GOYESCAS
O
LOS MAJOS ENAMORADOS
Opera en un acto y tres
cuadros.
Libreto de Fernando Periquet.
Música de Enrique Granados.
Estrenada el 28 de enero de
1916 en el Metropolitan de Nueva York.
REPARTO (Estreno)
Rosario – Anna Fitziu.
Pepa – Flora Perini.
Fernando – Giovanni
Martinelli.
Paquiro – Giuseppe de Luca.
Los bailarines Rosina Galli y Giuseppe Bonfiglio.
CUADRO PRIMERO
(Frondosa
arboleda. En el fondo la ermita de San Antonio de la Florida. Un merendero a la
derecha. Sol espléndido. Majas y Majos retozan alegremente. Algunas mantean un
pelele. Ellos cortejan desenvueltamente a las hembras. Entre dos Majos
destácase Paquiro. Mucho movimiento en escena. Fernando, oculto a todas las
miradas, pasea impaciente dentro del merendero)
ESCENA PRIMERA
MAJAS
Aquí
como allá,
Madrid
su alegría ardiente
derramando
está. ¡En un tris! ame por
amar...
Que por amar vendrá a dar en pelele
quien
fíe y no vele. Venga cortejo bravo y
gentil...
mas no un zascandil... Si el
Manzanares
y la Florida son nuestra vida, lo
es
también el cariño de un galán que así ¡en
seguida!
corresponda a nuestro afán.
¡Gracejo
sutil, donaire sin par, tan sólo se
pueden
hallar aquí! Que al repartir Dios sus
dones
nos puso a montones la sal en Madrid.
¡En
Madrid! Pero no de ingratas nos tachéis,
que
esa gracia que nos veis y que os hace
suspirar,
¡risa y chiste y desparpajo! sólo a un
majo
hace gozar.
(Al
pelele, manteándole)
¡Salta,
pelele, salta que salta!
MAJAS
(Al
pelele)
¡Salta,
salta! Un hombre así nunca
falta.
Que una manola mejor va sola que
acompañada
por un zascandil. Dicen que el
viento
del Guadarrama da fe a quien ama. Sí
dará,
y a la vista el caso está, pues majas y
majos
son en toda ocasión modelos de
pasión.
Es vano todo ardid que intente
desviar
tal viento de Madrid. ¡Sal y navajas,
flores
y majas son cosas de aquí!
(Al
pelele)
¡Pero
ved!... ¡Poco le falta para que vuele!
¡Salta,
pelele, salta que salta! ¡Siempre el que
amó
cual tú, saltó! Joven o viejo siempre un
cortejo
veré tras mí. Que una hembra encierra
cuanto
en la tierra no es baladí.
MAJOS
¡Oh!
nadie siente como la gente que nace
aquí.
(Refiriéndose
a las Majas)
¡Ved
si esta
cara
de amor consuelo, hallarse puede sino
en
Madrid!... Yo no cambiara ni por el cielo,
hembras
que son así. Sus ojos ¿qué tendrán
que
ofrecen y no dan? Poca alegría el sol
diera
pese a su poder, si entre nosotros no
hubiera
el amor a la mujer. ¡El amor!... ¡No
sé
si fuera de aquí sienten los hombres igual
frenesí!
(Viendo
saltar al pelele)
¡Pelele
fuera
si
yo pudiera! Joven o viejo siempre el
cortejo
vivirá en mí.
MAJOS
(A
las Majas)
Loco
tras ellas voy, que al fin,
ser
un pele poco me duele si afortunado soy.
(A
las Majas)
¿Piensas
en mí? Contesta, di.
¡Pues
bueno fuera que en la Pradera faltase
amor!
No se llamara Florida, si no diera vida
a
esa flor. ¡La más hermosa flor! Campo y
mujeres
son dos placeres, bien claro está.
Mas
las hermosas son peligrosas de sobra ya.
Ante
unos labios mintiendo agravios, jamás
doy
paso atrás.
PAQUIRO
(Piropeando
a las Majas)
Aroma
dais al aire,
flores
de pensil, y admiráis por el donaire,
tan
gentil, que vuestra hacéis toda alma varonil.
Porque
es vuestro perfume, flores de pensil,
tan
sutil, que embriagáis por do vais.
