La Canción del Olvido (Libreto)



LA CANCION DEL OLVIDO



Zarzuela en un acto dividido en cuatro cuadros, en verso y prosa.

Libreto de Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw.

Música de José Serrano.

Estrenada el 17 de Noviembre de 1916 en el Teatro Lírico de Valencia.


REPARTO (Estreno)

Rosina – Conchita Gil.

Flora Goldoni – Amparo Martí.

Casilda - Sra. Gorgé.

Una invitada / Un paje de Flora  – Srta. Vilaplana.

Leonello – José Sala.

Toribio – Patricio León.

Sargento Lombardi – Pepe Caballer.

Pietro – Ricardo Iturbi.

El Hostelero -  Sr. Tomás.

Paolo – Manuel Vivas.

Sainati – Sr. Montó.

Invitadas, invitados, músicos, soldados, servidumbre.

La acción, en Sorrentinos, imaginaria ciudad del reino de Nápoles. Año 1799.


CUADRO PRIMERO

Escena dividida. A la izquierda, ocupando la mayor parte del escenario, una plaza de Sorrentinos. A la derecha, primer término, aposento pequeño de una hostería que tiene una puertecilla practicable al foro y una ventana que da a la plaza, velada por una celosía. Este aposento está amueblado con una mesita y tres sillas. Sobre la mesa, libros ú otros objetos. En la plazuela, a la derecha segundo término, la citada hostería con una puerta y sobre ella una inscripción que dice: «Hostería del Ganso». Debajo de la inscripción, el emblema de la casa, que consiste en un ganso de toscas líneas, y a su lado un farol. En último término de la derecha, calle paralela a la batería, chaflán de una casa y otra calle prolongándose hacia el foro oblicuamente. A la izquierda, en primer término, una calle, y desde ella parte diagonalmente hacia el foro, la verja del jardín de Flora Goldoni. Hacia la mitad de la verja, una puerta practicable, y sobre ella, arbolado. Delante de la hostería varias mesas y algunas banquetas alrededor de ellas. Es por la tarde y anochece poco a poco. Derecha e izquierda, las del actor.

Al levantarse el telón aparece el Sr. Sainati, viejo ridículo y junto a la ventana de la hostería, intentando descubrir el interior. En el mismo instante sale el hostelero.

HOSTELERO
¡Caramba, Sr. Sainati! ¿Vos aquí?

SAINATI
Imponiéndole silencio. ¡Chist!

HOSTELERO
No se ve nada, ¿eh?

SAINATI
Misteriosamente. Nada.

HOSTELERO
Como que no está la princesa. Vos habréis dejado a vuestra esposa en San Cayetano, como de costumbre, y ¡a ver a la princesita!

SAINATI
Es encantadora.

HOSTELERO
Pues, sentaos, sentaos que pronta volverá de su paseo.

SAINATI
No, no puedo. Volveré. Ahora tengo prisa.

HOSTELERO
Esas cuarenta horas duran tan pocos minutos.

SAINATI
Es un dolor, maese.

HOSTELERO
Pues no descuidéis el asedio, porque tenéis muchos competidores y alguno os lleva la ventaja de ser soltero. Si al menos enviudarais.

SAINATI
¡Pídeselo a Dios! Plasta luego. Le da una moneda al hostelero y hace mutis por el foro.

HOSTELERO
¡Bendita la hora en que vino a mi casa esta princesa! Si durara un par de meses me hacían rico sus cortejos. Limpia las mesas con un paño mientras por la derecha entra Toribio con un arpa sobre los hombros. Sus cabellos y barbas, en desorden, denuncian su miserable estado. Su nariz chata, sus ojos torcidos, su frente cóncava, sus orejas grandes y vueltas, todo su rostro, en fin, atestigua que no desciende directamente de Adonis. A paso ligero llega Toribio a la batería y se encara con el público.

TORIBIO
¡Qué hermoso! ¡Qué consolador espectáculo! Llegar a los porches, atisbarme el arpa, caer sobre mí una legión de galanes y encargarme quince serenatas para esta noche, fue cuestión de un instante. Toribio: no hay serenatero que te amilane. Fijándose en la hostería. Hostería del Ganso. ¡Caramba, qué mal pintado está ese volátil! Llamando la atención al hostelero. ¡Chist! ¿Quién ha hecho el ganso?

HOSTELERO
¿Está mal?

TORIBIO
No, está graznando.

HOSTELERO
Es mi amuleto. Bajo su amparo pienso hacer mi suerte. Sigue limpiando y en este momento habla hacia el interior del albergue. Gabriel: mira los asados.

TORIBIO
Aparte. ¡Ya lo creo que hace su suerte! Porque dentro de un par de siglos, donde hoy está el ganso estará mi efigie, con una lápida que diga: «Aquí comió el insigne músico Toribio Clarinetti. Nota: Se fue sin pagar. Por más que la nota huelga, porque ya la habrán puesto en todas las hosterías de Italia.

HOSTELERO
Aparte. ¿Que rondará este pájaro? Por la izquierda llega Flora Goldoni, elegantemente ataviada, seguida de una doncella. Cruza la escena, se detiene ante la puerta de la verja y llama, tirando de una cadena. Un paje sale y abre la puerta. Flora y la doncella entran en el jardín, y desaparecen.

TORIBIO
¡San Toribio! Esta debe ser la Gobernadora. Descuélgase el arpa y se dispone a tocar. ¡Sería la primera gobernadora que no me pagara la cena!

HOSTELERO
¿Tú sabes quién es ésa?

TORIBIO
No; pero mi mujer no es.

HOSTELERO
Claro. Es Flora Goldoni, la cortesana más conocida de Sorrentinos. Y tu mujer no será una cortesana.

TORIBIO
¡Qué va a ser, si es muy fea!

HOSTELERO
Y será honrada.

TORIBIO
Es muy fea y basta.

HOSTELERO
Conque cuélgate el instrumento y ¡marchen!

TORIBIO
¿Marcharme en la noche de las serenatas? ¡Ja, ja! Precisamente este año, copo. Saca un papel de grandes dimensiones.

HOSTELERO
¿Qué es eso?

TORIBIO
Las serenatas contratadas para hoy. De nueve a nueve y media: a la hija del procurador Borelli. Música apasionada y meliflua. De nueve y media a diez: a la sobrina del Abate Rapallo. Mística. De diez a diez y veinte: a la esposa del general Bombón. Dulce Y así hasta las dos.

HOSTELERO
¡Buen negocio!

TORIBIO
¿Tú crees que he venido de Roma para marcharme de vacío? Además, esta noche voy a estrenar un raconto compuesto por mí, que va a ser un acontecimiento.

HOSTELERO
¿Y para quién es esa joya?

TORIBIO
¡Ah! ¡He ahí el problema! Como yo no conozco a nadie y es algo atrevidillo.

HOSTELERO
Pues ¡ojo con el general!

TORIBIO
¿Muerde?

HOSTELERO
Quizá. Y además está siempre borracho.

TORIBIO
No le va el raconto. Le va mejor una melopea. Repasando la lista, ¿Y el abate? ¿Qué tal?

HOSTELERO
¡Ah! Ese es un buen hombre.

TORIBIO
¿Un buen hombre? Decididamente le toco el raconto a la sobrina del abate.

HOSTELERO
Y te dará una buena propina.

TORIBIO
Falta hace, hijo mío, porque lo que es ahora. (Bostezando)

HOSTELERO
¿Estás a la cuarta pregunta?

TORIBIO
¡A la novena!

HOSTELERO
Pues yo estoy autorizado por la princesa Ferratta, que es mi huésped, para dar de comer a todos sus paisanos pobres.

TORIBIO
¡Oh, ángel anunciador con mandil! ¡Ven a mis brazos!

HOSTELERO
Tú la recordarás, si eres de Roma.

TORIBIO
¿Que si la recuerdo? Aparte. Pues no la recuerdo. Alto. Así. Indicando una pequeña estatura. Así me ha conocido.

HOSTELERO
¡Si es mucho más joven que tú!

TORIBIO
No importa. Pero mil veces me ha visto a la puerta de su palacio así: ¡en cuclillas!

HOSTELERO
Y dime: ¿tú sabes algo de su historia?

TORIBIO
¿Su historia? ¡Al dedillo!

HOSTELERO
Cuenta, cuenta..... ¿Es soltera, ó casada?

TORIBIO
Casada. Aparte. ¡Ya la casé!

HOSTELERO
¿Y cómo no va con ella el príncipe?

TORIBIO
El príncipe no va a ninguna parte.

HOSTELERO
La princesa tiene en su rostro un sello de nobleza.

TORIBIO
En cambio a él se le despega el sello. Es un patán. Aparte. ¡Cómo le estoy poniendo!

HOSTELERO
¡Y qué mujer tan singular! Vino hace una semana, alquiló el palacio Marinelli y, sin embargo, vive en mi hostería.

TORIBIO
Es muy caprichosa.

HOSTELERO
¡Chist! ¡La princesa!

TORIBIO
Mirando hacia la derecha. No la he visto en mi vida. Sale Rosina, seguida de Casilda. Ambas cruzan la escena en silencio y entran en la hostería.

HOSTELERO
Me extraña que no se haya fijado en ti.

TORIBIO
¡El orgullo, que se la come! Medio mutis del hostelero. ¡Eh! Pásale la cuenta a mi paisana y sírveme una gallina.

HOSTELERO
Volando. Entra en la hostería al mismo tiempo que aparecen en el aposento de la izquierda Rosina y Casilda.

ROSINA
Llama al patrón. Casilda sale.

TORIBIO
Colocando el arpa junto a una pared y sentándose. Mi regio colega David tocaría el arpa mejor que yo; pero no le sacaría más jugo.

