Dos Huérfanas (Libreto)



DOS HUERFANAS



Zarzuela Melodramática en tres actos y siete cuadros.

Texto de Mariano Pina Domínguez.

Música de Ruperto Chapí.

Representada por primera vez en Madrid en el Teatro de la Zarzuela el 25 de Enero de 1880.


REPARTO (Estreno)

Enriqueta - Sra. Franco de Salas.

Luisa - Sra. Soler Di-Franco.

La Frochard - Sra. Baeza.

Diana - Sra. Carrasco.

Raúl - Sr. Dalmau.

Doctor - Sr. Ferrer.

Pedro Sr. Tormo.

El Conde de Liniers - Sr. Banquels.

El Marqués de Fronsac - Sr. Mora.

Jacobo - Sr. Povedano.

Gastón - Sr. González.

Un Agente de Policía - Sr. García.

Oficiales, aldeanos y aldeanas, agente de policía, vendedores, mujeres del pueblo, gendarmes.

La acción es en París, año 1789; en Octubre el primer acto, y en Diciembre los restantes.


ACTO PRIMERO


CUADRO PRIMERO


EL MOTIN BE MUJERES

El puente nuevo en París. A lo lejos, la vista de la ciudad. A la derecha, en último término, el despacho u oficina de los coches de Normandía. Sobre la puerta una gran muestra saliente que dice: «COCHE DE NORMANDIA» En primer término, a la derecha, una casa de mala apariencia, coa ventana practicable. Se entiende por derecha é izquierda la del espectador.


ESCENA PRIMERA

Aldeanos y Aldeanas.

(Música)

CORO
Por calles y plazas
el pueblo se agita,
y hambriento y furioso
intrépido grita.

Qué diablos ocurre?
Por qué tal desmán?
Quién predecir puede
lo que pasará?

El rey en Versalles
se alegra y divierte,
y aquí el triste pueblo
maldice su suerte.
¿Por qué se le humilla
con ímprobo afán?
Al fin sus cadenas
romper logrará.

Con prudencia y con cuidado
vivir debe el pueblo honrado
sin mezclarse en la cuestión.
Con cuidado y con prudencia
mostrar debe su paciencia
en tan crítica ocasión.


ESCENA II

Mozos, Pedro, con una piedra de afilar al hombro. Es jorobado.

PEDRO
Afilador, afilador!
Los cuchillos que no corten
cortarán después mejor.

CORO
Es Pedro el jorobado.
Eh! Pedro! ven acá.
Y cuenta lo que pasa
por la ciudad.

PEDRO
Ya con mi tienda al hombro
me ocupo en afilar
las armas que no cortan
de la ciudad.

CORO
¡Responde! Qué pasa?

PEDRO
Qué ocurre en París?
En cuatro palabras
lo voy a decir. (Deja en el suelo su aparato)
Dicen que han dado un banquete
los guardias de Corps,
a todos los oficiales
de la guarnición.
Y allí dicen que hubo brindis
de tal calidad,
que por mucho, mucho tiempo
se comentarán,
Esgrimieron las espadas
con aclamación,
dando vivas a la reina
mas no a la nación.
Los clarines resonaron
con eco marcial,
y movieron una gresca
lo más infernal.
Esto se murmura,
mas yo estoy tranquilo.
Mientras ellos bailan
yo contento afilo.
Afilo puñales,
cuchillos mellados,
y afilo la lengua
de los diputados.

(Afila un puñal en la piedra. —El Coro imita el movimiento cuando canta el estribillo)

TODOS
Chis! Chis! Chis!

PEDRO
Prometieron por el rey
morir ó vencer,
y cundiendo el entusiasmo
corrieron tras él.
El monarca conmovido
con ellos brindó,
y la reina presurosa
también acudió.
Cual divisa en los sombreros,
triste augurio al fin,
una negra escarapela
llevan puesta allí:
Y al mostrar tan triste enseña?
hollada se vio,
la otra enseña más gloriosa
de nuestra nación.
Pero ¿qué me importan
chismografías tales?
Yo afilando vivo
dagas y puñales.
No entiendo los triunfos
de mis soberanos.
Yo afilo las armas de
los ciudadanos.

TODOS
Chis! Chis! Chis!...

(Hablado)

PEDRO
Como yo por mi fortuna
recorro calles y plazas
desde que el sol aparece
hasta que oculta su cara,
oigo, escucho, miro y veo,
y hoy escuché cosas tantas,
y vi tan extrañas cosas,
y miré cosas tan raras
que las cosas andan mal!
Y si la cosa se amaña,
van a resultar hoy cosas
de muchísima importancia.

UNO
Qué has escuchado?

PEDRO
Que el pan
se vende muy caro, y falta.

OTRO
Qué has visto?

PEDRO
Que el pueblo corre
sin saber por dónde anda.

OTRO
Qué has oído?

PEDRO
Muchos vivas;
y cuando los vivas danzan
por la atmósfera, hay cachetes.
Sabéis quién los vivas daba?

(Todos se acercan y escuchan con gran curiosidad)

Una turba de mujeres
hambrientas y desgreñadas
que ahora mismo en el mercado
se alistan con ciega saña
para ir al ayuntamiento.
Comprendéis? —¡Motín de faldas!
Ni un solo hombre va con ellas!
Pero con grande algazara
ostentan palos, fusiles
y asadores y tenazas.
Aquel que a su paso encuentran
no queda para contarla,
porque en París las mujeres,
cuando así pierden la calma,
tan fieras son y terribles
que no les asusta nada
En fin, es una, una sola,
y cuando se irrita araña
conque decidme qué hará
si se mira acompañada!

TODOS
Já, já, já!

PEDRO
Mucho cuidado
y metámonos en casa
a guardar el bulto...

UNO
Eso.
te toca a ti. (Señalándole la joroba)

PEDRO
Hombre, qué gracia!

UNO
Lo digo...

PEDRO
Por mi joroba!
La indirecta ha sido clara.
Pues el nacer jorobado,
hijo, no es ninguna infamia.
Es llevar la suerte acuestas.
Por eso crece la espalda.
Si fuese vago... ó ladrón!...
ó tuviera lepra, ó sarna!...
Pero ser jorobadillo...
¡Si esto da cierta elegancia! (Paseando cómicamente)
¿Y las ventajas que tiene?

HOMBRE 1º
Ventajas?

PEDRO
Muchas ventajas!
Si el jorobado es pequeño,
sobresale entre las masas.
No hay prenda que no le siente,
ni puerta que le deshaga,
ni cama que le esté corta,
ni mujer que le esté baja.
Aunque con los años crece,
nunca se sube a la parra;
y aunque sea un sesentón,
como a un chico se le trata.
Si hay guerra, no va a la guerra;
si hay palos, su escudo gasta;
para viajar tiene alforjas,
y para dormir almohada.
Conque resulta que ser
jorobado, es una ganga.

TODOS
Já! já! já!

PEDRO
Lo dicho, dicho.
La nube con paso avanza
amenazador. Marcharse,
no empiece a caer el agua.

(Retírase el Coro al fondo)

Y tú vuelve a tu faena.

(Cogiendo el aparato)

Trabaja, Pedro, trabaja,
que aunque imperfecto es tu cuerpo
se encierra en él toda un alma.
¡Que soy jorobado! Bueno!
Pues por eso tengo gracia.

(Váse por la derecha)


ESCENA III

Coro, la Frochard.

FROCHARD
(Sale por la izquierda y pide limosna a unos y otros)
Una limosna por Dios!
Tened piedad de una anciana
desvalida. (A la otra puerta)
Señor, por la Virgen santa!
Una limosna, hermanillo.
(Ninguno la mano alarga)
Una limosna!

HOMBRE 1º
Id al diablo!

FROCHARD
(Con él al infierno vayas)

(Váse por la derecha)


ESCENA IV

El Marqués, saliendo por el foro izquierda. Luego Gastón. El Coro desaparece poco, a poco por distintos lados.

MARQUES
Con tiempo logré llegar
y si es mi memoria cierta...

(Recorre con la vista la escena y se fija en la primera casa de la derecha)

Allí! La primera puerta.
No hay duda! voy a llamar.

(Llamando en dicha casa)

Gastón! Gastón!

GASTON
(Asomándose a la ventana) Aquí estoy.
Qué se ofrece?

MARQUES
Hablarte quiero.

GASTON
Señor Marqués!

MARQUES
Que te espero!

GASTON
Un momento! Al punto voy. (Desaparece)

MARQUES
De un redomado bribón
hoy la ayuda necesito.
Lo que ha de ser está escrito
y es fuerte mi decisión.
El golpe ha de comentarse
y mi nombre sonará.

GASTON
(Saliendo) Señor Marqués!

MARQUES
Ven acá.

GASTON
Tanta honra!

MARQUES
No hay que asombrarse.
Mi fortuna y mi poder
conoces mejor que yo,
y ninguno me sirvió
como lo has sabido hacer.

GASTON
Siendo la ocasión propicia,
más consecuente, ninguno.

MARQUES
Te conozco! Eres un tuno
completo.

GASTON
Me hacéis justicia.
Pues yo que de libertino;
tengo fama, como sabes,
y que en asuntos muy graves
crucé impávido el camino;
vengo tu ayuda a buscar.

GASTON
Sí? Corriente.

MARQUES
Punto en boca.
Se trata de una bicoca.

GASTON
Entonces no hay más que hablar:
Dadme del enredo el hilo
y haré cuanto se os antoje.
No hay cosa que me sonroje.
¿Robo? ¿Pego? ¿Despabilo?

MARQUES
Se trata de una doncella!...

GASTON
Basta! Al buen entendedor...
Es de la corte?

MARQUES
Mejor.
Una provinciana bella.

GASTON
Vive en París?

MARQUES
Hoy vendrá.

GASTON
De dónde?

MARQUES
De Normandía.

GASTON
No ha llegado todavía
el coche.

MARQUES
En él llegará.
Escucha, pues el secreto
no importa que se publique.
Deja que el hecho te explique.

GASTON
Bien! Divulgarlo prometo.

MARQUES
La divina Providencia
un tío me deparó
que, según me prometió,
ha de dejarme su herencia.
Una carta recibí
que a su lecho me llamaba,
y como mucho esperaba
treinta leguas recorrí.
Pero el cielo siempre justo
castigó mi ruin pecado!
El enfermo ha mejorado!

GASTON
Comprendo vuestro disgusto.

MARQUES
Por la posta, algo mohíno,
hacia París me volvía
cuando un coche, que venía
siguiendo el mismo camino,
cierra un angosto sendero
y nos interrumpe el paso.
Yo grito, no me hacen caso.
En vano me desespero.
Aquel mayoral bergante
se burlaba de raí arrojo.
Entonces me dio el antojo
de zurrar al muy tunante.

GASTON
Era cosa bien sencilla.

MARQUES
Con tal animo bajé;
pero estático quedé,
pues por una ventanilla
de aquel coche, se asomaba
una cara tan hermosa
que antes de pegar fue cosa
de saber quien la llevaba.

GASTON
Hola!

MARQUES
Una niña hechicera,
inocente, casta, pura.
La más divina criatura
que el alma soñar pudiera.
Sentí tan grata emoción
y deseo tan vehemente
de hablarla, que fui prudente
escoltando el carretón.
Llegamos a una parada
y bajó mi bien querido.

GASTON
Entonces vos...

MARQUES
Atrevido
y sin reparar en nada,
mis respetos la ofrecí.

GASTON
Y ella?

MARQUES
Tierna y candorosa,
mi oferta aceptó gustosa.

GASTON
Pobre paloma!

MARQUES
Y así
supe que a París venía
con su hermana: otra doncella
tan bonita como ella,
pero que enferma sufría.
Según pude vislumbrar,
nunca han estado en la corte;
vienen solas y sin norte
que aquí las pueda guiar.
Entonces se me ocurrió,
para conseguir mi intento,
engañarlas con un cuento
que mi ingenio concibió.
Me fingí hostelero!

GASTON
Bah!

MARQUES
Y le ofrecí mi hostería
con toda la cortesía
de uno del oficio.

GASTON
Ya.

MARQUES
Mi esposa. —añadí después—
es tan buena y cariñosa
que han de sentir por mi esposa
un tierno y dulce interés.
Al pronto, cierta extrañeza
brilló en su bello semblante,
pues mi porte y mi talante
desmintieron la simpleza.
Pero tuve buen cuidado
de añadir que el coche aquel,
y el magnífico oropel
de mi gente era alquilado.
Al punto sencilla y franca,
desterrando sus recelos,
agradeció mis desvelos
y estreché su mano blanca.
Entonces di al postillón
orden de apretar el paso,
pues lo importante descaso
era andar sin dilación.
Anoche en París entraba,
y hoy mi dueño ha de llegar.
Por eso vengo a buscar
tu ayuda.

GASTON
Bueno! Esperaba
tal audacia.