MAJAS
(Volviendo
a Paquiro)
Se
estima tal piropeo y
aun
más, no siendo feo nuestro doncel. ¡Ya
sabe
él que nos complace lo que hace; mas su
amor
es fingido y engañador! Le place el
mariposeo,
volar de flor en flor... Por eso es
mejor
tomarle a chanza, y no sentir el dolor
de
ver muerta una esperanza. Pero se estima
su
favor.
(Oyense
cascabeles de calesas)
¡Que
se sepa che ama a la Pepa, que ya está ahí!
¡Ven,
vuela, Pepa; Paquiro está aquí!
MAJOS
¡Siempre
fue mozo de bureo, mas hoy en
jaleo
no ha entrado con buen pie! Están ellas
hartas
de tal gaché. ¡Ya se ve! Se agradeció el
piropeo
y no logró convencer... ¡Tómalo a
chanza!
Que es lo mejor, por no sufrir el
dolor
de ver muerta una esperanza. ¡Paquiro,
no
juegues con el amor! Que ya la Pepa viene
en
calesa... ¡Pepa, ven ya! ¡Paquiro aquí está!
ESCENA SEGUNDA
Pepa
aparece en calesa por el fondo. Majas y Majos la jalean.
MAJOS
(Al
ver a Pepa bajar del coche)
¡Esa
chiquilla parece en sí llevar más sal
que
la que encierra entero el mar! ¡Más sal!
MAJAS
Nadie
a Pepa la gracia puédele negar.
MAJAS
y MAJOS
¡Olé,
olé!
MAJOS
(Por
Pepa)
¡Vivan
las manolas y que vivan
sus
mamás, que en los Madriles se ven no
más!
(Imitando
el ruido del látigo al chasquear)
¡Chás!...
¡Chás!... ¡Chás!
PEPA
(Avanzando
satisfecha)
Si
reina ya coronada
viniese
hoy, no fuera más aclamada, de lo
que
soy. Al verlos palpito alegremente. Veo a
mis
majos, veo a mi gente.
MAJAS
y MAJOS
Veo
en ti tal arte que sólo al mirarte hay ya
que
adorarte. Cual tú, no hizo Dios ¡ni dos!
MAJAS
En
verdad que hay que admirarte...
PAQUIRO
(Sin
mucho entusiasmo)
Piden
tus ojos esclavitud.
PEPA
Danme
los tuyos vida y salud.
PAQUIRO
(Desdeñoso)
Ya
tienes muchos en pos de ti.
PEPA
Te
amo, Paquiro, con frenesí.
MAJAS
Glorias
y dichas Dios les dé, pues dignos son
de
su pasión. ¡Tal amor no vi jamás!
MAJOS
Son
los dos gallardos; los dos emparejan,
porque
se asemejan. y encanto tal hay en su
amor,
que ahuyenta el mal en derredor.
MAJOS
Son
los dos gallardos; y amar deseo cuando
los
veo. ¡Amar! ¡Amar!
MAJAS
También
él se hace amar.
MAJOS
(A
Paquiro)
¡Con
ella al cielo vas!
(A
Pepa)
¿Quién
no se calla si al sentir tu tralla el
amor
estalla y hasta goce das?
(Imitando
el ruido del látigo al chasquear)
¡Chás!
¡chás!
¡chás!
¡Vivan las manolas y que vivan sus
mamás,
que en los Madriles se ven no más!
MAJOS
¿Quién
no calla, si tú das? ¡Chás! ¡chás!
¡chás!
MAJAS
Mas
el caso es que si son ellos dichosos, no
lo
somos las demás.
MAJAS
¡Por
qué sois tan sosos como nunca otros
majos
vi jamás!
MAJOS
(Viendo
llegar a Rosario en litera con lacayos)
Mas
callad ya, y ved quién llega acá.
PAQUIRO
¡Es
Rosario! ¡Un ensueño de mujer! ¡La más
bella
que alcancé yo a ver! ¡Tan bella, que
bien
podría decir ella que entre las bellas
descuella!
MAJAS
y MAJOS
(Con
misterio, observando a Rosario)
¡La
duquesa famosa en amor! ¿A qué vendrá?
¿A
quién buscará? ¿Qué querrá? ¡A alguien
aguarda
que tarda! ¿A quién buscará?