CASILDA
Entrando con el hostelero. Aquí está.

HOSTELERO
Señora...

ROSINA
¿Ha venido el capitán Leonello?

HOSTELERO
No tardará, porque es mi parroquiano más asiduo. ¿Queréis que le diga?

ROSINA
¡Líbrete Dios! No le dirás mi nombre aunque te lo pague a peso de oro.

HOSTELERO
Como queráis.

ROSINA
¿Sabes qué le trae a la hostería?

HOSTELERO
Los amoríos de una cortesana que vive ahí en frente.

ROSINA
¿Cómo? ¿Está enamorado?

CASILDA
Señora: no nos importa.

ROSINA
Es cierto; pero, por curiosidad... pura curiosidad.

HOSTELERO
El capitán Leonello no se enamora de nadie. Vino de la campaña de Roma pocos días antes que vos y ya le he conocido cuatro aventuras. No tiene corazón.

ROSINA
¡Por vida!

CASILDA
Señora, ¿qué decís? ¿Verdad que es muy gracioso?

ROSINA
Reprimiéndose. ¡Oh, sí! Graciosísimo, graciosísimo. Al hostelero. Puedes retirarte.

HOSTELERO
A vuestros pies. Haciendo mutis y aparte. Graciosísimo que no te ha hecho ninguna gracia. Sale.

CASILDA
Señora: vais de imprudencia en imprudencia.

ROSINA
Tienes razón.

CASILDA
¿No estáis contenta con abandonar vuestro país por seguir a ese hombre? ¿Con habitar este albergue humilde? ¿Con sentir amor por quien no os conoce? ¿Por quién no merece vuestra pasión? ¿Necesitáis que todo el mundo se entere, que se hable de vos, que llegue a oídos del capitán y os confunda con esas meretrices?

HOSTELERO
Saliendo de la hostería. Me has dicho que una gallina, ¿verdad?

TORIBIO
Sí, hombre... Y creo recordar que me la ibas a traer volando.

HOSTELERO
Corriendo. Mutis.

CASILDA
¿Qué me decís, señora?

ROSINA
¡Que me indigna que tengas razón! Pero es irremediable. Tú eres ya vieja y no puedes recordar el efecto de un capitán valiente en un corazón de veinte años. El hostelero sale de la hostería con plato y cubierto para Toribio. Durante la siguiente conversación sale por el foro el Sr. Sainati, dando el brazo d su señora. Así que le ve el hostelero, le hace signos de que la princesa ha llegado. Sainati, azoradísimo, procura hacerse el distraído y extrema sus ademanes para que el hostelero calle. Sainati y su señora hacen mutis por la izquierda y el hostelero entra en su casa.

CASILDA
¡Veinte años locos!

ROSINA
Si al capitán Leonello le traen aquí, ¿qué hacer sino seguirle?

CASILDA
Pero reparad en que una señorita huérfana, viajando sola, fingiendo un nombre, gastando sin tino.

ROSINA
¿Y en qué voy a gastar que más lo merezca?

CASILDA
Además ¿vais a confesar a ese loco vuestro cariño?

ROSINA
Eres una boba, Casilda. Con dinero y verdadero amor no hay nada imposible. El capitán debe venir a mí, debe quererme.

CASILDA
Pero, ¿cómo, si es un bigardo?

ROSINA
Aún no lo sé.

TORIBIO
Imitando el canto del gallo ¡Ki ki ri kiii...!

ROSINA
¿Qué es eso? Asomándose por la celosía de la ventana. Es un músico.

CASILDA
¿No lo conocéis? Toribio Clarinetti, el más fino bergante de Roma. Y me parece que es de los que comen por vuestra cuenta, lo cual es otro despilfarro.

(Mutis de Rosina y Casilda por la derecha)

TORIBIO
¡Ki ki ri kiii!

HOSTELERO
Saliendo con un guisado ¿Qué haces, imbécil?

TORIBIO
Hombre, ¡A ver si venía la gallina!

HOSTELERO
Aquí la tienes.

TORIBIO
¡Pobrecilla! ¡Qué aburrido lo va a pasar en un estómago tan solitario! Salen el capitán Pietro y el caballero Paolo por la derecha.

HOSTELERO
Señores ¡Tanto honor para mi casa!

PIETRO
¡Hola, maese! ¿No vino el capitán Leonello? Me extraña.

PAOLO
Y la paloma, ¿vino?

HOSTELERO
Ya hace un rato.

PAOLO
Pues el gavilán está al caer porque suele ser puntual.

HOSTELERO
Viendo aparecer a Leonello, que sale por la izquierda, mirando distraídamente al jardín de FLORA ¡Puntualísimo!

PAOLO
El cazador cazado: fábula.

LEONELLO
¡Hola, murmuradores! Abrazando a los dos. Os permito hasta que os riáis.

PAOLO
Como que esa no quiere más que nobleza.

PIETRO
Y metales.

LEONELLO
Contoneándose. Los acontecimientos se atropellan.

PAOLO
¿Ah, sí?

LEONELLO
Desde ayer es cosa hecha.

PAOLO
¿De veras?

LEONELLO
¡Cuando yo os lo digo!

(Música)

LEONELLO
Junto al puente de la Peña
por la noche la encontré,
y su guante chiquitito
le cayó a los pies.
Por si un reto me lanzaba,
recogí su guante yo,
y en su mano bella
puse un beso de pasión,
¡porque al verla no se puede
resistir la tentación!
Por los calles solitarias,
embozado, la seguí,
esquivando las malicias
de la gente ruin.
Y acercándome galante
mis respetos la ofrecí.

(Simulando el diálogo)

—Perdonad...
—Por favor…
—Atended
—¿Qué decís?
—Que os adoro…
—¡Callad!

No decídmelo así…
Y escuchando su voz
yo pensé: ¡Qué infeliz!
«Mujer,
primorosa clavellina
que brindas el amor,
yo soy caminante
que al pasar
arranca las hojas de la flor
y sigue adelante
sin recordar
tu amor…»

Salen Rosina y Casilda al aposento; la primera se abalanza a la celosía, siguiendo con gran interés la relación del capitán.

A la dueña que la sirve
con dinero soborné,
y, admirada de mi rasgo,
saludó y se fue.
Y al decir la cortesana:
«Caballero,
que yo espero
a mi galán,
en mi fiel acero
puse mano, sin dudar,
¡que mi espada se enardece
con la sombra de un rival!
Convencida y conquistada,
en mi brazo se apoyó,
y escuchaba mis embustes
llena de ilusión.
Al llevarla a su palacio
mis finezas repetí:

(Simulando el diálogo)

—¡Dulce bien!
—Me engañáis…
—No acostumbro a mentir.
—¿Volveréis?
—¿Cómo no?
—Ya veré si fingís

Y dejándola ya
de su amor me reí
«Mujer,
primorosa clavellina
que brindas el amor,
yo soy caminante
que al pasar
arranca las hojas de la flor
y sigue adelante
sin recordar
tu amor »

(Hablado)

PIETRO
Un buen trago de vino para que no se malogre la aventura.

LEONELLO
Sea. ¿Ha venido el sargento Lombardi?

HOSTELERO
No, capitán,

LEONELLO
¿Nadie ha preguntado por mí?

HOSTELERO
Nadie Es decir.,.. Bajando la voz. Ha preguntado una de mis huéspedes: la más hermosa, la de más alcurnia.

LEONELLO
Engallándose. ¿Lo oís? ¿Y qué, y qué?

HOSTELERO
No os puedo decir más. ¿Queréis Falerno?

PAOLO
Sí, Falerno.

LEONELLO
Y di a tu huésped que, en concluyendo con la Goldoni, podrá disponer de mí un par de días. Riendo d carcajadas. Mutis del hostelero.

ROSINA
¿Qué? ¿Oyes, Casilda?

CASILDA
Es un desalmado.

ROSINA
¡Quién sabe si por eso me seduce más!

PIETRO
Eres un tarambana, Leonello.

LEONELLO
Sí, sí. Ahora que me voy haciendo hombre apasionado. ¿No sabéis? Es muy gracioso. Flora Goldoni es la mujer más extraña del mundo. Si la fama no miente, caballero que cae en sus brazos se arruina.

PIETRO
Dígalo el duque de Verona.

PAOLO
Y toda la nobleza del Reino.

LEONELLO
Nobleza estúpida. Esa insaciable de riquezas es una romántica terrible a su modo. Remedando a FLORA «¡Ay, amigo Leonello! Nosotras no somos comprendidas. Hemos de dar amor a fortiori y no llega jamás el caballero de nuestros sueños... »

PIETRO
Famosísimo. El caballero de sus sueños sería el mismísimo Moctezuma, con cien mil galeras de oro y diamantes. Rosina sigue con vivo interés la conversación rechazando a Casilda, que alguna vez pretende alejarla de la celosía.

TORIBIO
Aparte y dejando de comer violentamente, ¡San Toribio! ¿Hacia dónde caerá la casa de Moctezuma?

LEONELLO
En una entrevista que he conseguido me habló del Dante, me dijo no se qué de Paolo y Francesca.

PIETRO
Rematada.

LEONELLO
Y yo, que conozco muy bien el corazón de las mujeres.

ROSINA
¡Que conoce el corazón…!

LEONELLO
Y que no aspiro a arruinarme por semejante loca, he concebido un plan digno de Maquiavelo.

PAOLO
A ver, a ver.

LEONELLO
He encargado al sargento Lombardi la mejor comparsa de la ciudad, y hoy, en la noche clásica, la ofreceré una serenata como si fuera una virgencita de quince años. Saldrá a su mirador y, entre la música y la poesía de la noche, la luna que ilumine su jardín y cuatro ó cinco versos que acabo de aprenderme del propio Petrarca ¡rendición del castillo inexpugnable!

