raro!

JENARO
Igual me pareció a mí, y con la curiosidad natural me planté en su casa; penetro en la alcoba, me acerco a la cama, y me dice: «Señor Jenaro, me muero; ha llegado mi último cuarto de hora.» —Cá, hombre — le interrumpo: —Usted tiene que ver acabada la Gran Vía —. Y con una oscilación de cabeza me contestó: —«La Gran Vía acabada, ni ese.» Y me señaló al loro que tiene en el balcón.

CONCHA
Pué que tenga razón.

JENARO
«Me muero —siguió —; pero antes de abandonar este perro mundo, quiero abrirle mi corazón, para que lea en él un secreto: Señor Jenaro, Samuelito no es hijo mío.»

CONCHA
(Dando un grito de alegría) ¿Que no es hijo suyo? ¿Entonces no es judío?

JENARO
Eso mismo le pregunté yo. ¿Entonces Samuelito?... —pero él adivinándolo, añadió: «ese niño es de lo más judío que se conoce.» —Y continuó: —Hace diez y ocho años conocí en Alepo una hebrea llamada Esther, de una hermosura singular; la amé con locura y con igual enajenación fui correspondido, hasta que se interpuso entre nosotros la figura de Samuel Barchilón, el judío más rico de Alepo. La familia de Esther se puso de parte del dinero y aunque viejo y fea triunfó de mí y se casó con aquella que llenaba toda mi vida.

CONCHA
¡Pobrecillo!

JENARO
Pero, ¡ahí, — continuó — mi venganza fue enorme. De aquellos amores nació un niño, que desapareció a los pocos meses, sin que nadie lograra averiguar su paradero.

CONCHA
¿Lo robó el anticuario?

JENARO
Sí, robó a la criatura y se vino a España con ella.

CONCHA
¿Entonces, Samuelito es hijo de aquel judío millonario?

JENARO
Del mismo, y el señor David me ha rogado que lleve ese fruto de bendición a su padre. El es poderoso, me dijo, y al ver que le devuelve ese pedazo de su alma, todo le parecerá poco para corresponder con usted. Ahí va ese documento donde declaro todo lo sucedido; me alargó este papel, me estrechó la mano, y señalándome la garganta, balbuceó: «siento una sequedad, un aprieto», yo le mandé a hacer gárgaras, salí disparado hacia aquí y fin del capítulo primero, (Se levanta)

CONCHA
¿Y qué piensa usted hacer?

JENARO
Lo primero, casarte con Samuelito. El te quiere, ¿verdad?

CONCHA
Muchísimo.

JENARO
Cuando se le hable de matrimonio, no se echará atrás?

CONCHA
Creo que no.

JENARO
Lo pregunto porque hay gachés que en cuanto vislumbran la ponerse pálidos y a decir que padecen de erisipela u otra erupción por el estilo y hay que llevarlos amarraos.

CONCHA
Con Samuel no hay cuidao.

JENARO
Pues entonces, lo que tarden en echaros las bendiciones es lo que tardamos en salir para Alepo, que creo que está cerca de Jerusalén.

CONCHA
Pero, ¿usted no ha caído en que Samuel es judío, y, por lo tanto, tendrá que hacerse cristiano para casarse conmigo?

JENARO
A mí me tiene eso sin cuidao; si él no quiere hacerse cristiano te haces tú judía, y si es necesario me lo hago yo. ¡Pues no es ná! Por veinte millones me hago yo liliputiense.

CONCHA
El conflicto es que de dónde sacamos el dinero para ese viaje, porque eso debe estar muy lejos.

JENARO
Claro que no está lindando con Torrelodones, pero hoy se hacen estos viajes con relativa comodidaz, y en cuanto al dinero, ya lo tengo resuelto: traspaso la librería de casa, y el puesto a mi hermano Jeremías.

CONCHA
¿Y nos quedamos sin nada?

JENARO
¿Y los millones de tu suegro?

CONCHA
Es verdad. ¡Ay, padre, qué alegría tengo! ¡Yo millonaria! ¡Casada con Samuel! ¡Quién me iba a decir a mí, tan madrileña, que iba a ser judía.

JENARO
Tiene su explicación, porque ya sabes que tu madre era de la Granja.


ESCENA V

Dichos y Paco; es otro librero de viejo, también establecido de igual forma

PACO
(Entrando por la izquierda) Oye, Jenaro.

JENARO
¿Qué hay, Paco?

PACO
Que avives el ojo; que hay un sinvergüenza que lleva unos cuantos días recorriendo los puestos, y con el aquel de revirar los estantes, en cuanto puede coge lo primero que encuentra a mano y se las naja. Ayer le quitó al señor Eusebio «La dama de las camelias
», y está mañana le ha faltao a Baldomero «Su único hijo».

JENARO
Mi madre, pues como yo le eche la visual se van a sentir los quejidos en Getafe. Gracias por la advertencia.

PACO
De ná. ¡Pero señor, cuánto granuja hay en este mundo! Hasta luego. (Mutis por donde salió)

CONCHA
Vaya usted con Dios.


ESCENA VI

Dichos, menos Paco.

JENARO
Y tú prepárate para ir a avisar a tu tío pa tratar del traspaso; esto hay que hacerlo por la posta.

CONCHA
Oiga usted, padre; a mí se me está ocurriendo que debíamos llevarle al padre de Samuel un pequeño presente. Esto nos colocaría muy alto a sus ojos.

JENARO
No has dicho ninguna incoherencia. ¿Y qué te parece a ti que... sí, porque a un tío tan opulento es difícil...

CONCHA
Había que llevarle algo típico, algo español...

JENARO
Espera, que ya se me ha ocurrido... (Pensando) Justo, sí... Una guitarra.

CONCHA
No está mal; pero y si allí no la sabe tocar ni él ni nadie, ¿qué hace con ella?

JENARO
Que la rife, y a la persona que le toque, no me negará que la toca.

CONCHA
Eso sí.

JENARO
(Reparando en don Severo, que habrá entrado un momento antes y estará ojeando por los estantes) ¡Calla!


ESCENA VII

Dichos. Don Severo. Después Paco y un Guardia.

CONCHA
¿Qué pasa?

JENARO
Fíjate en ese tipo que está revisando los estantes.

CONCHA
¡Ya, ya, qué cara tiene!

JENARO
Haste la disimulá.

SEVERO
Nada, no se encuentra un libro que valga la pena. Y lo del Ministerio lo mismo. Cuando digo que llevo un diíta... (Coge los tomos que dejó apartados y se dispone a irse)

JENARO
(Corriendo y cogiéndole del cuello) Ah, sinvergüenza, ya te cogí.

SEVERO
Oiga usted, pero que...

JENARO
Deje esos libros, so ladrón...

SEVERO
(Indignado) ¡Ladrón! ¡Yo ladrón!

JENARO
Tú, y por el pronto, toma. (Le da un puntapié)

SEVERO
¡Maldición de Dios! No volverás a maltratar a nadie Con ese remo. (Saca un revólver, y apuntándole en la pierna dispara. Jenaro da un grito, y apoyándose en Concha levanta la pierna, estirándola. Severo huye por la izquierda)

JENARO
¡Ay!

CONCHA
¡Padre, socorro! ¡Guardias!

PACO
(Saliendo izquierda) ¿Qué ocurre?

CONCHA
¡Que han herido a mi padre!

GUARDIA
(Saliendo derecha) ¿Quién?

JENARO
Aquel tío que va corriendo hacia la estación.

GUARDIA
No Se me escapa. (Mutis izquierda)

PACO
Ni a mí tampoco. (Mutis izquierda)

JENARO
(Sollozando) ¡Ay, que me la ha atravesao! Y no siento yo esto, sino el viaje, que nos lo ha aguao.

CONCHA
¡Padre, qué mala pata!

JENARO
Muy mala; pa mí que me la escayolan.


(Telón)


FIN DEL CUADRO PRIMERO


CUADRO SEGUNDO

Una plaza de Alepo. En primer término, derecha del actor, puerta que da entrada a una  especie de tenducho donde se sirve té, café y viandas. Segundo o tercer término izquierda, y formando chaflán para que se vea bien desde el público, fachada y puerta practicable de una casa de mísero aspecto. Las demás laterales figuran bocacalles. El foro, la plaza, a gusto del pintor, teniendo en cuenta que es de día y que Alepo pertenece a la baja Judea, y aunque la acción de esta obra sucede en 1917, siempre es conveniente,
para mayor efecto teatral, que en cuanto a la composición del cuadro no se sujete a época determinada.

(Al levantarse el telón, el Coro de señoras y el de caballeros, vestidos de árabes y de Judíos, pero sin gran lujo, pasean por la plaza. Por el foro izquierda, a su tiempo, aparece Manacor, viejo judío pordiosero, que se apoya en un cayado, y cuelga a su espalda esa especie de cítara que sólo tiene una cuerda. En la plaza hay vendedores, esquiladores de burros, etc., etc.)


ESCENA PRIMERA

Manacor. Coro general.

(Música)

CORO
(Tenores)
Ya el mercado va a comenzar
y al mercado pienso yo ir,
que aunque nada vaya a comprar
por costumbre voy siempre allí.
Me gusta oír al vendedor
su mercancía pregonar.
Me gusta ver al comprador
regatear.
Ya el mercado va a comenzar
y al mercado pienso yo ir
aunque nada vaya a comprar.
¡Ah!
Vamos a ver
qué novedad
nos va a ofrecer
el judío del arrabal.

TIPLES
Vamos a oír al vendedor
su mercancía pregonar.
Vamos a ver al comprador
regatear.
Ya el mercado va a comenzar
y al mercado pienso yo ir.
etc.

(Igual letra que los tenores)

BAJOS
Del mercado es la hora,
vamos ya
para ver si hay alguna
novedad.
Si llegaron esclavas
y si son
de esas que el verlas causa
sensación.
Vamos a ver
qué novedad
nos va a ofrecer
el judío del arrabal.

VENDEDOR
(Saliendo)
Aretes de oro,
piedras preciosas
y pipas de ámbar
maravillosas.
Todo lo vendo
muy arreglado,
lo doy a un precio
que es regalado.

ELLAS
Eso del precio
me suena a raro.

ELLOS
Tú lo que vendes
es malo y caro.

VENDEDOR
No receléis
de mi pregón,
y aprovecharse
de la ocasión.

TODOS
Déjanos,
vete ya,
tu pregón
no es verdad.

ELLOS
Ya el mercado va a comenzar,
etc., etc., etc.

ELLAS
Vamos a oír al vendedor,
etc., etc., etc.