ESCENA TERCERA
Rosario
se apea de la litera y avanza buscando a Fernando, a quien no ve. El sí la
vede, y la observa. Rosario muéstrase contrariada ante el gentío. Paquiro acude
caballeroso a ella. Pepa, Majas y Majos observan la escena, sorprendidos. Los
lacayos desaparecen con la litera.
ROSARIO
(Aparte,
buscando a Fernando)
El
sitio y la
hora
son; pero él no vino a mí...
PAQUIRO
(Aparte
buscando también en vano)
¿A
quién
busca,
que no vi?
ROSARIO
(Aparte,
con temor)
Siento
sin él vago recelo...
PAQUIRO
(A
Rosario, caballeroso e insinuante)
¿Recuerdas
aquel baile de candil? ¿Por qué a
él
no vuelves hoy, gentil?
FERNANDO
(Aparte,
al oír lo que dice Paquiro)
¡Ay
de mí, si me envuelve la traición!
(Preséntase
ante Rosario)
PAQUIRO
(Aparte,
sorprendido al ver a Fernando)
¡La
esperaba el capitán!
ROSARIO
(Acogiéndose
amorosa a Fernando)
¿Dónde
estabas tú, mi cielo?
FERNANDO
Temiendo
entre sonrojos que este torero
fuese
a tus ojos galán.
ROSARIO
Mira,
Fernando, no seas conmigo cruel:
¡muerta
antes me veas que infiel!
ROSARIO
(Todos
juntos)
(A
Fernando)
Si
albergó sombras tu corazón,
de
ello no hay razón. ¿Por qué dudas de mi
pasión?
FERNANDO
(A
Rosario)
¡Ah!
¿Por qué eres tú mi ilusión?
PEPA
(Aparte)
Poco
poder el mío ha de ser si no me
adueño
de esa mujer ¡y tenaz será mi empeño!
PAQUIRO
(Aparte)
¡No
sé resistir tal sufrir!
ROSARIO
¿Por
qué, Fernando, sigues dudando?
FERNANDO
¿Por
qué tú eres mi ilusión?
ROSARIO
Toda
tu duda acabe.
FERNANDO
¿Quién
sabe?
ROSARIO
Lo
sé yo. ¿Te basta, ser de mi ser?
FERNANDO
Tu
lealtad lo ha de hacer.
ROSARIO
¡Pues
está hecho ya!
FERNANDO
¡Son
mis celos monstruo torcedor!
Pues
el monstruo morirá con nuestro amor.
PEPA
y MAJAS
¡Ja,
ja, ja, ja! Difícil fuera adivinar lo que en
amor
puede pasar. ¡Ja, ja, ja, ja! El caso es
singular.
PAQUIRO
Yo
no puedo resistir.
ROSARIO
Yo
en ti cifro mi bien entero, y de amor
muero,
¡Fernando del alma mía!
FERNANDO
(Demostrando
celos)
¡Si
a un baile fuiste un
día,
que vuelvas a él quiero!
ROSARIO
¡Yo!...
¿Para qué he de ir?...
PEPA
(Aparte,
al oír lo que ha dicho Fernando)
¡Acudir
al baile, fuera osadía!
PAQUIRO
¡Cuánto
sufrir!
MAJOS
Yo
juraría que él en ella no confía.
MAJAS
(Los
cuatro personajes a la vez)
Siempre
aquel que amó sombras surgir vio.
ROSARIO
(A
Fernando)
Sé
tu empeño en ir allí, si ya lo vi.
FERNANDO
(A
Rosario)
Mas
no creas ir allí, sin mí.
PEPA
(Aparte)
Que
se guarden allí de mí.
(Aparte)
¡Ay
de los dos allí!
PEPA
(Aparte)
¡El
la pone a dura prueba, sin saber
dónde
la lleva!...
ROSARIO
(A
Fernando)
Yo
no sosiego viéndote de ira
ciego.
FERNANDO
Yo
no sosiego hasta acabar el juego.
PEPA,
PAQUIRO, MAJAS y MAJOS
Ya
verán luego que eso es jugar con fuego.
PEPA
(A
Fernando, con sorna)
El
baile es a las nueve.
PAQUIRO
(A
Fernando, refiriéndose a Rosario y al capitán)
¿Los
dos?
FERNANDO
(Con
aplomo)
Puntual
soy cual se debe.