PIETRO
No se puede imaginar nada más divertido.

LEONELLO
Ni más barato.

ROSINA
Es necesario estorbar sus planes. A Casilda, Piensa algo, mujer.

CASILDA
Pienso que fuera bueno volver a Roma.

ROSINA
Nunca sin él. Sale el hostelero con tres copas y un búcaro.

HOSTELERO
¡El Falerno! Escancia el vino.

LEONELLO
Bebed por Leonello el trovador.

PAOLO
Bebamos.

TORIBIO
Aparte. ¿Han dicho que Falerno? Se levanta y se va acercando al grupo sigilosamente.

LEONELLO
¡Calla! En su balcón aparece Flora y ni nos ha visto. Levántase también y se vuelve para mirar hacia el interior del jardín. Sus amigos le imitan.

PAOLO
Es verdad.

LEONELLO
No me ve.

TORIBIO
No me ve. Se bebe la copa de Leonello, que sigue distraído. No me ve… Bébese también la de Paolo. Cuando va d coger la tercera copa, lo detiene Pietro.

PIETRO
¡Eh! ¡Amigo!

TORIBIO
Aparte ¡Me vio!

PIETRO
¡Bergante!

LEONELLO
Perdónale, porque va a serme útil. Mutis del hostelero.

TORIBIO
Mandadme.

LEONELLO
Yo creo que, si tocara algo, Flora nos miraría.

ROSINA
¡No en mis días!

CASILDA
¿Qué vais a hacer? Rosina, nerviosamente, discute con Casilda y oye por la ventana con ansiedad.

LEONELLO
A Toribio. Canta, canta alguna cosa.

TORIBIO
¿Qué queréis? ¿Cavatina, serenata, rondó, tarantela, romanza, brindis, pregón, motete?

LEONELLO
Lo que tú quieras, pero pronto.

TORIBIO
¿Alegre, melancólico, fuerte, piano, lírico, poético, romántico?

LEONELLO
Sí; poético y un si es no es romántico.

TORIBIO
No digáis más: «La Canción del Olvido». No me falla. En Roma es el terror de las cocineras sensibles. Con permiso.

(Música)

Toribio se dispone a cantar, acompañándose del arpa pero, antes de que comience, es Rosina quien canta.

ROSINA
Marínela, Marínela,
con su triste cantinela
se consuela
de un olvido maldecido
Mari, Marinela

Leonello, Toribio y sus acompañantes han quedado suspensos al oír la voz de Rosina.

LEONELLO
¡Voz deliciosa!...

ROSINA
Campesina, campesina,
como errante golondrina,
cantarina,
vas en busca del amor.
¡Pobre golondrina
que al azar camina,
tras un sueño engañador!

Toribio, cada vez más asombrado, deja de tocar el arpa.

LEONELLO
A Toribio. ¡Sigue, sigue!
Toribio continúa tocando y Rosina prosigue su canción.

ROSINA
El aire murmura en mi oído
dulces cantares
que en nuestros labios
ha sorprendido
en noches lejanas de amor.
Cantares de tiempos mejores,
cantares risueños,
que huelen a flores
y alientan ensueños
de amores.

LEONELLO
¿Quién será?

ROSINA
Marínela,
con su cantinela
busca olvido a su dolor.
¡Pobre Marinela!
Ese bien que anhela
no lo da ese amor.

Leonello, Pietro y Paolo, que durante la canción se ha ido acercando a la celosía, se hallan agrupados junto esta, cuando la canción acaba.

(Hablado)

LEONELLO
Absorto. ¡Qué voz! ¡Qué apasionada!

ROSINA
¡Que no tenía corazón!

TORIBIO
Bueno Esta señora se asocia a mí y nos hacemos ricos.

PAOLO
Chico, nos ha encantado la desconocida.

LEONELLO
Reponiéndose. Lo que yo os dije. Cosas de mujeres. Esa es otra enamorada de la luna.

ROSINA
¡Alma de piedra!

CASILDA
¿Lo veis, señora?

ROSINA
Déjame. Estoy ciega. Convulsa. Haz que pase ese músico.

CASILDA
Señora.

ROSINA
Yo lo ordeno. Sale Casilda.

PIETRO
La cancioncita, por esta vez, te ha sido infiel.

LEONELLO
Cierto. La cortesana se ha esfumado.

TORIBIO
Volviendo d su sitio ¡Como que no la he cantado yo! Paolo y Pietro se despiden de Leonello, El hostelero sale al mismo tiempo y se dirige a Toribio con misterio.

LEONELLO
¿Qué, os vais?

PAOLO
Es preciso.

PIETRO
También tenemos que disponer nuestra serenata.

HOSTELERO
A Toribio, aparte. Entra en el aposento de la princesa.

TORIBIO
¿Qué? ¡San Trino!

HOSTELERO
¡Calla! Debes ser discreto. Toribio se va hacia la hostería.

TORIBIO
¡Nada, que nos asociamos! Mutis.

LEONELLO
Maese: cobra el vino y tráeme pluma y tintero.

HOSTELERO
Está bien. Cobra y entra en la hostería.

Por la derecha sale el sargento Lombardi, muy ligero.

LOMBARDI
¡Mi capitán!

LEONELLO
¿Qué hay, Lombardi?

LOMBARDI
En toda la ciudad no queda un músico disponible.

LEONELLO
¿Cómo?

PIETRO
¡Adiós luna y estrellas, poesía y aventura!

LEONELLO
¡Pues hay que buscarlo!

LOMBARDI
Previendo ese mandato, tengo reunidos en el cuartel a todos los soldados que tocan algún instrumento y cantaremos.

LEONELLO
Bien; lo que sea. Basta con un pretexto para llamar la atención.

LOMBARDI
De que llamaremos la atención ¡no os quepa duda!

LEONELLO
Ya lo sabes; a las ocho, frente al mirador de las flores.

LOMBARDI
¡A la orden! Mutis.

PIETRO
Tendrá que oír la serenata del sargento.

LEONELLO
Se juega en ella cuatro tiros.

PIETRO
Ya nos contarás. ¿No vienes?

LEONELLO
No; ahora empiezo el prólogo. Una carta de amor para que no sorprendan a Flora las canciones; para que sepa de quién son.

PIETRO
Riéndose y estrechando la mano de Leonello.  Acabarás poeta.

LEONELLO
Riendo también ¡Poeta! Pietro y Paolo se van por el foro. Ya es casi de noche; el hostelero sale con un candelabro encendido, pluma y tintero. Deja todo en la mesa. Enciende el farol de la puerta y hace mutis. Leonello empieza a escribir.

ROSINA
Una carta para ella. Entra Casilda en el aposento.

CASILDA
Aquí está el músico. Pasad. Entra Toribio y se dirige al lugar opuesto del que ocupa Rosina y reverenciando a una silla.

TORIBIO
Alteza.

CASILDA
Pero, ¿dónde vais?

TORIBIO
¡Ah! Volviéndose. ¡Alteza! No se ve gota.

Casilda sale por el foro.

ROSINA
¿Cómo andas de dinero?

TORIBIO
Aparte. ¡A buena parte vas! En voz alta. Señora: lo siento mucho, pero no os puedo servir.

ROSINA
Desde hoy vas a ser mi marido: el príncipe Ferratta.

TORIBIO
¡Pero si soy casado!

ROSINA
No importa.

TORIBIO
Envaneciéndose. Y ¿qué habéis podido ver en mí para pensar cosa tan grave?

ROSINA
No me interrumpas. Tú serás el príncipe a los ojos de los napolitanos; tú habrás de enamorar a una cortesana y recibirás en pago tres mil florines si estás conforme en pasar por príncipe.

TORIBIO
¿Vale interrumpir?

ROSINA
Habla.

TORIBIO
Por tres mil florines paso yo por los doce apóstoles ¡y ceno más que los doce! Pero ¿qué dirá vuestro esposo?

ROSINA
No dirá nada, porque mi esposo no existe.

TORIBIO
¡Dios le tenga en su seno!

ROSINA
¡Imbécil! Soy soltera.

TORIBIO
¿Y creéis que tengo porte de príncipe? Entra Casilda con luces.

ROSINA
A ver; paséate. Toribio se contonea ridículamente. Más natural. Nuevo contoneo, aún más ridículo.

CASILDA
No va a convencer

TORIBIO
Bueno es que ¡hay que ver la ropita!

ROSINA
Esta misma noche tendrás un vestuario espléndido. Ve al palacio Marinelli; allí están mis criados; quítate esas barbas y espéranos.

TORIBIO
Me habéis dicho que tenía que enamorar.

ROSINA
A una cortesana.

TORIBIO
Es que os advierto que, fuera de «Hola, terremoto femenino», «Sílfide vespertina» y «Marramamiau», no tengo repertorio.

ROSINA
Para esos menesteres te acompañará un paje.

TORIBIO
¿Y dónde está?

ROSINA
El paje seré yo.

CASILDA
Santiguándose. ¿Vos?

TORIBIO
¿Vos el paje?

ROSINA
Quinientos florines más y no vuelvas a hablarme. A Toribio se le queda en los labios una frase entrecortada. Mímicamente expresa su agradecimiento y su propósito de cobrar los nuevos florines. Se deshace en cumplidos, va hacia la puerta, vuelve como para decir algo, se arrepiente y se mancha por fin, sin decir palabra y saludando. Y ahora a nuestro palacio, Casilda.

CASILDA
Señora: seguís un camino muy peligroso.

ROSINA
No te inquietes.

CASILDA
¿Se fue el capitán?

ROSINA
Ahí lo tienes. Observándolo por la ventana.
Toribio sale por la hostería, coge su arpa y reflexiona.