MARQUES
Por mi nombre!
Audacia tal invención!
Tan simple es que no hay razón
para que nadie se asombre.
Escucha: aquí aguardarás,
y un carruaje en esa esquina.
Cuando lleguen...

GASTON
Se adivina,
señor Marqués, lo demás.
Criado soy del hostelero.
Me presento muy cumplido.
Las cojo, entran en el nido...

MARQUES
Y te ganas tu dinero.
Mi casa, noble mansión
que la justicia respeta...

GASTON
Es el nido que completa
vuestra bizarra invención.

MARQUES
¡Con la orgía estoy soñando
aunque asistiremos pocos!
Los oficiales más locos
del regimiento que mando.

GASTON
¡Bien!

MARQUES
Tan libertinos son
que nada les estremece.

(Gritos y ruido dentro, de las mujeres del motín)

En? Qué es eso?

GASTON
Me parece
que cunde la agitación.
En ira hierve París
y hoy el trueno ha de estallar.
Tienen mucho en que pensar
los esbirros del rey Luis.
Si la justicia no es lerda
¿qué ha de importarle, en su encono,
cuando se desploma un trono,
que una muchacha se pierda?
Entonces...
Dentro de un rato
en esta plaza estaré.
Yo contigo me uniré.
Señor Marqués... hecho el trato! (Váse el Marqués)


ESCENA V

Gastón, la Frochard.

FROCHARD
Una limosna a esta pobre anciana!...

GASTON
Dejadme en paz. (Váse)

FROCHARD
Los días de revolución nadie da un sus! ¿Cuándo acabarán de cortar la cabeza a los que mueven tales jaranas! (Gran ruido. Suenan toques de tambor) Anda, anda! Y cómo chillan los condenados!...


ESCENA VI

Dicha, Pedro. Sale sin el aparato de afilar.

PEDRO
¡Viva la patria! Viva Mirabeau! Abajo los pillos!

FROCHARD
Ah! Eres tú, gran bribón?

PEDRO
(Uf! La tía Frochard!)

FROCHARD
Qué haces, vagabundo? Dónde vas?

PEDRO
Vagabundo? Yo trabajo cuanto puedo.

FROCHARD
Eso es justamente lo que me irrita. Es endeblucho, enfermizo, jorobado! Le dota el cielo de cuanto le hace falta, y nada! En vez de servirse de todos esos bienes para mendigar, trabaja el muy zopenco! Cuando no tendría más que alargar la mano para capitalizarse!

PEDRO
Ya os he dicho que no puedo hacer eso.

FROCHARD
Por qué, infame, por qué?

PEDRO
Porque cuando abro así la mano y me dejan caer en ella una moneda, me pesa como si fuera un ascua, y sin comprender por qué, se cae mi brazo y se me aprieta la garganta, y acabo por echarme a llorar. ¡No puedo pedir limosna, vamos, no puedo!

FROCHARD
Y prefieres verme en la miseria, tunante? Si fuese sola! Pero te tengo a ti y a mi hijo! A ti, a quien tuve la debilidad de recoger cuando apenas tenías tres años, murieron tus padres en la vecindad.

PEDRO
Ya sé que me recogisteis.

FROCHARD
(Gracias a tu joroba!)

PEDRO
Por eso os he respetado siempre como a una madre.

FROCHARD
Además tengo a mi hijo Jacobo a quien adoro.

PEDRO
Y por qué no trabaja? Por qué permite que le mantengáis?

FROCHARD
Mira, no hables mal de Jacobo...

PEDRO
Pero...

FROCHARD
Es el retrato de su padre!

PEDRO
Sí, vago de oficio, ratero y aficionado al mosto. Es una alhaja.

FROCHARD
¡Aquí lo tienes! Jacobo! Hijo mío!


ESCENA VII

Dichos, Jacobo.

JACOBO
¡El mismo!

PEDRO
(Este dice que es lo más saneado de la familia)

JACOBO
Tú! Contrahecho! Acércate!

PEDRO
Me llamo Pedro!

JACOBO
Silencio! Cuánto has ganado hoy?

PEDRO
Dos libras y cuatro sus.

JACOBO
Mientes!

PEDRO
(Eso sí! Está muy bien educado) Puedes registrarme.

JACOBO
Venga.

PEDRO
(Todos los días me cobra el barato-. Y si no le obedezco me arrima una paliza) (Le da el dinero)

FROCHARD
Vaya una ganancia! Yo en cambio he recogido triple.

JACOBO
Venga también.

FROCHARD
Toma, hijo mío! Todo para ti. (id)

PEDRO
(Cabal! Para que se lo beba todo)

JACOBO
Y ahora hasta la vista! Por ahí están batiendo el cobre y Jacobo hace falta entre sus compañeros.

FROCHARD
Si entre el bullicio se pierde algo...

JACOBO
Soy yo tonto?

FROCHARD
Cada cual por su lado. Tú amaña por allí: tu madre aquí se queda.

JACOBO
Adiós, madre. (Váse)

FROCHARD
El cielo te bendiga! (A Pedro) Y tú márchate a trabajar.

PEDRO
Eso pensaba hacer.

FROCHARD
No sirves para nada.

PEDRO
(Si no me hubiese criado... Pero le debe la vida! Esto es lo que me ata) (Váse)


ESCENA VIII

La Frochard.

FROCHARD
Cuando era pequeñito, me sirvió muy bien. Todos se compadecían de su desgracia y le daban su ofrenda. Una vieja sola no causa tanta lástima. Si yo pudiera pescar otro jorobado! Pero es muy difícil! Estas gangas no se presentan todos los días. (Váse)


ESCENA IX

Gastón.

GASTON
(Hablando cerca del bastidor) No os mováis de este sitio y estad preparados. Yo os daré la señal. (Se adelanta negando en medio de la escena y mira hacia la derecha) El Coche acaba de llegar. Por dónde andará el Marqués?


ESCENA X

Dicho, el Marqués.

MARQUES
(Por el primer término izquierda) Está todo listo?

GASTON
Todo.

MARQUES
Y tus hombres?

GASTON
Preparados por si la niña vacila. El coche ha llegado. Mirad. (Ambos se acercan un poco hacia la derecha) Indicadme a la paloma.

MARQUES
Aquella! (Señalando a una persona que se supone baja del coche)

GASTON
Podéis marcharos.

MARQUES
La has visto bien?

GASTON
La he visto.

MARQUES
No olvides que aguardas de parte de Genaro. (Váse el Marqués)

GASTON
(Hermosa es la muchacha)


ESCENA XI

Enriqueta, Luisa, luego Gastón, saliendo por donde se supone ha llegado el coche.

ENRIQUETA
Ven, mi querida Luisa: aquí puedes sentarte mientras descargan nuestros equipajes. (La conduce de la mano a un banco que habrá en primer término, a la izquierda)

GASTON
(No perdamos el tiempo) (Acercándose con la gorra en la mano) Dispensad, señoritas! Seriáis acaso las jóvenes a quienes aguardo?

ENRIQUETA
Vos?

GASTON
Soy un mozo de la hostería del señor Genaro. Me dijo que aguardase a unas jóvenes a quienes ayer ofreció su casa en el camino.

ENRIQUETA
Ah, sí! Es cierto.

LUISA
No olvidó su promesa?

GASTON
Olvidarla? Eso hubiera sido echar la ganancia por el balcón, y en estos tiempos nadie es tan generoso. Dispuestas tenéis las habitaciones, y la esposa del señor Genaro os aguarda con impaciencia.

ENRIQUETA
Aunque no conocemos a nadie, traíamos las señas de algunos hoteles modestos.

GASTON
Aquí hay de todos precios; para pobres y para ricos; y en fin, si no os acomoda podéis marcharos mañana a otra parte.

LUISA
Dice bien. Poco perdemos en ello.

ENRIQUETA
Y habiendo dado mi palabra...

GASTON
Entonces, cuando gustéis. Allí está, el carruaje.

ENRIQUETA
Aguardad! Tenemos un cofre y varios paquetes.

GASTON
Yo me encargo de todo. Venid al coche.

ENRIQUETA
No, no! Cargadlo antes.

GASTON
Es igual. Voy por ello al despacho. No os molestéis. (Gritando) Eh! Tú! El equipaje de estas señoritas! (Tengamos calma. No debo despertar sus sospechas) (Entra en el despacho)


ESCENA XII

Enriqueta, Luisa.

ENRIQUETA
Oh! Qué hermoso es París!

LUISA
De veras?

ENRIQUETA
Pobre hermana mía! Si tú pudieses ver todas estas maravillas!

LUISA
Dónde estamos?

ENRIQUETA
En el Puente Nuevo.

LUISA
Tu padre nos lo ha descrito muchas veces. Vivió cerca de aquí antes de retirarse a la aldea.

ENRIQUETA
Por aquel lado asoman las torres de Nuestra Señora.

LUISA
(Levantándose) Ahí fue donde depositaron mi cuna. Donde fui recogida por la caridad de aquel que hizo de mí su segunda hija. Sin su piadoso auxilio, hubiera muerto de hambre y de frio. —Ojala hubiera muerto!

ENRIQUETA
Qué dices?

LUISA
Porque de ese modo no hubiera venido a ser una pobre ciega; un objeto de tristeza y de dolor para todos aquellos que me rodean.

ENRIQUETA
Luisa! No hables así! Bien sabes cuánto mis padres te han amado. Tú fuiste su consuelo, su alegría, su dicha hasta el instante fatal...

LUISA
De quedar huérfanas! de quedar solas y abandonadas!

ENRIQUETA
No estamos solas! Ambas tenemos en nuestro pecho esos dos grandes compañeros del infortunio: la religión y el amor.

LUISA
Sí, sí! Tu voz me reanima y me tranquiliza. Debes ser muy hermosa, ENRIQUETA

ENRIQUETA
Muy pronto me verás.

LUISA
Oh!

ENRIQUETA
Para qué hemos venido a París? Para qué hemos hecho solas este largo viaje sino para que vuelvan a recobrar tus ojos su luz y su alegría?

LUISA
Ha sido una locura!

ENRIQUETA
Mayor hubiera sido la de dejarte entregada a ese dolor que lentamente mina tu existencia. En aquella aldea, ¿cuándo te hubieras curado? Además, nuestros proyectos son más vastos. Con lo poco que nuestros padres nos dejaron al morir hace un año, y lo que hemos podido reunir vendiéndolo todo, tenemos recursos para vivir cierto tiempo. Yo trabajaré en algún almacén, y cuando los médicos te hayan puesto buena, tú me ayudarás, y entre las dos ganaremos una fortuna.

LUISA
Si esa esperanza se realiza!

ENRIQUETA
Oh! Dios ampara y protege a las pobres huérfanas.

(Música)

Nuestra
madre desde el cielo
por nosotras velará,
y premiando nuestro anhelo
con su amor nos salvará.

LUISA
Si mi madre despiadada
al nacer me, abandonó
en la tuya idolatrada
mi cariño se cifró.

LAS DOS
Soñar, esa es la vida,
la vida del amor,
y el alma cuando sueña
no siente su dolor.
Soñar es la esperanza
y en ella está el placer.
Tengamos confianza
en nuestra santa fe.

LUISA
Con tu cariño
mi fe despierta.

ENRIQUETA
Con tu cariño
feliz seré.

LUISA
Tú eres el ángel
que por mí vela.

ENRIQUETA
Así a mi madre
se lo juré.

LAS DOS
Soñar: esa es la vida, etc.

CORO DE MUJERES
(Dentro)
Las escarapelas negras
es preciso exterminar.
Si en París la luce alguno,
al instante morirá.

ENRIQUETA
Silencio!

LUISA
Qué sucede?


ESCENA XIII

Dichas, Gastón.

GASTON
(Magnífica ocasión)
¡Venid, venid corriendo!

ENRIQUETA
Qué pasa?

GASTON
¡Vive Dios!
Que la ciudad entera
está en revolución.

ENRIQUETA
Oh, cielos!

LUISA
Dios mío!

ENRIQUETA
Entremos allí. (Señalando el despacho)

GASTON
Cerraron la puerta.
¡Se acercan! ¡Venid!

(En este momento multitud de mujeres hambrientas y desgreñadas, invaden la escena. Todas llevan algún arma, y algunas ostentan palos y banderas. Este grupo, que debe ser numerosísimo, separa, al salir tumultuosamente, a Enriqueta y Gastón de Luisa, quedando esta sola a la derecha y aquellos a la izquierda)

MUJERES
Que mueran colgados
los guardias de Corps.

ENRIQUETA
Hermana!

LUISA
¡Enriqueta!

ENRIQUETA
Luisa, Luisa!... ¡Oh!

(Cae desmayada y Gastón y sus hombres se la llevan por el foro izquierda)

MUJERES
¡Abajo los traidores!
Despierte el pueblo ya!