(Esclavas, dentro, por la parte de la case de Barchilón. Este número lo canta la primera tiple que haga el papel de Rebeca y las segundas tiples)

¡Ya se fue
por siempre mi juventud!
¡Moriré
llorando mi esclavitud!
¡Mi vivir
fue tormento y fue temor!
¡Fue sufrir
cautiverio de dolor!
Moriré
llorando mi juventud
que se fue.

(Sale Manacor)

MANACOR
Que el Dios de Israel derrame
sobre vosotros su gracia
y aliviar, hermanos míos,
de Manacor la desgracia.

CORO
Es el viejo Manacor
el coplero sin igual,
entre todos el mejor
de la musa popular.

ELLAS
Dinos de esos sortilegios
que conoces del amor.

UNOS
Que nos cuente alguna historia,
que nos cante es lo mejor.

MANACOR
Pedid vosotros
lo que queráis
que por mi parte
no ha de quedar.

UNOS
Que cante algo.

OTROS
Sí, que nos cante.

MANACOR
En ese caso voy a cantar.
Qué me importa ser judío
si por serlo soy amado
de la hebrea más hermosa
que el amor ha imaginado.
Qué me importa que la gente
cuando paso me zahiera
si al final de mi camino
es su amor el que me espera»
Por ella aliento,
por ella canto,
por ella siento.
Por ella quiero,
por ella sufro,
por ella muero.
Y en sus labios como brasas
yo mis besos quemaría,
y en la noche de sus ojos
para siempre dormirla.
Noemí de mis amores,
hija hermosa de Israel,
tus labios pon tan sabrosos
y dulces como panales
de miel.
Beber quisiera yo en ellos
el secreto de tu amor,
que aunque la muerte encontrase
bebería sin temor.
Y ella me dice: toma
y alivia pronto tus males.
Y me da sus labios rojos,
tan rojos como corales,
y siento yo al besarlos
dicha, locura y pasión,
y le doy en aquel beso
entero mi corazón.
Noemí, la de mis sueños,
Noemí, la de mi amor.

(Coro repite)

(Hablado)

MANACOR
Conque darme para mitigar el hambre y que Jehová os proteja.

(Figura que le dan algunas monedas y hacen mutis por diferentes sitios y algunos se quedan paseando por el foro)


ESCENA II

Manacor, Samuel, Barchillón, que sale por la puerta de la izquierda con un látigo corto en la mano, seguido de dos Criados que se quedan respetuosos a alguna distancia

MANACOR
¿Vas de mercado, Barchilón?

BARCHILLON
De mercado voy.

MANACOR
¿No tienes nada para mi?

BARCHILLON
Voluntad mucha: dinero poco.

MANACOR
Di mejor ninguno. A pesar de tus inmensas riquezas, está por alborear el día que tu mano me alargue una ofrenda. ¡Que Jehová te las aumente y te haga feliz!

BARCHILLON
(Con pena) ¡Feliz! Yo no puedo ser feliz, Manacor; tú lo sabes.

MANACOR
¡Bah! El tiempo borra todos los recuerdos.

BARCHILLON
El mío no lo borra el tiempo y hasta casi estoy por decirte que ni la muerte. (Sollozando
y con pasión) ¡Esther! ¡Mi adorada Esther!

MANACOR
Mucho la quisiste.

.BARCHILLON
Era para mí como la tierra prometida. En qué mal hora vino aquel Rajah de la India y en qué peor aún le di hospitalidad en mi casa.

MANACOR
Era y es la mejor de Alepo: estabas obligado.

BARCHILLON
Y él también lo estaba a respetarla, y sin embargo...

MANACOR
Sí, lo sé; lo sabe todo el pueblo: requirió de amores a tu mujer, él era una arrogante figura, además Rajah, creo que de Baroda...

BARCHILLON
De Baroda.

MANACOR
Tú nunca has sido una belleza. Además, se decía que Esther fue a tu hogar más que por amor, por tus inmensas riquezas. En fin, ¡qué se le va a hacer! ¡Bienaventurados los que no tenemos ni dinero, ni mujer!... Pero, oye, si no estoy equivocado, creo que Esther tuvo fruto de bendición.

BARCHILLON
¡Un niño! Al que le puse mi nombre, al que creía hijo mío y al que adoraba con ceguera tanta que su desaparición estuvo a punto de costarme la vida, (con rabia) Pero cuando más tarde sorprendí las cartas que se cruzaron entre el Rajah y ella, cuando lo supe todo, cuando la adúltera, echada a latigazos de mi casa, apedreada por mis criados me lo confesó todo, sentí hacia aquella criatura un odio de muerte, (con más rabia) Todas las vergüenzas, todas las humillaciones porque pasa nuestra raza, me sabrían a gloria, si yo pudiera coger entre mis brazos aquel fruto maldito. ¡Con qué placer le retorcería... le ahogaría!... Te juro que daba la mitad de mi fortuna por encontrarlo... Pero se conoce que lo robaron de orden de él y en la India estará seguí amenté. Desde entonces odio a las mujeres y las compro en los mercados por el placer de martirizarlas.

MANACOR
Feliz tú que te puedes dar esa satisfacción.

BARCHILLON
¡Ah, si me pudiese dar igualmente la otra!... ¡Ese niño!... ¡Ese hijo del adulterio!... (A los criados) Vamos. (Mutis foro derecha)


ESCENA III

Manacor, que al hacer mutis Barchilón, se coloca junto a la puerta de la tienda de la derecha. Por el foro izquierda sale Jenaro, cubre la cabeza con un fez y cuelga del brazo una guitarra. El traje puede ser el mismo que sacó en el primer cuadro u otro de viaje a gusto del actor, pero del día. Le sigue Ataliar, tipo nubiano, bronceado, vestido a usanza de los suyos.

JENARO
(Desde dentro, llamando) ¡Samuelito!... ¡Concha!... (Saliendo) ¡Concha! ¡Samuelito! Nada, que llevo cerca de una hora haciendo el ridículo por las calles de este destartalado
pueblo y no los veo. ¿Dónde se habrán metido esos chicos? Y tú, ¿los has visto?

ATALIAR
Nada, señor.

JENARO
(Al público) Este servidor cobreado es otra ganguita que me ha caído; le ajusté a mi servicio mediante cincuenta pesetas mensuales y manutención diaria, y al pronto creí que se volvía loco. Señor —me decía — los cielos y la tierra te darán mil beneficios. Pero cuando le digo: «Ataliar, llévame estas maletas o hazme este recado», empieza a decir que siente flaqueza y no hay forma. Eso sí, comer, come que parece que los alimentos se le volatilizan. ¡Una verdadera ganga! Claro que mi idea al adquirirlo no fue para aquí precisamente. Yo pensé: a este me lo llevo a Madrid, lo visto como el Dante, le pongo un letrero en el que se lea: «Librería de Jenaro Lebrija, Estudios, 20. El saber no ocupa lugar. Tengo Galdós, tengo Benavente y tengo Trigo» y hago un negocio terrible, (a Ataliar) ¿De modo que has corrido todo el pueblo?

ATALIAR
Todo no, porque siento flaqueza.

JENARO
Pero relope, si no hace una hora que te has comido una gallina.

ATALIAR
Una gallina me resulta un ave tan pequeña.

JENARO
(Al público) Este va a tener que comer con lupa. Bueno, pues entra en ese establecimiento y pide un tente en pie.

ATALIAR
Me haces un bien, porque ya me estaba desvaneciendo. (Mutis de Ataliar a la tienda)

JENARO
¡Caray, lo que es como a este en Madrid le guste el cocido, se van a poner los garbanzos
por las nubes! En fin, continuaré mis indagaciones, (a Manacor) Oye, barbilampiño.

MANACOR
(Acercándose) ¿En qué puedo servirte?

JENARO
Tú eres de aquí, ¿verdad?

MANACOR
Yo soy de todo el mundo; mi patria es el pedazo de tierra que hollo.

JENARO
Bueno, a mí no me importa lo que holles; lo que yo deseo es que me digas si conoces por casualidad a un mercader hebreo llamado Samuel Barchilón.

MANACOR
¡Barchilón! ¡Oh, quién no conoce en Alepo al avaro Barchilón! Esa es su casa, (señalando la de la izquierda)

JENARO ¡Hombre, qué feliz casualidad! Me he ahorrado el alquiler de un burro, porque estaba dispuesto a recorrer todo el pueblo. ¿Y dime, simpático sexagenario: es verdad que ese Barchilón es tan rico como se susurra?

MANACOR
¡Más aún!

JENARO
¡Recaracoles!

MANACOR
El oro que posee ya no le cabe en sus arcones.

JENARO
¡Remojama!

MANACOR
Medio Alepo es suyo y dentro de esa casa de pobre apariencia pero que por dentro es un paraíso, guarda en joyas, en cuadros y en tela?, un tesoro imposible de calcular.

JENARO
Pero eso será un sueño.

MANACOR
Casi lo parece. Su museo artístico es de un valor fabuloso. ¡Copas de oro de los faraones! En cerámica, los barros más vastos de los etruscos y en armería las lanzas y espadas de los caudillos más invencibles. ¡Un portento!

JENARO
¡Revandervil! ¿De modo que todo eso es de Barchiloncito?

MANACOR
Todo.

JENARO
(Al público) Y claro que siendo de Barchilón es de Samuel, que es su hijo, y siendo de su hijo es de su mujer, que es mi hija, y siendo de mi hija es mío, que soy su padre. Esto aparte de la gratificación que me dé el tal Barchilón por traerle a su hijo vivo y regordete. ¡Me hincho! (a Manacor) ¿Y sabes si estará visible ese desheredado de la fortuna?

MANACOR
Hace poco salió de mercado.

JENARO
Ah, pero ¿Barchilón va a la compra?

MANACOR
De esclavas, sí; hoy han puesto a la venta muchas mujeres y quizá se quede con todas.

JENARO
¡Nada, que me hincho!

MANACOR
No tardará en regresar.

JENARO
Pues anda, entra conmigo en la tienda, que te voy a convidar por tus informes y al mismo tiempo cuando él vuelva me lo indicas.

MANACOR
Siempre a servirte. (Entra primero Manacor y Jenaro detrás diciéndole al público:)

JENARO
¡Arcas llenas de oro! ¡Copas de los faraones! ¡Espadas de los caudillos! ¡Oros, copas, espadas! ¿Querrá este tío jugar conmigo? (Mutis)


ESCENA IV

Foro derecha, Samuelito, lleva como Jenaro un fez y un traje por el estilo. Concha. Salen fumando cada uno en una pipa, que consiste en un canuto de bambú muy fino y muy largo, y al final un depósito en forma de bellota, en el que se echa el «kist», especie de tabaco árabe.