TORIBIO
Una gallina, tres mil florines, un vestuario riquísimo y, además, príncipe consorte. Toribio: ¡eres grande! Se echa el arpa al hombro y se va por el foro gallardamente.

LEONELLO
Si después de esta carta no se enternece, ¡a morir, Leonello! Porque es definitiva. Leyendo. «La luna va a deciros, — ya que le sois ingrata, — sus duelos y sus penas — en una serenata. — Cuando su voz os llame, — oídla atenta, FLORA — No desdeñéis el canto- — de tan gentil señora. — Que, si al cabo su queja — no os parece importuna, —yo sabré repetiros — lo que os diga la luna.» ¡Enervante!

(Música)

Leonello se dirige hacia la puerta de la verja del jardín de FLORA Rosina, que le ha seguido con la vista, con creciente inquietud, comienza a cantar en el momento en que Leonello se dispone a llamar.

ROSINA
Marínela, Marínela,
con su dulce cantinela
se consuela
de un olvido maldecido.
Mari, Marínela

Leonello, que se ha detenido al oír la voz de Rosina, vuelve hacia la celosía. Ella desfallece y deja de cantar. Entonces Leonello, acordándose sin duda de su lema, se dirige de nuevo a la puerta del jardín. Rosina, en un supremo esfuerzo, reanuda su canción.

ROSINA
Campesina, campesina,
como errante golondrina,
cantarína,
vas en busca del amor.
¡Pobre Marínela!
Ese bien que anhela
no lo da ese amor.

Leonello, sugestionado ya, ha vuelto d la celosía. Cuando Rosina dice los últimos versos, él, sin darse apenas cuenta de lo que hace, rompe el sobre y sus trozos se le van cayendo de las manos.


TELON LENTO

(Mutación)


CUADRO SEGUNDO

Una calle de Sorrentinos. Los primeros términos están cerrados a izquierda y derecha por dos palacios. El de la izquierda es el de Flora Goldoni y tiene un mirador practicable en planta baja. Los dos edificios se unen, en el segundo término, por medio de un porche con sus arcos sostenidos en columnas. El palacio de la Goldoni tiene la puerta de entrada en ese porche. En el tercer término, una plaza de la ciudad con fuente monumental en el centro y calle a derecha e izquierda, que constituye dos entradas de la escena. Hay otra entrada entre las filas de columnas que sostienen el porche, a la derecha. La puerta del palacio de Flora es también practicable (segundo término de la izquierda). El mirador da frente al público. Es noche de luna.

(Música)

A lo lejos, por la derecha, se oye una trova.

CORO INTERIOR
Ya la ronda llega aquí,
firulirulí.
A cantarte amores va,
firulirulá.
Sal a tu ventana,
que mi canto es para ti.
Sal, napolitana,
firulí, firulí, firulí,
firulí, rulá.
Lucero, lucero, lucero,
lucero;
morena, morena, morena,
morena;
te quiero, te quiero, te quiero,
mi amor cantar.

Se alza el telón y se oye otra canción por la izquierda.

VOZ INTERIOR
Hermosa napolitana,
valle florido,
rayo de luna clara:
no sé yo cómo en el fuego
de tus pupilas
no se ha fundido
la nieve de tu cara.
Niña de mis amores,
que esperas gozar un día
la dicha que da el amor:
amor, que siembra de flores
tu fantasía,
da espinas de dolor.
Niña de mis amores,
ya sabes lo que es amor.

Se van perdiendo los sonidos, cuando aparece Toribio por la derecha, vistiendo un magnifico traje blanco con capa del mismo color, gran sombrero de medio queso, y ciñendo una espada.

(Hablado)

TORIBIO
Esto marcha a maravilla. Me han vestido de príncipe, he bebido como un príncipe y he comido como un bárbaro. Ahora que, como este demonio de princesa es tan impaciente, me ha dejado sin postre. Impaciencias á mí. Mira alrededor y mando se convence de que está solo saca unos pastelillos. Esto no será muy principesco; pero... Tragando a dos carrillos. La fortuna es volátil y yo he nacido para prócer. Las damas me miran, los caballeros sonríen a mi paso, los chicos me siguen; estoy llamando la atención como no podía imaginarme. Se limpia la boca con el forro de la capa. Y a todo esto deben ser las nueve. La hija del procurador Borelli va a formar muy triste idea de mi seriedad artística, porque como no la dé serenata algún espontáneo Toribio se desacredita. Bien es verdad que entre un serenatero y un príncipe que come la duda es un ataque a la nutrición. Bueno, y esta señora ¿será fácil de conquistar? ¡Porque a ver si tengo que llamar a un amigo para que me ayude! Asaltado por un repentino temor. ¡Ay, San Cleto! ¿Y si me sale pasional? Las hay que se encierran con el amante en una estufa llena de flores, y, ¡Amor mío! ¡Vida mía! ¡Cielito! ¡Pum! ¡Pum! ¡Dos cadáveres! ¡No! ¡Eso de la estufa me tiene a mí en ascuas!...

Leonello entra por la derecha. Tanto él como Toribio hablan aparte hasta que se indique.

TORIBIO
Receloso.
¿Eh? ¿Qué es eso?

LEONELLO
Este Lombardi
tarda ya de un modo atroz.

TORIBIO
¡Si es el capitán Leonello!
Como me conozca, ¡adiós!
¡Y se para aquí! Pero, hombre,
¿cabe osadía mayor?

LEONELLO
¡Qué tipo!

TORIBIO
Temblando de pavor, que va en crescendo.
¡Cómo me mira!

LEONELLO
Nos estorbamos los dos.
Lo echaremos. Hace ademán de acercarse.

TORIBIO
Retirándose. Lo que es este
me corta la digestión.

LEONELLO
Es un rival, desde luego.
¡Un rivalillo!

TORIBIO
Adoptando una postura ridícula, creyendo ser gallarda y pretenciosa.
¡Valor!
Esta actitud principesca
va a arrugarle el corazón.

LEONELLO
Dando unos pasos airosamente hacia Toribio.
¡Vive Dios que es insolente!

TORIBIO
Dando una huida.
Me parece, ¡vive Dios!,
que esta actitud principesca…
va a valerme un coscorrón.

LEONELLO
¿Quién será este mentecato?

TORIBIO
Bueno. Pues por sí ó por no,
¿para qué demonios llevo
en el cinto el asador?

Desenvaina y hace grotescos aspavientos con el brazo armado.

Yo, por mí, no sentiría
que me diera un achuchón;
pero Ferratta… ¡Ferratta
lo va a sentir un horror!

LEONELLO
Reparando en la espada de Toribio.
¿Cómo? ¿Me reta, ó me teme?
Vuelve a dirigirse a Toribio.

TORIBIO
¡Ahora sí que se acabó!

LEONELLO
Dando a Toribio un manotón en el hombro.
¿Hais desnudado la espada?

TORIBIO
¡Vamos! ¡Si es que hace un calor!

LEONELLO
¿Os estorba?

TORIBIO
¡Ya lo creo!

LEONELLO
Yo puedo aliviaros.

TORIBIO
¿Vos?

LEONELLO
Podéis tirarla conmigo.

TORIBIO
¿Yo tirarla? ¡No, señor!
Es recuerdo de familia,

LEONELLO
Guardadla, pues.

TORIBIO
Envainando con gran satisfacción.
¡Al cajón!

LEONELLO
Y cuidad de que en la calle,
para cuando vuelva yo,
no haya ningún importuno
rondando en este rincón.
Y si lo hubiere, advertidle
que escapar será mejor,
a no ser que esté pidiendo
que lo llame a juicio Dios.

Mutis por la izquierda.

TORIBIO
Después del mutis de Leonello.
¡He quedado como un hombre!
Porque, cuando hay discusión
y uno de los dos se marcha
¡el otro es el vencedor!

Recelando que alguien se acerca.

¿Qué es eso? ¡Viene más gente!
¿Otra escenita? ¡Ca! ¡No!
No quiero más espantajos,
porque si mato uno ó dos,
es un cargo de conciencia
para un noble como yo.
Príncipe ilustre: aquí sobras;
Flora: ¡perdona por Dios!

Mutis por la izquierda, contoneándose; pero mirando hacia atrás y acelerando el paso cuando por la derecha entra Rosina, vestida de paje. En la mano trae una mandolina.

ROSINA
Corriendo para detener a Toribio», que ya ha hecho mutis.
¿Será cobarde? ¡Toribio!
Aguarda ahí, que soy yo.

Encarándose con el mirador de Flora

Ya estamos frente a frente, divina Flora
Voy a arrullar tu sueño con mis canciones.
Oye mi serenata, que ríe y llora,
para que tú adivines mis emociones.
Sal a verte conmigo, si estás despierta.
Duerme tu dulce sueño, si estás dormida.
Como acudas a verme, te espero alerta.
Como sigas durmiendo, ¡ya estás vencida!

(Música)

Canta el trovador
bajo tu ventana,
a tus ojos negros
de napolitana.
Del jardín de amores
la más linda flor:
la canción serena
que en sus labios suena
de esperanzas llena,
suspirando amor,
bajo tu ventana
canta el trovador.

Ligero mi canto vuela
buscando cariño fiel
y el alma también anhela
volar hacia ti con él;
llegar a tus pies confía,
cantando su pena allí.
Si el canto de mi agonía
merece llegar a ti,
verás que nace mi alegría
si alcanzó, señora mía
un recuerdo para mí.

¡Ay, tirana de mi albedrío!
¡Ay, dulce tormento del amor mío!
De amor,
oye mi canción mejor.
Bajo tu ventana
canta el trovador.