(Luisa con los brazos extendidos desaparece por la derecha, segundo término)

LUISA
¡Hermana! ¡Hermana mía! (Váse)

MUJERES
(Esgrimiendo las armas)
¡Sin tregua hay que luchar!
¡No haya perdón!
¡No haya piedad!

(Vánse corriendo por la izquierda gritando todas: ¡A Versalles!)


CUADRO SEGUNDO


EL HALLAZGO DE LA FROCHARD

Calle corta. Preludio en la orquesta.


ESCENA XIV

Luisa, luego Pedro.

(Saliendo por la derecha. Sigue la música hasta el final) Dónde estoy? ¡Nada oigo! Enriqueta! Enriqueta! Contesta! Respóndeme! ¡Oh! Sola! Abandonada! Virgen santa, amparadme!

PEDRO
(Por la izquierda) En esta calle no se reparten palos.

LUISA
Oigo una voz. —¡Hermana mía!

PEDRO
Eh?

ENRIQUETA
¿Enriqueta? Esa no soy yo.

LUISA
Caballero! No os marchéis! Aguardad.

PEDRO
Caballero? (Pero señor, ¿con quién habla esta chica?)

LUISA
Amparadme!

PEDRO
Calla! Qué apurada está!

LUISA
Por lo que más améis en el mundo.

PEDRO
Qué os sucede? Hablad. (La niña es un ángel)


ESCENA XV

Dichos, la Frochard.

FROCHARD
Qué veo? También tienes citas amorosas?

PEDRO
Yo?

LUISA
Una mujer! (Volviéndose hacia ella) Señora! venid! No me abandonéis.

FROCHARD
Qué significa?

LUISA
Tened lástima de mí.

FROCHARD
Pero qué os pasa?

LUISA
Mi hermana! Estaba a mi lado! De pronto, gritos espantosos llegaron a mis oídos! Luego caí atropellada por unas turbas. Después corrí, corrí sin dirección llamando a Enriqueta que no contesta.

FROCHARD
Todo eso quiere decir que os habéis perdido. En París es muy fácil.

PEDRO
No apurarse! Avisaremos a vuestro padre.

LUISA
Mi padre! No le tengo!

PEDRO
No?

LUISA
Somos huérfanas.

PEDRO
Pero tendréis amigos, conocidos!

LUISA
Hemos llegado hace un instante a París y a nadie conozco.

PEDRO
Pero ¿no tenéis alguna persona a quien dirigiros?

LUISA
Sí! Aguardad! El señor Genaro! El dueño de la hostería donde íbamos a parar.

FROCHARD
Y quién conoce en París a un señor Genaro?

LUISA
Preguntaremos en la administración del coche. Llevadme al Puente Nuevo.

PEDRO
Fue allí donde perdisteis a vuestra hermana?

LUISA
Lo supongo.

PEDRO
Pues qué? No visteis por donde se marchó?

LUISA
Cómo había de verlo si soy ciega!

PEDRO y FROCHARD
Ciega!

PEDRO
(Infeliz!)

FROCHARD
(Hola, hola! Ciega, sin parientes, sin conocidos, y joven y bonita) Márchate a tu trabajo! Yo me ocuparé de ella.

LUISA
No me dejéis sola! Os lo suplico!

FROCHARD
Sola? Ni pensarlo! Yo misma os ayudaré en vuestras pesquisas.

LUISA
Vos?

FROCHARD
Y tanto!

LUISA
Y quién sois vos, señora, que os interesáis así por los que sufren?

FROCHARD
Soy una honrada madre de familia.

PEDRO
(No son muy exactas las señas)

FROCHARD
Yo misma, repito, os ayudaré y a mi lado permaneceréis hasta encontrar a vuestra hermana.

LUISA
Dios os lo pague! La encontraremos, ¿no es verdad?

FROCHARD
Pues ya lo creo! Vamos al Puente Nuevo. Preguntaremos a todo el mundo. Ya es casi de noche y... os advierto que yo no habito ningún palacio.

LUISA
Para mí, señora, todas las casas son lo mismo.

FROCHARD
(Una ciega! Esto vale mucho más que un jorobado) Venid, hija mía.

PEDRO
(A la Frochard) Pero ¿no vamos al Puente Nuevo?

FROCHARD
Y qué?

PEDRO
Que debemos ir por allá.

FROCHARD
Cállate y note mezcles en esto. Vamos, andad sin miedo! (Creo que hice mi fortuna)

PEDRO
(Pensará cometer alguna infamia? Si es eso, yo estoy aquí para impedirlo. Oh! no sé por qué, se me figura que ya no estoy tan solo en el mundo) (Vánse, Luisa apoyada en el hombro de la Frochard, y Pedro detrás, por la izquierda)


CUADRO TERCERO


LA ORGIA

Salón elegante en casa del Marqués. En el centro de la escena una mesa profusamente Al fondo, gran cortinaje cerrado, elegantemente servida. El salón iluminado.


ESCENA XVI

Raúl, el Marqués y Oficiales.

Les unos sentados cerca de la mesa. Otros en grupos por la escena.

(Música)

CORO
Bebamos, bebamos,
el goce apuremos
y nadie se acuerde
del necio motín.
Tranquilos y alegres
con gusto brindemos,
y nadie se apure
aunque arda París.
La comida fue excelente
y honra mucho al anfitrión:
su llegada solemniza
con bizarra distinción.
¡Esta es la vida!
¡Viva el placer!
¡Viva el escándalo!
¡Viva el Marqués!

RAUL
Mientras hierva en nuestras copas
este néctar sin igual,
olvidemos los pesares
que la patria sufrirá.
Y aunque ruja la tormenta
y amenace a la nación,
si una dicha se presenta
ensanchad el corazón.

TODOS
Esta es la vida, etc.

RAUL
De la dicha pasajera
apuremos el sabor,
que la vida siempre es corta
y no hay vida sin dolor.
Si es la edad de los placeres
primavera celestial,
entre el vino y las mujeres
el pasarla es natural.
Esta es la vida, etc.
Marqués, según a todos
dijiste poco há,
la reina de la fiesta
aquí se debe hallar.
Preséntanos al punto
tan mágica beldad.
Tened por Dios prudencia,
que es flor angelical,
y puede la paloma
temer al gavilán.

CORO
Que venga la paloma,
y en mares de Champagne
conmigo mil placeres
aquí disfrutará.

MARQUES
(Descorriendo las cortinas del fondo)
¡Miradla!

(Vése a Enriqueta desmayada sobre un sofá en el elegante gabinete del fondo)

RAUL
Es hechicera.

CORO
Divina, celestial.

MARQUES
Silencio: del desmayo
volviendo al fin está.

(Enriqueta se incorpora y mira a todos lados)

ENRIQUETA
¿Qué me sucede?
¿Sueño ó deliro?

CORO
Dice que sueña.

ENRIQUETA
¡Gran Dios! Qué miro? (Baja al proscenio)

CORO
(Ofreciendo a Enriqueta las copas)
Con este néctar —que brinda amor,
será tu sueño— más seductor.

ENRIQUETA
¿Qué escucho? No comprendo...
Y vos... (Mirando al Marqués)

CORO
Es el Marqués
que amante y cariñoso
su amor te va a ofrecer.

ENRIQUETA
¡Ah, miserable!
¡Luisa! Mi bien!
Me habéis vendido!
Piedad tened!

CORO
¿Qué dice?

ENRIQUETA
Yo a mi hermana
no puedo abandonar.
Dejadme! Hermana mía!

MARQUES
Prudencia!

ENRIQUETA
Infame! Atrás!
Un lazo me ha tendido!
Y al fin comprendo ya
que mi honra inmaculada
pretende aquí manchar.

CORO
Marqués, qué diablos dice?

MARQUES
Inútil es tu afán.
Tu amor es mi ventura.
Tu amor me otorgarás.

ENRIQUETA
Oh, no! Dios mío,
tened piedad!
A vuestro honor acudo. (A unos y otros)
Su infamia castigad
si hay uno entre vosotros
intrépido y leal.

MARQUES
¡Basta!
           
ENRIQUETA
Ninguno
se conmovió.
No hay quién me ampare?

MARQUES
Ninguno.

RAUL
¡Yo! (Adelantándose)

CORO
Ah!

ENRIQUETA
Virgen mía!

MARQUES
No partirás! (Se coloca junto a la puerta)

RAUL
Antes la vida
te he de arrancar.

(Tiran de las espadas y riñen cerca del foro)

ENRIQUETA
Protege, oh cielos,
tanta bondad.

MARQUES
(Cayendo herido) ¡Oh!

RAUL
(A Enriqueta) Vuestra ofensa
vengada está.

TODOS
(Avanzando al proscenio)
Su pura inocencia
vengada se vio.
Por ella sin duda
el cielo veló.
Salid sin cuidado,
salid sin temor,
que aún hay quien valiente
defienda tu honor.

(Raúl da la mano a Enriqueta y se marchan por la derecha. Los oficiales abren paso con respeto)


FIN DEL ACTO PRIMERO


ACTO SEGUNDO


CUADRO CUARTO


DIANA DE LINIERS

Pequeño y elegante despacho en casa del conde de Liniers. Puertas laterales. Al foro, gran biblioteca.


ESCENA PRIMERA


CORO DE AGENTES DE POLICIA

Todos se hallan formados en hilera frente a la puerta de la izquierda.

(Música)

TODOS
Aguardando al nuevo jefe
que nombró Su Majestad
los agentes aquí estamos
de seguridad.
Compostura en los modales,
gravedad y distinción:
coloquémonos al cabo
de la situación.

(Acercándose al proscenio, en fila)

Somos agentes de policía
y vigilamos de noche y día.
Nada a nosotros se nos escapa.
Todo se sabe, todo se atrapa.
Quién aquí nace, quien allí muere,
quien acá pega, quien acá hiere.
Dónde se come, dónde se cena;
quién aquí ríe, quién allá pena.

(Acercándose más al proscenio y en voz mis baja)

Pero aunque todo lo descubrimos
y no hay ninguno que aquí nos tosa,
está probado que no servimos
para maldita de Dios la cosa.

(Dan medía vuelta y suben hasta el foro volviendo a bajar para el segundo couplet)

II
Si hay una riña, nunca llegamos
hasta que muertos los encontramos.
Si de las suyas hace un ratero
no le pescamos nunca el dinero.
Si hay quien se escapa por asesino
equivocamos siempre el camino.
Si contra el trono cualquiera grita,
antes que preso se desgañita.
Pues aunque todo lo descubrimos
y no hay ninguno que aquí nos tosa,
está probado que no servimos
para maldita de Dios la cosa.


ESCENA II

Dichos, El Conde.

CONDE
Cosas. Señores.

TODOS
Señor Conde!... (Inclinándose)

CONDE
Pocas palabras he de pronunciar al recibiros hoy por vez primera, después de haber sido nombrado por el rey jefe de la policía de París. Los que, guiados por un espíritu inquieto, han promovido alteraciones en la tranquilidad pública, deben caer en poder vuestro para que no vuelvan a repetirse las escenas sangrientas del cinco y seis de Octubre, cuyas funestas consecuencias todos deploramos.

AGENTE 1º
No se repetirán!

CONDE
Es preciso poner término a los escándalos y asonadas que desde hace algún tiempo perturban la sociedad.

AGENTE
Se pondrá término!

CONDE
Y a propósito: entre los muchos escándalos que mi digno antecesor perseguía sin duda, hay uno que consta en sus papeles, y que tengo interés en averiguar.

AGENTE
Se averiguará!

CONDE
Hace mes y medio próximamente, —el seis de Octubre, señores— que una joven recién llegada a París, fue ruinmente engañada y conducida a casa del marqués de Frousac por un agente ó criado suyo.

AGENTE
Yo fui el primero que lo descubrió todo, monseñor.

CONDE
Qué descubristeis?

AGENTE
Lo que acabáis de decir, monseñor. El hecho me fue denunciado por uno de los amigos del marqués de Fronsac que aquella noche asistieron al banquete. Esa joven llegó a París con una hermana ciega, a quien las turbas arrollaron en el Puente Nuevo, sin que hasta ahora nos haya sido posible encontrarla.

CONDE
Cómo? No habéis logrado averiguar su paradero?

AGENTE
Todavía no; pero se averiguará!

CONDE
Supongo que detendríais al Marqués?

AGENTE
El Marqués, monseñor, se encontró aquella noche atravesado de parte a parte en el mismo salón del banquete.

CONDE
Y a qué se atribuye su muerte?

AGENTE
No lo hemos averiguado del todo, pero se atribuye, monseñor, a algo que debió causársela.

CONDE
Naturalmente.

AGENTE
Se averiguará!

CONDE
Y ¿qué fue de la joven que condujo el Marqués a su casa?

AGENTE
Esa joven encontró un protector en vuestro sobrino Raúl de Vaudrí, que a la sazón se hallaba en casa del marqués.

CONDE
Y ¿dónde fueron después mi sobrino y su protegida?