ROSARIO
(Suplicante,
a Fernando)
¡Por
Dios!...
PEPA
(A
las Majas)
¡Es
un valiente capitán!
ROSARIO
(Temerosa)
¡Qué
horrible plan!
FERNANDO
(Altanero)
Irá
conmigo...
PAQUIRO
(Con
ira)
¡Logró
su afán!
Juntos
iremos al baile.
PAQUIRO
(A
Fernando, amenazador)
¡Id,
que allí oiréis
lo
que os digo!...
(Vanse
Rosario y Fernando)
ESCENA CUARTA
Repítese
el manteo del pelele.
MAJAS
¡Vuelva
la alegría, y no acabe ya jamás, la
algarabía!
(Imitando
latigazos)
¡Chás,
chás, chás!... Porque en este día gozo
cual
nunca quizás de la alegría. ¡Chás, chás, chás!...
Del
encanto de este sol y este lugar, gozar como
ahora
sin cesar, impaciente el corazón ansía,
ahuyentando
el pesar. ¡Sol abrasador, la sangre
maja
enciende; surge así el amor y sus
redes
tiende... que es lo mejor! y surge así el
amor...
¡y de la vida es lo mejor!
MAJOS
Es
menester, si del campo se ha de gozar, la
mujer.
Vivir sin amar jamás dio placer.
¡Majas
adoradas, la felicidad nos dais bajo
estas
enramadas! Sólo las majas sabéis
encantos
a porfía dar, cuando queréis amar.
¡Chás,
chás, chás!... ¡Sol abrasador, la sangre
maja
enciende; que es lo mejor! y surge así el
amor,
el que sus redes tiende, ¡y de la vida es
lo
mejor! ¡La vida es amor!
(Vocerío,
algazara, animación)
TELON
CUADRO SEGUNDO
(Gran
cuadra. Pendiente de las gruesas vigas de madera, un candil, cuya débil luz
alumbra únicamente la estancia. Majas y Majos, entre ellos Pepa y Paquiro,
rodean a la pareja que baila el fandango al son de una guitarra. Es de noche)
ESCENA QUINTA
MAJOS
y MAJAS
(A
las bailadoras)
Siempre
fue lindo el pie,
que
al bailar supo hablar.
(Suenan
dos aldabonazos. Paquiro dirígese a la puerta y la abre por propia mano. Las miradas
de todos se dirigen a la puerta)
MAJAS
Parece
que los usías ya están aquí. Verás si
halla
un valiente quien aún lo es más.
MAJOS
Ya
están ahí; pronto hemos de ver su poder.
MAJOS
Son
muchas sus gallardías; nunca creí que se
atrevieran
a entrar aquí. ¿Qué va a suceder?
(Entran
Rosario, temerosa, y Fernando, altanero)
ROSARIO
(A
Fernando)
¡Ah,
ten de mí piedad, por caridad!
PEPA
(Copleando
con intención)
Una
gran dama
gentil
tanto quiso ver y vio, que en un baile
de
candil se metió.
(A
Fernando)
¡Ah,
cantan ya por mí!
FERNANDO
(A
Rosario)
Pronto
han de callar.
MAJOS
¡Es
mucho afirmar!
FERNANDO
(A
todos)
No
veáis en mí ni altivez ni capricho,
mas
lo dicho, lo repito aquí otra vez.
MAJOS
No
está bien tanto desdén. Pues altivo se
mostró,
no es que sepa hablar lo que debe
demostrar.
MAJAS
(Aparte)
El
caballero no es un cordero. Nadie
aquí
soportó lo que él habló.
PAQUIRO
(A
Fernando, con sorna)
Señor,
en vez de tanto hablar
ved
si esa dama quiere bailar.
PEPA
(Con
desgarro)
¿Pa
qué la trajo tan gentil a
nuestro
baile de candil?
FERNANDO
(Provocador)
¡Por
guapo!...
ROSARIO
(Con
miedo, a Fernando)
¡Vámonos,
sí!...
MAJAS
¡Ay,
de mí!
PAQUIRO
(A
los majos y majas, con desenvoltura)
¡Baile
a todo trapo!
(Aparte,
a Rosario)
¡Calma,
que salir de aquí
no
es fácil lance!
MAJOS
y MAJAS
(Con
burla)
¡Ay!
¡Ay! ¡Ay!