(Música)

SAMUEL
Ahora que estamos aquí,
encanto y luz de mi amor,
vamos a ver si es verdad
que el kist es superior.

CONCHA
Pues encendamos nuestra pipa
y la verdad vamos a ver.

LOS DOS
Pues a encender.

(Compases para encender)

CONCHA
¡Ay, qué gusto más grande me da!

SAMUEL
¡Qué suave! ¡Qué aroma! ¡Qué olor!

CONCHA
¡Ay, qué extraña voluptuosidad!

LOS DOS
Al fumar me entra un dulce sopor
de amor.

SAMUEL
Aunque creas que es una broma
yo entre sueños veo a Mahoma.

CONCHA
Y yo, si tú me das permiso,
sueño que entro en el Paraíso.

SAMUEL
Yo estoy viendo muchos harenes.

CONCHA
Samuelito, qué vista tienes.

SAMUEL
Veo cosas que no las creo.

CONCHA
Para cosas las que yo veo.

LOS DOS
¡Santo Dios, qué mareo me da,
yo de fijo me voy a caer!
¡Y la vista también se me va!
Si no cede el mareo
no sé qué hacer.
Yo al principio lo fumaba
con deleite y me extasiaba
viendo el humo que subía,
que subía y se esfumaba,
y el aroma que dejaba,
soñolienta/o me tenía.
¡Qué gusto daba
ver lo que hacían
los espirales
cuando subían
y se esfumaban
y se perdían! (Echan bocanadas de humo)
¡Ay, no me sueltes, por Dios,
que no me puedo tener,
y sin tu apoyo verás
cómo me voy a caer!
Sujétame, que si me caigo
un espectáculo daré!
Sujétame.
Su-jé-ta-me.

(Van cayendo poco a poco al suelo y sentados empiezan la escena, levantándose a las pocas palabras)

(Hablado)

SAMUEL
¡Ay, Concha, Concha! Yo creo que este tabaco, o lo que sea, nos ha envenenado.

CONCHA
¡Yo siento unas cosas tan raras! ¡Se me caen los brazos! ¡Se me va la cabeza!

SAMUEL
¡No, rica, que no se te vaya la cabeza que es lo que más me gusta de ti!

CONCHA
Tú has tenido la culpa por instarme a fumar: me dijiste que el humo de este tabaco proporcionaba un divino éxtasis y que se soñaba con cosas bonitas.

SAMUEL
Mujer, a mí me lo escribió un amigo y me decía que desde que fumaba el Kist soñaba que se elevaba dulcemente a una región etérea maravillosa y que allí no carecía de nada, pues un día sí y otro no le subían el pan, le subían los comestibles, le subían el carbón...

CONCHA
Entonces como en Madrid.

SAMUEL
Pues calla, que no había yo caído.

CONCHA
Pero qué barbaridad, qué mareada estoy. ¡Todo me da vueltas!

SAMUEL
Y apropósito, lo que he notao es que ese mercader del Pasaje, en las cuatro o cinco veces que le hemos comprao, nunca nos ha dao la vuelta. Ese tío es un ladrón.

CONCHA
Lo que es, es un tío vivo.

SAMUEL
¿Qué va a ser? Si fuera un tío vivo nos hubiera dao por lo menos dos vueltas... para no escamarnos.

CONCHA
¿Te parece que volvamos a reclamárselas?

SAMUEL
Déjalo: qué importan unas pesetas más o menos, si me espera mi padre y con los deseos que tendrá de satisfacer mis gustos figúrate, todo le parecerá poco.

CONCHA
(Con cariño) ¡Samuelillo!

SAMUEL
(Idem) ¡Mi Conchilla!


ESCENA V

Dichos y Jenaro por la tienda.

JENARO
¡Hombre, sois más frescos que las estalactitas! ¿Pero dónde os habéis metido?

SAMUEL
Pues verá usted: a ésta se le antojó entrar en un Bazar.

CONCHA
Donde había miles de cosas lindísimas.

SAMUEL
Y claro: ¡qué tela más preciosa! ¡qué Damasco más rico!

CONCHA
¡Qué porcelanas! ¡Qué bisuterías!

SAMUEL
Nos va usted a regañar, pero nos hemos gastado seiscientas pesetas.

CONCHA
Ahora nos traerán aquí los encargos: como comemos en esa tienda, dijimos que los enviaran aquí.

JENARO
Menos mal que ya sé dónde vive tu padre.

SAMUEL
¿Ah, sí?

JENARO
Y me han hablado de su fortuna. ¡Una pochez! Al lado de tu padre, Creso fue un colillero. Mira, esa es su casa.

SAMUEL
¡Esa! Usted se chufla.

CONCHA
Pero padre, si esa parece una casa de vecinos.

SAMUEL
Eso es una birria.

JENARO
Por fuera, conforme; ¿pero tú sabes, desgraciado, lo que hay por dentro?

SAMUEL y CONCHA
¿Qué?

JENARO
Salones de cuentos de hadas, museos de objetos de inmenso valor, cientos de arcas de oro.

SAMUEL
¿Pero será posible?

JENARO
Una cosa así para perder el poco conocimiento que tengas.

CONCHA
¡Ay, Samuel, te idolatro!

SAMUEL
¡Y yo a ti, rica mía! (La abraza)

JENARO
(Abriéndole los brazos) ¿Y para mí no hay nada, virrey del oro?...

SAMUEL
(Abrazándole) ¡Padre mío!

JENARO
Bueno; ahora calma y no te acelores. Dentro de un momento regresará tu padre que ha ido a comprar un ciento de doncellas.

SAMUEL
¿Un ciento?

JENARO
Por lo visto aquí compran las doncellas como si fueran tarjetas.

CONCHA
¡Qué barbaridad!

JENARO
Pues como te decía, tu padre regresará en seguida, y yo como es natural le abordaré.

SAMUEL
Cuanto antes mejor.

JENARO
Ahora bien, Samuelito, hijo de mi alma, no te acaroles, porque si te aceloras tú, me aceruelo yo... ¡Caramba, me estoy haciendo un lío!

SAMUEL
Usté no se preocupe: usté le dice lo que tenga que decirle y en seguida yo doy un grito, me meso el cabello y exclamo: (Muy deprisa y  con sonsonete) ¡Oh, padre, padre, tanto tiempo sin verle, qué angustia, qué zozobral Siempre ansiando el momento de estrecharle entre mis brazos cariñosos para no separarme nunca de ellos y para toda la vida poderle dar el dulcísimo nombre de padre. ¡Oh, padre, padre!

JENARO
Mira, no digas eso porque va a creer que lo has aprendido en la escuela.

SAMUEL
Entonces, ¿qué hago?

JENARO
Das un grito, saltas a sus brazos y dices: «¡Padre mío!», cuanto más breve, mejor.

SAMUEL
Una cosa así, ¿verdad? «¡Padre mío!» (Da un salto y se sube sobre Jenaro)

JENARO
Sí, pero no con tanta vehemencia porque lo matas.

CONCHA
¿Y usté, padre, no cree que yo también debía hacer algo?

JENARO
Claro que sí... (Se oye por el loro un rumor que se aproxima) ¿Eh, qué pasa?

MANACOR
(Que habrá salido un momento antes, dice:) Que llega el poderoso Barchilón con sus nuevas esclavas.

JENARO
Llegó el momento: venid un instante, fijaremos todos los detalles de la presentación.

(Entran en la tienda)


ESCENA VI

Barchillón. Le siguen los dos Servidores que salieron con él y siete Mujeres Esclavas, seis vestidas por grupos de dos iguales, la del centro distinta. Estas mujeres van unidas unas a otras, de dos en dos también, por una cadena que las sujetará a los tobillos, pero de una a otra habrá medio metro para que puedan danzar; al salir !a arrastran, después se colocarán en hilera. Les sigue el Coro General.

(Música)

CORO
Ahí llega Barchilón
con las esclavas nuevas,
y dicen que trae una
de tan rara belleza,
como jamás se ha visto
mujer sobre la tierra.
¡Quiera el profeta
que su hermosura
le dé placer,
para que olvide
la ira que siente
por la mujer!

(Sale Barchilón con las Esclavas, agitando y haciendo crujir el látigo)

BARCHILLON
¡Oh, pérfidas cautivas!
¡oh, pérfidas esclavas!
vuestras danzas bailad.
Con la cadencia rítmica
de vuestros cuerpos lúbricos
mi carne despertad;
si no el cordón flexible de mi terrible látigo
vuestra carne abrirá.

ESCLAVA 1ª
Escucha, gran señor,
la voz de una mujer,
que acaso llegue a ser
la prenda de tu amor.
No extremes tu rigor,
generoso cegrí;
si te ciega el furor
sacia tu furia en mí.

BARCHILLON
(Reparando en la Esclava 1ª)

Mujeres peregrinas
de espléndida belleza
he visto, pero nunca
hallé mujer como esta.
¡Oh, perla incomparable
entre todas las perlas!

(Reaccionando)

Pero no, carne imbécil,
en ti vuelve, despierta
que todas son lo mismo,
acuérdate de aquella.
¡Oh, pérfidas cautivas!
¡Oh, pérfidas esclavas!
etc., etc.

ESCLAVA 1ª
Oye, mi dueño y señor,
una leyenda de amor.
Lo que te puede ofrecer
para templar tu furor
una infelice mujer.
Yo era infanta castellana
y el amor me hizo agarena,
por la enseña mahometana
olvidé la nazarena.
Un gomel me enamoró,
en sus palabras creí,
el alma me la robó
y el corazón se lo di.
Por la pena de amar
que es un dulce sufrir,
bien se puede esperar
el dolor de morir.
Yo de puro enamorada
no cambiaría mis penas,
ni el peso de estas cadenas
por mi vida regalada.
No maldigo de mi suerte
ni de aquél bien que perdiera,
pero de mí, maldijera
si más no volviera a verte.
Que estas cadenas, señor,
conque me traes al destierro,
no son cadenas» de hierro
que son cadenas de amar.

TODOS
Por la pena de amar,
etc., etc.


ESCENA VII

Dichos, Jenaro, Samuel y Concha que saldrán de la tienda.
Manacor ha estado durante todo el número en la puerta

(Hablado)

JENARO
(Adelantándose) ¿Tengo el gusto de hablar con el opulento israelita Samuel Barchilón?

BARCHILLON
Yo soy, ¿quién eres y qué quieres?