AGENTE
Eso es lo único que nos falta averiguar. Lo demás ya veis que lo sabemos perfectamente.

CONDE
Bien. Daré órdenes precisas sobre este asunto.

TODOS
Señor Conde!... (Vánse)


ESCENA III

Dicho, Diana, por la derecha.

DIANA
Me han dicho que deseabas hablarme.

CONDE
En efecto, deseaba hablarte, hermana mía, de nuestro sobrino Raúl.

DIANA
Alguna nueva calaverada?

CONDE
No tal. Se trata de su matrimonio. Ya sabes que su majestad nos ha hecho la honra de proponernos a la señorita de Lambert, y quisiera que influyeses en el ánimo de tu sobrino para inclinarle a esta unión.

DIANA
Unión que quieres imponerle.

CONDE
El partido es soberbio y colma nuestras aspiraciones.

DIANA
Te has vuelto ya ambicioso?

CONDE
¡Muy ambicioso! La vida activa que acabo de emprender será una nueva distracción para ti. Para ti, a quien encuentro siempre triste y abatida. Ignoro la causa que produce esa mortal tristeza. Muchas veces te la he preguntado inútilmente.

DIANA
Ya te he dicho que es efecto de mi carácter.

CONDE
No, Diana. Tu carácter es alegre y expansivo. Tú ocultas algún profundo sentimiento que no me quieres revelar.

DIANA
Por qué supones eso? Yo te amo con la ternura y el respeto de una hija. Desde que murió mi esposo, he hallado en ti cuanto podía ambicionar mi corazón.

CONDE
Pues bien! Alegra esos ojos! Destierra esa nube que vela tu frente, y sonríe para probarme que soy un visionario.

DIANA
Oh! Cuán bueno eres y cuánto te amo! (El Conde besa la mano a la Condesa)


ESCENA IV

Dichos, el Doctor, por el foro.

DOCTOR
¡Que aproveche, señor Conde!

CONDE
Calla! ¡Es el Doctor!

DOCTOR
El mismo! No he podido llegar más a tiempo.

(Música)

Aunque nada me importa
lo que en el mundo pasa,
me gusta que la dicha
impere en cada casa.
Y aquí sin ser un santo
se puede comprender,
que cuando besan tanto
felices deben ser.

Como tengo por oficio
el correr de ceca en meca,
me presento en todas partes
cuando menos se me espera.
Ahora vengo de una casa
donde estuve a visitar
a un herido de espantosa
é infinita gravedad.
Recibí con urgencia el recado,
y después al llegar resultó,
que el herido era un pobre casado
cuya esposa una tunda le dio.
Quise en paz ponerles,
era natural,
y salí arañado
sin necesidad.
Pues aunque maldito
lo que me importó,
en todo me encuentro
sin buscarlo yo.

Ayer noche en otra parte
hallé a un joven atrevido
cortejando a la señora
que velaba a su marido.
Con prudencia le saludo
y se marcha en cuanto entré,
y en la silla que ocupaba
yo me siento muy cortés.
Mas de pronto se acerca el enfermo
que algo grave debió sospechar,
y tomándome a mí por el otro
una tunda me dio muy formal.
Yo le repetía
se fijase en mí,
y él más sacudía
en su frenesí.
Pues aunque maldito
lo que me importó,
en todo me encuentro
sin buscarlo yo!


ESCENA V

Dichos, Raúl, por el foro.

RAUL
Señores!...

DOCTOR
Hola, caballero Raúl! Venid y estrechad esta mano.

RAUL
Con mucho placer! Señor Conde! Querida tía!...

CONDE
Diana y yo hablábamos de ti hace un momento.

DOCTOR
Si molesto...

CONDE
No, no! Podéis quedaros. Se trata de la dicha de Raúl, y vuestra sincera amistad tal vez nos sirva para aconsejarle.

RAUL
¿De mi dicha?

CONDE
Ayer mismo me habló Su Majestad de éste asunto y ya es fuerza decidirse.

RAUL
De qué asuntó?

CONDE
De tu boda con la señorita de Lamben.

RAUL
Qué?

DOCTOR
(Demonio!)

RAUL
Perdonad! Esa joven a quien ni siquiera conozco, podrá reunir encantos y ventajas que soy el primero en admirar. No es a ella a quien desprecio. Es el matrimonio lo que rehúso.

CONDE
Cómo?

RAUL
Que no quiero casarme.

DOCTOR
(El chico es más claro que el agua)

RAUL
Quiero permanecer soltero y libre.

DOCTOR
Muy bien pensado!

CONDE
¡Doctor!

DOCTOR
Digo, no! ¡muy mal pensado! ¡A mí no me importa!... (Quién me mete a redentor)

CONDE
Trataremos más tarde esta cuestión. Tened presente que soy el jefe de la familia; que su honor me está encomendado y que no sufriré que nadie lo atropelle ni menoscabe. Os dejo con vuestra tía y con vuestro antiguo amigo. Conozco el afecto y el respeto que le profesáis, y espero que sus consejos conseguirán más que han conseguido mis súplicas. Hasta luego, Doctor. (Váse)


ESCENA VI

Diana, Raúl, el Doctor.

DOCTOR
Muy bien, hijo mío! Te has portado como un valiente!

DIANA
¡Doctor!

DOCTOR
Pero si a mí me da lo mismo! Pues bien egoísta soy yo para meterme en cuestiones... Lo que yo le aconsejo es que no se case; sobre todo con esa señorita de Lambert, a quien conozco mucho y es bizca por más señas.

DIANA
No obstante, rechazar un partido tan ventajoso!... No comprendo su ceguedad.

DOCTOR
No la comprende! já, já! No la comprende!... Vamos abre ese pecho! Cuéntaselo todo. Tu tía te adora y se pondrá de nuestra parte.

DIANA
Qué oigo? Ocultas algún secreto en tu corazón?

DOCTOR
Y gordo!: Que haga lo que quiera. A mí me es igual. ¡Cuéntaselo todo... anda!

RAUL
Yo sería un miserable si diese a otra mi mano.

DOCTOR
A otra! Entendéis? Luego hay otra que no es esta otra, sino otra. A mí me tiene sin cuidado, pero si la vierais una vez sola la amarías como nosotros.

RAUL
A él le debe la vida! (Señalando al Doctor)

DOCTOR
Yo la salvé, señora, aquella noche fatal en que, presa de espantoso delirio, luchaba con la muerte, porque en fin yo nunca me meto en nada, pero siempre me estoy metiendo en todo.

RAUL
Víctima de una odiosa intriga...

DOCTOR
Fue vilmente engañada a las puertas de París.

RAUL
Y conducida a casa de un hombre infame a quien maté aquella noche.

DOCTOR
Raúl la salvó de la deshonra!

RAUL
Y este fiel amigo que me deparó el cielo la condujo a un modesto y honrado asilo habitado por una familia virtuosa.

DOCTOR
Lo hice en contra de mi voluntad porque por nadie me molesto. Yo soy muy egoísta.

RAUL
Por eso no puedo casarme con la mujer que el rey designa.

DOCTOR
Por eso no puedo aconsejarle que se case! Aunque a mí lo mismo me da! No me gusta meterme en nada.

DIANA
Pues bien. Yo que comprendo ahora tu nobleza y tu amor, rechazo con vosotros ese matrimonio!

DOCTOR
Qué te decía yo? Que tu tía se ablandaría. Las tías se ablandan siempre.

DIANA
Hablaré a mi hermano. Visitaré a esa pobre niña cuya historia empieza a interesarme, y velaré por tu dicha, mi amado Raúl, con la ternura de una madre.

DOCTOR
Sois un ángel, Diana, un ángel, un ángel! Yo también, por mi parte, hablaré con esa señorita de Lambert para convencerla de que no es ventajosa su unión contigo. Será difícil, porque las bizcas son muy testarudas; pero haré lo posible. Adiós; firmeza! Mucha firmeza. (Pero ¿quién me mandará ocuparme de los demás? Qué me importan a mí estos asuntos? Vaya, voy a ver si pueda romper la boda)


ESCENA VI

Diana, Raúl.

RAUL
Cómo podré pagaros vuestra ternura y el acendrado interés que os inspiro?

DIANA
Pero ¿obrarás cuerdamente rechazando un partido tan ventajoso? No olvides la obediencia que debes a mi hermano.

RAUL
En estos asuntos, señora, suele una obediencia ciega causar profundas amarguras. ¡Oh! Vos lo sabéis muy bien. Vos que habéis sido víctima de una voluntad inflexible.

DIANA
Cómo? Tú sabes!

RAUL
Mi madre, que os adoraba, me lo contó todo antes de morir. ¿Para qué ocultároslo por más tiempo? Vos amabais á un hombre de clase humilde y modesta: vuestro padre, que cifraba, como el Conde, en sus blasones toda su ventura, se opuso a un enlace que secretamente ibais a celebrar; pero, antes de realizarlo, fue aquel hombre víctima de un ignorado crimen, y su muerte le impidió devolveros la dicha borrando la falta de un amor ardiente y apasionado.

DIANA
¡Sí, sí!

RAUL
Entonces lo confesasteis todo a vuestro orgulloso padre que consiguió borrar las huellas de aquel amor, apoderándose al nacer de vuestra hija, cuyo paradero no habéis logrado nunca descubrir.

DIANA
¡Diera mi vida por hallarla!

RAUL
Y queréis que obedezca a vuestro hermano? ¡Nunca!

DIANA
Tampoco puedo yo abandonar tan noble causa.

RAUL
Le hablareis, no es verdad?

DIANA
Espera y confía. (Váse)


ESCENA VIII

Raúl, luego el Conde.

RAUL
Quién podrá escuchar indiferente los ruegos de su corazón?

CONDE
¡Sobrino mío!

RAUL
Señor Conde!...

CONDE
Supongo que habrás meditado con prudencia la respuesta que debo llevar a Su Majestad.

RAUL
Ya os he dicho que mi resolución es irrevocable.

CONDE
¡Comprendo! Tus nuevos devaneos son la causa de esa constante negativa. Oh! No lo niegues! Pero estoy decidido a desviarte de la torcida senda que esa aventurera te ha obligado a seguir.

RAUL
Qué decís?

CONDE
Conozco la historia de cierto banquete donde te erigiste en famoso paladín de una advenediza... Repito que lo sé todo!

RAUL
Os suplico que tratéis con mayor respeto a quien no conocéis.

CONDE
El rey no consentirá semejante desobediencia.

RAUL
Os juro que estoy dispuesto a todo!

CONDE
Y yo te juro que sabré cumplir la expresa voluntad de monarca.


ESCENA IX

Dichos, el Doctor.

DOCTOR
Victoria! Hemos derrotado a la bizca!

CONDE
Eh?

DOCTOR
(Uf!! El Conde!)

CONDE
Qué decíais, señor Doctor?

DOCTOR
Nada! Decía... que... la... (Pero ¿por qué me meteré yo en estos líos?)

CONDE
(Mirándole mucho) (Se interesará también por él?)

DOCTOR
(Mucho me mira!)

CONDE
Cuidado, Doctor! El doble juego suele a veces causar la ruina de los .hombres.

DOCTOR
Yo juego siempre sencillo.

CONDE
Y ganáis siempre?

DOCTOR
Según! Cuando la. suerte me protege...

CONDE
Pues cuenta con perderla... No os digo más. (Váse)


ESCENA X

Raúl, el Doctor.

DOCTOR
Perderla? Eso sería bueno si me importasen asuntos ajenos... Ah! He hablado con ella!

RAUL
Con quién?

DOCTOR
Con la de Lambert. Se lo he contado todo.

RAUL
Eh?

DOCTOR
Era la manera de acabar más pronto!

RAUL
¡Decís bien!

DOCTOR
Tan ofendida se halla, que dudo mucho acepte la boda.

RAUL
Oh! Gracias! ¡No sé cómo pagaros!...

DOCTOR
A mí? Qué tontería! Lo que deseo es no mezclarme más en este asunto. Oye: qué debo hacer ahora?

RAUL
Venid, quiero ver a Enriqueta.

DOCTOR
Andando.

RAUL
Si supierais cómo la calumnian!...

DOCTOR
Calumniarla? Quién se ha atrevido?...

RAUL
El Conde.

DOCTOR
Eso sí que no lo tolero! Voy a pedirle una explicación!

RAUL
(Deteniéndole) Estáis loco?

DOCTOR
No, no! Aunque soy apático y egoísta, esto no lo dejo yo así.

RAUL
Prudencia! Venid ahora.

DOCTOR
¡Las doce! (Mirando al reloj) y mis enfermos me estarán esperando!...

RAUL
Es preciso que Enriqueta lo sepa todo. (Váse)

DOCTOR
¡Eh chico!... muchacho!... que apenas puedo andar!... Vaya pues, echaré a correr. (Váse corriendo)


FIN DEL CUADRO CUARTO


CUADRO QUINTO


LA CIEGA

La plaza de Nuestra Señora. Al fondo, la iglesia. A un lado y a otro casas.