ROSARIO
(Aparte,
a Fernando)
A
mis palabras valor no des,
que
sólo por salvar el trance tengo interés.
PEPA,
MAJAS y MAJOS
Una
gran dama gentil tanto quiso ver y vio,
que
en un baile de candil se metió...
ESCENA SEXTA
PAQUIRO
(A
Fernando)
Si
lo que os trajo no fue la
danza,
no hay aquí un majo
que
no se ofenda por vuestra chanza.
FERNANDO
De
veras que lo siento.
(A
Rosario)
¿Mas
qué
hacer
ya?
ROSARIO
¡Por
Dios!
PAQUIRO
(Reprimiéndose)
Creed
que vuestro intento
lamento.
PEPA
(A
sus amigas)
¡Verdad
que bravos son!
MAJAS
y MAJOS
¡Bravos
son!
ROSARIO
(Suplicante,
a Fernando)
¡Por
Dios, ten compasión!
(A
Paquiro)
La
invitación hiciste a esta dama sola,
pero
mi amor amparo diola por precaución.
PAQUIRO
Pues
si sola la invité no he de deciros por qué
ni
admito comento.
FERNANDO
(Altivo)
¿Que
no?... ¡Ya verás si el cuento
comentaré!
MAJAS
Por
fin parece que el caso van a zanjar de
modo
trágico acaso. Si dos hombres de una
mujer,
se arrebatan el querer, no hay más salida
que
conquistarla con la vida. Cuando se
encuentran
frente a frente hombres de valor,
locos
de amor, sangrientamente sólo saben
zanjar
su amor ardiente. y en amor, precisa-
mente,
no más la calma templa el ardor
(Bis);
pero un rival para un valiente es superior al
más
sentido amor. y atiende su mal no al
cariño
y sí al honor.
(Refiriéndose
a Rosario)
¡Qué
mujer! ¡Ni el Escorial entero dio tanto
que
hacer! ¡Ojalá a los dos se los lleve Dios!
Veo
este final muy mal. Es preciso despreciar
todo
lo que habló, que al cabo el usía debiera
pensar
que nadie en su pro aquí ha de
encontrar.
(Evitando
que Paquiro y Fernando riñan)
Termine
la porfía. ¡Basta!
¡Quietos!
¡No más retos!
MAJOS
Pues
los dos se hallaron al paso concluirá
presto
el caso. En cuestiones de mujer, no hay
más
salida que resolverlas con la vida. Va en
ello
nuestro honor. ¡Oh, las hembras ante un
valiente
hállanse mejor, y siempre a los
cobardes
niéganles su amor! Al traer tal
mujer
¡debió callar! ¿Pretende vencer al
insultar?
¡Tendrá esa acción contestación!
¡Veo
esto muy mal! ¡Muy mal! Creo están
igual
que corderos perdidos en un zarzal.
pero
oyendo lo que ahora habló, ni un majo
aquí
podrá tener paciencia ya... Es siempre
una
mujer la que al hombre hace perder felicidad
y
vida cuando nos pone frente al odio
del
amor. ¡Todos los hombres somos iguales
ante
el honor! Prestan valor al hombre que es
valiente,
odios de amor. ¿Para qué mostrar
sobra
de valor si, en los lances de amor, no
fuésemos
cabales hombres de honor? ¡Ea, ea,
y
que vea que aquí hay quien da y dará!...
(Avanzando
sobre Fernando. Las majas les contienen)
ROSARIO
Es
el amor de la mujer, flor maldecida ¡que
no
halla nunca paz en la vida!
FERNANDO
(Mirando
agresivo a los majos)
¡Ni
atisbos de
valor
veo en derredor!
PEPA
¡No
es discreto un capitán que aquí trae su
amor,
y aun nos habla de honor!
PAQUIRO
(Conteniéndose)
Soy
un majo prudente. No
acepte
aquí el reto; mas ponga el señor
(A
Fernando)
a
prueba mi valor en sitio mejor...
PEPA
¡Ya
es suponer que nos fuesen a vencer!
ROSARIO
(Con
terror)
¡Mi
corazón late inquieto! ¡En qué
cubil,
Dios mío, vine a caer! ¡Qué hora fatal!
FERNANDO
(A
Paquiro, despreciándole)
Pensé
hallar
aquí
un hombre, pero no hay tal. No, no hay
valor.