(Hablado)

ROSINA
¡Abren! Es ella.

Flora abre el balcón y aparece en él.

FLORA
¿Sueño, ó deliro?
¿Quién me saluda con su canción?

ROSINA
¿He perturbado vuestro retiro?
Pues concededme vuestro perdón.

FLORA
¿Vos entonasteis la serenata?

ROSINA
¿Bella os parece?

FLORA
Lo es, en verdad.

ROSINA
Bella es, sin duda, porque os retrata
con asombrosa fidelidad.

FLORA
Guarde sus flores el caballero.
Por tal lisonja, gracias os doy.
Pero, decidme, ¿sois extranjero?

ROSINA
Aparte. ¡Cualquiera sabe lo que yo soy!
En alta voz. Un caprichoso príncipe errante,
que el mundo corre tras el placer,
es quien me envía para que os cante
trovas que él hubo de componer.

FLORA
¿Cuándo me ha visto?

ROSINA
¿Qué importa cuándo?

FLORA
¿Dónde?

ROSINA
Tampoco lo he de decir;
mas desde entonces va suspirando
¡y da una pena verle sufrir!
«Porque me cure de duelos tales,
— son las palabras de mi señor, —
ve a Sorrentinos, que hay mil rosales,
y en los rosales hay una flor.
Una flor blanca, maravillosa,
como una estrella de luz boreal,
que, disfrazada de mariposa,
rindiera el vuelo sobre el rosal.»
Así Su Alteza me dirigía
para encontraros, y, ¡vive Dios!,
que yo he supuesto, señora mía,
que la flor blanca seríais vos.
En una trova como un lamento,
por su mandato quise poner
cuanto recuerde su sentimiento,
que es un suplicio y es un placer.
Porque es rapsodia de todo canto,
porque es perfume de toda flor,
porque es hechizo… porque es encanto…,
porque es locura… ¡porque es amor!

FLORA
Pensativa.
Sobre la noche de mi alma inquieta
un sol radiante viene a alumbrar.

ROSINA
Mas yo, señora, como un planeta,
sólo reflejo la luz solar.
Para que el noble príncipe errante
su vivo anhelo consiga al fin,
abrid las puertas, y que él os cante
bajo las frondas de ese jardín.

FLORA
Venga Su Alteza.

ROSINA
Mas, ¿cuándo?, ¿ahora?

FLORA
Cuando lo quiera vuestro señor.

ROSINA
Aparte.
¡Sí que es divina la pecadora!

FLORA
Aparte.
¡Sí que es gallardo su embajador!

Rosina marca un medio mutis, haciendo señas a Toribio, y vuelve ante Flora.

ROSINA
Ya el príncipe se aproxima.

Sale Toribio por la derecha. Aparte, a Toribio.

¡Anda, imbécil! Más ligero.

TORIBIO
A Rosina, aparte.
Reparad que los calzones
me aprietan de un modo horrendo.

FLORA
¡Alteza!

TORIBIO
Voy.

ROSINA
A Toribio. Ten cuidado.

TORIBIO
¡Qué preciosa sois!

Volviéndose luego a Rosina. ¿No es eso?

FLORA
Llegad, príncipe, en buen hora
y recibid mis respetos.

TORIBIO
¡Bueno!

ROSINA
Mi señor soñaba
con el instante de veros.

FLORA
¡Ay, muchas gracias! Su Alteza
es demasiado discreto
y sus ojos indulgentes
no ven mis muchos defectos.

TORIBIO
¿Defectos vos? ¡Embustera!

ROSINA
A Toribio.
¡Cuidado!

TORIBIO
¡Como lo siento!
Si en vez de ser tan hermosa,
fueseis cualquier adefesio,
tened seguro que os mando
inmediatamente al cuerno.

FLORA
¿Cómo?

ROSINA
A Toribio.
¡Bruto!

TORIBIO
Aparte.
¿Qué habré dicho?

ROSINA
Quiso deciros que, en viendo
vuestros encantos, no acierta
a expresar sus pensamientos.

FLORA
No me extrañan vuestras frases
ni tan «donosos» conceptos,
pues sé que tenéis un alma
que es toda ella sentimiento.

TORIBIO
Así regular.

FLORA
La trova
del paje, es la prueba de ello. Pausa.

ROSINA
A Toribio.
Pero, dile algo

TORIBIO
A Rosina. ¿Y qué digo?
Si no se me ocurre…

FLORA
Veo
que vuestra esbelta figura
y vuestro ropaje espléndido…

TORIBIO
Aparte, esponjándose.
¡Nada! ¡Que ya la he gustado!

FLORA
…Son, sin duda, fiel reflejo
de una alcurnia respetable
y de un ilustre abolengo.
¿Sois toscano?

TORIBIO
¡Toscanísimo!

FLORA
Seréis rico

TORIBIO
Por supuesto.
Tres mil millones de liras
¡y un arpa!

ROSINA
Aparte, a Toribio.
¿Serás mostrenco?

FLORA
¡Tres mil millones! ¡Qué rico!

TORIBIO
A Rosina.
¡Me llama rico!... ¿Contesto?

ROSINA
A Toribio.
Dile una flor a sus ojos.

TORIBIO
Tenéis dos ojos soberbios.
¿Los dos, eh? Pero, ¡ay, señora!,
al derecho, en todo el reino
no hay derecho que le iguale.

ROSINA
A Toribio.
¿Qué dices?

TORIBIO
A Rosina.
Que no hay derecho…

ROSINA
A Toribio.
Calla, calla…

FLORA
¿Os gustan?

TORIBIO
Mucho.

FLORA
¿De veras…?

TORIBIO
A Rosina.
¿Qué digo a ésto?

ROSINA
A Toribio.
Que sí.

TORIBIO
¡Que sí!

FLORA
Pues entonces,
¿querríais de cerca verlos?

TORIBIO
¿Cómo?

FLORA
Entrando en esta casa,
que es la vuestra

Toribio mira a Rosina como preguntándola qué debe hacer.

ROSINA
A Toribio.
Bueno.

TORIBIO
¡Bueno!

FLORA
Pues, aguardad,
que en seguida saldrán a abriros.

Se retira del mirador, después de coquetear un poco con Toribio, el cual le tira un beso.

TORIBIO
¡Je! ¿Y eso?
Me va a recibir a solas.
Dos pellizcos por lo menos…

ROSINA
Mira: cuando Flora salga
a recibirte, correcto,
la ofreces el brazo. ¿Entiendes?
Es una fineza.

TORIBIO
Entiendo.
Mas… ¿cuál? ¿Este ó éste?

ROSINA
¡Hombre…!
¡Cuál ha de ser!

TORIBIO
¡El izquierdo!

ROSINA
¡El otro!

TORIBIO
Me da lo mismo.
Ahora veréis qué bien quedo.
Se abre la puerta y aparece un paje.

PAJE
Entrad, señor. Mi señora
ya os aguarda en su aposento.

ROSINA
A Toribio.
¿Escuchas?

TORIBIO
Estad tranquila.
Ahora entro yo en mi terreno.
Quedaré mal con mis dichos;
¡pero lo que es con los hechos...!

Entran los dos en casa de Flora y el paje cierra la puerta.

(Música)

Se oye dentro una rondalla de soldados, que poco a poco va acercándose, hasta entrar en escena. Los soldados se detienen ante el mirador de Flora; terminada su canción se van por el foro izquierda. Al frente de los soldados va el sargento Lombardi.

SOLDADOS
Soldado de Nápoles
que vas a la guerra:
mi voz, recordándote,
cantando te espera.
Cariño del alma, ven,
que vas a probar
la dicha de amar,
oyendo los sones
de mis canciones.

LOMBARDI
Soldado de Nápoles
me quiso mi suerte.
La gloria romántica
me lleva a la muerte.
No digas tu cántico,
que aviva mi pena;
si muero queriéndote,
¡qué muerte más buena!

SOLDADOS
Soldado de Nápoles
que buscas la gloria,
te espero brindándote
la ansiada victoria.
¡No mueras, soldado, no!
Cariño del alma, ven,
que vas a alcanzar
la dicha de amar,
que es gloria también.

(Hablado)

No bien desaparece Lombardi con los soldados, sale Leonello mirando al balcón de Flora con interés grandísimo.

LEONELLO
¡Qué extraño que no haya salido!
¿Acaso la dulce canción
no habrá suscitado en su oído
la más pasajera atención?

Sale Rosina de la casa.

¡Un paje…!

ROSINA
Al advertir la presencia de Leonello.
¡Dios mío! Jurara
que aquel es Leonello.

Este vuelve la cara hacia ella.
¡Por mi suerte sí!
Prudencia, Rosina, no advierta en tu cara
que es lance formal para ti.

LEONELLO
A Rosina.
Te guarde la suerte dichosa.

ROSINA
Os lleve la mano de Dios.

LEONELLO
¿Está, por supuesto, la hermosa…?

ROSINA
Está… pero no para vos.

LEONELLO
A Flora pretendo y a Flora reclamo.

ROSINA
Justo es que reclame mi buen caballero;
pero Flora agora discurre con mi amo,
y acaso el discurso no admita tercero.

LEONELLO
¿Quién es el iluso que se acerca a Flora?
¿El que la importuna?

ROSINA
O el que la enamora.

LEONELLO
Se verá conmigo, cualquiera que fuere.

ROSINA
¿Cómo os opondríais a lo que ella quiere?

LEONELLO
¡Blandiendo la espada!

ROSINA
¡Blandiendo la espada…!
Preciso es entonces que esté bien templada.
Mi señor, el Príncipe, es un caballero.

LEONELLO
Airado. Pues dile a tu ilustre señor
que pruebe conmigo su acero.