ESCENA XI

Coro General, Vendedores y Vendedoras Ambulantes. Otros agrupados cerca de la iglesia. Grupos de curiosos. A la izquierda, en primer término, uno más numeroso escuchando a un charlatán que pregona diversos artículos, subido en un guarda-cantón.

Cuadro animado y pintoresco.

(Música)

CORO
Acudid, acudid,
que hoy la fiesta de Nuestra Señora
celebra París.
Acudid y comprad,
que hoy es feria y por ínfimo precio
las cosas se dan.

VENDEDORAS
Vendemos rosarios,
vendemos estampas
con la vera-efigie
de la Virgen Santa;
libritos de iglesia
y el sabio sermón
que predicó el cura
de la Concepción.

CHARLATAN
Con estas pastillas
ninguno ha tosido,
y aquel que las come
se queda dormido.
La opiata que ofrezco
conserva los dientes
y evita con ello
mil inconvenientes.
Y, en fin, estos polvos
de varios colores
quitan al minuto
todos los dolores.

CORO
Acudid, acudid
que hoy la fiesta de Nuestra Señora
celebra París!
Acudid y comprad,
que hoy es feria y por ínfimo precio
las cosas se dan.


ESCENA XII

Dichos, Pedro, La Frochard y Luisa.

Esta última miserablemente vestida. Anda despacio y en extremo fatigada, apoyándose en el hombro de Pedro.

(Hablado)

FROCHARD
Aquí hay mucha gente. Ya puedes cantar algo.

LUISA
Estoy tan cansada! No me he sentado en todo el día.

FROCHARD
Luego descansarás.

PEDRO
Ya ha cantado bastante! Ahora me toca a mí.

FROCHARD
Es claro! En obsequio a la señorita!

PEDRO
Pero ¿no estáis oyendo que no puede?

FROCHARD
Pues si no puede, que se marche!

LUISA
No, no! No os enfadéis! Yo cantaré.

PEDRO
He dicho que ahora me. toca a mí.

FROCHARD
Bueno, pues despacha para que cante ella en seguida.

(Música)

PEDRO
Pan, pen, pin, pon!
oigan señores esta canción.
(Estoy rabiando
como un maldito;
pero por ella
quiero cantar)
Para este pobre
jorobadito
una limosna
por caridad.

CORO
(Acareándose y formando corro)
Que cante la muchacha.
Que cante con primor.

PEDRO
Padece una bronquitis,
por eso canto yo.
Haced, señores, corro.
Silencio y atención.
¡Pan, pen, pin, pon!
Son
cuatro generales de la situación.
Cada vez que manda Pan
Pen conspira con buen fin,
y si vence con su plan
se le planta enfrente Pin.
Pin, que tiene corazón
y que al pueblo trata bien,
en seguida vence a Pon,
pero tiene enfrente a Pen.
Y es infernal
la agitación,
y nunca cesa
el hondo afán
si manda Pin
conspira Pon,
si manda Pen
conspira Pan.
Tralalá, tralalá, (Bailando grotescamente)
y la nación bailando está.
Tralalá, tralalá,
pronto tal vez no bailará.

CORO
Tralalá, tralalá,
y la nación bailando está.
Tralalá, tralalá,
pronto tal vez no bailará.

II.
PEDRO
Paga el pueblo sin poder
más y más contribución,
y no tiene que comer
y es muy grave la cuestión.
El dinero se nos va
y no vuelve por aquí,
y sin él nadie nos da
lo que me hace falta a mí.
Pronto en tan critica
ocasión
terminaremos
cada cual,
dando un soberbio
reventón
que es una muerte
liberal.
Tralalá, tralalá,
y la nación bailando está,
Tralalá, tralalá,
pronto tal vez no bailará.

CORO
Tralalá, tralalá, etc.

(Váse el Coro poco a poco)

(Hablado)

FROCHARD
Se marchan sin darme un sus!
El diablo cargue con ellos!

PEDRO
Siempre sucede lo mismo.
Mientras canto, oyen atentos,
y cuando llega la hora
de aflojar la mosca, vuelvo.

PROCHARD
Pues vámonos a otra parte.

LUISA
Sin descansar un momento?

FROCHARD
Para qué?

LUISA
Estoy fatigada!

FROCHARD
Fatigada?

PEDRO
Y lo comprendo.
Sí señor! Hace seis horas
que las calles recorremos
y echando vamos el alma
sin llevar lastre en el cuerpo.

FROCHARD
Tienes apetito?

PEDRO
Mucho.

FROCHARD
Pues márchate.

PEDRO
Pues no quiero!

FROCHARD
Antes sin pedir limosna
te buscabas el sustento,
y ahora en mendigar te empeñas
con nosotras, y te tengo
que sufrir!

LUISA
¡No le riñáis!

FROCHARD
Calla tú!

LUISA
Callaré.

FROCHARD
Bueno.
Andando.

LUISA
No tengo fuerzas!

FROCHARD
Si de aquí no nos movemos
no encontrarás a tu hermana.
¿No es ese el único objeto
que nos guía hace dos meses!

LUISA
¡Dos meses! siglos eternos
de ansiedad y de congoja
y de mortal sufrimiento!

FROCHARD
Te quejas?

PEDRO
Pues qué ¿queréis
que baile de gusto?

FROCHARD
¡Necio!

PEDRO
Dice muy bien! Pobrecita.

FROCHARD
Acaso no la mantengo
y la acompaño y la visto
y la doy albergue y lecho?

LUISA
Vamos donde vos queráis.
Ya reanimada me encuentro.
Pero buscad a mi hermana,
buscadla en nombre del cielo,
y ella os recompensará
vuestro sacrificio.

FROCHARD
Bueno.

LUISA
Sepa yo que mi Enriqueta
vive, sepa yo a lo menos
que el dolor que me consume
no ha aniquilado su pecho.
Si yo viese! Si yo viese!
Si la luz que hay aquí dentro
mi camino iluminara,
la encontraría corriendo!

FROCHARD
Recuerda lo que te he dicho:
si descubres tu secreto
y sabe la policía
lo que buscas, sin remedio
te meten en el Hospicio
y allí se pudren tus huesos,
porque ¿quién va ahora a ocuparse
en asuntos tan pequeños?
Y, entonces, yo te abandono
para siempre, y si te encuentro
alguna vez, de mis garras
no te arrancará el infierno!

(Cogiéndola bruscamente de un brazo y amenazándola)

LUISA
No, no. Prefiero cantar.

FROCHARD
A mi lado, eh?

LUISA
¡Qué remedio!

FROCHARD
Si dices una palabra
ó haces el más leve gesto
que tus afanes descubra...

LUISA
No, no! Callar os prometo!

FROCHARD
¡Cuidadito!

LUISA
Callaré!

PEDRO
Ea! Basta de argumentos!

FROCHARD
Bien, pues no enjugues tus ojos.
Deja que corra por ellos
el llanto; de esa manera
interesas más.

LUISA
Sufriendo
como yo sufro, mis ojos
no deben nunca estar secos.

FROCHARD
Dame la mano.

LUISA
A vos, no!

FROCHARD
Eh?

LUISA
Mi lazarillo es Pedro.

PEDRO
Y no cederé la plaza
aunque se hunda el universo.

(Apoya Luisa su mano sobre el hombro de Pedro)

(Cuando su mano de nieve
me toca, no sé qué siento)


ESCENA XIII

Dichos, el Doctor.

FROCHARD
(Al Doctor) Una limosna, hermanito.

DOCTOR
Perdonad.

FROCHARD
Dadla a lo menos
para esta Ciega, (Música en la orquesta)

DOCTOR
(Deteniéndose) Una ciega?
(Siempre que a una ciega veo,
recuerdo a la pobre niña...)

(Acercándose a Luisa)

FROCHARD
¿Qué miráis, buen caballero?

DOCTOR
Miro... a la ciega.

FROCHARD
¿Creéis
que ve? Mirad.

DOCTOR
No! No es eso!

(Cogiéndola una mano)

Preciosa joven!

FROCHARD
(Qué diablo
mirará tanto?)

DOCTOR
Hace tiempo
que no ve esta pobre niña?

LUISA
Mucho, señor.

DOCTOR
Yo soy médico
y me interesa...

LUISA
¡Qué oigo?
¿No me engañáis?

DOCTOR
No por cierto.
Dejad que examine bien...

LUISA
Sí, sí! Decidme si puedo
esperar algún alivio;
si de curarme aún es tiempo.
Y os pido... ¡por vuestra madre!
—¿quién por su madre no es bueno?—
¡por su santo nombre os pido
que os apiadéis de mi duelo!

PEDRO
Hay esperanza?

DOCTOR
(Imposible)
Tal vez exista remedio.

LUISA
Dejad que la mano os bese;
sois caritativo y bueno
y no me abandonareis!

(Casi de rodillas, besa la mane al Doctor)

FROCHARD
Bien! Basta de lloriqueos!

DOCTOR
(Fijándose en la Frochard)
Yo conozco ese semblante.

FROCHARD
Eh?

DOCTOR
Yo os he visto hace tiempo.

FROCHARD
¿A mí?

DOCTOR
Dónde, dónde fue?

PEDRO
En el hospital?

FROCHARD
(Zopenco!)

DOCTOR
Justo! os llamáis...

PEDRO
La Frochard!

FROCHARD
(Imbécil!)

DOCTOR
Ya lo recuerdo.
Pero esta joven... quién es?

LUISA
Soy...

FROCHARD
La recogí... (A Luisa) —¡silencio!—
por caridad, hace un año.
No es verdad? (A Pedro)

PEDRO
(Dudando) Sí! No lo niego!
(Capaz sería de ahogarla
como descubriese el hecho)

DOCTOR
Por caridad? Y sus padres?

FROCHARD
Murieron, señor.

DOCTOR
Murieron?
Y no tiene más familia?

(Movimiento de Luisa, que permanece conmovida y anhelante, luchando por contenerse, y por descubrir su secreto)

FROCHARD
Ninguna!

DOCTOR
(A Luisa apretándole la mano)
Es cierto?

FROCHARD
(A Luisa) ¡Di!

LUISA
(Con voz apenas inteligible) Es cierto!

DOCTOR
Ni una hermana?

LUISA
¡Oh!

FROCHARD
(A Luisa) Calla! Nadie.
Ya os lo he dicho.

DOCTOR
(Su tormento...
su ansiedad!... Yo apostaría...
Pero a mí qué me va en ello?
¿Quién me manda incomodarme
por... —¡Magnífico proyecto!
Llevádmela a la consulta
mañana.

FROCHARD
No faltaremos.

DOCTOR
(Si fuese!... Pero ¿a mí qué?...
Tomad. (Dándole una moneda)

FROCHARD
Que os bendiga el cielo.

DOCTOR
(Bah! Pues bonito soy yo!...
Y por poco me enternezco!...
Molestarme yo por nadie!...
Lo averiguaré y laus Deo.

(Váse. Cesa la música)


ESCENA XIV

Dichos, menos el Doctor.

LUISA
(Que no puede contener su creciente emoción, cae medio desvanecida)
No puedo más!

PEDRO
Qué tenéis?
Vamos, ánimo. (Levantándola)

FROCHARD
No es nada!
Que ese médico del diablo
la asustó con sus patrañas.

LUISA
Y ¿por qué ocultáis mi nombre?
Por qué decir que mi hermana
ha muerto?

FROCHARD
Así te conviene.

LUISA
Lo que hacéis es una infamia.

FROCHARD
¿Tan mal lo pasas conmigo?

LUISA
(Gritando) Enriqueta! Oye! Te llama
tu Luisa

FROCHARD
(Cogiéndola de una mano) Silencio!

LUISA
No!
No callaré aunque tus garras
me destrocen! ¡Enriqueta!

FROCHARD
Te ahogaré? (Va a pegarla)

PEDRO
(Interponiéndose entre ambas y cogiendo a la Frochard)
¡Qué habéis de ahogarla!

FROCHARD
Pedro!

PEDRO
Repito que no! (Haciéndola arrodillar)

FROCHARD
Ah!

PEDRO
Decid cuanto os dé gana;
pero ¿pegarla? Primero
me dejo arrancar el alma.

FROCHARD
(Jacobo me vengará)

(Se levanta, y Pedro vuelve a contenerla)

PEDRO
Cuidadito con tocarla!

FROCHARD
(Los dos me la pagareis)

PEDRO
(Pensó que me intimidaba...)
Pues con mi joroba y todo,
a bruto nadie me gana!)


ESCENA XV

Dichos, Jacobo.

JACOBO
¡El demonio que os encuentre!

LUISA
Ah! (Retrocediendo asustada)

PEDRO
No temáis, (Colocándose a su lado)

FROCHARD
¿Nos buscabas?
Pues llegas a muy buen tiempo.