No
acepto aquí el reto. ¡No! ¡No!
ROSARIO
¡Por
Dios, salgamos! ¡Basta de insultar!
¡Basta!
(Paquiro
y los majos se abalanzan sobre Fernando, quien les ve avanzar impávido. Rosario
se desmaya en brazos de algunas majas. Otras se interponen entre los dos rivales.
Al desmayarse Rosario todos los presentes ponen su atención en ella, menos Fernando
y Paquiro, que aprovechan la distracción para cruzar rápidas las frases siguientes
de desafío)
FERNANDO
(Aparte,
a Paquiro)
¿Hora?
PAQUIRO
(Aparte,
a Fernando)
Las
diez. En el Prado.
Y acabamos
de una vez.
(Volviéndose
alegre a sus amigos)
Esto
concluyó.
FERNANDO
(Reparando
en Rosario que vuelve en sí)
¡Rosario...
por Dios! ¡Vida mía!
PAQUIRO
(Preguntando
a todos con interés al darse cuenta del desmayo de Rosario)
¿Qué
pasó?...
PEPA,
MAJAS y MAJOS
(A
Paquiro)
¡No
aguantó! ¡No aguantó!
PEPA
(Con
desgarro)
La
algarabía ¡se terminó!
ROSARIO
(A
Fernando)
¡Por
Dios, salgamos!
FERNANDO
(A
Rosario)
¡Sí,
vamos!
(Sale Rosario, temblorosa, del brazo de Fernando.
Éste, gallardo y retador. Majas y majos venles partir en calma, menos Pepa, altanera
y burlona. Paquiro despide a Rosario con caballeroso rendimiento. Apenas
desaparecen Rosario y Fernando, renace la alegría y se repite el baile)
ESCENA SEPTIMA
PAQUIRO
(Fingiendo
alegría)
¡Fandango,
pronto!
MAJOS
y MAJAS
¡Bailad!
(Reanúdase
el fandango)
PEPA
Yo
cantaré, pues Dios me envía lo que anhelé.
PAQUIRO
(Aparte,
con pena, mirando a la puerta)
¡Ella
se fue con mi alegría!
MAJOS
y MAJAS
¡Bailar
hace olvidar!
PEPA
Así
que el baile empieza, si hay donaire hasta
el
aire se impregna de majeza.
TODOS
¡Olé!
MAJOS
¡Qué
cosas dice a veces un pie! ¡Olé, olé, olé!..
MAJAS
¡Esto
es Madrid y majeza, donaire,
sal
y guapezas!... ¡Olé, olé, olé!...
Jamás
gozó quien no bailó. Jamás bailar vi yo cual hoy aquí se vio.
(A
las bailadoras)
En
viéndote esos pies poco importa ya morir después. ¡Un majo es siervo fiel de
esos pies!... ¡Venga, venga ese cantar; sí, a cantar, a cantar!
MAJAS
¡Bah,
que venga el cantar,
que
bien se hace esperar!
UNA
VOZ
(Copleando)
La
maja sí que ha de ser...
MAJAS
y MAJOS
¡Viva
la gracia!... ¡Olé!
UNA
VOZ
Conforme
Dios lo mandó, tres cosas ha de
saber:
arrancar moños, querer y olvidad al
que
olvidó.
MAJAS
y MAJOS
¡Olé!
¡Olé! ¡Muy bien ese pie! ¡Olé! ¡Olé!...
TELON
CUADRO TERCERO
Jardín
de un palacio en Madrid. Verja en el fondo, con puerta practicable. En último
término, frondosa arboleda. Banco de piedra, con respaldo y brazos, en primer
término a la derecha. Luna espléndida, derrama su luz entre el follaje.
ESCENA OCTAVA
ROSARIO
(Como
en éxtasis, oyendo el canto del ruiseñor)
su
armonioso cantar? ¡Acaso al rey del día
guarde
rencor y de él quiera algún agravio
vengar!
Guarda quizás su pecho oculto tal
dolor,
que en la sombra espera alivio hallar
triste
entonando cantos de amor. ¡Y tal vez
alguna
flor temblorosa del pudor de amar es
la
esclava enamorada de sus cantos!...
¡Misterio
es el cantar que entona envuelto en
sombra
el ruiseñor! ¡Ah, son los amores
como
flor a merced de la mar! ¡Amor,
amor!...