JENARO
Pues tu humilde esclavo Jenaro Lebrija y Salagarza, desea conversar breves instantes contigo, en la plena seguridad que vas a estallar de alegría después de escucharme.

BARCHILLON
(A los criados) Entrad, mis esclavas, y esperarme, (Al coro) Vosotras seguid vuestro camino.

(Bis en la orquesta: los criados y las Esclavas entran en la casa; el coro hace mutis por diferentes sitios)

SAMUEL
Me salta el corazón.

CONCHA
Oye, no te pareces en nada a tu padre.

SAMUEL
Habré salido a mi abuelo.

BARCHILLON
Habla, que te escucho.

JENARO
Barchilón, Jehová es grande.

BARCHILLON
Y único.

JENARO
El te colmó de riquezas: eres poderoso entre los poderosos: tienes esclavos que te sirvan, doncellas que te distraigan...

BARCHILLON
Sí.

JENARO
Pero no eres feliz, Barchilón.

BARCHILLON
¿Quién te ha dicho?...

JENARO
No; no eres feliz. Eres más desgraciado que un sello, que todo el mundo lo pega.

BARCHILLON
Acabarás.

JENARO
No te impacientes; digo que no eres feliz, porque la felicidad la da el cariño paternal y ese cariño te lo arrancaron a ti violentamente, miserablemente, criminalmente.

SAMUEL
(Entusiasmado) Admirablemente.

BARCHILLON
¿Pero es que tú sabes?...

JENARO
Todo. Sé que te uniste con la bellísima Esther, una joven de Galilea que era un amanecer de Mayo.

BARCHILLON
(Con éxtasis) ¡Un campo de flores!

JENARO
Sé que Jehová, para colmar vuestra ventura, es envió un ángel, rubio como la mies y redondo como una píldora.

BARCHILLON
(Nervioso) Cierto.

JENARO
Sé que aquel niño fue tu gozo, tu alegría.

BARCHILLON
Más aún: mi locura.

JENARO
(Aparte a Samuel) Preparado para el grito filial. (Alto) Y sé que en los momentos horrendos que siguieron a la desaparición de aquel pedazo de tu alma, tus ojos eran dos saltos de agua, tu corazón una motocicleta y tu cerebro los Altos Hornos de Bilbao. Y sé más; sé que ofreciste una buena cantidad al que te devolviese tu hijo.

BARCHILLON
Verdad. Ofrecí dar veinte millones.

JENARO
¿Veinte millones? Pues me juego la cabeza a que no se enteraron de tu ofrecimiento.

BARCHILLON
Y hubiera dado treinta y cuarenta.

JENARO
¿Treinta y cuarenta? Sigo jugándomela.

BARCHILLON
¡Ah, qué tristeza la de aquellos días, qué horas de angustia pensando en Samuel! Sólo el que lo pasa puede apreciar la magnitud del suplicio.

JENARO
Pues bien, Barchilón; bendice a Jehová y abre tus brazos.

BARCHILLON
¿Para qué?

JENARO
Para que aprietes en ellos al hijo llorado. (A Samuel) Anda, Samuel.

SAMUEL
(Dando un grito y yendo a Barchilón con los brazos abiertos) ¡Padre de mi alma!

BARCHILLON
(Cogiéndolo) ]Ah, por fin! (Lo aprieta con una furia de salvaje por el cuello)

JENARO
Ahí le tienes, aprieta. ¡Qué cariño!

SAMUEL
¡Socorro, que me ahoga!

JENARO
Todo cariño.

SAMUEL
(Con voz quejumbrosa) Que me ahoga.

CONCHA
Padre, que le ahoga.

JENARO
Déjalo, que es cariño.

SAMUEL
Que no es cariño, que es un bestia.

CONCHA
Pero si es que le estruja, padre.

(Jenaro, Concha y Manacor luchan y consiguen arrancarle a Samuel de sus brazos, y sujetan a Barchilón que quiere cogerle nuevamente)

BARCHILLON
¡Dejádmelo! ¡Dejádmelo, que quiero estrangularle!

(Manacor sujeta a Samuel)

SAMUEL
¡Mi padre!

JENARO
¡Pero señor Barchilón, que la sorpresa le ha trastornado el juicio!

BARCHILLON
¡Nunca como ahora! Quiero verle exhalar el último aliento.

SAMUEL
Por Dios, no soltarle que me desalienta!

BARCHILLON
Quiero con su muerte vengar la inicua ofensa de su adúltera madre.

JENARO
¡Pero señor Barchilón!

SAMUEL
Pero padre.

BARCHILLON
No, yo no soy tu padre; no manches con tus labios ese nombre. Tu eres hijo del oprobio.

SAMUEL
¿De quién dice que soy hijo?

BARCHILLON
Que Jehová te maldiga; que todas las plagas de Israel caigan sobre ti, y que sirva tu cuerpo de pasto a los buitres, (contenido y empujado por Manacor, va haciendo mutis a la casa, diciendo:) ¡Maldito, maldito, maldito! (Con la última palabra desaparece y cierra)


ESCENA VIII

Dichos, menos Barchillón.

JENARO
Maldito si lo entiendo.

SAMUEL
Bueno, ¿y de dónde ha sacado usted que este monstruo es mi padre?

JENARO
Hombre, a mí lo que me dijo tu padre.

SAMUEL
¿Qué padre?

JENARO
El otro, el de Madrid, el agónico; mejor dicho, a estas horas el putrefacto.

CONCHA
¡Pobrecillo! Pues a poco te estrangula.

JENARO
Sí, sí; a lo último yo ya te estaba viendo con la lengua fuera.

SAMUEL
Como que no la he sacao porque no creyera que le hacía burla y fuera peor.

CONCHA
Y usted también lo ve que pide socorro, y tan tranquilo.

JENARO
Hombre, yo creí que era el arrebato lógico; figúrate quines años sin verte.

SAMUEL
Pues si vengo a los treinta años me hace harina lacteada.

CONCHA
Sea lo que sea, esto no se hace con un hijo.

MANACOR
(Que se ha ido acercando poco a poco) Es que tú no eres hijo de Samuel Barchilón.

SAMUEL
¡Caray!

CONCHA
¿Qué dice usted?

JENARO
¿Que no es su hijo?

MANACOR
No; la bella Esther le fue infiel, y de aquellos amores adúlteros nació éste. Ya os contaré la historia.

SAMUEL
Bueno, pero yo tendré un padre.

MANACOR
Y más poderoso que Barchilón y más rico que él.

JENARO
¿A que vas a salir ganando en el cambio?

MANACOR
¡Tú eres hijo del rajáh de Baroda!

SAMUEL
|De un rajáh!

JENARO
¡De un rajáh!

CONCHA
¡De un rajáh!

MANACOR
¡De un rajáh!

(Música)

SAMUEL
¡Mi asombro es atroz!
¡Rajáh mi papá!

LOS OTROS
¡Rajáh, rajáh!

SAMUEL
¡Quién lo iba a decir!
¡Yo hijo de un rajáh!
¡Millonario yo,
o multi quizá!
Y al fallecimiento
de mi señor padre,
servidor rajáh. (Ríe)

LOS OTROS
¡Rajáh! ¡ Rajáh!
¡Se ha vuelto loco!
¡Pobre Samuel!
¡Mas loco y todo,
quien fuera él!

SAMUEL
Palacios fastuosos,
jardines prodigiosos
y lagos cristalinos
donde refleje el sol.
Salones de oro y nácar,
tapices y esculturas
y artísticas pinturas
serán de un servidor.

LOS OTROS
Ya lo veras,
de todas esas cosas
dueño serás.

SAMUEL
¡Pues si es así
será una cosa enorme?

LOS OTROS
¡Claro que sí!
Tendrás mil servidores
que te hagan reverencias
y muchas eminencias
se harán lenguas de ti.

SAMUEL
Y esclavas voluptuosas
y bellas del Oriente
irán seguramente
para cantarme allí
trovas cadenciosas
que jamás oí,
con letras preciosas,
una cosa así.

(Simulan tocar !a guitarra)

TODOS
Plim-plim-plim.
Plim-plimplim.

SAMUEL
¡Ay, moreno de boca hechicera,
son tus ojos igual que un veneno!
Déjame que te mire aunque muera.

LOS OTROS
¡Ay, moreno, moreno, moreno!

SAMUEL
¡Di porque eres así,
tan arrebatador!
Di, que ansias de mí,
locura de mi amor.
¡Negro!
¡Mi negro!
Al ver tu boquita me alegro,
y tus ojos claros
que han de ser mi perdición,
y esa tu sonrisa
que me alegra el corazón,

LOS OTROS
¡Chato!
¡Mi chato!
¡No he visto más lindo muchacho!
Verme yo en tus ojos
y morirme de pasión.

SAMUEL
¡Qué felicidad y qué ilusión!

(Para caso de repetición, cámbiese la copla por la siguiente)

SAMUEL
Si tú miras con fuego a las mozas,
las deleitas y las arrebatas,
y así luego en la cara las rozas.

LOS OTROS
¡Ay, las matas, las matas, las matas!

(Hablado sobre la música)

JENARO
Ven aquí, heredero del trono de Baroda.

SAMUEL
Pero ¿ha visto usted qué cosas suceden en ese mundo? Yo, creyendo que ese tío salvaje era mi padre, y ahora resulta que es un rajáh indio.

MANACOR
Y con el tiempo el rajáh lo serás tú.

CONCHA
¡Ay, Samuel, tú rajáh!

SAMUEL
¡Quién me lo iba a decir! ¿Verdad?

JENARO
Pues y a mí, ¿quién me iba a decir que una hija mía iba a ser rajadesa? ¿De modo que tú estás seguro que éste es hijo?...

MANACOR
De Jamar-Jalea, rajáh de Baroda. Tan seguro como el sol sale por Oriente. Y más puedo asegurarte: sé que tu padre, en cuantas cartas escribió a tu madre, le hablaba del inmenso cariño que sentía por ti; por ese hijo, decía, a quien nunca podré dar un beso.

JENARO
¿De modo que tú crees que lo recibirá con los brazos abiertos?

MANACOR
Y con lágrimas en los ojos.

JENARO
Pues no divaguemos y a Baroda, que el cariño paternal te reclama.


ESCENA IX

Dichos; foro derecha, Mercaderes 1° y 2°, cargados con telas, cajas, etc. Poco después, por la tienda, Ataliar y Manasés; éste último es el dueño de la tienda, que saca una cuenta en la mano.

MERCADER l º
Aquí están todos los encargos que adquiristeis en el Bazar Israelita.