JACOBO
Qué habéis recogido?

FROCHARD
Varias
limosnas, y esta moneda.

JACOBO
De oro?

FROCHARD
De oro!

JACOBO
Será falsa!

FROCHARD
Cómo?

JACOBO
Todo puede ser.

FROCHARD
Mira, vamos a cambiarla.

JACOBO
Corriente! A aquella tabernas
seca tengo la garganta.

FROCHARD
Andando! Aguardad allí,
junto a la iglesia; y si acaba
la función, canta una copla.

JACOBO
Vamos?

FROCHARD
(A Jacobo) Oye una palabra.
Esos dos me han insultado.

JACOBO
Mil rayos!

FROCHARD
La tal muchacha!...

JACOBO
Qué he de hacer?

FROCHARD
Vamos adentro,
y ahí hablaremos con calma. (Entran en la taberna)


ESCENA XVI

Luisa, Pedro.

LUISA
Estamos solos?

PEDRO
Sí tal:
solos estamos los dos;
mas para el caso es igual
porque no permite Dios
que yo alivie vuestro mal.

LUISA
Tú eres el único ser
que quiere a la pobre ciega
y endulza su padecer.
Tú quien por su dicha ruega...
¿Qué más puedo apetecer?
No estando contigo, crecen
las sombras y en mi quebranto
más profundas me parecen:
te acercas, y por encanto
mis sombras se desvanecen.

PEDRO
Desde que perdida os vi
yo no sé lo que sentí
ni lo que por vos hoy siento:
me alegré mucho y sufrí...
y ahora estoy triste... y contento.
Por vos mi afán olvidé
y limosna por vos pido
sin que vergüenza me dé,
ni pienso en lo que seré
ni me importa lo que he sido.
Huérfano, pobre, olvidado
la desgracia fue mi cuna,
la miseria mi pasado
y no tuve más fortuna
que el haberos encontrado.
Y desde el feliz momento
vos sois mi único tesoro,
porque... en fin, Luisa, no miento,
porque... vamos, os adoro!
(Si no lo digo, reviento!)

LUISA
Me amas? (Con alegría)

PEDRO
Bien lo sabe Dios!
Crecí odiado desde niño,
de mi desventura en pos
me demostrasteis cariño
y me pasa lo que a vos.

LUISA
Ven, Pedro! Dame tu mano.

PEDRO
Qué oigo? No la rechazáis?

LUISA
Ocultarlo fuera en vano!

PEDRO
También! También vos me amáis?
¡Válgame Dios soberano!
¿A mí, tan pobre... y tan feo!

LUISA
¿Qué importa si no te veo
y tu imagen me figuro
cual me la pinta el deseo!
¿Cómo eres?

PEDRO
(¡Cristo y qué apuro!)

LUISA
Eres alto?

PEDRO
Regular.

LUISA
¿De qué color son tus ojos?

PEDRO
De un precioso verde mar.

LUISA
A Ver? (Va a tocarle por la espalda)

PEDRO
No vale tocar!

LUISA
¡Satisface mis antojos!
Como a poco de nacer
mis pupilas se cerraron
y nada he podido ver,
aquí en la mente forjaron
mis caprichos más de un ser.
Oye: cuando allá en la aldea
mi madre un beso me daba
que aun mi corazón recrea,
yo condensando mi idea
bella me la figuraba.
Y cuando la tuya ahora
ni conmigo nunca llora
ni me abraza como aquella,
quien cariño no atesora,
digo, no puede ser bella!
Serán torpes devaneos
mis conceptos caprichosos,
pero según mis deseos
los buenos son los hermosos,
y los malos son los feos.

PEDRO
Pues hablando francamente
no es eso lo más corriente,
que bajo forma hechicera
se oculta cada serpiente
que da un disgusto a cualquiera

LUISA
Entonces, lo primoroso,
eso que la atención roba,
¿en qué consiste?

PEDRO
(Es gracioso!)
Te diré: lo más hermoso
es un hombre con joroba!
(Conviene, por sí ó por no,
ir preparando el terreno)

LUISA
De veras?

PEDRO
Pues! Como yo!
El cielo me la otorgó!...

LUISA
Claro está! Porque eres bueno!

PEDRO
Justo! por eso sería.

LUISA
Dios que sus dones reparte
con ella te agraciaría.

PEDRO
Dices muy bien! (Pues podría
colocarla en otra parte!)

(Empieza a salir gente de la iglesia)

Ah! La misa terminó.

LUISA
Y si no me oye cantar...

PEDRO
Qué importa? Estoy aquí yo!
Quieres que cante?

LUISA
No, no!
Puede Enriqueta pasar.


ESCENA XVII

Dichos, la Frochard y Jacobo.

FROCHARD
(A la puerta de la taberna) Date prisa. Por aquí andarán
los agentes.

JACOBO
Conozco muy bien a la policía.

FROCHARD
Aquí te aguardo. (Váse por el foro. La Frochard queda en la plaza pidiendo limosna a unos y otros.

(Música)

LUISA
¡Oh madre querida

(Algunos curiosos se acercan a Luisa mientras canta. Pedro y la Frochard la señalan implorando la caridad)

escucha mi anhelo
y vela afanosa
por mí desde el cielo.
Mi triste gemido
de acerbo dolor
calmar solo puede,
oh madre, tu amor.


ESCENA XVIII

Dichos, Jacobo y varios Agentes de Policía.

JACOBO
(Al Agente, señalando a Pedro) Aquel jorobado.

AGENTE 1º
No olvidéis que le detengo bajo vuestra responsabilidad.

JACOBO
Ya lo sé. (Qué me importa?)

FROCHARD
En marcha! Vámonos a otro barrio.

AGENTE 1º
(Acercándose) Un momento.

FROCHARD
(Ellos son) Qué queréis, buen caballero?

AGENTE 1º
(Señalando a Pedro) Prender a este hombre.

PEDRO
A mí?

LUISA
A Pedro?

PEDRO
¡A mí? ¡Por qué?

AGENTE 1º
Por ladrón!

LUISA
Ah! (Acercándose todos al oír al Agente)

(Música)

PEDRO
Ladrón!

LUISA
Imposible!

PEDRO
Dios justo!

AGENTE 1º
Venid.
Este hombre os acusa. (Señalando a Jacobo)

PEDRO
Jacobo?

LUISA
Ay de mí!

PEDRO
Es falso, es mentira!
AGENTE 1º
Luego se verá.

PEDRO
(A Luisa) Luisa, no lo creas!

FROCHARD
(A Pedro) Cuenta con negar
ó en Luisa Jacobo
su honor vengará.

PEDRO
La infamia comprendo.

FROCHARD
(Cazado está ya)

LUISA
Su clara inocencia
contemplo tranquila,
que en su alma el delito
no tiene cabida.

PEDRO
Si tú mi inocencia
contemplas tranquila,
no importa me acusen
con torpe falsía.

ROCHARD
Su clara inocencia
contempla tranquila,
más esta venganza
estorbos evita.

CORO
Tu clara inocencia
contempla tranquila,
más nunca se juega
con la policía.

AGENTE 1º
Andando!

(Cogen a Pedro. Mucha gente se opone a que se lo lleven)

LUISA
Pedro, Pedro!
Contigo quiero ir!
Por Dios! No me abandones!

PEDRO
Yo velaré por ti.

(Corriendo hacia Luisa. Los Agentes vuelven a separarlos. Gran movimiento entre el pueblo)

LUISA
Madre, si desde el cielo
miras mi cruel dolor,
dale valor a mi alma
y alcanza su perdón!

(El pueblo prorrumpe en gritos contra los Agentes, que se llevan a Pedro por la izquierda, la Frochard, Luisa y Jacobo, se marchan por la derecha. En este final tiene mucho que hacer el Coro si ha de concluir con animación)


FIN DEL ACTO SEGUNDO


ACTO TERCERO


CUADRO SEXTO


LA REVELACION

Sala amueblada modestamente.


ESCENA PRIMERA

Preludio de orquesta a telón corrido.

Enriqueta.

(Música)

ENRIQUETA
La luz de un nuevo día
la tierra iluminó,
y la esperanza mía
lo mismo se perdió.
Alma del alma —niña inocente
que sin consuelo —perdida vas,
sufre con calma —tu hado inclemente
si ya en el cielo —por mí no estás.
Yo causé tu desventura,
tu desdicha yo causé,
y muriendo de amargura
pierdo dicha, amor y fe.


ESCENA II

Enriqueta, Raúl.

(Hablado)

ENRIQUETA
¡Al fin!

RAUL
Me aguardabais!

ENRIQUETA
¡Oh!
Como aguardo cada día!
Nadie la impaciencia mía
con tanta angustia sintió!
Sabéis algo?

RAUL
¡Nada!

ENRIQUETA
¡Nada!

RAUL
Nada he podido indagar.

ENRIQUETA
¿Qué logro con esperar
si es mi esperanza burlada?

RAUL
¡Valor!

ENRIQUETA
El cielo bendito
me le dio constante y fiero:
cuando de pena no muero
¿qué más valor necesito?

RAUL
Nadie a vuestra hermana vio;
nadie su rastro señala.

ENRIQUETA
Pobre niña! ¡Con qué mala
estrella en París entró!

RAUL
Mitigad vuestro quebranto
y no aumentéis mis enojos!
Vaya, secad esos ojos:
no quiero que lloren tanto.

ENRIQUETA
Cuán bueno sois para mí!

RAUL
¡Bah!

ENRIQUETA
¡Yo os debo honor y vida!
Por vuestra mano querida
vida y honra conseguí.
Aquella noche fatal
cuyo recuerdo me aterra,
os puso Dios en la tierra
para alivio de mi mal.
Por vos este hogar hallé
de una familia al abrigo,
y aquel cariñoso amigo
que mi providencia fue.

RAUL
El Doctor?

ENRIQUETA
Su santa calma
supo endulzar mi existencia.
El fue el ángel de la ciencia
y vos el ángel del alma.

RAUL
Como me ha visto nacer
me quiere con ansia loca.

ENRIQUETA
Toda gratitud es poca
para vuestro proceder.

RAUL
Pues hoy que el peligro huyó
puedo sin temor hablar
y un secreto revelar
que mi labio no expresó.

ENRIQUETA
Cómo?

RAUL
Es mi sola alegría!
Es... mi honor os lo asegura,
la esperanza, la ventura
que acaricia el alma mía.

(Música)

Siempre halagado
por la fortuna,
viví dichoso
desde la cuna
acariciando tierna ilusión.
Nunca mi pecho
perdió la calma;
nunca una nube
turbó mi alma
ni latió amante
mi corazón.
Gozar de los placeres
mi sola dicha fue,
y a todas las mujeres
sin distinción amé.

ENRIQUETA
Yo en cambio desde niña
sufrí sin esperanza,
y nunca un dulce sueño
acarició mi alma.
Huérfana y pobre
luego viví.
Y hasta el ángel que tuve a mi lado,
mi Luisa querida,
también le perdí.

RAUL
Al encontraros
en mi camino
mi vida errante
cambió el destino.
Y aquel amor profundo
que nunca aquí nació,
es hoy mi sólo sueño,
mi sola aspiración.

ENRIQUETA
Me amáis?

RAUL
Os adoro.
Vos sois mi esperanza.

ENRIQUETA
Me amáis? Hace tiempo
también yo os amaba.

RAUL
Oh, cielos! Mi sueños
colmados se ven!

ENRIQUETA
Es toda la dicha
que yo ambicioné.

Y esa dicha que es mi dicha
no es posible realizar:
un abismo nos separa
imposible de salvar.

RAUL
No hay abismo que no venza
mi volcánica pasión,
y este lazo que nos une
no lo rompe sino Dios.

(Hablado)

RAUL
¿Quién puede obligarme a renunciar a un amor que constituye mi única ventura?

ENRIQUETA
Vuestra posición, mis deberes, todo se opone a ello.

RAUL
Mi posición?

ENRIQUETA
Sois rico, noble, y debéis aspirar a un enlace que satisfaga vuestro orgullo y asegure vuestro porvenir.

RAUL
Oh! Vos conocéis mi corazón; debéis comprender lo que para mí significan esas aspiraciones. He dicho al Conde que disponga de mi vida; pero sólo yo tengo derecho a disponer de mi corazón. Y no es eso sólo. He confiado a mi buena tía el amor que me habéis inspirado, esa mujer que me ama con la ternura de una madre, y que también es desgraciada, aprobó mi conducta y me prometió venir a veros.

ENRIQUETA
Venir aquí?

RAUL
Nada temáis. Repito que me quiere con delirio, y estoy seguro que al escucharos se interesará noblemente por nosotros. Pero... aguardad! Ella es!

ENRIQUETA
¿Ella?

RAUL
Tranquilizaos. (Yendo al foro) Venid, madre mía: Enriqueta os aguarda.


ESCENA III

Dichos, Diana.