¡Ah, no hay cantar sin amor! ¡Ah,
ruiseñor,
es tu cantar himno de amor! ¡Oh,
ruiseñor!...
(Rosario
se dirige lentamente hacia el interior de su casa, parándose de cuando en
cuando para oír al ruiseñor. Mientras tanto, Fernando, que ha escuchado las
últimas quejas de Rosario, avanza en dirección al palacio de ésta)
ESCENA NOVENA
(Rosario
queda apoyada en la reja hasta que Fernando la llama amorosamente. Rosario, sobresaltada
de pronto y enseguida como dolorida, responde a Fernando)
FERNANDO
¿Me
esperas?
ROSARIO
¿Pues
no he de esperar?
FERNANDO
Ya
supondrías que me verías cortejar.
ROSARIO
Mis
noches y mis días para ti son.
FERNANDO
¿No
hay, no, ficción?
Antes
muera yo.
FERNANDO
¿Ni
un momento vacilaste?
ROSARIO
No
FERNANDO
Ha
poco que mi mente algo vio de eso que
oprime
cruelmente si amor se siente.
ROSARIO
Sólo
por ti fue.
FERNANDO
¿No
sé yo por qué? ¿Que si galante otro fue,
sola
tú prevenirlo debiste?
ROSARIO
Nunca
pensé que a tal cosa dieses valor.
FERNANDO
(Con
sentimiento)
¡No
sabes qué es amor!
ROSARIO
¿Que
no lo sé?
FERNANDO
Cual
yo, no.
ROSARIO
Pues
quien tal sintió, ha de apartar de su
amor
lo triste.
FERNANDO
Sí,
Rosario; sufriste, pero más yo.
ROSARIO
¿Por
qué de mí dudar?
FERNANDO
No
es duda, no, que muerda el corazón, lo
que
ahora me hace hablar.
¿Pues
qué causa tus palabras mueve?
FERNANDO
¡Celos
que sentí por tu acción!
ROSARIO
Pues
ello hay que olvidar y al amor la vida
consagrar.
FERNANDO
(Como
abstraído al oír las diez campanadas lejanas en un reloj de torre)
¡Oh,
vida aleve!...
ROSARIO
Sí,
la vida es toda abrojos, mas la tuya con
mis
caricias haré breve. y ella entera has de
gozar
mirándote en mis ojos.
FERNANDO
¡Ah,
Rosario, das la calma al corazón, y me
inundas
el alma de pasión!
ROSARIO
¡Ah,
benditos los lazos del querer!
FERNANDO
De
los que unen siento el poder.
ROSARIO
Caeré
en tus brazos loca de amor. ¡Sí, te
adoro!
Cuando aquí no estás, triste lloro
falta
de tu calor.
FERNANDO
¡Tú
eres todo mi tesoro!
ROSARIO
Yo
he de lograr que tu fe por mí, sea cual
soñé;
quiero siempre ver en tu faz reflejados
el
amor y la paz.
Eso
anhelo, eso ansío, eres tú mi ambición.
ROSARIO
¡Fernando
mío, no veas nunca en mí ficción!
FERNANDO
¿Me
juras no olvidar?
ROSARIO
Si
ello es así, no he de jurar.
FERNANDO
¡Oh,
amor! ¡Siempre!
ROSARIO
¡Mío!
¡Siempre!
¡Sin
dudar! ¡Siempre y a gozar!
FERNANDO
¡No
más dudas!
(Se
ve pasar a Paquiro embozado en su capa que mira hacia reja como recordando a Fernando
que aquélla es la hora del encuentro. Pepa sigue furtivamente a Paquiro. Fernando
se ha dado perfecta cuenta de la presencia de Paquiro y cambia de actitud buscando
una disculpa para ausentarse)
ROSARIO
(Al
notar inquietud en Fernando, el cual no sabe disimular su deseo de partir desde
que oyó sonar las diez en un lejano reloj de torre, hora de su cita con
Paquiro)
¿Qué?
FERNANDO
(Tratando
de desasirse de Rosario que le retiene)
Ya
es tarde. He de marchar.
ROSARIO
¿Que
es tarde ya?... ¿Y no hallas modo?...
¡No,
Rosario! ¡Déjame!
