Curro Vargas (Argumento)

Curro Vargas
Curro Vargas, Drama lírico en tres actos se estrenó en el Teatro Parish de Madrid, el día 10 de Diciembre de 1898. Sus libretistas, Joaquín Dicenta y Antonio Paso. Música de Ruperto Chapí.

El libreto está basado en El niño de la bola de Pedro Antonio de Alarcón.

Acto I

La acción tiene lugar en un olivar de las Alpujarras. Un grupo de hombres y mujeres están vareando los olivos. Tras la escena de conjunto, Soledad y su madre, Doña Angustias, tienen la una conversación en la que ponen al público en antecedentes. El padre de Soledad aspira para su hija un novio rico, a pesar de que ella quiere a Curro Vargas quien, por su parte, la desea hasta el infinito. Ante la situación opta por dejarla para buscar fortuna en otros ámbitos, pidiéndole que le espere y lanza el anatema: "nadie aspire a Soledad, porque Soledad es mía". El miedo que le tiene a Curro en el pueblo hace que nadie se atreva a acercarse a ella, con la excepción de Mariano. Curiosamente, Soledad se dará a Mariano por orgullo, porque ella no quiere ser propiedad de nadie. Esta es la base de su comportamiento, sometido por una parte a su carácter que se niega a aceptar imposiciones y por otro lado a su amor por Curro a quien no ha olvidado y que la persigue como un fantasma, pues no es feliz con su marido. Tiene lugar una escena cómica entre Rosina, Timoteo y el capitán Velasco. Llega el padre Antonio que cuenta la historia de Curro. Este era hijo de un hacendado de la región que dilapidó su fortuna ayudado por un administrador que no era otro que el padre de Soledad. Curro fue arrojado al arroyo por el padre de ésta. Recogido por el sacerdote, se enamoró de la chica que se debate entre su amor hacia Curro, y su dependencia paternal. Curro decide ir en busca de fortuna y volver a buscarla. Salen y anuncia la tía Emplastos que Curro ha regresado. Este lo primero que hace es preguntar por Soledad y Curro vuelve a maldecir a la joven.

Acto II

Calle principal del pueblo. Tras una escena de conjunto la señora Angustias se dirige al padre Antonio pidiéndole que interceda ante Curro para que éste no cometa su venganza. Allí revela al padre Antonio que el protagonista ha cambiado, que no le hace caso aunque tenga justificación su actitud. Simultáneamente aparece la figura de Timoteo, prevista para un cómico. También enamorado de Soledad, canta una escena en la que muestra su temor ante la furia de Curro. La tía Emplastos informa a Soledad de que Curro se dispone a hacer algo. Aparece Mariano, ajeno a la situación. Canta un dúo en el que echa en cara a Soledad que aunque permanece a su lado ama a otro. La propia Soledad acrecienta esa sensación de que se camina hacia un final trágico. Curro al ver a Soledad se dirige a ella con un cuchillo con la intención de matarla. Lo impide el padre Antonio acudiendo a la memoria de su padre. Soledad se desmaya mientras el coro de niñas canta un himno a la Virgen.

Acto III

Cuadro primero. Representa la antesacristía de la iglesia del pueblo. Tras una escena cómica, contrapunto entre el capitán Velasco y Timoteo, del dramatismo anterior, el padre Antonio y Curro tienen una conversación. El primero se ve impotente para detener al segundo, si bien tras utilizar todas sus armas dialécticas le convence para que perdone a Soledad y se vaya. Cuando está a punto de marcharse recibe una carta de Soledad en la que le manifiesta que siempre le quiso y que fueron otro tipo de razones las que le obligaron a casarse con Mariano. Ante el nuevo elemento, la situación cambia y Curro canta su célebre romanza "¡Qué siempre me ha querido!". 
Cuadro segundo. Tiene lugar en una plazoleta de la campiña a las afueras del pueblo. Se dispone a celebrase un baile en el que cada mozo, en una especie de subasta, compra la moza con la que hacer pareja de danza. El coro actúa como amparo de la situación trágica que se avecina, a pesar de los intentos de rebeldía de Mariano. Durante el baile, demostrando su amor, Soledad se deja matar por Curro que la acuchilla. Mariano al ver el hecho se dirige a Curro y también lo mata, sin que éste oponga resistencia.

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