DIANA
Ya ves como cumplo mi palabra.

ENRIQUETA
Señora!...

DIANA
Dispensad, hija mía, que de este modo me presente aquí. Raúl me contó vuestro infortunio y el acendrado cariño que os profesad El que yo siento por Raúl es tan  grande y tan profundo que, aun a riesgo de parecer indiscreta, me atrevo a visitaros cifrándose mi única ambición en labrar su ventura.

ENRIQUETA
Yo soy, señora, la que debe agradeceros doblemente vuestro cuidado.

RAUL
Ea! Pues, ya que la presentación ha sido hecha, os dejo en libertad absoluta. Yo aguardo allí. (Aparte a Diana) (Hablad con ella francamente. Estoy seguro de que la querréis como yo) (Váse por la izquierda)


ESCENA IV

Enriqueta, Diana.

DIANA
Ante todo os suplico que dominéis vuestra turbación. Consideradme como una buena amiga, y confiádmelo todo.

ENRIQUETA
Sí, sí! Yo acepto vuestra oferta! Yo imploro vuestra protección.

DIANA
Hablad.

ENRIQUETA
No es una limosna lo que quiero obtener: es un asilo ¡ para vivir oscura, resignada, lejos del mundo, lejos de este París odioso, lejos de él.

DIANA
Lejos de Raúl?

ENRIQUETA
El titulo de esposa, que hace un momento me ofrecía, ahora debo decíroslo, señora, es para mí un sueño irrealizable! Yo le amo ¿á qué ocultarlo? Le amo, señora, como saben amar los desgraciados; pero, por lo mismo no quiero labrar su ruina, ni quiero robarle un porvenir brillante.

DIANA
Oh! Raúl no se equivocaba: sois buena y generosa.

ENRIQUETA
Pero en cambio de un sacrificio mil veces más horrible que la muerte, me concederéis vos una gracia ¿no es verdad?

DIANA
Sí, sí. Pedid cuanto queráis.

ENRIQUETA
Yo he dividido mi amor, mi ventura y mi corazón entre dos seres igualmente adorados. El uno, Raúl; el otro, una pobre y desgraciada niña que han separado de mí cruelmente y que hace ya dos meses he perdido. Vos sois rica y poderosa, vos tendréis medios para encontrarla. Devolvedme esa niña, señora, y huiré de París para siempre. Pero que yo la vea, que yo la abrace, que yo sepa, en fin, que mi Luisa no ha muerto!

DIANA
¿Luisa?

ENRIQUETA
Ese es su nombre.

DIANA
En efecto, Raúl me habló de una pobre ciega perdida en las calles de París.

ENRIQUETA
Hace dos meses.

DIANA
Y esa infeliz es vuestra hermana?

ENRIQUETA
Aunque siempre le he dado tan dulce titulo, no es mi hermana, señora.

DIANA
Ah! Yo creía...

ENRIQUETA
Es mucho más! Ella ha sido nuestro consuelo, nuestro Dios! Sin ella quizá yo no existiría, sin ella mis padres hubieran muerto de dolor y de miseria.

DIANA
Pues ¿qué ha podido hacer por vosotros esa tierna criatura?

ENRIQUETA
Me preguntáis lo que ha hecho? Voy a decíroslo. Yo entonces contaba seis años; pero, de tal modo se grabó aquello en mi memoria, que nunca lo olvidaré. Vos sois la primera a quien lo confío, porque sois digna de escucharlo:
Luchando en continuo anhelo
contra el destino inclemente
que aquí causó nuestro duelo,
otra hija... ser inocente,
otorgó a mi madre el cielo.
Aquella noche fatal
copiosa nieve caía
de mi puerta en el umbral
y era dentro todavía
la miseria más glacial.
Mi madre en su seno blanco
apretaba el tierno seno;
yo tiritaba en un banco;
mi padre, hombre rudo y franco,
floraba de angustia lleno.
¿Qué hacer ni qué discurrir
si era imposible existir
en el estrecho desván
y asomaba un porvenir
sin luz, ni abrigo ni pan?
¿Cómo a la recién nacida
dar calor y luz y vida
si a nosotros nos faltaba
y era esperanza perdida
la esperanza que llegaba!
Mi padre se decidió
y a mi madre se acercó
que moribunda yacía;
luego vi que recogía
a la niña que nació.
Vacilante y sin conciencia
me hizo su boca besar
y él besó con insistencia!...
¡Eso fue en nuestra indigencia
lo que la pudimos dar!
Salió mi padre, y después
supe el final de la historia
que escucháis con interés
y que aún brilla en mi memoria
de los años al través.
Con la niña que dormía
mi padre se dirigía
hacia una iglesia cercana
cubiertos él y mi hermana
de la nieve que caía.
Dejarla en aquel lugar
pensaba que nadie ignora
y oculto luego acechar
si una mano bienhechora
se la quería llevar.
Ya en las gradas puso el pie
y en Dios su infinita fe,
cuando al subir tropezó
contra un objeto; tocó
y su asombro inmenso fue!
Envuelta en tupido manto
vio mi padre con espanto
a otra niña abandonada,
cuya inocente mirada
empañaba amargo llanto.
A la vista de aquel ser
I que allí consuelo imploraba
sintió su mejilla arder.
Oh! Cómo le horrorizaba
lo que pensó antes hacer!
Triste suspiro doliente,
sus dulces labios rozó
y mi padre diligente
a la niña colocó
junto a mi hermana indigente,
Y sin saber lo que hacía
su doble fardo apretaba
y al desván se dirigía...
¡y en vez de uno que llevaba
con dos ángeles volvía!
Cuando yo le vi llegar
algo noté en su semblante
que no pude adivinar,
pero estaba tan radiante
como abatido al marchar.
Rápido dejó a mi hermana
junto a mi madre querida,
y abrió la estrecha ventana
por donde un rayo de vida
lanzaba ya la mañana.
Allí a la niña acercó,
y al deshacer sus vestidos
un bolso al suelo cayó,
trastornando mis sentido
el oro que se escapó:
Dentro una cruz, y un papel
mi padre sacó ligero,
Luisa estaba escrito en él,
Amadla!

DIANA
Dios de Israel!

ENRIQUETA
Y en la cruz, seis de Febrero.
Mas la luz del nuevo día
nuestro techo iluminaba,
y mi padre me decía:
¡Reza conmigo, hija mía,
que ya la noche se acaba!
¡Y la noche se acabó,
y cuando la luz creció
sonreía en el desván
el ángel que nos salvó
dando luz, abrigo y pan!

DIANA
Mi hija! Mi Luisa! Oh! Dios ha escuchado mi plegaria!

ENRIQUETA
Qué decís?

DIANA
Ya lo sabrás todo! Pero deja que te abrace! Deja que exprese mi corazón su amor y su gratitud.

ENRIQUETA
Luisa vuestra hija?

DIANA
No condenes a la madre antes que la mujer se haya vindicado a tus ojos.

ENRIQUETA
Condenaros? No, no! Ignoro las causas que pueden haberos obligado a separaros de vuestra hija; pero el titulo que acabáis de ostentar merece todo mi cariño y despierta en mi alma su dicha perdida. Ahora es preciso buscarla con ese afán que sólo una madre siente por su hijo!... Veis, señora? ¡Mi llanto es de alegría, porque estoy segura que ahora... ahora la encontraremos!... (Llamando) Raúl! Raúl!


ESCENA V

Dichas, Raúl.

RAUL
Qué sucede?

ENRIQUETA
Ven acá! La esperanza nos sonríe.

DIANA
He encontrado a mi hija!

RAUL
Será cierto?

ENRIQUETA
Sí! Es Luisa, es mi hermana! (A Diana) Permitidme que todavía la llame así! La quiero tanto... tanto como debéis quererla vos!


ESCENA VI

Dichos, el Doctor.

DOCTOR
Estoy sudando como un pollo! Y eso que estamos en Diciembre! ¡Pero calla! (Viendo a Diana) Vos aquí? Ah, vamos! Habéis venido a conocer a vuestra futura sobrina.

ENRIQUETA
Doctor!

DOCTOR
Me alegro! Así sabréis la noticia.

RAUL
Qué noticia?

DOCTOR
La que os traigo de palacio... Pues qué! Te figuras que iba a estarme con los brazos cruzados?

RAUL
Pero...

DOCTOR
El rey ha devuelto a tu tío su palabra y te deja en libertad para que te cases con Enriqueta.

ENRIQUETA
¡Cielos!

RAUL
Es posible?

DOCTOR
Y tan posible! Yo hablé con Su Majestad, y pude convencerle.

RAUL
Vos?

DOCTOR
Pero no creas que lo hice en interés tuyo. Fue por dejar al Conde con un palmo de narices.

RAUL
Qué felicidad!

DOCTOR
(Cómo se alegran los sobrinos cuando uno se la pega a los tíos!) Ah! También traigo otra noticia que os interesa mucho. Me parece que he visto a vuestra hermana.

TODOS
Eh?

DOCTOR
Es decir, yo no sé si era ella, pero por las trazas...

ENRIQUETA
Dónde la visteis? Cómo? De qué modo?

DOCTOR
Dónde? En Nuestra Señora. Pedía limosna acompañada de una arpía.

ENRIQUETA
Dios santo!

DOCTOR
Y la infeliz apenas podía sostenerse. ¡Cuánto ha debido sufrir!

ENRIQUETA
Pero la seguisteis? Sabéis su paradero?

DOCTOR
Soy yo tonto? Era preciso no infundir sospechas. En cuanto me separé de ellas...

RAUL
Comprendo! Avisasteis a la policía?

DOCTOR
Era la manera de no volverla a encontrar nunca.

ENRIQUETA
Entonces...

DOCTOR
Obré por cuenta propia, y tengo un plan soberbio. Venid conmigo. (A Enriqueta) Ya sé donde vive y es necesario que vos sola visitéis su morada.

RAUL
Sola?

DOCTOR
De otro modo no respondo de nada. Conozco mucho a la dueña de la casa y es preciso inspirarle absoluta confianza.

ENRIQUETA
Vamos.

DOCTOR
Nosotros aguardaremos más lejos. Repito que todo lo tengo pensado.

DIANA
No hay que perder tiempo.

ENRIQUETA
Sí, sí! Corramos!

RAUL
¡Corramos! (Vánse)

DOCTOR
Siempre están echando a correr, y a mí se me doblan las piernas! Pero me está muy bien empleado. La culpa la tengo yo por meterme donde no me llaman. (Váse por el foro)


CUADRO SEPTIMO


LA BOHARDILLA DE LA FROCHARD

Una bohardilla miserable. Al fondo, en un rincón, un tosco grabado pegado a la pared y oculto en parte por un pañuelo tendido sobre una cuerda. Puerta de entrada a la derecha, primer término. A la izquierda, en el fondo, una escalera que conduce a un corredor. A la derecha de este corredor una puerta. Mesa en la escena con un viejo tapete. Un sillón también muy usado. La piedra de afilar de Pedro en un rincón.


ESCENA VII

Luisa, la Frochard.

Luisa tendida en una manta, a la izquierda, cerca del foro. La Frochard sentada en el sillón y colocando en un largo bolso el dinero que está sobre la mesa.

FROCHARD
El día no ha sido malo, una moneda de diez francos y media docena de sueldos. No se quejará Jacobo. Tú ¿dónde andas? ¡Eh! Ya se ha tendido en la manta! Pues, hija, si al llegar a casa hiciéramos todos lo mismo, buena andaría la limpieza! Ya sabes que me gusta tenerlo todo como una tacita de plata. No respondes? (Se acerca a Luisa) No lo dije? Chiquita, despierta y ven a ayudarme. Sólo las marquesas se tienden a la larga cuando vuelven en carroza y entran en su palacio.

LUISA
Tengo fiebre.

FROCHARD
Y qué es eso? Ah, vamos! Será dar tiritones como tú haces. Yo te aseguro que en cuanto empieces a trabajar se te quita el frio.

LUISA
Trabajar? ¡Oh! ¡No puedo!

FROCHARD
(La verdad es que se estremece de un modo horrible. ¡Demonio, si estuviese enferma de veras!... Esto sería muy perjudicial para mí) Aguarda. Voy a darte algo.

LUISA
Siento mucha sed.

FROCHARD
Pues mira, contra la sed aguardiente. Por aquí debe haber restos.

LUISA
No, no. Dadme agua. Os lo suplico.

FROCHARD
Pocas veces tomo esa medicina. Pero, en fin, no quiero que me llames ingrata. Te daré agua... y con azúcar. Eso ablanda el pecho. (Lo hace) Pero yo preferiría lo otro. Es más sano, y para el frío lo único. Toma. Bebe cuanto quieras, que yo con los enfermos no soy miserable.

LUISA
Gracias, señora.