JENARO
(Asustado de ver tantos bultos) Está bien; dejadlos ahí.

(Dejan los bultos y hacen mutis)

ATALIAR
Aquél, que es mi amo, le pagará.

MANASES
Está bien, (A Jenaro) Señor, la cuenta del criado.

JENARO
A ver. (Lee) Dos raciones de lomo de cerdo. Dos ídem de lomo de cordero. Otras dos de lomo de vaca. Seis pasteles de la Arabia, un pan de dos libras, dos botellas de vino y un puro.

MANASES
Total...

JENARO
Un cólico, (A Ataliar) Te has hinchado de lomo. ¿Te habrá desaparecido la flaqueza?

ATALIAR
Del todo, señor.

JENARO
Menos mal. Ahí va; la vuelta para ti.

MANASES
Gracias, pródigo. (Entra en la tienda)

JENARO
Yo creo que me saldría más barato mantener una casa de fieras, (A Ataliar) Pues anda, vé cogiendo todos esos bultos, que nos marchamos.

ATALIAR
Señor...

JENARO
(Asustado) ¿Qué te pasa?

ATALIAR
Nada, que me va a ser imposible andar, y esos todos esos bultos mucho menos.

CONCHA
¡¡Pero qué dice!!

ATALIAR
Que hasta dentro de dos horas no hay que contar conmigo.

JENARO
Esto es para disparar metralla. (Resignado) Bueno, pues andad, coged vosotros vuestras
compras.

SAMUEL
Recontra, con el criadito. (Cogiendo la mitad)

CONCHA
Sí que ha sido una adquisición, (Carga con otros bultos)

JENARO
(Cargando con otros) ¿Estamos listos?

CONCHA y SAMUEL
Estamos.

JENARO
(A Ataliar) Pues anda, síguenos.

ATALIAR
(Suplicante) Señor.

JENARO
¿Qué pasa?

ATALIAR
Que no puedo moverme; soy un plomo, y si mi señor quisiera podría alquilarme un burro.

JENARO
(Desesperado) Sí, hombre, sí. (Al foro izquierda) Tú, burrero, trae un burro y que se monte este inválido.

(De la izquierda sale un Moro con un burro chiquitín en el que monta Ataliar)

JENARO
¿Qué, vas bien?

ATALIAR
No. El lomo de este animal no me gusta.

JENARO
¡Será embustero! ¡Pues no dice que no le gusta el lomo! Anda, arréale.

SAMUEL
¿Vamos?

CONCHA
¿Vamos?

JENARO
(Al público, indicando a Ataliar) Lo que Se dice una ganga.

(Marchan hacia la izquierda. Al mismo tiempo fuerte en la orquesta, y se oye por la derecha a Manacor que va recordando su canción)

MANACOR
(Dentro)
Beber quisiera yo en ellos
el secreto de tu amor,
etc., etc.

(El telón va cayendo lentamente)


FIN DEL ACTO PRIMERO


ACTO SEGUNDO

Salón del trono de un palacio en la India. Foro a gusto del pintor, pero procurando que sea urja galería abierta por la que se vea la ciudad iluminada por los rayos del sol. Lateral derecha cajas libres: segunda izquierda el trono, un poco sesgado para que se domine bien de todo el público. Primer término puerta que conduce a las otras habitaciones, lodos los demás detalles a gusto del pintor.


ESCENA PRIMERA

Jamar-Jalea, Jubea, Holcar, Kazil. Coro general, Guerreros, Dignatarios, músicos y cuerpo de baile. Al levantarse el telón están en escena Kazil y Holcar, viejos dignatarios. Por el foro, lejos y a media voz que irá creciendo se oye al Coro general que canta.

(Música)

CORO
(Dentro)
Que reine muchos años,
feliz por siempre sea
el príncipe de príncipes
el gran Jamar-Jalea.
Guerrero poderoso
y sabio y justiciero,
sus dotes y virtudes
admira el pueblo entero.
¡Honores y riquezas
al príncipe escogido
y que de Brahma sea
por siempre protegido!

(Recitado dentro de la música)

KAZIL
Ya llega la comitiva y con ella nuestro amado príncipe el gran Jamar-Jalea.

HOLCAR
De la gran Pagoda vienen de dar gracias a Jagarnath, el Dios bueno, por cumplirse hoy doce años de su advenimiento al trono.

KAZIL
(Yendo al foro) Plañideras, brahmanes, guerreros,
músicos, todos vienen.

HOLCAR
Jamar-Jalea y su esposa se apean de los elefantes.

KAZIL
¡Gran día es hoy en Baroda!

(Más fuerte la orquesta: al compás de la música entran en escena y se van colocando para formar cuadro: Guerreros, Dignatarios, después Jamar-Jalea y la princesa Jubea en palanquines, la guardia india, la música y el cuerpo de baile. Acabado el desfile y ya en el trono Jamar-Jalea y su esposa)

JAMAR
Gracias os doy a todos!
|Que Jagarnath os bendiga!
y concluya esta fiesta
con nuestra danza india.

(Gran bailable. Cuiden los Directores este baile)

(Hablado)

JAMAR
Gracias doy a Brahma por sus bondades y a vosotros mis leales súbditos también os las doy: no olvidéis que aunque feudatario de la gran Inglaterra, llevo en mis venas sangre de los Tamérlides, dinastía tan antigua como la india misma.

JUBEA
(Con acento varonil y duro) Como yo.

JAMAR
La mira con algo de repugnancia y resignado continúa) Que he cazado en la selva de Perawa la pantera negra.

JUBEA
(Idem) Como yo.

JAMAR
(La vuelve a mirar del mismo modo y continúa) Y que de niño aprendí a jugar el lazo, el  terrible lazo que mata.

JUBEA
Como yo.

JAMAR
Por último, en todas las ocasiones he demostrado que soy un hombre.

JUBEA
Como yo... (Rectificando en seguro) Como yo, una mujer digna de tan gran príncipe.

KAZIL
Señor, todas las venturas parecen pocas a tus humildes súbditos para que de ellas goces, pero autorízame para hacerte una suplica.

JAMAR
Kazil, fuiste mi preceptor cuando aún no pensaba ocupar el trono, tú me acompañaste a recorrer, el Asia, el Africa, la Europa; has sido y eres mi mejor consejero y amigo, por lo tanto... (Va a autorizarle para hablar, pero se detiene y dice a jubea) ¿Te parece que debo autorizarle para que hable?

JUBEA
(Despóticamente) Que hable, pero que sea breve.

JAMAR
Ya lo oyes: sé breve.

KAZIL
Señor, hoy se cumplen doce años que ocupas el trono y con tal motivo, en tu reino todo es regocijo y alegría, pero más aún lo será si te acuerdas de ser clemente. Señor, que Bowanhia, diosa del odio y Siva, Dios del mal, no logren que se oficie en día tan señalado en sus altares. Perdona a los que van a sufrir hoy tomento porque se permitieron blasfemar de Jagarnath el dios poderoso.

HOLCAR
Perdónalos, Jamar Jalea, príncipe poderoso.

JAMAR
Es una idea magnífica: yo recuerdo haber leído, no sé en dónde, que la clemencia es el mejor adorno de los príncipes: desde luego los perdono.

JUBEA
(Con rabia) ¡Nunca! ¡Perdonar a los blasfemos de Jagarnath el gran dios! ¿Y eres tú el que lleva sangre de los Tamérlides?

JAMAR
Pero, mujer, considera que...

JUBEA
He dicho que no y no.

JAMAR
(A todos) Bueno, pues ya lo habéis oído: no los perdono.

KAZIL
(Aparte a Holcar) Lo de siempre, no hay más voluntad que la de Jubea.

HOLCAR
(Idem) El rajah no es rajah: es un juguete de su mujer.

KAZIL
(Idem) La tiene un miedo mortal.

HOLCAR
Lo que más teme en el mundo.

JUBEA
(Secamente a Jamar) Da por terminada la ceremonia y vamos.

JAMAR
Cada cual a su puesto; y tú, Kazil, y tú, Holcar, venid conmigo.

(Bis en la orquesta. Coro, músicos, etc., etc., hacen mutis por diferentes sitios. Jamar da la mano a Jubea y seguido de Kazil y de Holcar hace mutis por la primera izquierda)


ESCENA II

Samid, ayuda de cámara de palacio. Concha, Jenaro y Samuelito. Estos dos últimos visten lo mismo pero sin fez indio. Jenaro desde luego con la guitarra.

SAMID
Repito que es inútil: porque no digáis le pasaré la carta del cónsul, pero dudo mucho que os conceda audiencia.

JENARO
¿Pues qué pasa?

SAMID
Que hoy se cumplen doce años que se sentó en el trono Jamar-Jalea de la dinastía de los Tamérlides, a las quince horas, veinticuatro minutos y treinta segundos, meridiano Calcuta, por muerte de su padre Sabi-Jalea, ocurrida dos días antes, a las veintitrés horas diez minutos y catorce segundos del susodicho meridiano.

SAMUEL
Este tío es un almanaque de pared.

JENARO
¿Conque sí, eh? Bueno, pues dame esa carta y pásale esta otra y yo te juro que ahora son (Mirando el reloj) las once horas, seis minutos y catorce segundos meridiano Canseco; bueno, pues si a las once y cuarto no está su india majestad bailando un tango argentino, es que no ha llegado aquí todavía esa voluptuosidad americana.

SAMID
Puesto que tienes tal seguridad, voy a pasársela.

JENARO
Menudo abrazo te va a dar.

SAMID
Esperad aquí. (Mutis izquierda)


ESCENA III

Dichos menos Samid.

CONCHA
¿Pero qué le dice usted en la carta?

JENARO
Todo: como yo me sospechaba que nos pondrían algún inconveniente para verlo, de repuesto me traje esa misiva en la que le digo lo de lúbrica: «Me alegraré que al recibo de esta se halle bien en compañía de los suyos, etc., etc., yo bien a Dios gracias, etc. La presente tiene por objeto... » y le largo que vengo con su hijo; que está deseando caer en sus brazos, evoco la memoria de tu pobre madre y nada más.

CONCHA
Ah, pues nos recibirá en seguida.

JENARO
¡Figúrate!

SAMUEL
Y a todo esto, se ha fijao usté qué choza tiene mi señor padre.

JENARO
¡Una bohardilla de treinta reales!

CONCHA
(Admirada) ¡Parece un palacio de Aladino!

JENARO
Pues todo esto es vuestro, mejor dicho, lo será dentro de poco, porque me he enterao está muy enfermo.

CONCHA
Lo importante es que acabemos de ir de acá para allá y que se acaben los sinsabores.