ROSINA
Burlonamente
¡Qué poco sabéis del amor...!

LEONELLO
¿Qué dices?

ROSINA
Que tal es locura.
Tenéis el ingenio y optáis por la espada.
Mucho dice el caso de vuestra bravura;
pero la estrategia sale malparada.

LEONELLO
Queda un momento confuso y callado.
¿Tú eres ambicioso?

ROSINA
¡Mucho!

LEONELLO
Si me ayudas,
quinientos florines conmigo tendrás.

ROSINA
¡Por treinta dineros vendió a Cristo, Judas!
¡Quinientos florines son bastante más!

LEONELLO
¿De acuerdo? Pues dime lo que me interesa.

ROSINA
Vuestra dama os quitan, y a tan ruin empresa,
otra semejante debe responder.
Y pues que mi amo tiene una princesa…
ved que es un camino fácil de correr.
Id a su palacio, donde tiene un puesto
cerca de la hermosa. Suplantadlo vos,
y, si tal lograseis, creo que con esto
quedabais de sobra pagados los dos.

LEONELLO
Por Dios que me encanta. Pero, oye: ¿tú sabes
que abrirán las puertas?

ROSINA
¡Oh, mi capitán!
Quinientos florines son quinientas llaves,
que, a mi humilde juicio, sí las abrirán.
Marchad al Palacio Marinelli.

LEONELLO
¿Cuándo?

ROSINA
A las diez en punto. Cantad frente a él,
y, así que se advierta que estáis esperando,
por arte de magia se abrirá el cancel.

LEONELLO
Mi vehemente anhelo tu favor invoca.

ROSINA
La victoria es nuestra.

LEONELLO
¿No me engañarás?

ROSINA
Intencionadamente,
Poned vivo fuego, poned ansia loca,
que yo, de seguro, pondré lo demás.

LEONELLO
Le haré juramentos en vida y en muerte.

ROSINA
Diré mil engaños en vuestro favor.

LEONELLO
¡Me dejo en tus manos mi suerte! Vase.

ROSINA
Con una sonrisa de triunfo.
¡Qué poco sabéis del amor!

TORIBIO
Saliendo de casa de Flora, como empujado violentamente. Detrás de él se cierra la puerta de golpe.
¡Infames! ¡Canallas!

ROSINA
Acudiendo a él. Toribio. ¡Tú!

TORIBIO
Dirigiéndose d la puerta en actitud amenazadora.
Ahora verá esta gentecilla…

ROSINA
No es preciso; vete Mutis de Toribio.
Su voz importuna,
que suena en la noche con timbre nefando,
deshace el misterio del claro de luna
que va por la tierra vagando, vagando…
Es noche galante de risas y bromas;
el amor pasea con jovial estruendo.
Se llena el ambiente de suaves aromas
y pasan las sombras riendo, riendo…,
Ya suenan muy dulces, como suspiradas,
las notas de un eco que llega volando.
Son los caballeros que dicen baladas
y endechas de amores, cantando, cantando…
¡Noche de promesas que en el alma mía
suenan como arpegios de alegres laudes!
Si las cumples antes de que llegue el día,
cuando el sol, triunfante, vaya apareciendo
irán mis temores y mis inquietudes,
como las estrellas, muriendo, muriendo…

Cuando el verso lo ha indicado, comenzó a sonar de nuevo la serenata interior que se oyó al principio del cuadro.

VOZ INTERIOR
Hermosa napolitana,
valle florido,
rayo de luz de sol:
amor que es rosa temprana
que hoy ilusiona tu fantasía,
da espinas de dolor.
Niña de mis amores,
ya sabes lo que es amor.


TELON LENTO

(Mutación)


CUADRO TERCERO

Un gabinete íntimo en un pabellón aislado del Palacio Marinelli. A la izquierda un ventanal, en primer término; junto a él un bargueño y un sillón. La estancia forma un rinconcito en este lado, invisible para los últimos términos del resto de la escena. Sobre el bargueño, una pequeña imagen. A la derecha, en primer término, una puertecita que comunica con el interior. En el fondo, puerta que da al jardín, con cancela enrejada, abierta. Desde la puerta del fondo hasta el segundo término, de la derecha, galería de cristales en sentido semicircular. Forillo de jardín. Es de noche, con mucha luz de luna al fondo.

Rosina sola en traje de casa. Luego Leonello, en traje de paisano, con capa. Al levantarse el telón aparece Rosina ante la imagen.

(Música)

ROSINA
Virgen y madre
del Redentor:
no me abandones
por favor.

Se levanta, anda con vacilación y nerviosidad y acude a la puerta del jardín, sobresaltada.

Pensé que era él.
Me engaña el deseo.
¿Por qué a un tiempo mismo
le aguardo y le temo?
¡Qué loca aventura!
¿Por qué,
por qué, Dios mío,
no he guardado
mi amor en secreto?
Dan las diez en un reloj lejano.
Valor, Rosina,
Ya llegó el momento.
¡Las diez!

Se oye dentro la voz del capitán Leonello, que canta
« Mujer, primorosa clavellina-», etc. Rosina observa el fondo del jardín.
Ya abrieron la verja;
ya entró en el jardín.
¡Es él!
Aquí viene. Al fin…

Apresuradamente viene al rinconcito de la izquierda. Dirige mímicamente una súplica a la Virgen, toma un libro, y con él abierto en las manos, finge dormir sentada en el sillón. Entretanto se ve venir por el jardín d Leonello, que inmediatamente entra por el foro.

LEONELLO
Esta es la estancia.
La aventura es singular;
parece una página
de un cuento oriental.
Todo parece
dispuesto para amar.

Dirigiéndose a la puertecita de la derecha.

Aquella puerta
me dará la clave.
Capitán Leonello…
¡adelante!

Se detiene al llegar a la puerta, mira a su alrededor y descubre el escondite de Rosina.

¿Me engañan los ojos
con una ilusión?

Yendo hacia la princesa.

¿Me espían, acaso?
¿Será una traición?

Cerciorándose de la presencia de ella.

¡Una mujer!

Se descubre.

Dormida parece…
Ella debe ser.

Asaltado por sentimientos de nobleza.

¡Cuidado, Leonello!
¿Qué vas a hacer?

Atraído por la sugestión de la princesa.

Pero, ¡es tan hermosa!
Verla dormir
es soñar y aprender
a sentir.

Se dirige paso d paso hacia Rosina, contemplándola con arrobamiento.

¡Oh, mujer!
Bella flor
¡Quién supiera lo que sueñas tú!
Cabecita que duermes
un sueño feliz:
¿Qué ideal pensamiento
se adueña de ti?
¿Qué ilusión tienes tú,
cabecita gentil?
La inquietud
que adivino ya en tu frente
quiero sorprender.
Y que mis labios
puedan, al besar,
dulcemente aprisionar
tus ensueños de mujer.
¡Qué hermosa está!

Siente el impulso de besarla, pero reacciona, diciendo:

Leonello, esto es indigno
de un capitán.

Apartándose de Rosina y dirigiéndose a la puerta del fondo.
Ve a buscar las aventuras
en tus locos amoríos…
No mancilles este hogar.

ROSINA
Aparte.
¡Ay!, que se va…

Finge despertarse y deja caer el libro, a cuyo ruido se vuelve Leonello, Y la princesa simula la mayor indignación y sorpresa.
¡Quién! ¡Un hombre!

LEONELLO
Señora…

ROSINA
¿Dónde vais?

LEONELLO
Yo os diré.

ROSINA
Atentáis a mi nombre.
¡No lo quiero saber!

LEONELLO
Disculpadme.

ROSINA
¿Por dónde
penetrasteis aquí?

LEONELLO
Escuchadme, os lo ruego.

ROSINA
¿Qué podríais decir?

LEONELLO
Humildemente.
Señora mía, perdón os pido
y aguardo
rendido
vuestra sanción severa.

ROSINA
Sois un osado
que en vano espera
lograr perdón.

LEONELLO
El capitán Leonello
sólo ha podido
pecar de amor.

ROSINA
¡Ah! El capitán Leonello…
Sí; conozco aventuras
que la fama pregona
de ese buen capitán.
De un amor como el vuestro,
¿qué se puede esperar?
Torbellino de pasiones
y locuras nada más.

Con mucha coquetería.

Ese amor
que sentís
es aroma que el viento renueva,
y el amor
no es así.
El cariño
verdadero
dormidito en el alma se lleva;
capullito
que quizá
con el tiempo
se abrirá.

LEONELLO
Con acento de sinceridad.
Yo siento
una pena aquí escondida
como un nuevo sentimiento,
que es suspiro y es lamento
que se escapa de mi vida.

ROSINA
No os importe padecer,
que un amor verdad
no ha de florecer
si no sabe suspirar.

LEONELLO
Un cariño
verdadero
dormidito en el alma tenía,
y, al mirarme
junto a vos,
mi cariño
despertó.

Rosina, satisfecha en el fondo, recarga su coquetería, apasionando más a Leonello.

ROSINA
Lo dudo.

LEONELLO
¡Lo duda…!

ROSINA
La historia pasada
no debo olvidar.

LEONELLO
Yo os juro…

ROSINA
Es inútil.

LEONELLO
Mi fe de soldado
lo puede jurar.

ROSINA
Os ciega el deseo.

LEONELLO
Creedme, señora.

ROSINA
No os creo.

LEONELLO
Princesa, mi espada os ofrece
probar que merece
tan altos favores.
Pedidme, señora, que hiera,
que mate, que muera,
por vuestros amores.
Ved que os ofrezco
vida y honor.
Y honrarse mi espada querría
sabiendo, alma mía,
que el premio sois vos.

ROSINA
¡Callaos!

LEONELLO
Prestadme oído.