ROSARIO
(Viendo
con terror que pasa Paquiro embozado, con aire retador)
¡Ah!...
No... ¡Ya lo sé todo!
(Asiéndose
de Fernando a través de la reja)
¿Le
niegas a mi amor este ruego? ¡Por
Dios,
devuélveme el sosiego! ¡Ven, ven!... No
te
sientas, por Dios, de ira ciego.
(Luchan
ambos: por desasirse, Fernando; por sujetarse, Rosario)
FERNANDO
Piensa,
Rosario, que torno luego...
¡Vuelvo,
sí!
ROSARIO
¡No,
no!... ¡Ven!
(Rosario,
al desasirse de sus manos Fernando, lanza un grito)
¡Ah!
FERNANDO
(Soltándose)
¡Vuelvo
aquí!
(Por
la izquierda desaparece Fernando en pos de Paquiro. Rosario, en el colmo del
desasosiego, abre la puerta de la verja y corre tras Fernando)
ESCENA DECIMA
El
jardín queda abandonado. Ajena al drama humano, la helada luna filtra su luz de
plata por la arboleda. Ruido de voces y aceros llega al jardín. Simultáneamente
rajan el silencio de la noche, dos gritos: el de un hombre –Fernando– que cae
mal herido, y el de una mujer –Rosario– que se retuerce enloquecida. A poco,
cruza por el fondo la figura siniestra de Paquiro, que huye velozmente
arrastrando la capa, e instantes después por la abierta verja surgen los
desventurados: Fernando, con el rostro cadavérico; Rosario, lívidamente
demudada. Apóyase en ella el moribundo, hasta llegar al banco de piedra en que
se deja caer pesadamente, mientras la enamorada intenta en vano con caricias
sujetar aquella vida que por instantes se escapa del varonil cuerpo.
ROSARIO
¡Es
un sueño! ¡Ah, es cruel fatalidad! ¡El
destino
es ciego, y es falaz! ¡Fernando, alma
mía,
vuelve a mí tus ojos ya!
(Fernando
se retuerce, transido de dolor, ajeno casi a las palabras de Rosario)
¡Ah,
tu dolor me atenaza!
¿No
ves mi afán?
FERNANDO
(Apartando
de sí el fantasma de la muerte que con él lucha. Débilmente)
¡Ya
la siento forcejear!
ROSARIO
Mas
¿qué temes si aquí está quien por ti cien
vidas
diera; la que no olvidó jamás; la que
sufre
sed de amor? ¡Habla y siente, vida mía,
que
el silencio es un dogal!... ¡Mira, amor! Ve
que
si hablas, vida me das. ¡Habla!
¡Fernando
mío!... ¡Por Dios, de mí ten piedad!...
FERNANDO
(Abrazándose
expirante a Rosario)
Así...
los dos...
¡Mi
bien!... ¡Adiós!...
(Muere)
(No
se percata de ello, en su turbación, Rosario, y acaricia el cadáver dulcemente.
Fernando queda reposando sobre el banco. Rosario arrodillada a sus pies)
ROSARIO
¡Fernando
mío! ¿Por qué adiós dijiste? ¿De
quién
vas en pos? Esas palabras tan crueles
son
que matan de improviso mi ilusión.
Dame
un beso, que ya verás cómo en mis
labios
fuerza hallarás.¿Viste a mis ojos verter
jamás
así mi llanto por tu desdén? Yo soy tu
amor,
tu sostén. ¡Ven a tu Rosario, ven!...
(Notando
con espanto que Fernando es ya cadáver)
Mas
¡Dios Mío! Ese mirar que nada
ve...
y el labio que besé, mudo ahora... y el
rostro
yerto... ¡Muerto... muerto! ¡Perdí,
Dios
santo, todo el encanto de que fui en
pos!
¡Por siempre adiós! Es la vida
un
cautiverio, mas la muerte... ¡Oh! ¡Misterio!
(Rosario
desplómase junto al cuerpo de Fernando)
TELON
FIN
Información
obtenida en:
http://www.teatrolafenice.it/media/libretti/26_7173goyescas_eg.pdf
muchas gracias por el libreto!!
ResponderEliminarMuchas gracias a ti por tu comentario.
EliminarSaludos
Fernando
Muchas gracias
ResponderEliminarMuchas gracias a tí por participar.
EliminarEspero que te sea útil.