FROCHARD
(La frente le echa lumbre) Por hoy te dejaré dormir cuanto gustes. Ya ves cómo también te quiero, picarilla, y cómo te mimo y te regalo. Si mañana continúas con ese frio y esa modorra, llamaremos al zapatero que vive enfrente, el cual entiende de pulsos y da unas medicinas que curan solas. Es un sabio ese hombre, y lo mismo pone medías suelas que una cataplasma cuando viene al caso. En fin, haré lo que haría una madre por un hijo... lo que yo haría por Jacobo si enfermase.

LUISA
Jacobo! (Levantándose bruscamente) ¿Está aquí? Ha vuelto otra vez?

FROCHARD
Canario! qué te sucede, hijita?

LUISA
Habéis dicho que está aquí Jacobo?

FROCHARD
Y aunque estuviera no era cosa de temblar tanto ni de levantarse de ese modo. Está almorzando ahí enfrente, en la taberna. ¿No te ama tanto como el otro?

LUISA
¡Pobre Pedro!

FROCHARD
Ah! Te acuerdas de Pedro? Por fortuna no vendrá. Es difícil salir de la cárcel.

LUISA
De la cárcel? Y por qué le han preso? ¿Qué crimen ha cometido?

FROCHARD
Le han preso por ladrón, chiquita, ya lo sabes.

LUISA
¡Mentís! No es Pedro el que ha robado; quien roba es Jacobo, ese es el malo!

FROCHARD
¿Robar Jacobo? Ni aun tiempo tiene! Si está todo el día en la taberna.

LUISA
Cuánto sufrirá lejos de mí! Y cuánto sufro yo sin sus tiernos cuidados!

FROCHARD
Ea, basta de conversación. Márchate al desván. Allí hace menos frio. Acuéstate y descansa. Mira como te tratan tus verdugos. Para que luego te quejes y maldigas tu suerte! ¡Ingrata! (Luisa sube lentamente, y después de atravesar el corredor, desaparece por la puerta de la izquierda. Llaman a la puerta da entrada de la bohardilla) Eh? ¿Quién
puede ser a estas horas? (Llaman de nuevo) Siempre que llaman corre frio por mis venas. (Decidiéndose rápidamente se dirige a la puerta y la entreabre) Quién es?

ENRIQUETA
La señora Frochard?

FROCHARD
Para qué la buscáis?

ENRIQUETA
Es absolutamente preciso que yo hable con ella.

FROCHARD
Venís sola?

ENRIQUETA
Ya lo veis.

FROCHARD
(Avanzando la cabeza para observarlo) Bueno. Entrad. (Sale Enriqueta. La Frochard vuelve a mirar para asegurarse que no hay nadie; después cierra la puerta)


ESCENA VIII

La Frochard, Enriqueta.

ENRIQUETA
(Mirando alrededor) Qué miseria tan sombría! (¡Y aquí vive mi pobre hermana!) (Vuélvese hacia la Frochard) ¡Ah!

FROCHARD
¡Vaya, hablad! Qué tenéis que decirme? Yo soy la señora a quien buscáis.

ENRIQUETA
(¡La emoción me ahoga!)

FROCHARD
Por qué miráis así los rincones? Parece que buscáis alguna cosa.

ENRIQUETA
Efectivamente. Busco... la persona que vive aquí con vos.

FROCHARD
Qué persona?

ENRIQUETA
Una joven,

FROCHARD
(Demonio! ¿si será la hermana?) Una joven? Aquí no vive nadie.

ENRIQUETA
Qué decís?

FROCHARD
Digo que no conozco a ninguna joven.

ENRIQUETA
Pues, sin embargo, me han dado las señas de esta casa Es la misma. Cerca del rio, aislada, en medio de un campo... Estoy segura.

FROCHARD
Pues de esas señas hay muchas por aquí.

ENRIQUETA
Cómo? Me habré engañado?

FROCHARD
Necesariamente. Buscad más lejos.

ENRIQUETA
Pero... no sois vos la Frochard?

FROCHARD
Y qué?

ENRIQUETA
No pedís limosna acompañada de una joven ciega que canta por las calles?

FROCHARD
Yo? Pedir limosna? Yo tengo dos hijos que trabajan. El uno es afilador... Mirad, mirad la herramienta! El otro está ahí enfrente. (¡Oh, si él viniera!)

ENRIQUETA
(Y el Doctor me lo aseguró de un modo...) (Dando un grito) ¡Ah!

FROCHARD
Qué os sucede?

ENRIQUETA
(Cogiendo el pañuelo de Luisa que está sobre la cuerda) ¡Es te pañuelo! ¡Es suyo! ¡Es de Luisa!

FROCHARD
¡Falso!

ENRIQUETA
Negáis? Mirad! Mirad su marca! Yo misma la he bordado!

FROCHARD
(Ah qué idea!) Pues bien, sí! Es cierto, Pero como os he visto tan turbada, tan conmovida, francamente, no he tenido valor de deciros la verdad!

ENRIQUETA
La verdad? Hablad pronto. Decídmelo todo.

FROCHARD
Pues... la pobre niña estaba perdida en la calle hace dos meses. El día precisamente del último motín popular.

ENRIQUETA
Sí, sí, lo sé; continuad.

FROCHARD
Yo me la traje a casa. Esperábamos encontrar a su hermana... A vos sin duda?

ENRIQUETA
Sí, seguid.

FROCHARD
(No me engañé, era ella) Pues... como yo no podía mantenerla a mi costa, mientras os buscábamos por ahí, la chiquita cantaba...

ENRIQUETA
Y después?

FROCHARD
Después?... ¡Ah! ¡Pobrecita mía! Mucho más que el cansancio la minaba la tristeza. Sus ojos no se secaban nunca. Todos mis consuelos fueron inútiles. Después no quiso comer ni migaja, y desde ayer... ya no cantará más.

ENRIQUETA
¡Muerta! Será verdad? Mi hermana? Luisa? ¡Ah! (Cae desmayada sobre la Frochard: esta la coloca dulcemente en el suelo)

FROCHARD
Desmayada. Qué hacer? Va a denunciarnos. Se llevarán a la otra. ¡Oh, si Jacobo estuviese aquí! Es preciso impedir que la vea, a toda costa; (Examinando a Enriqueta) ¡su desmayo es profundo! Voy por Jacobo! Tres minutos me bastan. Corramos! (Váse corriendo, sin olvidarse de cerrar la puerta. Música en la orquesta. A poco de salir la Frochard, la puerta del desván se abre dulcemente y aparece Luisa. Escucha un momento en el corredor. Luego baja, muy despacio y se detiene, en medio de la escena)


ESCENA IX

Luisa, Enriqueta.

LUISA
(Vuelve a escuchar) ¿No hay nadie? (Preguntando en alta voz) Si pudiese huir de aquí? (Se dirige a la puerta pasando cerca de Enriqueta, pero sin tocarla) ¡Cerrada! Pero Pedro me dijo un día que, cerca de la escalera, había escondida en un hueco otra llave... No hay que perder esta ocasión. (Va a la escalera, busca y saca la llave) ¡Oh! aquí está! La Virgen me ampara. (Va hacia la puerta otra vez, tropieza con Enriqueta, y queda inmóvil; luego se baja y la toca) ¡Una mujer! (Encuentra la mano de Enriqueta) ¡Su mano está helada!... ¡Jesús! Habrán cometido un crimen? (Pone la mano sobre el pecho de Enriqueta) ¡No está muerta. Su corazón late todavía. (Llamando) Señora, señora! Volved en vos! No me oye! ¿Qué puedo hacer por ella, si me falta la luz?


ESCENA X

Dichos, la Frochard, Jacobo.

FROCHARD
(¡Juntas!

JACOBO
Preciso es separarlas)

FROCHARD
Qué haces ahí?

LUISA
¡Ah! (Levantándose asustada)

JACOBO
¡Pronto! Márchate arriba? (Cogiéndola brutalmente de un brazo y conduciéndola hasta la escalera)

LUISA
¡No me toquéis!

JACOBO
¡Pronto, repito! (La empuja)

LUIS
(Dando un grito) ¡Me hacéis daño! (Empieza a subir)

FROCHARD
¡Anda de prisa y Obedece! (Empujándola también. Enriqueta, durante este diálogo, y mientras Jacobo y la Frochard están en la escalera, se ha incorporado y ve a Luisa)

ENRIQUETA
¡Ella!

JACOBO
(Yendo hacia Enriqueta) ¡Mil rayos!

ENRIQUETA
Luisa, Luisa! ¡Soy yo! ¡tu hermana!

FROCHARD
¡Que no grite! (Sujetando a Luisa)

LUISA
¡Mí hermana! ¡Enriqueta! (Quiere acercarse a ella; la Frochard la sujeta)

JACOBO
Silencio!

LUISA
(A la Frochard) ¡Dejadme!

FROCHARD
Que va nuestra vida, Jacobo!

JACOBO
Antes la suya, (Saca un puñal y va a herirla)


ESCENA XI

Dichos, Pedro y dos Gendarmes; detrás el Doctor, Raúl y Diana.

PEDRO
¡Miserable! (Interponiéndose)

JACOBO
Oh!

PEDRO
No me esperabais, eh? Los jorobados salimos en seguida de la cárcel! (Enriqueta, una vez libre, corre hacia Luisa y ambas se abrazan dando completa expansión a sus sentimientos)

GENDARME 1º
Seguidnos. (A Jacobo y a la Frochard)

FROCHARD
¡Ya me las pagarás, infame!

DOCTOR
Pero antes vais a pagarla en la horca, y el cobrar adelantado es siempre una ventaja, (Vánse la Frochard y Jacobo seguidos de los Gendarmes)


ESCENA XII

Pedro, Raúl, el Doctor, Enriqueta, Luisa, Diana.

ENRIQUETA
Luisa! ¡Abrázame! Soy yo! Tu Enriqueta, tu hermana!

PEDRO
(¡Su hermana!)

DOCTOR
¡Ah tunantes! Me la han dejado en los huesos?

LUISA
Esa voz?...

DOCTOR
No me conocéis? El doctor de ayer.

LUISA
Ah, sí, sí!

ENRIQUETA
A él lo debemos todo.

DOCTOR
A mí? Yo no me mezclo en nada! Lo debéis a este bravo muchacho, que, al probar su inocencia y al verse libre, tuvo la precaución de traerse dos gendarmes, lo cual prueba que conocía a su familia.

PEDRO
Dispense usted, señor Doctor. Mi familia era honrada. Yo he vivido con ellos... porque me socorrieron cuando quedé huérfano.

DOCTOR
Bueno, hombre, si a mí no me importa!...

RAUL
Y vos, Diana, ¿no abrazáis a...

DIANA
(Yendo a hacerlo y conteniéndose a costa de un violento esfuerzo) Luego! Dejadla ahora! Yo procuraré asegurar su porvenir.

DOCTOR
Conmigo no contéis para nada! Sólo me encargo de buscarle novio, pero sin mezclarme en ello.

LUISA
Y... si ya lo tuviera, señor Doctor?

DOCTOR
¡Caracoles! Cómo ha aprovechado el tiempo! ¡Y ciega! ¡Pues si llega a tener vista...

LUISA
Por qué ocultarlo? Ni cabe en mi pecho la falsía, ni en la hora de mi ventura puedo ser ingrata. Durante estos dos meses de martirio, un sólo ser ha tenido piedad de la pobre ciega y le ha sacrificado su dicha, su alegría, su ventura. Siempre cariñoso, siempre tierno y constante ha fortalecido mi corazón, y ha rezado conmigo, uniendo a las mías sus lágrimas de dolor y de miseria: sin él hubiese muerto! Le debo la vida y el consuelo. Ese es mi novio, Doctor.

DOCTOR
Y dónde se halla! Es preciso verle. —Digo, a mí me tiene sin cuidado... Pero dónde está?

LUISA
Por ahí le siento suspirar... No es verdad, Pedro?

PEDRO
Yo... no... la...

TODOS
Pedro?

PEDRO
Eso no puede ser! Ya sois una señorita. ¡Ya no sois pobre como yo!

LUISA
Pero tu alma vale mucho más!

DOCTOR
(Falta le hace, porque lo que es lo demás está algo averiado)

ENRIQUETA
Ante todo es preciso pensar en tu curación.

DIANA
Doctor ¿hay esperanza?

DOCTOR
Quién sabe, señora! La ciencia es poderosa!

PEDRO
(Al Doctor) Cómo? Recobrará la vista?

DOCTOR
(A Pedro) Imposible! No lo esperéis jamás.

PEDRO
Entonces no tengo escrúpulos. Un jorobado y una ciega... El matrimonio no puede ser más igual.

ENRIQUETA
(Al público)
De alegre ventura en pos
y siempre juntas las dos
gozaremos nueva vida.
Ya ves, mi Luisa querida,
cómo nos protege Dios.



FIN


Información obtenida en:
https://archive.org/details/doshuerfanaszarz453chap

No hay comentarios:

Publicar un comentario