JENARO
Y que no han sido pocos; pues si me llego a fiar de éste, (Por Samuel) a estas horas estamos en el golfo de Guinea.

SAMUEL
¿De mí? ¿Yo qué culpa tengo?

JENARO
Que te dije que marcases la ruta porque como yo te había oído decir en Madrid que habías estado varias veces en la India!

SAMUEL
Y he estado: pero en la de la calle de la Montera.

JENARO
Te daba así.


ESCENA IV

Dichos, Jubea, que sale hecha una furia con una carta en la mano. Detrás Samid.

JUBEA
¡Qué vergüenza! ¡Qué humillación! ¡Qué escándalo!

SAMID
Perdonad, señora, pero esa carta era para, el rajah.

JUBEA
¿Es que acaso ignoras que todas las cartas del rajah tienen que pasar antes por mis manos?

SAMID
¡Princesa!...

JUBEA
Basta: ¿Son esos, verdad? (Por Jenaro, concha y Samuel)

SAMID
Esos son.

JUBEA
Que esperen en esa habitación, (Por la derecha) y dile al rajáh que le aguardo. (Figura que sigue leyendo la carta con ademán de ira)

SAMID
(A Jenaro y los otros) Pasen aquí: el rajah no tardará en venir.

JENARO
¿Veis como nos recibe? (Entran. Samid cruza y hace mutis por la izquierda)


ESCENA V

Jubea. Después, Jamar-Jalea, Kazil y Samid.

JUBEA
(Estrujando la carta) ¡Ah, Jamar-Jalea, con que me has engañado! Me juraste el día de nuestra boda que llegabas a mí puro como el aliento de la diosa Kali... Pues como sea verdad, teme mi venganza.

JAMAR
(Saliendo seguido de Kazil y Samid) ¿Me llamabas, bambú tropical?

JUBEA
Sí, pero no te acerques...

JAMAR
Pero...

JUBEA
(Con más furia) Retírate, (A Samid) Toma, alárgale esa carta, léela y contesta. (Kazil coge la carta y se la entrega a Jamar. Mientras este la lee, Jubea se dirigirá al foro despreciativamente)

JAMAR
(Al leer la carta da un gran suspiro) ¡Ah! ¡él! ¡Por fin! ¡quince años! ¡Brahma poderoso! Kazil.

(Llamándole)

KAZIL
Señor.

JAMAR
(En voz baja y con alegría reconcentrada) ¡Mi hijo! Aquel niño de la hebrea de Alepo...

KAZIL
Disimula, señor, Jubea nos mira.

JAMAR
(Con pena y rabia) ¡Y no poder estrecharle entre mis brazos! ¡Hijo de mi alma!

JUBEA
(Avanzando) ¿Qué contestas?

JAMAR
(Dominándose) Que esto es una calumnia vil, una impostura. Tú ya sabes que yo no conocí los divinos secretos del amor hasta que me uní a ti, caña del Ganges.

JUBEA
¿De modo que tú afirmas que es una impostura?

JAMAR
Esa es la palabra. (Aparte) ¡Perdóname, pedazo de mi alma!

JUBEA
Pues bien, tú mismo vas a contestarle al autor de esa carta.

JAMAR
¿Pero está aquí?

JUBEA
En esa estancia.

JAMAR
¿En esa estancia el autor de esta carta? Pues bien, que salga.

JUBEA
¡Bravo!

JAMAR
Que salga el autor; que me va a oír.

JUBEA
(A Samid) Ya lo oyes: dile a esos europeos que se presenten.

JAMAR
(Con ansiedad) ¿Pero hay más de uno?

JUBEA
El de la carta, una mujer y un joven.

JAMAR
(Sin poder contenerse) Mi hi... Mi hi...

JUBEA
¿Qué te pasa?

JAMAR
(Enmendando) ¡Miserables! No, que no salgan; no quiero verles, (a Kazil) La voz de la sangre me delataría.

KAZIL
Domínate, señor.

JUBEA
(Imperiosa) Que Salgan. (Samid obedece)

JAMAR
¡Dame fuerzas, Visnu!


ESCENA VI

Dichos, Jenaro, Concha y Samuelito.

SAMID
(Señalando al grupo de Jamar y Kazil) Allí tienes al rajah.

JENARO
(Adelanta y hace una reverencia a Kazil) ¡Gran Jamar-Jalea!

KAZIL
El rajah es éste.

JENARO
(Aparte) Me he colao. (A Jamar) Gran señor, soy tu siervo.

JAMAR
¿De modo que tú eres el autor de esta carta?

JENARO
El mismo. (Aparta a Samuel) Vete preparando para el grito.

JAMAR
¿Tú eres el que afirmas que me traes un fruto de bendición que tuve en Alepo?

JENARO
Ahí le duele: servidor es el encargado del fruto. (Aparte a Samuel) Adelántate un poco para que se fije.

(Samuel se adelanta)

JAMAR
(Aparte a Kazil) ¡Oh, Kazil! ¡Mírale: rubio como su madre! ¡Rubio como yo!...

KAZIL
Tú eres moreno.

JAMAR
(Continuando,) ¡Como yo me lo figuraba! ¡Y tener que!...

JUBEA
(Imperiosa) Vamos, termina.

JAMAR
(Dominándose) Pues bien, sólo una palabra acude a mis labios.

JENARO
(Sin dejarle hablar) No la digas, la adivino: (A Samuel) ¡Anda con él!

SAMUEL
Padre de mi al...

JAMAR
(Dándole un grito) ¡Miserables! ¡Impostores!

SAMUEL
(Corriendo a refugiarse detrás de Concha) ¡Otra vez lo mismo!

CONCHA
¿Pero qué es esto?

JENARO
Pero señor de Jalea.

JAMAR
Impostores, sí. ¿Quién os ha encargado que lleguéis hasta aquí con esa calumnia?

JENARO
(Sin poder contenerse) Oiga usté, que a mí no me ha encargado nadie de calumnias, ¡ea! Que ya estoy harto de lo que me sucede con este niño, que más que judío parece sevillano; en todas partes me lo rechazan.

JAMAR
Calla, o mandaré que te quemen la lengua.

JENARO
¿Pero qué culpa tengo yo de que le gustase a usté la señora de Barchilón?

JAMAR
(Asustado, a Jubea) Mentira, todo mentira. No lo creas; ese hombre está loco...

JUBEA
Basta. No demos escándalos.

JAMAR
Te juro que son unos falsarios.

JUBEA
Y yo te creo, porque de no ser así... (Suena un gong dentro) La hora de hacer mis ofrendas a la diosa Kali. Acompáñame.

JAMAR
Sólo por unos momentos, perqué voy a disponer lo que se hace con esos bandidos, (A Kazil y a Samid) Seguidme.

(Vanse foro izquierda)


ESCENA VII

Concha, Samuel y Jenaro.

CONCHA
Bueno, ¿qué hacemos?

JENARO
(Desesperado) Esto es para abrirme una arteria...

CONCHA
No tanto.

JENARO
¡Nada más que para ver cómo tiene uno la sangre! ¡Que la debe tener negra!

CONCHA
Pues hay que tomar una resolución.

SAMUEL
Por mí la que quieran: todo menos ir en busca de otro padre, porque yo no voy. A mí me llaman ustedes hijo de la fatalidad o de la desdicha o de la jefatura...

JENARO
¿Pero qué dices?

SAMUEL
De eso que tiene mala pata.

JENARO
De la jefatura.

SAMUEL
Pues de eso; porque ya estoy harto de tener el corazón en vilo y los brazos abiertos para que me vituperen, me improperien y me acardenalen.

JENARO
De todo esto tiene la culpa tu madre... Sí, no me mires así, tu madre; que no es ofenderla, pero tu madre debió dejar claro lo de tu padre, para que tú no te vieras en la dura necesidad de criticar a tu madre y de andar buscando a tu padre, pasando por el bochorno de oír a uno que crees que es tu padre decir que no es tu padre, teniendo la completa seguridad de que por ahí anda tu padre.

SAMUEL
¡Mi madre!

JENARO
Tu padre. De todo lo cual se deduce que tu madre no se portó como una madre.

SAMUEL
Pero es mi madre, y yo no debo criticarla por ser mi madre.

CONCHA
Es verdad, padre.

JENARO
Como os dé la gana: lo único que os digo es que el conflicto es más desairao que el casco de un guardia. Este Jamar-Jalea no te reconoce, y de capital nos quedan unas cuarenta pesetas moneda india, que al tipo que está aquí el cambio, no tenemos ni para ir al cine; de modo que no nos queda más solución que ponernos a tocar la guitarra a la puerta de una pagoda.

CONCHA
¡Sí que es fatalidad!


ESCENA VIII

Dichos y Jamar por foro izquierda.

JAMAR
(Al público) Mientras Jubea queda haciendo sus ofrendas a la diosa tengo tiempo de... (Llevándose la mano al corazón) No puedo, no puedo contener los latidos de mi corazón.

CONCHA y SAMUEL
¡El rajáh!

JENARO
Este nos echa a patás.

JAMAR
(Aparte) No sé si al estrecharle entre mis brazos moriré de alegría, porque tengo un nudo en la garganta. (Se dirige a Samuel con los brazos abiertos) Hij... hij...

SAMUEL
(Corre por la escena) ¡Que me mata!

CONCHA
¡Socorro!

JAMAR
¡No, no gritar, por Brahma poderoso! Y tú no corras. Ven, ven, que quiero darte con toda mi alma...

SAMUEL
Sujetadle, que me va a dar con toda su alma.

JAMAR
Sí, quiero darte con toda mi alma un abrazó. (Le coge) ¡Hijo de mi vida!

JENARO
¿Eh?

CONCHA
¿Qué dice?

JAMAR
(Besándole) ¡Hijo de mis entrañas! ¡Hijo de mi corazón!

JENARO
¡Caracoles!

JAMAR
¡Qué inmenso gozo! ¡Qué suprema alegría!

SAMUEL
¡Qué raro! ¡No me pega!

JAMAR
¡Pobre Esther! ¡Cuánto habrá sufrido! ¡Oh, Jamar, mi Jamarito! (Acariciándole)

SAMUEL
Samuelito, dirá usted.

JAMAR
¿Cómo? ¿No te llamas Jamar? Yo encargué a tu madre que te pusiera mi nombre.

JENARO
(Aparte) ¡Adiós! ¿A que se va a desarreglar otra vez? (Alto) No, verá usté. La madre de éste les dijo a los padrinos: «Ponerle Jamar.» Pero el padre... bueno, el marido de la madre se indignó mucho y dijo: «¿Jamar? ¡Jamás!»