ROSINA
Aparte.
Ya está en mis redes.

LEONELLO
Miradme al menos;
ya arrepentido.

ROSINA
No seguid.

LEONELLO
¡Escuchad!

ROSINA
Desistid.

LEONELLO
Desesperado .
¡Por piedad!
¡Mi amor no consigue siquiera
saber que le espera
vuestro perdón! Se arrodilla ante ella.

ROSINA
En son de plegaria, aparte.
¡Dios mío!

LEONELLO
Princesa…
hablad, por favor.

ROSINA
Si queréis ser feliz,
olvidaos de ese nuevo amor.
Corred la vida
sin pensar en mí.

LEONELLO
¡Tal vez no pueda
ya vivir sin vos!

ROSINA
Si es verdad que sabéis
un cariño sentir,
aprended, como yo,
la virtud de sufrir.

(Juntos al unísono)

ROSINA
Y quizá
el amor
llegará pronto a ser
nueva luz,
que es la risa
del amanecer
y acaso un día

LEONELLO
Esperanzas
de amor
iluminan mi ser
como luz
que se enciende con la risa
del amanecer
y acaso

LOS DOS
su canción dirán
unos labios de galán
y unos ojos de mujer.

(Recitado)

ROSINA
Bueno, mi capitán, ahora… Señalándole la puerta para que se vaya.

LEONELLO
¿Señora, tan pronto?

ROSINA
No hay más remedio.
LEONELLO
Cediendo de mala gaita. Obedezco; pero… ¿os veré mañana?

ROSINA
Nos veremos…

LEONELLO
¿Aquí?...

ROSINA
Aquí, no. En el mirador.

LEONELLO
Besándole la mano. Pues… hasta mañana.

Mutis por el fondo.

ROSINA
Hasta mañana. Aparte. Ya es mío. Cierra la cancela y comienza a cantar «La Canción del Olvido», andando hacia la puertecilla de la derecha, por la que desaparece.

(Cantando)

Marínela, Marínela,
con su triste cantinela,
se consuela
de un olvido
maldecido.
Mari, Marínela…
Campesina, campesina,
como errante golondrina,
cantarína,
vas en busca del amor,
¡Pobre golondrina
que al azar camina…!

Al entrar por la derecha y cerrar la puertecilla, se pierde la voz de Rosina, pero se la oye una carcajada burlona.
Al través de la galería de cristales se ve que Leonello detiénese en el jardín al oír la voz de la princesa y vuelve lentamente hacia el gabinete, atraído por la canción. Cuando ya Rosina ha desaparecido y se abalanza a los hierros de la cancela y forcejea hasta convencerse de que está cerrada.

LEONELLO
(Recitado)
Princesa, princesa,
canta por favor.
Quiero escucharte, sigue.
Ya sé qué es el amor.

(Cantado)
Acude, vida mía.
Escúchame. Soy yo.
Aquel aventurero
hoy busca un tierno amor.
Al fin
ya en mi pecho nació
el cariño ideal.
Princesa: no temas.
Mi honor guarda el tuyo.
¡Volverá tu capitán!

Leonello, muy despacio, desaparece por el jardín mientras lentamente cae el telón.

(Mutación)


CUADRO CUARTO

Jardín del Palacio Marinelli, a todo foro. Es por la tarde. A la izquierda, último término, un pabellón.

Toribio, vestido ricamente, está rodeado de invitadas e invitados. Entre éstos se hayan Pietro y Paolo.

PAOLO
Interesado en el cuento que se supone está refiriendo Toribio.
Seguid con el romance.

TORIBIO
Pero, ¿dónde?,
si ya he perdido el hilo de mi historia.

PIETRO
¿No recordáis? Quedamos en que el conde llama al castillo…

TORIBIO
Cierto… ¡Qué memoria!
Nadie a los ecos de mi voz responde.
¿Dónde están mis criados? ¡Ay de ellos!
¿Dónde está la condesa…? Y de repente
se le erizan al conde los cabellos
y se pasa la mano por la frente.
Como es infranqueable aquella puerta
y el conde, aunque hace frío, está quemado,
traspone una ventana que hay abierta
y sube al dormitorio desalado.
Su esposa está despierta,
reclinada en un lecho de brocado,
con la mirada fija en un mancebo...

PAOLO
¡Ahí viene la tragedia!

TORIBIO
¡Qué infeliz!
El mancebo que mira es un efebo
bordado en un tapiz.
«¿Cómo no te has dormido?»
le dice a la condesa su marido.
«No me puedo dormir sin compañía.»
«Pues voy a acompañarle, esposa mía.»

Dudando.

Bueno… pues…

PIETRO
¿Qué os sucede?

TORIBIO
Nada… nada…
Que está pidiendo a voces la decencia
que vuelvan las señoras la mirada
¡porque va a desnudarse su excelencia!

INVITADA
¡Divertido recato!

TORIBIO
Si no lo halláis discreto, rectifico.

INVITADA
No, no rectifiquéis. El abanico
nos permite escuchar vuestro relato.

Ella y las demás se ponen los abanicos delante de los ojos.

TORIBIO
El conde se desnuda.

Las señoras se quitan los abanicos ruidosamente. Toribio se extraña.
Ya en la cama,
ve que tiembla el tapiz, y un ruido leve
sale de aquel rincón. «¡Pardiez! — exclama —
¡Ese tapiz se mueve!»
«¡Qué ha de moverse!» dícele la dama,
intentando quitar con su entereza
cualquier malicia que al esposo agite.
Mas lo que el conde tiene en la cabeza
no hay ya quien se lo quite.
«Te digo que el tapiz tiembla, y no poco.»
«¡Te digo que estás loco!»
«Va un florín apostado
a que el tapiz se mueve», insiste el conde.
«Se mueve, sí. ¿Qué pasa?», le responde
por detrás del tapiz un grito airado.
Quédase la condesa fría y muda,
temblando de mirar a su marido,
cuando el conde la dice: «¿Lo has oído?
¡Te he ganado un florín, por testaruda!»
Y luego dio en la cama media vuelta…
y se quedó durmiendo a pierna suelta.

INVITADA
De donde se deduce que el marido
debe dar las sospechas al olvido.

TORIBIO
Es claro.

PIETRO
Intencionadamente,
Y, a propósito, Paolo:
¿Dónde está la princesa?

TORIBIO
Interviniendo.
Lo recelo,
pues se ha perdido el capitán Leonello,
y el capitán jamás se pierde solo.

PAOLO
Pero, ¿vos decís eso?

TORIBIO
Aparte.
¡San Bartolo!
Ya se me ha visto el arpa. Alto. Sí; decía
que me gusta que vaya con mi esposa
tan buena… tan hidalga compañía.

PAOLO
¡Eso ya es otra cosa!

PIETRO
Llevándose del brazo d Paolo, aparte.
¿Qué me dices del cuento que ha contado?

PAOLO
Pues te digo que el conde del castillo
me parece un Otello comparado
con este marmolillo.

Por el primer término de la derecha sale Rosina con Leonello; sepáranse cada uno se reúne a un grupo distinto. Leonello viste nuevamente de uniforme.

ROSINA
Pero, señores…

PIETRO
A Paolo
¡Calla! La princesa…

ROSINA
Va a empezar en el lago la regata
y os tengo preparada una sorpresa.

PAOLO
Ideada por vos, será muy grata.

ROSINA
¿Vamos, pues?

Van haciendo todos mutis.

PIETRO
Vamos.

INVITADA
¿Príncipe?

TORIBIO
Boguemos;
pero no me miréis con tal ternura,
porque, si me miráis, se me figura
que voy a andar muy torpe con los remos.

Queda solo Leonello. Paolo y Pietro vienen en su busca.

LEONELLO
Princesa de mis sueños,
tan bella y tan honrada:
¿Qué amor has encendido,
donde jamás brotara?

PIETRO
Pero, ¿no vienes? ¿Cómo
desdeñas la regata?

LEONELLO
¡Qué quieres! El holgorio,
la bulla, me anonadan.

PIETRO
Tú, el hombre de las risas;
tú, el hombre de las chanzas…

PAOLO
Será cuestión de juego…

PIETRO
Más bien cuestión de faldas…

LEONELLO
Estoy enamorado
de una mujer casada.

PIETRO
¡Ya, ya! De la princesa.

PAOLO
Que será una de tantas.

PIETRO
Seguiréis por las noches,
con vuestra eterna charla;
como un cadete simple
y una doncella cándida.
Y ¡qué! ¿Ya hemos saltado,
tal vez, por la ventana?

LEONELLO
Con amargura y cierto respeto.
¡Estoy enamorado
de una mujer honrada!

PIETRO
¡Honrada! ¿Quién lo fía?

LEONELLO
Con enfado.
¡Yo lo proclamo, y basta!

PIETRO
Perdona, mas… ¡tu lema…!

LEONELLO
¡Mi lema… eran palabras!

PIETRO
Y la princesa, ¿cómo
con sólo dos semanas
pudo cambiar tu genio,
pudo nublar tu fama?

LEONELLO
No sé. Tan sólo afirmo
que, si ella me rechaza,
va a terminar la historia
de una manera trágica.

PIETRO
Pues, ¡a rendirla!

PAOLO
¡Pronto!

LEONELLO
Rendirla, no. Alcanzarla.
Subir hasta su altura;
llegar hasta sus plantas.
Rogar… Sufrir por ella…

PIETRO
Remedándole.
¡Por ella! Chico, calma.
No sigas. ¡Estás loco!

LEONELLO
De amor sin esperanza.
¡Sí, loco! ¡Y es el caso
que la princesa me ama!

PIETRO
Entonces…

LEONELLO
Lo adivino;
lo dice su mirada,
que es tan limpia, que en ella
se dibuja su alma.