JAMAR
¡Ah, qué horror! ¿Pero el esposo de Esther acaso sospechaba?...

CONCHA
(Padre, que lo va usted a echara perder)

JENARO
No, le diré a usted. Tenía su poquito de mosca detrás del auricular, pero...

CONCHA
(Aparte) Padre, que...

JENARO
Pero de eso ya hablaremos después, aparte de que aquí le entrego esta confesión del judío David, y ella le pondrá en antecedentes...

JAMAR
(Cogiendo los papeles) Sí, dices bien.

JENARO
Ahora lo importante es que lo tiene usted en sus brazos, ¡Con las ganas que tenía el pobrecito de darle a usted un beso!

JAMAR
(Con alegría) ¿De veras?

JENARO
Hay que ver la matraca que nos ha dado durante el viaje. ¿Dónde está mi padre? ¡Yo quiero ver a mi padre!

JAMAR
¡Hijo de mi alma!

JENARO
Y ahora permítame usté. (Le da la guitarra) Gracias a Dios que me la descuelgo; me había hecho callo en la sangría.

JAMAR
¿Qué es esto?

SAMUEL
Un presente.

CONCHA
Un modesto regalo.

JAMAR
¿Español?

JENARO
Madrileña, de la tierra donde se ha educado este charrán: la toca usté y suena a chulos, a celos y a púnalas.

JAMAR
¡Ah, quién supiese tocarla!

CONCHA
Yo misma.

JAMAR
¿Tú?

JENARO
Sí, señor, ella. Y además le va a cantar a usté una canción española, que la canta en una pagoda y la aplauden las esfinges.

JAMAR
(Dándole la guitarra) Canta ya.

(Concha se sienta en una banqueta frente al público, toca y canta)

(Música)

CONCHA
De España vengo.
¡Soy española!
En mis ojos me traigo luz de su cielo
y en mi cuerpo la gracia de la manola.
De España vengo,
de España soy,
y mi cara serrana va pregonando,
que he nacido en España por donde voy.
A mí lo madrileño
me vuelve loca,
y cuando yo me arranco
con una copla,
al acento gitano
de mi canción
toman vida las flores
de mi mantón.
Campana de la torre
de Maravillas,
si es que tocas a fuego
toca de prisa.
Mira que ardo
por culpa de unos ojos
que me han mirao.
Por culpa de unos ojos
madre, me muero,
por culpa de unos ojos
nebros, muy negros,
que los tengo metíos
dentro del alma
y que son los ojazos
de mi gitana.
Muriendo estoy, mi vida,
por tu desvío.
Te quiero y no me quieres,
gitano mío.
¡Mira qué pena,
verme así despreciada
siendo morena.
De España vengo,
de España soy,
etc., etc.

(Hablado)

JAMAR
Bonita canción.

CONCHA
¿Le ha gustado a usté?

JAMAR
Muchísimo. Y vosotros ¿no sabéis ninguna otra?

JENARO
¿Nosotros?

JAMAR
Sí, me gustaría oíros algo.

JENARO
Pues si es su gusto...

SAMUEL
(Aparte) ¿Pero qué le vamos a cantar?

JENARO
Aquella canción de salida que cantaban en el Chantecler las Hermanas Catafalco.

SAMUEL
Un poco fúnebre me parece.

JENARO
Ya lo arreglaremos. Lo importante es que este tío se quede encantao de nosotros. Con que fíjese usté que va usté a ver materialmente a dos chanteuses españoles. Tú, coge ese tapiz.

(Samuel coge un tapiz y se lo coloca y Jenaro otro)

(Música)

(Cuiden los Directores de poner cómicamente y bien este número)

LOS DOS
¡Arza y olé!
Soy el rayo de luna más triste
que ha visto usté.
¡Olé y olá!
cuando alumbro las fosas y nichos
qué gusto da.
Soy un rayito de luna
que da luz a un sementerio
donde reposa mi padre,
y mi tío Desiderio
y mi pobrecita mare,
y un primo la mar de serio,
y una hermanita
bastante mona
que se murió
porque al cogerla
la comadrona
la espachurró

(Con aire flamenco y triste)

Sementerio, sementerio.
siempre solo, siempre serio,
si no fuera por el rayo
de lunita que te alumbra,
¡qué sería de tus fosas,
qué sería de tus tumbas!
¡Ay, qué tumbas!
Pobrecitos cadáveres
sin hablar una palabra
y por toda distracción
bailan la danza macabra.

(Bailan cómicamente la danza. Este número se interpretará imitando en todo a las malas cupletistas)

(Hablado)

JAMAR
(Entusiasmado) ¡Muy bien! ¡Muy bien! Bailáis mejor que danzarinas del fuego. Sobre todo tú. (Por Samuel) ¡Oh, qué guapo eres! Como ella, como la pobre Esther. Déjame que te bese, así, (Le besa) así. (Idem)

JENARO
Se va a volver loco de alegría.

CONCHA
¿Pero por qué este hombre lo trataría antes tan mal?

JENARO
¡Qué sé yo!

JAMAR
Así, entre mis brazos, así. (Muy cariñoso)


ESCENA IX

Dichos, Jubea por foro izquierda seguida de Samid.

JUBEA
¡Qué ven mis ojos!

JAMAR
(Al notar la llegada de Jubea cambia las caricias por golpes) Así, perro, (Pegándole) Así, falsario, así te he de matar.


SAMUEL
¡Que me lisia!

JENARO
¡Caray!

CONCHA
¡Dios mío!

JUBEA
(Adelantándose) Déjale, Jamar. No es necesario que te irrites ni llegues a esos extremos: no eres tú quien ha de castigar a esos falsarios.

JENARO
¿Cómo castigar?

JUBEA
Silencio, sapo de los cienos.

JENARO
¿Qué me ha llamao?

SAMUEL
Sapo de no sé qué.

JUBEA
Samid.

SAMID
Princesa.

JUBEA
Abofetea a ese villano.

JENARO
¿A mí?

SAM1D
De Orden Superior. (Le da una bofetada)

JENARO
¡Qué bestia!

SAMUEL
Como es orden superior...

JENARO
Lo que es superior es la bofetada.

JUBEA
Samid.

SAMID
Princesa.

JUBEA
Dale también al chico.

JAMAR
No le des...

JUBEA
¿Cómo?

JAMAR
No le des flojo, ¿eh? (Aparte y tapándose los oídos) ¡Hijo de mi alma!

(Samid le da otra torta a Samuel)

SAMUEL
¡Qué bruto!

CONCHA
Esto es un atropello, una indignidad.

SAMUEL
Yo me voy a quejar al Cónsul.

JENARO
Ahora no te vayas a quejar.

SAMUEL
Pues no me he de quejar, si me duele mucho.

JUBEA
Y ahora que los lleven, menos a ella, y que !o agradezca al ser mujer, a la pagoda de la diosa Bowanhia y que le ofrenden sus tormentos.

JAMAR
(Aparte) Hijo de mis entrañas, ¡le van a martirizar!

SAMID
Vamos.

JENARO
¿Ah, pero es que encima de los guantazos nos van a molestar más?

SAMID
Os van a someter al tormento.

JENARO
¿A qué tormento?

SAMID
Al del fuego.

JENARO
¿Al del fuego? ¿Sabes que ya me voy yo quemando?

JUBEA
(Llamando) ¡Ah de la guardia! (Salen por foro derecha seis guardias indios) Llevarse a los europeos y que se cumplan mis órdenes.

SAMUEL
¡Ay, don Jenaro, nos van a quemar!

CONCHA
¡Quemar! Eso no lo hace ningún padre.

JENARO
Eso no lo hace más que una salamandra.

SAMID
En marcha.

(Los tres van saliendo rodeados de la guardia)

JUBEA
(Imperativa) ¡Así se castiga a los impostores, así!

JAMAR
(Aparte) Así... te maten.

(Fuerte en la orquesta y telón de cuadro)


MUTACION


CUADRO SEGUNDO

Interior de una pagoda India consagrada al culto de Bowanhia, diosa del odio y de la venganza. En el centro templete con la figura de la diosa. El resto a gusto del pintor, dejando libres por derecha e izquierda las primeras cajas. Es de noche, pero la pagoda debe estar espléndidamente iluminada.


ESCENA PRIMERA

Al alzarse el telón aparecen colocadas artísticamente las Sacerdotisas de la diosa, las Danzarinas del fuego y Mirza, sacerdotisa del culto.

(Música)

(Un baile corto de adoración)

(Hablado)

MIRZA
Que papen los que han de ofrendar sus martirios a Bowhania.


ESCENA II

Dichos, por primera derecha salen Jenaro, Samuel y varios Indios más, la Guardia del cuadro anterior y Samid. Al llegar al centro se detienen. La Guardia forma al fondo Samid Prosternarse ante Mirza, sacerdotisa de la diosa.

JENARO
¿Cómo dices?

SAMID
Que te prosternes.

JENARO
¡Ah, con mucho gusto! Anda, Samuel, arrodíllate y mete la cabeza bajo el ala. (Todos se prosternan)

SAMID
Vais a ofrecer a Bowhania vuestros tormentos; si los sufrís con resignación, Brahma, el Dios bueno, borrará los restos de vuestras culpas.

MIRZA
Levantaos.

(Se levantan)

SAMUEL
Ay, señor Jenaro, esto va a ser horripilante.

JENARO
¿Pero qué es lo que van a hacer por fin con nosotros?

SAMUEL
¡Qué sé yo! Freírnos las manos, freírnos las rodillas, freírnos los hombros.

JENARO
Si, me doy cuenta: un frito variado. Estos tíos son unos salvajes.

SAMUEL
Y ya ve usted por qué delito más nimio; ¿pues qué harán aquí con uno que asesine a su familia?

JENARO
Qué sé yo: como no lo pongan con arroz.

SAMUEL
Yo, por quien lo siento, es por Conchita.

JENARO
¡Pobre hija mía! Cómo lloraba.

MIRZA
Sacerdotisas del odio, danzarinas del fuego, retiradse. (Música. Se retiran fondo derecha) Y vosotros ofrendadle a la diosa los tormentos que vais a sufrir.

(Música)

(Los Indios forman dos filas, frente a frente, dejando, en medio a Samuel y Jenaro)

TODOS
¡Bowhania!
Diosa excelsa del martirio,
yo en tu honor
sacrifico las torturas
y el dolor.
En tu honor, diosa Bowhania,
por mi fe,
resignado los tormentos
sufriré.