PIETRO
Ya es bastante.

LEONELLO
No, Pietro;
porque sus labios callan;
porque es altiva y noble
y es inocente y casta.
Por eso me entristece
y me aloca y me arrastra.
Quizá no la quisiera,
no siendo tan honrada…

PIETRO
¡Vaya, adiós! Te dejamos.

PAOLO
Olvídala.

LEONELLO
¡Olvidarla…!

PIETRO
Pues… a aguardar que enviude.
Mira… ¡quién sabe! Aguarda,
que el príncipe no es joven…,
se fatiga… , se cansa…
Un aire… , un tabardillo…

Mutis de los dos.

LEONELLO
Reflexionando.
¿Y por qué no una espada?

Queda pensativo.

TORIBIO
Que aparece por la izquierda.
Tanto de Alteza me ponen,
tantos honores me dan,
que el que me llamen Toribio
me va molestando ya.

Viendo a Leonello, sin ser visto por éste.

¡Hola! El galán de mi esposa.
que me la quiere quitar.
Debe tenerme un cariño
este muchacho

Al capitán.

¿Qué tal?

LEONELLO
Aparte.
¡Oh! Mi suerte me lo envía.

TORIBIO
He dicho que cómo estáis.

LEONELLO
Estoy de pie.

TORIBIO
¡Qué gracioso!
¡Miren qué bromista!

Aparte, dándose cuenta de la actitud de Leonello.

¡Ay!
Me parece que éste tiene
poca gana de bromear.

LEONELLO
Príncipe; aquí estamos solos.
¡Los dos solos!

TORIBIO
Es verdad.

Aparte.

¡San Lucas! Alto. Pero ¿qué hacemos tan solos? Voy a llamar.

LEONELLO
No llaméis.

TORIBIO
Aparte.
¡Está furioso!

En alta voz.

Me carga la soledad.

LEONELLO
Es… que la necesitamos.

TORIBIO
¡Ah! ¿Que la necesitáis…?
Pues os dejo. Medio mutis.

LEONELLO
¡Quieto!

TORIBIO
Aparte.
¡Vaya
si me la voy a ganar!

LEONELLO
No os marchéis, porque hay asuntos
que aquí se decidirán.

TORIBIO
Aparte.
¡Y vestido de etiqueta!
Hoy no puedo quedar mal.

LEONELLO
Príncipe: entre caballeros
se ha de decir la verdad.
El engaño y la mentira
quédense para el rufián.

TORIBIO
El prólogo os ha salido
redondo. ¡Qué bien habláis!

LEONELLO
Hablo bien; pero hablo poco.

TORIBIO
Yo os daré cuerda.

LEONELLO
Pensad
que no os tolero las burlas.

TORIBIO
Aparte.
¡Pues sí que se va a arreglar!

LEONELLO
Sabed que amo a la princesa.
A vuestra esposa.

TORIBIO
¡Caray!
Y ¿me lo decís tan fresco?

Aparte.

¡Ay, no! ¡Que lo hago muy mal!

Melodramáticamente.
¡Y me lo decís…! ¿Qué escucho?

LEONELLO
La amo con locura.

TORIBIO
¡Ah;
pero ya habréis comprendido
que es una barbaridad!

LEONELLO
Por su amor, llegar pretendo
adonde haya que llegar.
Al escándalo... a la lucha…
¡a la muerte!

TORIBIO
Capitán:
no os suicidéis por tan poco.
Es un consejo leal.

LEONELLO
No me entendéis.

TORIBIO
Aparte.
No, ni quiero.

LEONELLO
Vos la queréis, y yo más.
Uno de los dos estorba:
¡uno solo quedará!

TORIBIO
Ingenuamente.
Y ¿qué queréis? ¿Que me vaya?

Recordando su papel.

¡Pues no me voy!

LEONELLO
Bien está.

TORIBIO
Es mía; Dios me la otorga.

LEONELLO
¡Y yo os la quito!

TORIBIO
Inconscientemente. Probad.
Aparte, recobrando su miedo.
¡Que no pruebe!

LEONELLO
Desenvainando. ¡Con mi espada!
Tomad la vuestra.

TORIBIO
Desenvainando con mucha parsimonia.
Ya, ya
No penséis que yo soy manco.

Aparte.

Dentro de un poco ¡quizá!

LEONELLO
¡En guardia!

TORIBIO
¿En guardia?
Aparte, ¿Qué es eso?
Copiando a Leonello.
¡Ah, vamos! Así.

LEONELLO
Atacad.

TORIBIO
Aparte.
¡Y aquí no viene un cristiano!

LEONELLO
Defendeos. ¡Sus…!
Ataca, y Toribio da un salto huyendo y luego contesta a una imaginaria voz.

TORIBIO
¡Ya va!

A Leonello.

Perdonadme, que me llaman.
Vengo en seguida.

LEONELLO
Indignado.
¿Qué? ¿Os vais…?

TORIBIO
¿No oís que me llaman? Medio mutis.

Marchando.

Vuelvo.

LEONELLO
Pero príncipe…

TORIBIO
¡Ya va! Mutis.

LEONELLO
No me queda ni el recurso
de matar a mi rival.

Sale Rosina por el fondo, habiéndosela visto cambiar unas palabras con Toribio.

(Música)

ROSINA
Interrumpiendo sus palabras con carcajadas.
Pero capitán…

¿Qué vais a hacer?

¿Vais a matar?

Decidme a quién.

Estáis gallardo de veras.

El gesto airado os va bien.

Guardad la espada.

No me asustéis.

LEONELLO
¿Por qué, Rosina,
por qué os burláis de mí?
¿Por qué mi duelo y mi pena
os hacen reír?
Dejadme que al partir maltrecho
salgan de mi pecho
ayes de dolor.
De un loco amor arrepentido,
soñé un feliz hogar risueño
y todo se ha desvanecido
como un sueño.

ROSINA
Con ayes y con lamentos
los sufrimientos
no podréis vencer.
Tened valor y fortaleza,
templad el corazón en el dolor,
abrid el alma a la tristeza,
que es ahora cuando empieza
el amor.

LEONELLO
¡Imposible!
Para mí no hay amor.

ROSINA
¡Ja, ja, ja, ja…!

Interrumpe como antes sus palabras con carcajadas.

LEONELLO
Volvéis a reíros…

ROSINA
¡Cómo no me voy a reír!

LEONELLO
Creedme, Rosina.

ROSINA
¿No mentís?

LEONELLO
Mi amor es sincero,
mi amor es verdad.

ROSINA
Amor y pena
debéis olvidar.

LEONELLO
Yo sabré buscar la muerte.

ROSINA
Así no moriréis de amor.

LEONELLO
Oídme. Ya que mi dicha
será imposible con vos,
engañadme diciendo
que no olvidáis mi amor.

ROSINA
¿Qué pretendéis con ello?

LEONELLO
Hacerme la ilusión
de que suena siempre
en mi oído vuestra voz.
¡Jamás la olvidaría!
Decídmelo, por Dios.
Ved que me consume
la desesperación. (Muy vibrante)

ROSINA
Remedándole.
«Mujer,
primorosa clavellina
que brindas el amor…»

LEONELLO
No, no, Rosina…
mi pasado olvidad.

ROSINA
Es una cancioncilla
que vino a mí sin pensar.

LEONELLO
Os ruego, os suplico…
Soy un amante sincero
que quiere consagraros su fe.
Caen sobre mí las maldiciones
de cuantas mujeres burlé.
Pero en vos llega al fin
el castigo de mi torpe afán
y aquella risa tan alegre ayer
en amargura se convertirá.

ROSINA
Despacito se llega a Leonello, que se había quedado vuelto de espaldas y abatido.

Cariñosamente.

¡Mi Leonello…!

Leonello, adivinando el cariño de Rosina, estrecha sus manos apasionadamente.

(Al unísono)

ROSINA
Al fin
el amor
ilumina mi ser
como luz
que es la risa
del amanecer

Leonello.
Al fin
el amor
ilumina mi ser
como luz
que se enciende con la risa
del amanecer

LOS DOS
y siempre unidos
su canción dirán
unos labios de galán…

Salen Toribio, Pietro y Paolo d la cabeza- de un grupo de invitados, interrumpiendo el dúo con su bullicio.

(Hablado sobre la música)

PIETRO
Coreado por todos.
Muy bien, muy bien.

TORIBIO
Adelantándose.
¡Enhorabuena, capitán!

LEONELLO
El príncipe… ¡ridículo!

TORIBIO
Hijo, por tres mil florines no se puede hacer más.

ROSINA
Bien, Toribio.

LEONELLO
¿Qué?

TORIBIO
Presentándose.
Toribio Clarinetti; en mí tenéis una amistad… y un arpa.

ROSINA
Y desde hoy nuestro mayordomo.

LEONELLO
Volviéndose a Rosina, lleno de alegría.
Pero, ¿es todo una farsa?

ROSINA
Todo, menos mi cariño.

LEONELLO
Y el mío… el que empezó oyéndote cantar…

ROSINA
¡Bendita sea «La Canción del Olvido»!

Leonello da la mano a Rosina y juntos marchan hacia el fondo. Los invitados abren calle v los reverencian a su paso.



TELON


Información obtenida en:
https://archive.org/details/lacanciondelolvi495serr

2 comentarios:

  1. Vi esta zarzuela hace muchísimos años, me enamoró. Una verdadera joyita de la música, la prosa y el verso. La versión que vi fue con Juan Luis Galiardo en el papel del Capitán Leonello y María Cuadra en el de Rosina Ferrata.

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    1. Completamente de acuerdo contigo, José Serrano siempre componía una música inspiradísima.

      Saludos.

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