JENARO
Ahora a los dos nos toca
ofrendarle el martirio
a la diosa Bowhania,
que es más fea que Picio.

SAMUEL
Pues vamos a ofrendarle
y hagámoslo de prisa.

JENARO
Esto tiene más gracia
que el tubo de la risa.

JENARO
(Dirigiéndose a la diosa)
¡Yo en tu honor!

SAMUEL
(Idem) ¡Yo en tu honor!

Cuplés

SAMUEL
Si esta mano me la tuestan
harán una salvajada

JENARO
Pero cuando esté en su punto
te ofreceré la tostada.

SAMUEL
Si una tibia me dislocan
para ofrecértela a ti.

JENARO
Oh, gran diosa, va a ser tibia
la que voy a armar aquí.

TODOS
(Cogiéndose de las manos y dando vueltas, menos Samuel y Jenaro)
¡Salve! ¡Salve!
Cantemos en rueda.
¡Salve! ¡Salve!

JENARO y SAMUEL
¡Sálvese el que pueda!

TODOS
¡Salve! ¡Salve!
y Kirie eleisón

JENARO y SAMUEL
Este es un remedo
de la Inquisición.

SAMUEL
Cuando un ojo me atraviesen
con un hierro puesto al rojo...

JENARO
Ya puedes buscar dinero
porque va a costarte un ojo.

SAMUEL
Si achicharran mi garganta
le llamo a usté sin tardar.

JENARO
Pero hombre, sin campanilla
cómo me vas a llamar,

TODOS
(Idem) ¡Salve! ¡Salve!
Etc, etc.
(Al final van couplets para repetir)

(Hablado)

MIRZA
Y ahora que Brahma os dé fuerzas; aquí llega el que os ha de aplicar los tormentos.


ESCENA III

Dichos y Mangor, seca un hornillo encendido y dentro varios hierros con sus puños de madera para poder cogerlos; Sale primera derecha.

MANGOR
(Saliendo) ¡Salud!

JENARO
Miá que decir este tío salud y nos va a tener un mes en cama.

MANGOR
(A ellos) ¿Perdonáis el dolor intenso que os voy a causar?

(Los demás menos Jenaro y Samuel, dicen:)

INDIOS
Perdono.

SAMUEL
Señor Jenaro.

JENARO
¿Qué quieres?

SAMUEL
Que si le perdona usted.

JENARO
¿A quién?

SAMUEL
Al del hornillo.

JENARO
Anda y que le maten, y apropósito, oye:
(Llamándole)

MANGOR
¿Qué deseas?

JENARO
¿Dónde nos van a atormentar?

MANGOR
Ahí, en la bóveda roja.

JENARO
¡Caray, qué mareo me da!... (Hace como que se desmaya, y sin querer, mete una mano en el hornillo y da un salto) Bebowhanhia, y cómo quema.

MIRZA
Llegó el momento. Tú, a tu puesto. (Mangor saluda y entra por la izquierda) Tú (A un Indio) el primero, tú (a Jenaro) a continuación, detrás tú (A Samuel) Y Vosotros detrás. (Forman todos una fila)

MANGOR
(Asomando la cabeza) Que pase el primero.

JENARO
Parece que vamos a sacar la cédula.
(El Indio colocado en primer lugar entra)

SAMUEL
¡Ay, señor Jenaro, que le va a tocar a usted
en seguida!

JENARO
Yo creí que era cosa de juego, pero me va a tocar.

(Se oye dentro al Indio que grita:)

INDIO 1 º
(Dentro) ¡Ay! ¡Ay!

JENARO
¡Caray!

SAMUEL
¡Caray!

INDIO 1 º
(Dentro) ¡Madre mía!

(Jenaro y Samuel empiezan a bailar de nerviosos. Esta situación queda a cargo de los actores)

SAMUEL
¿Ha oído usted?...

(La voz del Indio grita:)

INDIO 1 º
¡Brama! ¡Brama!

SAMUEL
¡Virgen Santa!

JENARO
¡Cómo brama!

SAMUEL
Ya parece que no se oye... se habrá desmayado; ahora entra usted.

JENARO
Yo... (Se va a la cola)

SAMID
¿Dónde vas?...

JENARO
Aquí, a hablar con este amigo.

SAMID
Estás el primero para el tormento.

JENARO
Ya lo sé, pero es que hacía mucho tiempo que no nos veíamos, y... Es un segundo.

SAMID
Pues habla y a tu puesto.

JENARO
(Al indio) Hola.

INDIO 2 º
No te conozco.

JENARO
¿Que no me conoces? (Disimula, hombre)

INDIO 2 º
Repito que no te conozco.

JENARO
Pues me vas a conocer.

INDIO 2 º
Eso es otra cosa.

JENARO
Me vas a conocer porque te voy a dar una bofetada por bruto, que te voy a mandar...

SAMUEL
(Que se ha mezclado en la fila, hablando con otro Indio) Pero, hombre, ¿no me conoces?

SAMID
Vamos, a vuestros puestos.

SAMUEL
¿Pero ha visto usted qué malos fisonomistas son en este pueblo? (Se dirigen a su sitio)

MANGOR
(Asomando la cabeza) ¡Otro!

JENARO
(Desmayándose en brazos de Samuel) ¡Mi madre!

SAMID
¿Qué le pasa?

SAMUEL
Que se ha desvanecido.

SAMID
Pues como no hay tiempo que perder, entra tú.

SAMUEL
(Desmayándose en brazos de Samid) ¡Mi abuela!

MIRZA
(Acercándose) Pero, ¿qué les ocurre?

SAMID
No sé; están como muertos.

MIRZA
(Llamándoles) ¡Sentenciados! ¡Sentenciados!

SAMUEL
No oyen ni un cañonazo y además han perdido el habla.

CONCHA
(Dentro) ¡Padre! ¡Samuel!

LOS DOS
(Levantándose) ¿Quién llama?


ESCENA IV

Dichos, Jamar-Jalea, Kazil, éste saca en la mano los papeles que Jenaro entregó a Jamar en el cuadro anterior, y Concha por la primera izquierda, Sacerdotisas y todo el acompañamiento del Rajan.

SAMUEL
(Que lo ve llegar) ¡El Rajáh!

CONCHA
(Yéndose hacia ellos y abrazándoles)" ¡Padre! ¡Samuel!

JENARO
¿Pero qué pasa, a qué se debe esta visita?

JAMAR
Escucha, europeo: ese niño no es hijo mío.

JENARO
¡Tampoco!

KAZIL
La declaración del judío David nos lo ha aclarado. El creyó que el niño que robaba era el hijo de Esther y no fue así, porque yo sé que ella para librarlo dé la venganza de su marido, si algún día llegaba a conocer la verdad, hizo que sus amigas lo cambiasen por el que precisamente tuvo el mismo día una servidora suya. De este modo el niño de la criada es el verdadero hijo de Esther y de mi señor, y tú.
.
JENARO
Basta: ¡hijo de una frega platos!

SAMUEL
¡Pues si que me he buscao un porvenir!

JAMAR
Podéis marchar cuando queráis.

JENARO
¡Marchar! ¿Hay aquí asilos?

CONCHA
¿Pero qué dice usted, padre?

JENARO
Que como no nos recoja la caridad ídiga, no sé cómo nos vamos a ir.

JAMAR
(Por Kazil) Este os facilitará el dinero para el viaje, pero nada más que lo estrictamente necesario; ya en vuestra tierra... (Vase)

JENARO
En nuestra tierra, ¿sin librería, sin puesto?

CONCHA
No se apure usted, padre; nosotros trabajaremos.

SAMUEL
Y luego, con el apoyo de mi padre...

JENARO
¿De qué padre?

SAMUEL
De usted, que por lo visto es el único padre que me queda.

JENARO
¿Yo? Yo qué voy a ser tu padre, so sinvergüenza, y no me nombres al autor de tus días porque te meto ahí en la bóveda roja.

CONCHA
Bueno, a Madrid, que en Madrid ya veremos cómo salimos.

JENARO
¡Ah!, oiga usted, señor Kazil.

KAZIL
¿Qué quieres?

JENARO
Una vez que somos libres, ¿se me permite una pequeña satisfacción?

KAZIL
Lo que quieras.

JENARO
(Por señas llama, a Samid y cuando está a su lado le propina una sonora bofetada) Ya estoy tranquilo.

CONCHA
A España.

JENARO
(Al público)
¡Qué odisea, Jesús mío!
y para encontrarme así:
sin dos reales, hecho un lío,
con un siervo vago y
con este niño judío.

(Música y telón)


FIN DE LA OBRA


COUPLETS PARA REPETIR

A mi cuando me traían
me han dado veinte capones.
Pues a mí más de cuarenta
me dieron estos ladrones.
Tanto capón me parece
que es una barbaridad.
Puede ser que aquí en la India
estemos en Navidad.

Si el verdugo en el tormento
esta pierna me hace cisco.
Pues lo vendes al momento
y en seguida te haces rico.
Pero si cojo me dejan
me voy a desfigurar.
No te importe, porque cojo
puedes hasta gobernar.

Se están poniendo las cosas
para comprar escopetas.
Anteayer, por un repollo,
me han pedido mil pesetas.
Haciendo ¡pum! por las calles
la cuestión resolverán.
Haciendo ¡pum!, nada de eso,
que lo que hay que hacer es ¡pan!

Aquí tienen la costumbre
de machacar la barriga.
Pues eso es una barbarie
que lo diga quien lo diga.
Si la barriga me duele
va ha ser una compasión.
Antes que te duela, toma
una determinación.

Si en la mano me pusieran
encendidos los carbones.
No volvías en tu vida
a tener más sabañones.
Si en un horno me sentaran
¡qué suplicio más brutal!
Pues si en el horno te sientan...
te haces uno de cristal.

Si me queman las narices
me van a hacer mucho daño.
Si te queman las narices
no estornudas en un año.
Como el cuello me lo quemen
qué dolor tan pertinaz.
Pues si te queman el cuello
te pones otro y en paz.

Con mil sacos de judías
vino un barco de la Habana.
Y en alta mar le hizo fuego
una escuadrilla alemana.
Mas pusieron las judías
por delante y por detrás.
Y en seguida contestaron
con mil torpedos o más.

Como estamos en Cuaresma
hay que comer de pescado.
Yo merluza solo como
que siempre me ha entusiasmado.
Pues aunque le choque mucho
yo, bonito, nada más.
Tú, bonito, caracoles,
qué modo de exagerar.


Información obtenida en:
http://archive.org/stream/elniojudozarzuel20910luna#page/n3/mode/2up

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